jueves, 2 de julio de 2009

La guerra secreta y eterna



No lo voy a nombrar.


A lo mejor, ni siquiera debería hacer un comentario sobre su "obra".


La única referencia que voy a dar es que escribe mal, en un diario malo. Que sobreactúa giros estilísticos "novedosos", recién descubiertos por él, aunque tengan 40 o 50 años de vida. Que se hace llamar filósofo, gracias a que un grupo de tituladores desconocen el significado de esa palabra.

Leí lo que escribió ayer, y confirmé lo que hace tiempo me viene dando vueltas en la cabeza.

La violencia nos asusta, y la combatimos con toda la fuerza de la racionalidad, porque no podemos evitar sentir el impulso que desde el fondo de las entrañas nos empuja a desear la aniquilación del adversario. De ese adversario que, cuando lo racionalizamos friamente, lo percibimos como la más fuerte justificación, tal vez, de lo que somos y pensamos.


Clausewitz escribió alguna vez que la guerra es la política por otros medios.


Foucault, algo más de un siglo más tarde, invirtió los términos y nos "horrorizó": la política es la guerra por otros medios. La guerra, el ansia de aniquilación del adversario, se encuentra latente en cada una de nuestras acciones, y no es sofocada sin la autorrepresión que nos permite vivir más tranquilos.


Él y yo (todo lo que representa y defiende él y todo lo que represento y defiendo yo) somos irremediablemente irreconciliables.


Más tarde o más temprano, la historia nos enfrentará en un combate a vida o muerte, en el que paradójicamente los dos sobreviviremos.



El "filósofo" sin saberlo le hizo un aporte a la historia. Nos demostró una vez más (aunque no lo necesitábamos) que Fukuyama estaba equivocado.


Ahora si quiere léalo, y dígame si estoy tan errado.



1 comentario:

Luis dijo...

Jajaja. No, no está para nada errado compañero cartonero.
Como decía una edición de Barcelona hace un tiempo:

No es lo mismo:

José Pablo Feinmann que Eduardo Feinmann

León Rozitchner que Alejandro Rozitchner

(entre otros que no recuerdo)
Saludos.