domingo, 14 de agosto de 2011

Una anti-balsa de piedra (3)



Lo que en la mañana empezó siendo un flash en los canales especializados de noticias, para los noticieros de la noche se había convertido en el tema excluyente. Sólo acompañado por alguna pastilla deportiva y los siempre pagadores casos puntuales de inseguridad, en especial el las chicas francesas, que venía ocupando pantalla desde un par de días que parecían meses. Las hipótesis, las conclusiones y las inferencias inesperadas de tantos razonamientos, que empezaban a vomitarse sobre el micrófono cuando se prendía la luz roja de la cámara que indicaba la hora de hablar sin pensar pero a la vista de todo el mundo, alcanzaban niveles incluso superiores a los de Susana hablando de algo que no conoce y hubieran hecho sentir un aprendiz a Orson Wells en persona.

Comunicaciones con autoridades del gobierno municipal, secretarios de obras públicas de gobiernos anteriores, acusaciones a las empresas constructoras por no atender los teléfonos o, peor, por haberse mudado, responsabilidades endilgadas veladamente a las autoridades nacionales y hasta a La Cámpora, porque uno de los suyos era el Director de la Corporación Puerto Madero, todo el arsenal de batalla puesto en acción para evitar que los televidentes osaran cambiar de canal para ver qué decían en la competencia. Mientras tanto, el vecino permanecía en su casa y acariciaba suavemente la cabeza de su perro mientras confirmaba que, después de muchos meses, la mañana siguiente iba a desatender la orden del médico y no iba a salir a hacer su caminata.

Su mujer, que ya mostraba cierto hastío con lo repetitivo y monotemático del canal de noticias, se levantó de su sillón y marchó hacia el baño. En el camino, con la voz alta que entonaba cuando sentía esa indignación de haber nacido en el país equivocado, le decía al hombre “Me llamó Marita, la del sexto, mi amiga. Me propuso que armemos una reunión para quejarnos…”. Nuestro hombre enarcó las cejas, mientras buscaba lo último en el fondo del plato con maníes con el que acompañaba su cerveza. –Están locas- pensó.

Sonó el teléfono. Era Isabel, la hija. Llamaba desde Londres, donde vivía hacía un año. Se habían ido con el novio cuando el consiguió un trabajo en una multinacional minera. Miró el reloj. –Isa, pero qué hora es allá? –Son las dos, pá, ustedes están bien? – Si, nena, estamos bien, por qué? preguntó el caminante con perro ahora devenido padre, que no sabía con qué nivel de preocupación lo llamaba la hija –Estaba acá en casa, Mariano hoy está en Suecia, en internet, me metí en La Nación y ví. Pero ustedes están bien en serio? – Si, nena, estamos bárbaro. No pasa nada. Un par de fisuras grandes en el piso. Rarísimo. Y todo el mundo y los periodistas en el barrio. Pero nada.

La mujer, a quién todavía le funcionaba a la perfección el instinto materno de calmar la preocupación de una hija asustada a 12 mil kilómetros, retornaba del baño como una tromba y le decía al marido, vocalizando cada sílaba sin hablar, “dame a miii, dame a miii” mientras se señalaba el pecho. –Acá está tu madre, que se sale de la ropa por hablar con vos.- Si. – Si. Yo también te quiero mucho- Quedate tranquila, no pasa nada.- Te amo, si. Ya te paso.- La esposa, ahora que había logrado su objetivo, lo apuraba, le decía diciéndole “dale, Ricardo, dame!!”

-Hooolaaa chiquiiita!! No, tu padre. Síiii. Si, está preocupado pero no lo dice. Igual que siempre, una bestia. Como la vez que me operaron.- El hombre miró al cielorraso un segundo, luego bajó la cabeza y la movió a lo lados, negando, un par de veces. Caminó hacia la mesa donde estaba el diario y lo tomó mientras seguía, inmutable hacia su pieza. Atrás dejaba la voz alta de su mujer que ponía al día a su hija sobre la condición de pionero de su padre, porque era el que había descubierto, junto a Tuque, la primera fisura esa mañana. – Síiii, no sabés como ladró Tuque toda la mañana.- Blam. El hombre cerró la puerta. – Sonamos, pensó él, mañana me despierta un movilero de Crónica TV. Lo que me faltaba.



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2 comentarios:

guilleO dijo...

Yastá, me enganché, que no decline.

Abrazo

Contradicto de San Telmo dijo...

Tranqui, guille, lo veo ahí tras las rejas y no puedo menos que compadecerme.

Escribo para usté.

No declina.