domingo, 29 de noviembre de 2015

Palitos Chinos



En pocos días asistiremos a un hecho histórico, inflexivo para nuestra historia política. El 10 de diciembre asumirá el gobierno, avalado por un 51.4% de los votantes en las urnas de un ballotage, el primer partido de derecha, democrático, políticamente independiente y autónomo de nuestros partidos tradicionales, un hecho sin registros en 170 años de historia (más o menos) democrática.

Es la primera vez que votamos un gobierno de derecha en elecciones libres sin proscripción? No. Naturalmente pondremos la elección de Menem en 1989 bajo un paraguas de minidebate, pero la agenda desplegada por el menemismo entre el 89 y el 95, esa metamorfosis alimentada a pizza y champagne, convierte inequívocamente a las  elecciones del 95 en un triunfo democrático de la derecha.

La novedad es que ahora, por primera vez, la derecha llega por derecho propio, sin deudas ni tributos pendientes a la política tradicional. Veremos en acción a la tecnocracia vernácula, tomando medidas sin tener que pedirle permiso a ningún “líder popular”. Siendo una pésima noticia para la mayoría de nuestro pueblo, los trabajadores y las clases populares, es una excelente noticia para nuestra democracia.

En síntesis, estaremos entregando bienestar, trabajo, futuro e igualdad de oportunidades, a cambio de una pax política inédita. En nuestra historia política, desde la sanción de la ley de sufragio universal en 1916 y hasta 1983, cada vez que el poder económico concentrado quiso recuperar el poder lo hizo de manera violenta, a fuerza de proscripciones, bombardeos aéreos, fusiles y desaparecidos. Desde 1983 hasta 2015, inhibida la vía militar, los grupos concentrados impusieron condiciones apelando a la violencia económica: gatillando hiperinflaciones, corridas bancarias y desabastecimientos.

La experiencia del macrismo podría conducirlos a una nueva lógica: armar un partido político, dotarlo de herramientas efectivas de marketing y un liderazgo carismático y competir en igualdad de oportunidades con los partidos de cuño popular. La derrota electoral reciente no nos deja valorar en toda su dimensión este nuevo escenario político. Aún cuando se perfila de manera casi inobjetable su costo: se reescribe en este preciso momento en las góndolas de los supermercados.

Un estrecho desfiladero

Este modo de acceso al poder, novedoso y pacífico, debería simultáneamente generar varianzas sobre su despliegue en la arena política a partir del 10 de diciembre.

Cada vez que el poder concentrado tradicional, nuestra derecha vernácula decíamos, recapturó el control del gobierno, sus métodos e instrumentaciones fueron invariablemente salvajes, violentos, inescrupulosos. Quizás atendiendo a la herencia histórica de un pasado de sojuzgamiento de las clases populares (Informe Bialet Masse, década infame, fusilamientos de JL Suárez, desaparecidos) con la democracia moderna nuestra derecha no podía desprenderse de otras formas de retorno que no fueran las de revancha despechada y virulenta: saqueos y represión en el 89, piquetes, vuelta a los saqueos y la represión salvaje en el 2001.

Puede teorizarse frondosamente sobre los motivos de esta violencia, sobrevolando todo el tiempo esa discusión lo escrito por Naomi Klein en “La doctrina del shock”. Pero no puede soslayarse un dato de la realidad. Faltan 11 días para la entrega del mando y el único dato duro de “anormalidad” de las últimas horas han sido las remarcaciones de precios en despensas y supermercados. Nada hace prever que una explosión pudiese ocurrir en las próximas horas por la que el futuro régimen pudiese responsabilizar al kirchnerismo.

De allí en adelante las responsabilidades de conducción le caben al macrismo y si bien están funcionando a todo motor los medios concentrados en la instalación del escenario de “pesada herencia recibida”, lo cierto es que el riesgo de hacer explotar la granada en la propia trinchera presenta riesgos insalvables.

“El fantasma del 48.6” velará silencioso los primeros meses del gobierno PRO. Su presencia, aunque  de una manera indisimulable. Y si bien ese obstáculo no será un seguro todo riesgo para las clases populares, claramente condicionará fuertemente su accionar.

De manera que vemos como mucho más probable un inicio de gobierno “moderado”, digamos institucionalista, con una apertura fuertemente “dialoguista”, construyendo su legitimidad con ladrillos que vienen de la deconstrucción de los símbolos negativos del pasado kirchnerista, antes que sobre un “arrasamos y damos vuelta todo en 6 meses”; lo que, dados los resultados electorales, la composición del Congreso y el clima de expectación reinante, suena inviable.

No estamos diciendo que todo va a seguir igual: claramente el nuevo gobierno es antitético tanto en medios como en fines. Pero tiene una oportunidad de abandonar la virulencia operativa que caracterizó a nuestra derecha. Lo que nos permite instalar un cuestionamiento que no estamos seguros de contestar con suficiencia? El PRO es réplica rigurosa de nuestra derecha tradicional, con médula en la oligarquía diversificada? Veamos: sin duda un actor central dentro de la articulación PRO es la Sociedad Rural, lo que llevan a responder afirmativamente esa pregunta. Pero, al contrario, otro actor central son multinacionales extranjeras representadas por Chevrolet y Shell, y esto es una respuesta negativa a esa misma pregunta.

La primera metáfora es que la Sociedad Rural no tiene ningún escrúpulo en esclavizarte en un container mientras se levanta la cosecha, una forma pre capitalista, mientras que la forma de sumisión del sujeto en un esquema Chevrolet, Shell, Citibank, McDonalds, CocaCola es la del consumo, un mínimo engranaje tercermundista, acrítico e inconsciente del mecanismo en el que opera y al que le compra sus necesidades básicas. Ambas visiones, regresivas para nuestro pueblo, son a su vez competitivas en los oídos de nuestro nuevo Príncipe gangoso.

La segunda metáfora es que antes que Kill Bill, veremos un delicado y sutil juego de Palitos Chinos, jugado por Macri.

Como sostenemos con nuestro amigo y compañero Arnaldo Bocco, estamos probablemente ante una nueva alianza de poder, en la que convergen facciones parciales de la taxonomía política tradicional, dando lugar a una reconfiguración política.  Creemos que sin abandonar su sesgo profundamente conservador y reaccionario, sus mecanismos de avance serán distintos, moderados respecto de los que se apuran a contarnos algunas alarmas kirchneristas.


La muñeca política de Macri y su círculo de poder serán centrales en la tarea de priorizar y ordenar la agenda de regresión popular que sin duda nos espera. Y serán artífices de su propia supervivencia en la dificilísma selva de la política argentina. Nuestra opinión, innecesaria, es pesimista en este sentido, y no porque el PRO no tenga experiencia de gestión y cuadros operativos. Es pesimista porque la urgencia e imperatividad de los intereses en pugna (y no necesariamente en pugna) no parece tener la paciencia requerida para jugar a los Palitos Chinos. 



viernes, 27 de noviembre de 2015

Matar a la madre - Derrota III



En las dos entradas previas hemos hecho referencia a algunas razones de la derrota del 22N. Caracterizadas como blandas o duras según su materialidad. Pero, para ser consistentes, una descripción así peca de insuficiente. Dejemos por un segundo ese cuerpo en apariencia conformado por lo duro y lo blando. Falta algo. Vayamos a…

El alma

Hay un intangible esencial que se plasma en una postulación electoral: por encima de las consignas, de las propuestas, del programa, de esa pieza arqueológica llamada plataforma electoral. Hablamos del convocante simbólico que se suele denominar liderazgo.

