lunes, 25 de noviembre de 2013

Semanita



Empezó la larga despedida de la administración que le pone cierre a la triada presidencial que, por lejos, más y mejor han hecho por la joven democracia argentina.

Alguien podrá decir que todavía no llegamos a mitad del tercer mandato. Es una verdad. Verdad que se contrapone con una cronología: Cristina, junto a Néstor y también sin él, cumplirá el 10 de diciembre de 2015 la enormidad de 12 años al mando del gobierno de este país tremendo, rebelde y asimétrico.

Quienes apoyamos y fuimos testigo durante esta década hemos tenido el raro privilegio (y el placer, por qué no) que algunos pueblos no vieron ni verán en siglos. Que una Política Popular se convierta en articulador central de un modelo ideológico que cristalizará, después de décadas, una agenda de verdadera raigambre popular y nacional.

El kirchnerismo demostró (de una manera ampliamente superadora a su mejor benchmark, el alfonsinismo entre el 83 y el 85) que se puede implementar de manera sostenida una agenda cuyos objetivos principales trascienden los clásicos programas de división de la sociedad y destrucción de sus sectores medios, usual de los robustos factores de poder vernáculos. No sólo trascenderla. También confrontarla.

Esta sorpresiva e inesperada década ha puesto en manos de muchos compatriotas una vara sustancialmente distinta con la que medir las posibilidades reales de la política como herramienta de transformación de la realidad. Este regalo será, lo veremos, mucho más robusto y duradero que todas las viviendas, escuelas y hospitales que se hayan materializado en el mismo periodo, porque es un regalo liberador de las mentes y las conciencias.

Así, esas expresiones asociadas al inminente “fin de ciclo”, a la ansiada “transición”, que ganaron fuerza en los medios opositores en las últimas semanas, potenciadas por la derrota electoral de octubre, no pasarán de lo que siempre fueron: el nuevo sueño húmedo de un establishment que desde la debacle del 2001 se aleja irremediablemente, cual turco en tormenta de arena, del mango de la sartén. Esto agudizado por una última y dramática sospecha: su más reciente y prolijo delfín blanco, al igual que sus antecesores, sean pelirrojos o gangosos, tampoco da el piné.

Sospecha que se confunde con la tragedia en la medida en que empiezan a tomar forma los reajustes de gestión que la presidenta ha madurado en sus 40 días de convalecencia.

La resiliencia y capacidad autoregenerativa del kirchnerismo mete miedo. Y el realineamiento de los últimos días es un nuevo upper al mentón del poder fáctico: contra la verba previa que auguraba un repliegue hacia una minoría intensa pero ineficaz, víctima inerme del campeonato mundial de garrocha y de una virulenta persecución judicial, la Presidenta les mostró, fresca, rejuvenecida y con un perrito sobre la falda, que maneja una topadora que no acaba en D'Elía, el Cuervo Larroque o el Napia Moreno. Les mostró que algunos jugadores clave de la Liga de Gobernadores entienden acabadamente la esencia nacional, popular y tremendamente peronista de este gobierno y que lo que se viene es más de lo mismo en contenido, ahora en envase federal e hiper-mediático.

Y también podríamos estar frente a la largada de una saludable, deseable e inédita carrera por la sucesión, que ganaría una imprevisible potencia política si en lugar de definirse como una decisión a dedo de la Gran Electora en un cuarto cerrado (remember Insaurralde), acabara como una interna dentro del FPV durante las PASO del 2015, conteniendo a los Sciolis, los Coquis, los Pichettos, los Randazzos, los Urribarris, los Giojas (Dios quiera) y a cualquier otro que, en tren de medirse, quiera participar. La validación popular y el inmediato alineamiento de los vencidos en el camino a las elecciones definitivas convertiría a este pan-kirchnerismo en una herramienta electoral difícilmente batible y le daría previsibilidad al sendero trazado (esa previsibilidad que tanto predican los gurúes conservadores), borrando quizás para siempre los clásicos estigmas de pendularidad y volatilidad con que la ciencia política caracteriza al sistema argentino, y quebrando el mito popular que dice que una vez por década nuestro país se convierte en el infierno.

Mientras tanto alguien del gobierno que hasta ahora la viene sacando bastante barata, tendrá que hacerse cargo de la desastrosa estrategia comunicacional que significó la anti-comunicación que el gobierno puso en vigor después de la aplastante victoria del 2011. Nuestra sospecha es que algunos imberbes deberán bajar (y hacer bajar) algunos decibeles en la soberbia generalizada y camporizada y reconocer una vez más que el diablo sabe más por viejo.

La previsible chicana a lo antedicho, referenciando que uno de los nuevos ministros es cuadro reconocido de La Cámpora, hace sapo frente al dato diferencial: Axel Kicillof es, por lejos, el economista argentino que mejor entiende los dilemas reales que nuestro país enfrenta en su camino al desarrollo integral y sostenido con inclusión social. En relación a las juras de gabinete del miércoles pasado, su pertenencia política es un dato mucho menos relevante que su pertenencia ideológica en el espectro de la economía política: keynesiano riguroso y profundo conocedor del marxismo.

Nuestra sospecha es que los hechos de la última semana, todavía calientes en el análisis editorial, son el peor mazazo que los victimarios de nuestro progreso podían sufrir.

Suficiente motivo para brindar por otra nueva semanita maravillosa.

3 comentarios:

profemarcos dijo...

Se nos acaba el tiempo!!!! Quieren sancionar el nuevo Código Unificado el miércoles, con el Art 19... a partir de allí no habrá más "píldoras del día después" para mujeres violadas, sino rosarios para que le recen a la "virgen" María...

marcebil dijo...

Me gusto. Tengo la sensacion (o la esperanza, el tiempo dira), de que esa nueva vara con la que se pueden medir hoy las posibilidades de tranformación de la realidad, es la que hace que uno pueda tambien creer que ex liberales / menemistas / duhaldistas (como Capitanich o el mismo Boudou), pueden haber cambiado o evolucionado realmente y ser parte hoy ideologicamente de este modelo nacional y popular. El tiempo dira.

Anónimo dijo...


Confìo en los cambios.,.pero el artìculo 19 los nuestros deben explicarlo..que pasa con la pastilla del dìa despuès..si hoy las mujeres siguen siendo maltratadas ante un aborto 8de los permitidos) que pasa si confundimos màs? Es el tema para nuestros legisladores. Lola-