La coyuntura noticiosa de los últimos días se debate en dos
planos, independientes pero vinculados: el económico y luego, but not least,
las consideraciones políticas de la nueva pantalla en la que hemos ingresado en
estos días.
Veamos el primero:
una devaluación, además de ser un acto
del que ningún político honesto quiere hacerse cargo (porque significa meterle mano en el
bolsillo a los trabajadores), siempre tiene efectos transitorios.
La devaluta se traduce en una brecha de precios entre el
sector transable de la economía (los bienes pasibles de expo e importación) y
el no transable (los que no se venden al exterior, principalmente los de los
laburantes, que si no les gusta su salario acá, no pueden ir a ofrecerlo a una
plaza mejor paga).
En el largo plazo, y salvo que un régimen de fusiles y sables se oponga, el segundo sector estará inevitablemente abocado a disputar y
capturar renta para volver a las condiciones previas a la devaluación. Lo que dura este proceso es lo que dura el virtuosismo de una devaluación.
Una devaluación bien entendida es una ventana de oportunidad apta para hacer más competitiva la economía: en un tiempo determinado las
autoridades económicas tienen tiempo para aplicar cambios más o menos
estructurales que tengan efecto en la próxima condición de equilibrio (que tarde o
temprano llega), y que esas modificaciones mejoren la competitividad del conjunto.
En Argentina pasó muchísimas veces desde la década del 40,
lo que se conoció como ciclos de Stop&Go. Y en el fondo, lo que se vivió en
2003 era una nueva edición de ese patrón, eso sí, después de 25 años de vigencia de un modelo economico antagónico, como fue la valorización financiera que empezó con
Martínez de Hoz y se profundizó con Menem-Cavallo.
Eso sí, el ciclo iniciado en 2003 tuvo características
especiales. Porque la combinación de condiciones externas y gestión local de la
economía convergieron en el ciclo de crecimiento post-devaluación más largo del
que se tenga registro. Ayudó China manteniendo alto el precio de los productos
primarios que Argentina exporta mucho y bien. Y ayudó Néstor que pateó el
tablero en el que nos africanizábamos desde hacía 25 años.
No obstante la excepcionalidad del ciclo, la crisis
financiera internacional (primero con fuerza en Estados Unidos y luego
transferida por este al resto del planeta) vino a modificar las inmejorables
condiciones existentes durante el gobierno de Néstor Kirchner. En particular la
caída de actividad en las economías de los principales clientes de nuestro
país, primero Estados Unidos y luego, en conjunto, Brasil, China y Europa.
Muchas veces hemos dicho que las tres patas del esquema
económico con que arranca el kirchnerismo en mayo de 2003 son superávit fiscal,
superávit comercial y tipo de cambio competitivo.
Hace poco hemos dicho aquí que este último
había dejado de serlo hace varios meses. La competitividad del tipo de cambio no sólo se mide
por el valor nominal del dólar sino, con igual importancia, por el nivel de
inflación local.
(es aquí donde el gobierno tiene una enorme cuota de
responsabilidad: sea por usar al tipo de cambio como ancla inflacionaria –si la
razón fue esta, la estrategia fue infantil- o por consumir la merluza que se
vende, el tipo de cambio real había quedado atrasado y eso se reflejaba en
aquel nominal de 4,90 de hace dos años que era un bocato di cardinale para nuestros tradicionales e históricos fugadores seriales)
Con la asunción de Kicillof en Economía y sus primeros anuncios, quedaba claro que
el gobierno tomaba nota de este atraso y se disponía a remediarlo. Lo
encaró a través de una curva paulatina y compensada de depreciaciones casi
diarias, que evitara un traslado a precios demasiado ácido. Y lo cierto es que ese
proceso venía siendo aceptable. Se subió de 4.90 a 6.70 casi sin ruido
inflacionario.
Si la pregunta de nuestro lector en este momento es adónde se
supone terminaba ese recorrido, un valor un poco por encima de 7 volvía a poner
a la economía en grado competitivo. De manera que para principios de la semana que termina ya se estaba cerca de un
valor aceptable. En algunos párrafos más veremos con detalle qué acepciones
debemos darle a “aceptable” en este contexto.