Sugerimos fuertemente nuestra perspectiva sobre el tema acá y acá.

Si en las dos entradas anteriores las responsabilidades le cupieron exclusivamente al kirchnerismo, en esta entrada no dudamos en apoyar el cúmulo de las responsabilidades en Daniel Scioli y equipo. Que, abierta la hendija de acceso al poder cronológicamente posicionable el día que CFK aceptó la propuesta sciolista de Zannini vice, no tuvo la audacia, el coraje de adueñarse salvajemente de esa oportunidad de una manera peronista: sacar el bastón de mando que todo peronista lleva en su mochila y salir de aquella reunión con esa actitud inequívoca e indisimulable: soy el nuevo líder.

Eso era lo que le pedíamos, esas eran nuestras oraciones. Pero nuestro avemaría no alcanzó.

Quienes lean esto pueden poner en duda la necesidad, la utilidad de esta “rebeldía” metamorfoseada en “autoridad”. Veamos.

Hay razones para que este texto entre tercero desde el 22 de noviembre.

Cuanto menos se acepten las razones esgrimidas en las dos entradas anteriores (y especialmente en la primera: caída de imagen del cristinismo), cuanto menos se duele el final de la supremacía cristinista, más difícil será entender por qué le pedíamos a Daniel Scioli una suerte de “violencia reordenadora y resignificante”.

No porque hayamos, súbitamente, dejado ser kirchneristas (y ya esperamos con los brazos el comentario que empieza con la palabra "traidor"; hay personas que nunca entienden nada). Estamos hablando de política. Sino porque una porción crítica y sensible de votos, que nos abandonaron por lo menos desde 2013, necesitaban una señal clara para volver. Y esa señal tenía que ser “somos distintos en la misma tribu”.

Ir en su búsqueda, en captura de su presa, significaba decirle a la sociedad que el FPV ofrecía una versión renovada respecto de los 12 años anteriores. Decirlo con voz clara, altisonante, casi atronadora. No alcanzaba con ofrecer los nombres de un potencial gabinete sin presencias de LaCámpora. Se necesitaba gritarlo. Patear escritorios. Romper todo.

Scioli nunca mostró ese temple porque nunca lo tuvo, dirán nuestros detractores. Respondemos que era el único temple posible, la condición necesaria (pero no suficiente, ay!) para volverlos al redil.

De una lectura fría, comparada, de resultados electorales en PASO, generales y segunda vuelta esta tesis adquiere un vigor inusitado. Pero no se hizo (remember Luder).

Nos faltó alma.


Lloremos juntos los resultados.


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Del serrucho al bisturí - Derrota II


La entrada anterior, dijimos, no engloba la suma de razones de la derrota. Usamos el término “blandas” para denotar las de carácter emocional, ligadas a las emociones. Entendemos, como claramente lo expone nuestro amigo Claudio Scaletta aquí, que la performance económica fue actriz protagónica en la novela de los últimos años hasta llegar al ballotage. Le toca el turno al bolsillo…

Lo duro

Desde hace casi 100 años, cuando inicia una incipiente industrialización, Argentina sufre una enfermedad crónica, casi endémica, propia de países con estructura productiva como la nuestra, altamente competitiva en la producción de ciertas materias primas y de baja productividad en la producción de manufacturas industriales.

Estas características fueron largamente estudiadas por académicos de la ciencia económica argentinos, sudamericanos e incluso europeos. La denominada “asimetría en los términos de intercambio comercial”, la brecha monótonamente creciente en la evolución de los precios de los productos que Argentina exporta versus los que importa nos condena a un fenómeno de ciclos repetitivos que se agudizaron en los años 50 y 60 del siglo pasado y se denominaron “stop&go”, avanzar y parar.

El fenómeno es vastamente estudiado por los alumnos de todas nuestras carreras de licenciatura en economía política. Queremos decir con esto que se trata de un tema persistente y ya desideologizado: le ocurrió a los oligarcas que comandaron de la década infame (1930), le ocurrió a Perón, le ocurrió a los golpistas del 55, a las democracias proscriptivas de los 60 (el onganiato) y le volvió a ocurrir a Perón, en realidad a su viuda, durante la gestión económica de Celestino Rodrigo.

Sistemáticamente (y sin solución efectiva a la vista) las reservas de divisa de nuestro banco central entran en un embudo que conduce al ahogamiento, efecto denominado Restricción Externa (RE). La única solución a mano ha sido, repetitivamente, la de una fuerte devaluación que, penalizando salarios y precios no transables (los que no admiten comercio exterior) de la economía modificara nominalmente la competitividad, mejorando las exportaciones y conteniendo las importaciones.

No obstante, esta solución era (es) sólo un placebo transitorio que se basa en la depresión artificial del factor trabajo nacional y que durará lo que esa depresión inducida permita: si la dinámica salarial interna es alta, ese lapso de alta competitividad artificial se diluye rápidamente con cada aumento salarial de los trabajadores (aquí una mínima digresión para desmentir el argumento cínico y flagrante de que el kirchnerismo devaluó 230% desde 2003, de 3 a 9,60 pesos: queda claro que las devaluaciones son las que se aplican instantáneamente y no la suma de pequeñas variaciones en largos períodos, que no generan mejora de los costos laborales sino, tradicionalmente, acompañan variaciones de otras variables macro).

Analizado a lo largo del tiempo, el stop&go dibuja en típico diagrama de dientes de serrucho que va repitiéndose en el tiempo: una rampa ascendiente de economía en crecimiento y valuación de la moneda hasta un punto máximo en el que se alcanza una RE insuperable, que se resuelve precipitando una devaluación y caída abrupta del valor de la moneda, dejando a las variables listas para volver a repetir el ciclo nuevamente.

Hemos dicho que ese evento es reiterativo y contradictorios como somos aquí nos rectificamos: en rigos el último evento bajo este patrón fue la explosiva devaluación de 1975 conocida como el rodrigazo. No volvió a ocurrir desde entonces, pero no porque nos hayamos “sanado milagrosamente” sino porque desde la dictadura del 76 este patrón inestable de crecimiento fue reemplazado por otro… peor: desindustrializarnos, sin más. La dictadura del 76 sembró las semillas todavía imperfectas de un neoliberalismo que empezó haciendo sus ensayos operativos en Chile y Argentina.

Con la destrucción de la industria local la RE pasó a ser un problema secundario frente a otro más grave: como sostiene el empleo y la inclusión social una economía sin industrias. La respuesta puede encontrarse el 19 de diciembre de 2001: a los piedrazos.

