Los oficiales salieron
y se empezó la junción
quedó en su puesto el nación
y yo fui al estaquiadero
Entre cuatro bayonetas
me tendieron en el suelo
vino el mayor medio en pedo
y allí se puso a gritar
"Pícaro, te he de enseñar
a andar reclamando sueldos"
De las manos y las patas
me ataron cuatro sinchones
le aguanté los tirones
sin que ni un "ay" se me oyera
y al gringo la noche entera
lo harté con mis maldiciones
José Hernández
Veníamos acortando el tranco el último tiempo. El pingo cansado y la yerba muy cara. Lo bueno, las linduras, empezaban a escasear. Y los nuestros se dejaron dorar la píldora.
Un día, en una amarga Asamblea, la taba nos cayó de culo y el
mango de la sartén quedó en manos de los patroncitos.
Rápidos como el refusilo vinieron a buscarnos. En menos de
lo que canta un gallo nos tenían bien asujetados y empezaron a cobrarse cada
una de las que fueron juntando.
Nos estaquearon al sol, mojaron bien de los tientos y ni
agua. A apechugarla bajo el sol del desierto.
Nada nuevo, bah, lo de siempre.
Y el coronelcito no sólo cumple las órdenes que le bajan de la Capital. También despliega su propia venganza.
Nos tienen. Y nos van a dar sin asco.
Anduvimos sueltos, libres y la frente alta mucho tiempo. Quizás
demasiado para lo que los patrones estaban acostumbrados. Las represalias no se
hicieron esperar.
Ya estamos sometidos, será cuestión de recuperar el aliento, aguantar
los golpes y viandazos, ganar fuerza y ponernos de pie.
Lo que transpiran es odio. Y sed de venganza. Se siente, fuerte, pesada, como el calor del desierto.
El revanchismo se trasviste en buenos modales y palabrería en la mesa abundante de alguna vieja con plata. Pero el despecho exuda, es
indisimulable.
Nosotros estamos listos para aguantar. No nos tiernizamos al primer hervor. Cuanto más duro
nos fajen, cuanto más nos maltraten, más rápido nos vamos a levantar.
Y ahí
veremos, más temprano que tarde, cuantos pares son tres botas.
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