(hubo mucho
periodismo y econochanta que decía que el dólar oficial subía para alcanzar al
dólar blue y cerrar la brecha, lo que da cuenta de la nube de flatos en la que
se mueve gran parte del periodismo económico argento, cuya mayoría trabaja más de convertir
las expresiones de deseo de sus mandantes en noticias que en analizar la
realidad y los datos duros)
Algo pasó en los últimos dos días. Y lo que pasó, una pugna más
dentro de la corrida cambiaria, llevó a las autoridades a tomar una decisión
tan audaz como temeraria: “plantamos en ocho y aguantamos los trapos”.
Y con doble finalidad, Economía y AFIP proceden a la
deconstrucción casi total del esquema de restricciones (perversamente
llamado “cepo”) que se fue atando con alambre cuando el tipo de cambio estaba
atrasado y el establishment tenía la fuga a pedir de boca .
La doble finalidad mencionada es técnica y política. Es
técnica porque se busca recrear las condiciones de mercado único libre de
cambios previas al “cepo” y disipar incertidumbres. Y política porque es una
demostración de fuerza: Capitanich, Fábregas, Kicillof y equipo le están mojando
la oreja al enemigo y le dicen que se la bancan así, como estamos, jugando en
manga larga, a 45 grados, bajo sol del mediodía, en Formosa y con cancha
desnivelada.
El baldío donde nos vamos a cagar a piñas con ustedes es acá, en la lomita de los 8 pesos.
Avisan, eso sí, que los únicos que no pueden jugar este
nuevo partido son los evasores. Es obvio: nuestros dólares no son para
delincuentes.
(avisamos nosotros, también, que no seremos los ansiosos que compren a 8.60 en la primera trepada del lunes para luego quedarnos esperando durante días una cotización que creemos se asentará en torno de los 7.80, pero palomitas seguro que se van a cocinar).
La movida de los últimos días, digámoslo, tiene una buena
dosis de audacia. Pero había que hacerla ahora, cuando el poder de fuego de las reservas está intacto.
Qué juega en contra de nuestros muchachos:
- Que, como siempre, no sabemos con cuánta pólvora
cuenta el enemigo
- Ni sabemos cuál es el nivel de psicosis
inoculado en los últimos días sobre los pequeños ahorristas para mensurar el
nivel de colas en las casas de cambio desde el lunes
- Y cuáles pueden ser los efectos colaterales de
la permanencia de la cotización ilegal, que seguirá existiendo, puesto que se
mantendrá las restricciones de compra sobre los evasores
Qué juega a favor:
- Si el dólar oficial en 8 mangos vuelve competitiva
a la economía y por lo tanto reactiva los negocios en todos los sectores que venían en ralenti: sea por problemas de competitividad como las
economías regionales, sea por llana especulación como las liquidaciones de los
agroexportadores, esto a su vez reconfigura ingresos y egresos en
la balanza comercial. Si esas exportaciones alcanzan para contrapesar el
cronograma de pagos de deuda y las importaciones de combustibles, podemos decir
que es batalla ganada de los Cristina Boys.
No hay Aranguren ni multinacional anglo-holandesa que le
gane a un flujo de ingresos constante y positivo de divisa sobre las reservas.
Como decíamos, va a seguir existiendo mercado blue, aunque
ahora reducido a la satisfacción de los evasores. La factores de poder, ávidos por darle un golpe económico al
gobierno, hablarán a través sus usinas (la oposición mediática) para decir que
las medidas para conseguir dólares son confusas, que los sistemas bancarios
fallan, que las resoluciones no se cumplen y que “el levantamiento del cepo es
mentira”. Son los argumentos detrás de los cuales buscarán abrirle cauce a la
demanda de dólares espuria que ejercen los evasores y lavadores (y ojo, ahí hay
mucha guita)
Contra esto, el gobierno deberá afirmarse muy bien sobre el
argumento moral, que es rotundo y no requiere mucha ampliación: primero que justifiquen
sus ingresos, luego paguen sus impuestos y después les vendemos.
Así, se intentará emular las condiciones nestoristas
2003-2008. Con 29 mil de reservas y la lección aprendida (que es, no se jode
con el tipo de cambio competitivo)
Pasemos a las
consideraciones políticas.
El 7 de octubre de 2012 Hugo Chávez Frías ganó sus cuartas
elecciones a presidente de Venezuela, venció al opositor de derecha Capriles
por 11 puntos (55 contra 44%).
Semanas más tarde, previendo un final inminente, Chávez, frente
al pueblo de Venezuela, levantó la mano de su predecesor inmediato, Nicolás
Maduro. A nadie le quedaron dudas de que Maduro era la línea de sucesión del
PSUV en el gobierno.