Pero abandonado el patrón neoliberal postconvertibilidad, no podemos dejar de notar que, en rigor, no ocurrió nada significativo en nuestra estructura económica que permitiera pensar y mucho menos garantizar que cualquier nueva industrialización por sustitución de importaciones quedara vacunada y libre de nuestra enfermedad crónica, la RE.

Un par de golpes de fortuna en lo económico marcaron el ingreso del kirchnerismo al gobierno:

  1. Para cuando Néstor llegó, el trabajo social y políticamente sucio de devaluar para salir de la convertibilidad ya había sido ejecutado por el primer equipo económico de Duhalde (RemesLenicov). Y de manera salvaje: nunca Argentina había vivido una devaluación de 300%.
  2. Un jugador inesperado en el escenario económico mundial, China, modificó los escenarios del siglo pasado. El Imperio Central necesitaba hierro, soja, cobre, aluminio, algodón, arroz y cuanta commodity flotara en el océano.
  3. Sumemos las bajísimas tasas de interés en el período 2001-2008 en los países centrales, que hicieron que los dólares inundaran los mercados, cuya consecuencia, junto con el punto anterior fue una burbuja gigante de precios, por un lado demanda real de la economía china y por otro demanda como producto de posicionarse financieramente en productos básicos y timbear en el mercado mundial.


Esta combinación colocó cronológicamente al kirchnerismo en un momento único: al inicio de una ola (el diente del serrucho del stop&go) cuya duración en el tiempo era inusitadamente larga porque año tras año el precio de las oleaginosas, los cereales y nuestros vacunos sólo subía.

Esto demoró el angostamiento de brecha: pasaban los años y tardaba en ocurrir. Hasta que la crisis del 2008 explotó y, tras 6 años gratis, volvimos al ciclo habitual de angostamiento: para 2011 estábamos definitivamente en RE y lo consagramos con la imposición del Control de Cambios, lo que se conoció popularmente como “el cepo”.

Nada sustancial había ocurrido en nuestra estructura productiva para evitar el enésimo rebrote de nuestro mal.

Durante años los kirchneristas hicimos alarde de un dato casi anecdótico: allí donde los gobiernos previos instalaban sesudos gurúes de la economía cuya tradición era sentarse frente a la cámara una vez por año para contarle a la población qué formas tendría el desfalco, travestido de plan económico, NK subsumía a sus sucesivos ministros a un rol secundario y con un cuadernito Arte y una bic llevaba el control de las variables más importantes de nuestra macroeconomía.

No estaba mal como metáfora arrabalera de la verdadera significación de la ciencia económica: no se trata de diseñar e interpretar complejos gráficos econométricos; se trata de tener el coraje y la audacia de cortar la torta por el lugar más adecuado.

Pero, quizás encandilado por el rutilante (y en apariencia sostenido) éxito de este método, el kirchnerismo creyó que la conducir la economía de un país era eso: una libreta de almacenero y los números en orden.

Lamentamos desde estas notas aguar la fiesta: uses la libreta que uses, la restricción externa, implacable como la parca, está viniendo a buscarte.

Hay, eso sí, algunas formas de conjurar su llegada, de demorarla y, si los dioses te son finalmente favorables, inmunizarte. Son condiciones necesarias pero no suficientes: ponerlas en práctica no te garantizan que no vaya a ocurrir, pero en tu gobierno sos moralmente responsable de ponerlas en acción.

El kirchnerismo lo sugirió allá por el 2011 cuando la frase “sintonía fina” replicaba insistentemente, pero nunca puso manos a la obra. Y como consecuencia, hoy la RE campea dueña de la tierra. Postulamos todavía más: la RE es el único verdadero problema de nuestra economía y en la medida que no se resuelva, no volveremos a despegar.

La solución de los factores de poder concentrado es la tradicional, la fácil: devaluación, que paga el pueblo trabajador.

Si queremos superar ese patrón de cortar por lo más delgado, hay que entender el problema. 

Repetimos: los montos ingresados por las exportaciones (típicamente primarios) se ven alcanzados en el tiempo por los montos ingresados por las importaciones (típicamente industriales).

Se trata de que esto se demore en el tiempo o no llegue, con un proceso de cristalización y robustecimiento permanente del tejido industrial:
  • para exportar bienes cada vez más industriales, con mayor valor agregado, que impliquen más dólares por kilo exportado
  • para sustituir y dejar de importar cada vez más bienes industriales que pasamos a producir aquí.


Nuestro balanza comercial tiene hoy tres grandes deudas: energía, autopartes, insumos y equipos para la industria automotriz, insumos y equipos para la industria electrónica.

Tomemos un sector cualquiera a modo de ejemplo, el automotriz: las partes del león en el costo de los automóviles que fabricamos son motor y transmisión. Son partes caras y complejas. Cada auto que vendemos es un motor y/o caja que importamos. Si al vehículo lo exportamos, queda compensado. Si lo vendemos en el mercado doméstico (como los 600mil del año pasado) no hay reposición de los dólares usados para comprar motor y caja.

A este patrón productivo lo podrían modificar:
  • sus actores directos, las terminales. Pero son subsidiarias de multinacionales extranjeras que tienen planes geoestratégicos que indican que en Argentina y en el Mercosur se fabrican estos modelos y de esta forma. Ergo, forget it.
  • el de siempre, el Estado: entrando a negociar con su enorme poder de fuego e imponiendo reglas, que sólo son efectivas si impactan el bolsillo de la multinacional.

Un plan industrial consistente es eso, replicado en decenas, cientos de cadena de valor, sobre las que se trabaja coordinando e imponiendo líneas directrices serias a todos los actores basadas en (1) aumentar la exportaciones de productos con mayor valor agregado, usualmente asociado a mayor tecnología y/o mayor diseño; (2) sustituir importaciones de bienes cuya producción local sea económicamente viable y tecnológicamente alcanzable. Esta combinación es virtud de que demanda de la sociedad mayor cantidad de fuentes de trabajo y mano de obra cada vez más capacitada. Es una combinación adecuada de apoyo a las pymes proveedoras, de impulso tecnológico, de articulación para la innovación, de calificación del recurso humano, de vinculación comercial con países con potencialidad compradora. Es, en suma, mucho laburo, multidisciplinario, muy coordinado, muy poco “político”, poco mostrable. Pero es nuestro único camino a un desarrollo inclusivo, industrial, sustentable. Quien venda otra cosa, vende espejitos de colores.

El kirchnerismo basó su éxito económico en su gestión y ordenamiento de la MACRO, de manera tal que esta ofreciera condiciones para la inversión y el consumo. Y soslayó la política industrial.
Confió en el cuaderno de Néstor, y siendo imprescindible, no era suficiente.

El Ministerio de Industria fue el peor de todos, lo decimos sin tapujos. Una patética performance. El Plan Argentina Industrial fue una jodita de Tinelli. Si se requieren pruebas, lo invito. El siguiente link corresponde al discurso de la Presidente en la Cena Anual de la Industria, frente a su gabinete, a empresarios, directivos de cámaras sectoriales, funcionarios, etc. Fue el 2 de septiembre pasado en Tecnópolis. Cristina habló durante una hora y media y, rompiendo su estilo de retórica sin soporte, utilizó varias diapositivas.


En ellas se muestran muchos datos interesantes de la macroeconomía, laborales, educativos, de infraestructura, de ciencia y tecnología, de incentivación de la demanda y el consumo, de inversión, se ven comparaciones regionales e internacionales de diversos parámetros. También aparecen caripelas que causan escozor, como la deun fiscal de mesa del PRO de apellido Rattazzi (disculpen los lectores el mal trago). Se habla en ellas de la performance industrial macro, de la participación sostenida y creciente de las MOI (manufacturas de origen industrial) en las exportaciones, etc.

Todo muy lindo. Le pido al lector paciente y dedicado que identifique cuál de las muchísimas transparencias que van apareciendo en esos 90 minutos corresponde a una política de intervención industrial a nivel micro en alguna de las casi 40 cadenas de valor existente en el país. Y le anticipo... no va a encontrar. Sencillamente porque no hubo. 

Argentina tiene especialistas, académicos, técnicos con la visión heterodoxa e idónea para encarar esta enorme tarea. El kirchnerismo no los convocó. Ni siquiera los escuchó. Axel Kicillof conocía al dedillo estas debilidades: si la jefa no las tenía en su mapa, él no trabajó para transmitirlas. Solo hubo narcisismo por el modelo y poca voluntad de ampliar, profundizar, mejorar. Se acuerda el lector de la tríada expuesta en el post anterior: clausura, hermeticidad, refracción? Ups, reaparecen en escena.

Para quienes deseén buscar dónde seguir este tema, leyendo a alguien que sabe y no a advenedizos como estos servidores, un link de Héctor Valle altamente recomendable. No podemos dejar de destacar un punto: si usté leé en este texto un abordaje tecnocrático, formal, lejano del problema, lo invitamos a que lo relea. Las intervenciones en las cadenas de valor operando localmente, la mayoría de las cuales tienen jugadores concentrados y poderosos como dueño de estancia no es una de amiguismos y buen trato: requiere por los menos los mismos pijazos y patadas en los escritorios que habrá pegado Néstor en su gestión. Disciplinar a muchos de esos actores es romper muchos huevos para una gran tortilla nacional y popular. Lea a Valle, se lo sugerimos nuevamente.

Ahora volvamos. Esta es la realidad: estamos inmersos en una crisis. Debemos admitirlo como primer camino a su solución. 
  • Pero no es la crisis que diagnostica la ortodoxia, usina de los tradicionales factores de poder, que pide como un mantra permanente el ajuste y equilibrio de las cuentas fiscales. La RE no se soluciona modificando variables asociadas al tesoro y la integridad fiscal. Nada que ver.
  • Ni tampoco es esa versión filo-histérica de Kicillof: “el mundo que se nos cayó encima”.


Este "estancamiento" (no tan grave si este año creciésemos al 2.8%, pero es un ancla que nos tiene demorados y NOS HACE PERDER ELECCIONES) es producto de no haber encarado durante estos años una política industrial seria y enfocada, que sin garantizarnos el paraíso, al menos nos hubiera permitido jugar algunas fichas a chance.

---
Una peor noticia para terminar de escupirle el asado: los equipos de economía e industrialización que fueron armándose alrededor de la candidatura de Scioli (y me evito hacer nombres) tenían este diagnóstico certero y robusto sobre esta realidad. Queremos decirle que el 22 de noviembre no sólo se perdió una elección. Se perdió una oportunidad inédita en nuestra historia económica reciente.


martes, 24 de noviembre de 2015

Cinta Transportadora - Derrota I



Ríos de tinta se estarán escribiendo en estos días para darle sentido a la derrota electoral del FPV, a un lado y otro de una “grieta” que irá, con los días, diluyéndose de la agenda mediática para dar lugar a algún otro concepto como el riesgo país o el índice merval.

Queremos aportar lo nuestro, desde tres o cuatro abordajes que finalizarán amalgamándose en un cuerpo único de explicaciones.

Empecemos por la percepción.

Lo blando

Los fenómenos políticos y sociales populares latinoamericanos de los años recientes bien pueden parangonarse con un proceso en el que, después de largos años de virulento neoliberalismo, los nuevos gobiernos populares se dedicaron a la tarea de identificar y rescatar camiones jaula llenos de pobres, de desocupados, de marginados, de olvidados, de invisibilizados, con el elogiable objetivo de liberarlos.

En una larga y trabajosa pero a la vez esperanzadora tarea los fueron subiendo a una cinta transportadora donde en primer lugar se los alimentó, se los vistió, se los sanó, se les aseguraron en el tiempo estos beneficios que pronto se llamaron derechos, se les pidió que mandaran a sus vástagos a la escuela, se recuperó a los que habían abandonado su educación, se les ofrecieron oportunidades laborales y se les permitió, a quienes no tenían esperanza, volver a pensar en un futuro que no fuera el mate cocido que fungía de cena esa noche y cada noche anterior.

Esa cinta transportadora fue el Estado y, por tradición histórica, fue en nuestro país donde tuvo un rol más protagónico. El peronismo desplegado por los Kirchner ya conocía la capacidad efectiva y la potencia simbólica del Estado como camino al desarrollo. Y análogamente a los Chavez, a los Lula, a los Evo, a los Correa, a los Mugica, lo pusieron en acción. En simultáneo. 

Eso sí, dentro de un marco capitalista, de manera tal que el final de esa cinta, que empezó recogiendo heridos, mutilados, invisibles, convirtiéndolos en beneficiarios, luego en ciudadanos con derechos y finalmente, sin más alternativas, los llevó a un último estadío: los bautizó como consumidores y los arrojó en ese espacio que conocemos como mercado. Casi displicentemente. Sin adoctrinamiento (afortunadamente), sin deudas morales ni materiales con el Estado, sin ataduras con el pasado y sin limitaciones. A rodar el consumo, mi amor.

A lo largo del proceso esos individuos fueron, naturalmente, modificando su perspectiva: primero fueron beneficiarios y luego se hicieron sujetos de derecho, resignificando su rol respecto del Estado y hasta agradeciendo esa metamorfosis con lo único que el mandatario les pedía: votos. Pero nunca dejaron de ser hombres y mujeres libres, con intereses, con objetivos y su individualidad. Por lo tanto su perspectiva y sus demandas fueron adaptándose a los sucesivos cambios y ganando en complejidad y hasta en sofisticación: estilizadamente, pasaron de demandar un mínimo y misericordioso plato de guiso a, en el tiempo, una señal telefónica 3G robusta; pasaron de buscar cualquier oportunidad de conchabo que apareciera, a que el medio público que los transportaba hasta un trabajo estable y formalizado tuviera aire acondicionado.

Barramos cualquier ápice de ironía con un ejemplo: en los barrios y asentamientos del segundo o tercer cordón del conurbano, la herramienta de trabajo de la chica que es empleada doméstica en un barrio de clase media es el teléfono celular; con él atenderá satisfactoriamente los requerimientos de su “patrona”. Como una ley gravitatoria para pobres, si no tenés señal, pronto no tendrás trabajo: y la burguesía, al respecto, es inclemente.