No habían pasado 7 meses de la paliza electoral anterior y
Nicolás Maduro volvió a enfrentarse en las urnas al mismo candidato que su antecesor
político. Maduro sacó el 50,61% y Capriles el 49,12%. Poco más de un punto de
diferencia.
Tantas suspicacias presentaba Maduro? Tan malo era el
casting de Chavez que le hizo perder 10 puntos en 7 meses al partido
gobernante?
La respuesta es no. No pueden evaluarse las elecciones
presidenciales de abril del 2013 sin considerar un dato crucial: en el medio
del proceso electoral, el 9 de febrero de 2013, el gobierno chavista anunció
una devaluación del 46.5%
CFK ha decidido hacerse cargo del error de gestión e incluir
dentro de su mandato las causas y efectos que suponen la reparación del mismo:
una devaluación.
Desde este blog no conocemos administraciones que hayan
salido indemnes de un trance como el que quedó planteado ayer.
Decimos se viene porque si alguien piensa que hemos llegado al
fin del proceso y con lo hecho el jueves ya está resuelto, se equivoca. Lo
anterior eran prolegómenos y la batalla acaba de empezar.
Las quejas de tirios y troyanos sobre las remarcaciones y la
falta de precios de ayer son un botón de muestra de lo que viene. La sociedad y
el clima político van a enrarecerse. Este diagnóstico estaba en todas las
consideraciones con las que el gobierno se mostraba refractario a una
devaluación.
Si esta se produjo,
dichos efectos ahora tenderán a la realidad. No podemos decir cómo afecta la
medida a los pronósticos electorales de 2015, falta demasiado. Pero si las
elecciones fueran el próximo agosto, en este blog firmamos que el FPV pierde
por paliza.
Guste o no guste, lo que estará en el foco del debate
político de las próximas semanas es la credibilidad del gobierno de CFK(nos permitimos mencionar que fue el factor credibilidad el que estroló algunos gobiernos argentinos, basta con recordar la Pascua del 87 y la renuncia de Chacho Alvarez)
CREDIBILIDAD es lo único que el ágora discute cuando su líder populista toma
una medida impopular. CFK tiene ahora una misión más difícil que la de
Capitanich, Kicillof y Fábregas. Tiene que hacer esfuerzos para demostrarle a
la sociedad que no está engañando, que no está traicionando, que no está mudando una conducta de 10 años.
Sería deseable que en lugar de avanzar sobre un relato que
pone la lupa sobre personajes nefastos y olvidables para entronarlos como
enemigos del pueblo, la Presidente acallara a su guardia pretoriana y asumiera
la cuota de responsabilidad por los errores que nos llevaron a esta situación.
El pueblo sabe reconocer a los líderes que, cuando se
equivocan, agigantan aún más su figura rectificando antiguos errores. Cristina
tiene con las clases populares un diálogo cercano y franco y sigue siendo
Presidente de todos los argentinos porque habiendo negociado, cedido, avanzado
o retrocedido, nunca traicionó las líneas directrices de un gobierno popular.
Y hablando de no repetir errores, en línea con nuestros
primeros párrafos y en vista de las pocas ventajas que ofrece una devaluación debemos
decir que para el modelo de país que queremos es más importante el Ministerio
de Industria que el de Economía.
Durante 10 años la política industrial
argentina estuvo al amparo de los lineamientos macroeconómicos. Solo eso. Que definitivamente
NO es política industrial. La performance del ministerio productivo ha sido escandalosamente
pobre. Si queremos que el costo de esta devaluación que empezamos a pagar el lunes
sirva para aprovechar la ventana de oportunidad que esta devaluación nos
ofrece, es impostergable delegar la cartera industrial en una gestión dinámica,
audaz y valiente. Ninguna de estas cualidades le cabe a la actual.
Esta es nuestra visión de los últimos acontecimientos, que
dieron lugar a una medida muy audaz y valiente por parte del gobierno. No adscribimos
a la sensación de derrota. No nos queda regusto a “viste, al final ganaron
ellos”. Creemos que el gobierno está emprolijando su gestión y recalculando el
camino hacia el desarrollo inclusivo. También creemos que ellos no vienen
perdiendo, pero vienen dejando de ganar hace una década. Para el rudimentario
capitalismo vernáculo eso equivale a mil derrotas, que subliman en el odio
cipayo de algunas columnas editoriales y de opinión.
Entramos en zona de riesgo, por favor ajústense el cinturón
de seguridad.