Sofisticación, decíamos: en ese camino ascendente ciertos valores del gobernante que antes eran inopinados, entran paulatinamente en una primera esfera de detección y luego en una esfera de significación. Cuanto más alto posiciono mis necesidades en la pirámide de Maslow, menos quiero ser parte de un colectivo que es “aleccionado” por una Presidente que da clases obligatorias por Cadena Nacional casi todos los días.

Las barracudas opositoras no diseñan ni construyen estos estratos, pero sagazmente detectan sus brechas simbólicas y operan para convertirlas en grietas del sentido que terminan en una implosión.

Miles de argentinos que en 2003 conocían a Tinelli pero no a Lanata, o bien no veían que su radio de influencia los afectara materialmente, lo ingresaron lenta pero firmemente en la dieta diaria. Y hubo gentes que hacía semanas había instalado su primer piso de baldosas, que se indignaba por la situación Qom.

CFK y sus resortes de poder no tomaron debida nota de este paulatino e irreversible cambio de época y mantuvieron una conducta que siendo premiada en las épocas del Club del Trueque, era castigada en las épocas del ProCreAuto.

No sólo eso, parecieron persistir en la brecha de una manera, hoy, inexplicable. 

Atención. Acaso estamos diciendo que esa salita de primeros auxilios aquí, el esperado puente sobre el río allá o la imponente central nuclear acullá fueron obras negativas, indeseadas, redundantes? Naturalmente que no. Estamos diciendo que en el terreno de lo “blando”, de la percepción, de la comunicación, de las formas y de los modos, mostró una tediosa homogeneidad que no respetaba, por el contrario empezaba a escorar frente a los cambios de pantalla.

Y un día aprendimos que la espada verbal que Capitanich o Aníbal Fernández le opusieron al infantil reclamo de conferencias de prensa por parte del complejo mediático opositor bastaba. Y neutralizamos ese “inocente” reclamo de nuestros periodistas de utilería: el patético “queremos preguntar”.

Y otro día aprendimos que, verbalizando algunas cuestiones, poniendo luces altas en algunas áreas neblinosas, Kicillof dejaba en ridículo la pretendida neutralidad y asepsia que suponíamos tenía el fallo de un tribunal norteamericano.

Probablemente haya sido demasiado tarde. O no. Ya no lo sabremos.

No importa, porque probablemente nunca hayamos entendido que un entretiempo publicitario de 15 minutos ultraoficialistas en Fútbol Para Todos nos hizo mucho más daño que 1 hora de corte de luz en Caballito. 

La fisura estaba abierta. La operación mediática fue convertirla en catastrófica a fuerza de palanqueta.

Y nosotros, cada vez más largo, cada vez más alto, le hablamos a los convencidos. Y ahuyentamos al ahora clase media futbolero que caminó refunfuñando a la cocina a cambiar la yerba del mate y calentar más agua, aburrido ya de ver por enésima vez la inauguración "histórica" de Atucha II.

Nos encerramos en nuestro discurso y sólo tuvimos oídos para detectar a quien tenía una posición intermedia, dudosa: a ese le descerrajamos casi sin piedad un interminable rosario de logros idílicos, mientras lanzábamos evasivas cuando nos retrucaban con líneas de pobreza, estadísticas de inflación y corrupción emblemática. Nos hablamos encima.

Molestó la clausura: si no entendías mis argumentos eras un buitre.

Molestó la hermeticidad: no te lo explico porque no lo entenderías.

Molestó la refracción: nada de lo que me puedas decir me resulta provechoso.

Así, en cuestión de tiempo, pasamos al peor estadío en el que puede caer un liderazgo: el vanguardismo iluminado.

Su punto cuspidal, los discursos a la militancia en el Patio de las Palmeras. 
Quizás cada uno de los puntos y comas allí expresados hayan sido razonables, poco importa. Porque no hablamos aquí de racionalidad sino de lo blando, de percepción. Y las señales que bajaban a la orbe desde esas sesiones eran señales onanistas, de desvinculación con la realidad.

Se ha dicho en este blog y aquí se repite: como premisa, no buscamos que nuestro líder sea ni el más inteligente (no DeLaRua no), ni el más bonito (no Menem no) ni el más audaz (no Alfonsín no). Buscamos de nuestro líder (primariamente, luego surgen otros valores) un apego total, irrestricto, incondicional a nuestra realidad (que es La Realidad). Podemos admitir que por momentos viva la realidad de otros, pero sólo por momentos, o a condición que esos otros sean mis pares.

Cualquier desapego de La Realidad (delirio del poder, diagnostican algunos) hace que nosotros entremos en zona de turbulencia y que todo nuestro sistema límbico se prepare para el caos.

Así, no es ocioso que una de las frases que perduran como más sintomática de la irrealidad menemista fue aquella, dicha en una escuelita llena de alumnitos coyas de la Puna, sobre los cohetes espaciales que nos iban a transportar a Corea en una hora y media. 

No es ocioso que otra frase trágica del poder (en este caso de CFK y luego Aníbal Fernández) haya sido la de que tenemos menos pobres que Alemania.

O aquella de Néstor, respecto de inaugurar un tren bala entre Buenos Aires y Rosario.
    
Incluso si fácticamente correctas, deseables o genuinas, la distancia simbólica entre su enunciación y la realidad circundante hace que crezca exponencialmente la duda popular sobre el arraigo a la realidad que mantiene el líder. La persistencia y continuidad del desarraigo conduce invariablemente a la caída en el favor público. Podemos verlo o no.

El Patio de las Palmeras. O, de otra manera, Cristina hablándole a la militancia, fue una representación cabal de este divorcio.

Estamos asegurando que en los párrafos precedentes se esconden las únicas razones de la derrota?

No, hemos dicho que en esta entrada hablábamos de los factores blandos de la derrota. A pesar de las limitaciones descriptivas de quienes suscribimos, tenemos la esperanza de que hayan quedado en evidencia. Se juntarán con factores duros y, como cuerpo y alma, darán humanidad a nuestro verdugo.



sábado, 21 de noviembre de 2015

Biblia y Calefón



Se rompió el calefón y hay que cambiarlo. Anduvo bastante bien durante muchos años. En estos últimos hizo algunos ruidos, perdió agua, se apagó un par de veces, pero cumpir, cumplió.

Ese es el enfoque que un sector de la sociedad le asigna a lo que ocurrirá mañana. Para ese sector, la política es un calefón, un mal necesario. Como los árbitros del fútbol, el mejor de todos es el que pasa más inadvertido.

Lo interesante es que ese sector de la sociedad, realmente no tan significativo en tamaño, mañana será la monedita que inclinará el fiel de la balanza. Votar para muchos de ellos es, incluso, una molestia. Porque es someterse a la política. Y no terminan de entender cuándo es que la política se hace recíproca y se somete a ellos.

Hay algo de este ciudadano en todos los estratos sociales. Agudizado por un contexto capitalista y hasta no hace mucho, de un individualismo fogoneado por el neoliberalismo.

Mañana ese ciudadano irá al cuarto oscuro y se encontrará con dos modelos. Ambos al mismo precio: cero pesos. Y la boleta electoral no es un prospecto: los costos, las contraindicaciones, los efectos colaterales no figuran (para eso fue la campaña; pero ojo, cuando llegaba el espacio publicitario dedicado a los partidos en disputa, nuestro sujeto cambiaba de radio, buscaba una radio con música noventosa).

Dos modelos, decíamos: uno que se puso muy de moda últimamente; importado, diseño europeo (no está claro si lo fabrican en China), todo color plateado, mucho brillo, impacta a la vista, lucecitas por acá y por allá, chirimbolitos de todo tipo, funciones. Muchísima manija en la tele, los vendedores te dicen que todos llevan ese, que en España, Portugal, Irlanda, Grecia se vendió a lo loco.

Dicen que lo colgás y sale funcionando sin problemas, no necesita nada. Pero no está claro y nadie responde definitivamente a esas preguntas: un vendedor te dice una cosa, otro otra.

También dicen que tiene un chirimbolo que mide la temperatura del agua y se supone que es muy útil, pero un instalador que sabe del tema nos contó que apenas lo instalás, los primeros chorros son tan calientes que vaporiza y te quema. Dicen. Y dicen que la marca no tiene representantes en Argentina todavía. No está claro a quién se le pide servicio posventa y los repuestos.

El otro es el clásico, el nacional. Blanquito, sencillo, robusto. Más conocido que la ruda. Viene con varias mejoras porque en la fábrica se dieron cuenta de los problemas de los anteriores. Trae unos relojitos para medir temperatura y caudal, un par de cositas más, pero nada complejo. Buenas terminaciones, fácil de instalar porque calza bastante justo en los tornillos del anterior, garantía y servicio seguro porque lo conocen hasta los porteros de edificio.

Los que siguen este blog saben que estamos eligiendo mucho más que un calefón. Que es relevante las manos de qué trabajadores lo construyeron, su arquitectura, su diseño y las consecuencias de su uso  y, eventualmente, de sus fallas.

Mañana se conocerán las consecuencias de 12 años de kirchnerismo. Mañana sabremos si existe eso que las élites denominan “batalla cultural” (concepto del cual descreemos) y, en tal caso, quién la ganó.


Mañana, de una manera cruel e indefectible, sabremos mucho más sobre nuestro futuro que el nombre del próximo Presidente.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Exodo Jujeño



Corría julio y las noticias de Pío Tristán y sus fuerzas realistas bajando desde Cochabamba ya eran un hecho.  Pío Tristán había logrado contener la insurgencia local y marchaba con una fuerza de más de 3 mil hombres buscando la quebrada de Humahuaca.

La misión de Belgrano era reservar y contener una tropa de alrededor de mil hombres, los sobrevivientes del desastre de Huaqui, que más que un ejército eran una milicia con pocas armas, pocas provisiones, mucha hambre y muchos jornales adeudados.

Para tal fin bastaba con cumplir las órdenes de Buenos Aires y alejarse con esa tropa en peregrinación hacia el sur, buscando Tucumán y si esa distancia aún no amainaba la agresión realista, hasta Córdoba.

En ese escenario, dejaba a la población civil en manos del ejército restaurador. Y sabía que las condiciones de revancha para los pueblos que han probado las mieles de la libertad, aun cuando esta fuera incipiente, eran venganza, humillación, violaciones de las mujeres, muerte de los hombres adultos y jóvenes que pudieran alguna vez formar parte de cualquier potencial movimiento revolucionario.

De manera que una vez más abandonó la disciplina militar que tanto lo incomodaba y apeló a su instinto, su destreza política y su audacia. E invocó la orden de Éxodo y Tierra Arrasada.

Que significa “abandonen todas sus pertenencias, sus riquezas, su patrimonio, y marchemos”.  Tenía frente a sí a un San Salvador de Jujuy de unos 3mil habitantes en dos claros colectivos:
- a la oligarquía local, esa que ya estaba negociando con Pío Tristán las condiciones de su llegada la puso en marcha a punta de bayoneta: marchan o mueren. Parecen ser las únicas palabras que entienden algunos explotadores.

- al los humildes. Claramente su pequeño y andrajoso ejército era parte de ese pueblo al que le estaba pidiendo el sacrificio más grande y el mandato de la amenaza no era siquiera pensable: ningún soldado iba a disparar contra su mujer o sus hijos.

De manera que entre las masas populares tuvo que apelar a la política. Cómo hizo el General Manuel Belgrano para persuadir a miles de sus compatriotas pobres y desclasados que el destino más seguro y deseable era el que exigía el mayor sacrificio, las crónicas y los testimonios de la época nos lo niegan.

De cómo Belgrano convirtió a pobres, campesinos, obreros de las minas, esclavos, sirvientes y mujeres en ciudadanos de un país que ni siquiera tenía identidad propia es algo que nos está vedado.
Pero aquel hombre pudo convencer, a fuerza de fusil a los ricos, a fuerza de sueños a los pobres, que había adelante un país justo, libre y soberano para ser vivido. Era el que quedaba a final del desierto de sacrificios que les proponía.

Qué pasiones motivaron a aquellos hermanos tampoco lo sabremos.

O quizás sí, las conozcamos esta misma noche cuando nuestro candidato en el debate presidencial nos diga que el futuro que deseamos y merecemos no es el de una satisfacción inmediata de deseos con bienes que ni siquiera necesitamos, ni el de una burbuja artificial y efímera en manos de un todopoderoso dios Mercado.

Sino el futuro en base a nuestro trabajo, a nuestras ideas, a nuestra creatividad y a nuestros sueños puestos en acción.

Esta noche, en sólo minutos, le toca a nuestro Belgrano.
El domingo que viene nos toca a nosotros.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Peregrinos



Después de 30 años de fiesta descontrolada

el único lugar seguro para combatir nuestras adicciones

queda al final del desierto.


Llevamos 12 años de errores y aciertos

pero 12 años de rumbo firme hacia un lugar mejor.

Nuestros propios errores nos llevaron a este desfiladero

que sólo termina en una disyuntiva de dos puertas


La puerta derecha ahora es masiva, heterogénea.

sus sacerdotes recitan un mantra ganador

"cambiemos, cambiemos"

pero las llaves las controlan unos shamanes

cuyas caras nos parecen conocidas:

aquellos no tuvieron el menor escrúpulo en entregarnos.


Ahora nos piden que olvidemos el pasado,

que nos tienen reservado un futuro sin cadenas nacionales

y que este pequeño oasis en el que estamos

es apto para inaugurar otra fiesta.


Nuestros hermanos paran la oreja

no sin cierta perplejidad

no son monjes, no somos cuáqueros, también nos gusta la marcha

pero miramos a nuestro alrededor

ni las reservas de agua ni los animales

dan, todavía, para festejo.


Por primera vez debemos resignarnos a una realidad

nuestra puerta izquierda no es un lecho de rosas

y detrás de ella no emerge el canto de sirenas,

tampoco es más de lo mismo.

pero esta vez somos nosotros los que vendemos sacrificio

Bajar la cabeza, apretar los dientes y seguir adelante

como hasta ahora, trabajando, creando, produciendo

y, luego, defendiendo cada uno de nuestros ladrillos.


También es un momento propicio

para una nueva arca de alianzas

entender que muchos de nuestros hermanos

están eligiendo desde la refracción y el rencor:

quien quiera oír, que oiga,

la realidad y las tormentas del desierto

suelen tragarse a los dogmáticos

a los soberbios, a los vanidosos


Será otra hazaña de nuestro hombre de la puerta izquierda

restañar heridas, reconstruir alianzas, amalgamar triunfos.

ninguna sociedad atravesó el desierto

sin 40 años de sacrificios.



Nuestro pueblo aprendió,

tras varias semanas de hambre

que no hay almuerzos gratis

pero está dispuesto a entregar su presente

con una condición única e inquebrantable:

que le devuelvan su futuro.



Y sabe cómo hacerlo.

martes, 10 de noviembre de 2015

Final Feliz


...entonces el lobo llegó y se devoró a la Abuelita BoinaBlanca, se puso su gorro, sus lentes, su camisón, se metió en la cama y fingió dormir. No tuvo que esperar mucho, ya que Caperucita Roja llegó enseguida, feliz al encontrar a su abuela.

La niña se acercó a la cama pero pronto detectó que su abuela estaba muy cambiada y se detuvo.

- Abuelita, abuelita, pero qué devaluación más grande tienes!

- No te preocupes - dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela – los precios ya son muy altos y no subirán más.

- Abuelita, abuelita, pero qué tarifas más grandes tienes!

- Tranquila, Caperucita, son para eliminar distorsiones que le hacen tanto mal a nuestro bosquecillo - siguió diciendo el lobo con su mejor voz de abuela.

- Abuelita, abuelita, pero qué despidos tan enormes tienes!

- Calma, Caperucita, el bosquecillo no tiene recursos para tantos duendes de La Cámpora, es demasiado déficit fiscal y tendremos que racionalizar – dijo el lobo mientras le extendía a Caperucita un hermoso globo amarillo.

- Abuelita, abuelita, pero qué endeudamiento gigante tienes!

- Es para someterte mejoooooorrrr!! gritó el lobo, saltó de la cama, se abalanzó sobre Caperucita y la devoro al igual que habia hecho con la abuelita.

Mientras tanto Daniel Osvaldo, el Cazador, habia quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un campesino descamisado y los dos juntos llegaron al lugar.

Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan lleno que estaba. El cazador sacó su cuchillo y abrió el vientre del lobo y la Abuelita y Caperucita estaban alli, vivas! y saltaron a abrazarlo.

Y colorín colorado, esta campaña del miedo, ha terminado.


lunes, 9 de noviembre de 2015

Libertades



Llegaron y se posaron sobre el lóbulo superior, ahí precisamente encima del lóbulo frontal.  Enviaron la sonda y en instantes ya estaban mandando paquetes de información no totalmente chequeada a la superficie exterior del hemisferio izquierdo.

Enviaban quantums que tenían su propia lógica, consistentes en si mismos, con una lógica interna que convirtiera en natural lo artificial. Allí estuvieron un tiempo y no tardaron en extender un segundo brazo al hemisferio derecho, allí donde algunos de los datos inoculados empezaban a hacer ruido.

No fue tarea fácil. Pero tampoco un imposible en un sujeto que hacía 35 años venían formateando con bastante éxito.

La operación sobre el hemisferio derecho, allí donde se analizan las metáforas, los símbolos, el metamensaje, también fue exitosa. Y en poco tiempo, con amplio control de flujo de información, ya había lugar para enviar además de lógica racional, mensajes cifrados, insinuaciones e ilusiones que reemplazaban a la realidad.

Paulatina pero firmemente fueron ocupando toda la corteza, sin encontrar mayores resistencias. Y pudo haber seguido así por años, pero el plan era otro.

Asaltaron en algún momento, siguiendo un meticuloso plan, el sistema límbico. Allí donde el sujeto maneja y controla sus emociones primarias. Allí se encontró con la alegría, la tristeza, la ternura, pero especialmente con la ira. Y la rodeó hasta aislarla, hasta subyugarla. Empezó entonces una operación inédita: presionó, apretó, agitó, revolvió incesantemente. 

En cuestión de días nuestro hombre había retornado a un lugar de su evolución en el que nunca antes había estado. La inquina, el despecho, el enfado permanente lo convertían en un hombre amargo y áspero. Su malhumor pasaba a convertirse en el modo central de relación con el resto de su tribu, su irritación fue tiñendo los espacios en los que era habitué. Y su mejor modo de relación era encontrarse con otros, muchos, en su misma condición.

No tardó en encontrar oportunidad de escribir “Andate Kretina Yegua Chorra” en un cartelito y salir a la calle junto a sus prójimos.


Desde entonces es un militante de la causa del libre albedrío.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Patio de las Palmeras



Hemos mencionado recientemente en algunos ámbitos una frase sólo apta para híperpolitizados. El 95% de nuestra población no tiene idea que qué estamos hablando. Nos referimos a “Patio de las Palmeras” asociándolo a esa costumbre que se ha convertido en liturgia entre CFK y sus seguidores más cercanos, inferimos también más jóvenes (salvo que cuando canten “acá tenés los pibes para la liberación” se trate de una impostura perfectamente orquestada).

Somos peronistas, no nos amilanan ni las muchedumbres ni el sudor. Más bien nos convocan. Disfrutamos sin relajos las manos que van confeccionando esa costura única, enhebrando y uniendo los corazones en una plaza, en un estadio, y lenta pero tenazmente los va preparando para el aplauso, el canto, el éxtasis.

Disfrutamos también el sudor, a veces en otras formas, por qué negarlo.

Pero no podemos dejar de volver al tópico "Patio de las Palmeras" y subrayar: lo que genera resquemores en sectores significativos de la sociedad (más significativos que nunca entre el pasado 25 de octubre y el futuro 22 de noviembre) es lo que subyace de manera soterrada a esa liturgia oratoria repetitiva, anodina, exógena al interés de quienes no están en ese momento escuchando a CFK en el Patio de las Palmeras.

Nos referimos a que esa circunstancia (que algunos, incluso nosotros mismos, juzgaríamos secundaria, accesoria, sin importancia) opera sobre el imaginario del ciudadano de a pie, ese cuyo voto vale lo mismo que el de Paolo Rocca o Goyo Perez Companc (viva la democracia) gatillando un escenario que ante esta “anomalía” permite evaluar probable, dicho en primera persona: que ella, MI líder y la de MIS compatriotas, esté perdiendo grados de vinculación con MI realidad.

Esa señal, que se agrava con la repetición acrítica después de cada Cadena Nacional, abre un abismo insondable en mi horizonte porque se rompe ese hilo delgado pero resistente de confianza en quien, como ella misma dice, “me cuida los porotos”.

Imagine cualquiera de ustedes, supongamos oficinista típico, llega una mañana a su trabajo y la autoridad máxima, el director, el timonel, lo cita a reunión amplia para informarles que el próximo proyecto de la empresa será algo para lo que usted y todo el resto saben que no están preparados; por ejemplo mandar un satélite al espacio. 

No sólo (luego de confirmar que no es 28 de diciembre día de los inocentes) lamentará el hecho de que tienen que trasladar a su jefe a un psiquiátrico de manera urgente (incluso usted puede ayudar a calzarle el chaleco) sino que luego pero inmediatamente usted caerá en la cuenta de que el más jodido de todos no es su jefe, sino usted mismo. Porque su trabajo, su proyecto y fundamentalmente su futuro ahora han quedado en flor de entredicho.

Bajando varios grados la intensidad de la comparación, algo asociado a la misma zozobra se siente cuando uno percibe a su líder en una dinámica que tiene más asidero a una realidad de pocos, de círculo privilegiado, que la realidad del conjunto.

Para que vayan bajando las armas, no estamos hablando de ningún tipo de enajenación presidencial. Hablamos de separar la realidad de Casa Rosada de la mía como votante no militante no intenso de un proyecto nacional y popular.

Esta zozobra, agregamos, puede o no ser expresada. Pero cuando emerge lo hace con forma de aversión. Es usual encontrarnos con personas que aprueban un poco algunas medidas, desaprueban otro poco otras, pero cuando son preguntados sobre qué les disgusta, esta épica del discurso repetitivo y lejano del Patio de las Palmeras (ese monólogo CFK intenso a la militancia dura) aparece en formas muy refractarias, del tipo “me revienta la cadena nacional”.

Si la naturaleza aborrece del vacío, las masas populares aborrecen del vanguardismo endógeno. 

Ejemplos como los movimientos de izquierda revolucionaria en la América Latina de los 70 alcanzarían. No obstante nos gusta más uno cercano, más caro a nuestro presente. Abundemos.

El 6 de octubre del año 2000 y tras no más de 11 meses en funciones, Carlos Chacho Álvarez renunció a su cargo de vicepresidente de la Nación. Había llegado a él en alianza política con el líder del radicalismo del momento, Fernando de la Rua, que había ganado las elecciones internas y así ocupó la candidatura presidencia. Estaba claro que los esfuerzos de Menem por boicotear las posibilidades de su propio compañero Eduardo Duhalde no eran suficientes y que era necesaria una alianza que amalgamara en un único frente a las dos segundas minorías electorales, el radicalismo y el Frente Grande.

Estaba más que claro que ninguna de ambas fuerzas era, per se, capaz de alzarse con la mayoría política necesaria no sólo para derrotar al peronismo sino, más importante, sostenerse razonablemente en el gobierno.

Claramente la renuncia de Chacho era un asunto en extremo delicado para aquella coyuntura. Y tan o más importante era la forma en que se resolvía. 

Lo hizo, a nuestro entender, de la peor manera: en cuestión de horas los micrófonos de los periodistas se acercaron a la boca del hombre cuya declaración era para nosotros la más importante de la galaxia. 

Un silencio electrizante pausó todo después de la primera única ultima gran pregunta: “el gobierno sigue como está, nada nos va a detener, Flamarique será Jefe de Gabinete” dijo DeLaRua como al soslayo, minimizando. Fue la peor respuesta de su vida.

Porque puso a casi 40 millones de personas en autos, como un mazazo, de que nuestro presidente no hacía buen contacto con la realidad.

Otros podrán buscar razones de índoles económicas, judiciales, administrativas. Para quienes escribimos este blog ese fue el principio del fin de una era. Nada fue, después, igual.

Y penalizamos esa actitud descreyendo de cada iniciativa de DeLaRua y su equipo, por brillante y atinada que fuera (ninguna, bah) durante los siguientes 14 meses.

Años después confirmamos aquella enajenación cuando nos enteramos del "whiskicito", esa reunión del círculo íntimo que al final de cada tarde se reunía en el despacho presidencial a destejer conspiraciones y roscas, quizás con menos afán que a tomar escocés.

Y esta es para nosotros también la lección más significativa que nos deja el baldazo de agua helada del pasado domingo 25 de octubre. Lo que estuvo en duda en los últimos meses fue el nivel de contacto con la realidad del gobierno. 

Puesto que ese es uno de los requisitos más importantes que un pueblo requiere de su líder: total y absoluto contacto con la realidad.


Si además puede contarnos algo del futuro lo elevaremos a la categoría de Estadista. Pero no es necesario. 

Sólo le pedimos a Daniel algo que sabe hacer mucho mejor que su contrincante. Quedarse a vivir durante cuatro años en nuestra realidad. 
No en la suya, ni en la de Durán Barba.
En la nuestra.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Leucocitos


Hace ya un par de días, que en el fragor de la coyuntura política que vivimos parecen un par de décadas, venimos diciendo de modos más o menos chanceros, irónicos, que la presa de nuestra cacería se llama Roberto Lavagna.

Algunos sonríen, otros nos miran azorados y otros desdeñan con displicencia. Nos parece oportuno pasar a la explicación.

En el imaginario de un sector significativo de la población (significación que hoy se adquiere un criticismo inédito, pues podría ser la llave del cofre de nuestra felicidad electoral) el kirchnerismo es pensado como una cronología casi infantil en la que primero había tres cerditos, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Roberto Lavagna, luego uno de ellos se fue (Roberto Lavagna), el segundo falleció, dejando sola finalmente a Cristina Fernández. Concomitantemente para la economía de esos ciudadanos de a pie, sus bolsillos vivieron tres etapas: una de fuerte crecimiento, mejora de los parámetros económicos en la que estaban los tres, luego una en la que ya empezaba a bornear el viento de frente, arreciaba de costado y las olas como la del lockout agropecuario nos tapaba, y esta última, larga y lánguida, en la que no atinamos a darle continuidad a un crecimiento a tasas chinas.

Obsta decir que no acordamos un ápice con esta caracterización, pero es lo que queda del kirchnerismo, tomado como ciclo, en parte de nuestra ciudadanía. Es una caracterización de cómo algunas personas entienden el pasado reciente.

Y obsta también decir que la deducción racional de esos ciudadanos de a pie es obvia: si los mejores años de la economía kirchnerista fueron con Lavagna, entonces la clave es Lavagna.

Como estamos embretados en un momento cúlmine para el movimiento nacional y popular, no es el momento de emitir nuestra sincera opinión sobre esta estilización, que dejaremos para el 23 de noviembre.

Pero innumerables leucocitos de nuestra sociedad han detectado el rebrote neoliberal representado por el único virus que canta canciones de Queen y han salido a las esquinas, a las plazas, a los parques, a inocularle al organismo la vacuna anti-macrista. Eso incluye detectar al votante de Massa que lo hizo motivado por la inclusión de Lavagna en su equipo económico.

Por su parte el pálido ha empezado a hacer gestos de acercamiento bien lejos de la timidez.


Lo único que le falta a esta receta de éxito es que el sciolismo (y donde decimos sciolismo poco expresamente importa lo que piense el kirchnerismo) termine la faena enviándole a la sociedad algún gesto político fuerte de este acercamiento. Lo que los nuevos tiempos llaman “la foto”.