lunes, 28 de diciembre de 2015

Ser felices



Había una vez en Buenos Aires, en el viaducto que cruza Av. Córdoba con Av. Juan B Justo y las vías del ferrocarril, una pintada furtiva. Sagazmente, decía: “Querés ser feliz… o querés tener razón?”

Se termina 2015, el año del cisne negro. En el país donde nació el populismo transformador, un gobierno peronista le entregó el poder a la aristocracia ganadera. Macri convertido en el dios de Rivadavia, de Mitre, de Roca, de Aramburu, de Rojas.

Ya tenemos razón.

Y la tendremos cada vez en los próximos dos años.

Porque ninguna de las medidas genuinamente macristas, las que escribe el puño de los sectores que representa, lograrían el consenso de dos cámaras legislativas con conformaciones tan adversamente opositoras como las actuales y, aún más significativo, atravesarían sin novedad el escrutinio de vastos sectores de una sociedad altamente politizada como la que deja el kirchnerismo.

De manera que no sería raro que los adalides de la institucionalidad busquen guardar a Republiquita en un cajón por los próximos años y se apoyen en los instrumentos constitucionales del DNU para desplegar su agenda.

Es decir, tendremos razón sistemática y reiterativamente por los próximos dos años.

Podremos juntar una lista de acciones filo-autocráticas a ser ejecutadas con la inescrupulosidad típica de nuestra derecha. Y transformarlas en los ítems de una larga y tediosa factura que le presentaremos a la sociedad en nuestro pedido de aval para debilitar al actual gobierno en una futura elección. Ojalá 2017.

Y tendremos razón. Pero no nos servirá absolutamente de nada.

Lamentamos desengañarlos: ningún gobierno en nuestras pampas se desmorona por su apego a la institucionalidad y las formas. Si la economía se demostrara palpablemente próspera para vastos sectores sociales, Macri (o cualquiera) podría coronarse emperador. Billetera mata Constitución.

Queremos decir: no dejemos de llenar las plazas y los estadios que quieran para escuchar a sus viejos líderes, no abandonen la liturgia de la reunión, el choripán, el debate y los buenos recuerdos, no se priven de conseguir la selfie con algún capitoste de La Cámpora o con Guillermo Moreno (ahora que anda suelto). Sólo demostrarán que tienen razón.

Y, la verdad, en este blog no nos interesa tener razón.
Sólo queremos ser felices.

Ustedes saben de sobra a qué nos referimos. Los peronistas somos felices cuando los trabajadores y los humildes son felices. Y eso sólo ocurre cuando los trabajadores y los humildes cumplen sus módicos sueños de chalecito propio y verano en Las Toninas.

Y somos felices cuando ese orgasmo permanente del asado dominguero y los pibes en la escuela no dura doce años, dura docemil.

Pero esa Patria de la Felicidad no es el sueño lisérgico de cuatro comisarios políticos unidos y organizados… para enmudecer el debate.

Es tan real, sonoro y desbordado como esas murgas que pronto llenarán  nuestras calles.

Preguntándonos en cada esquina qué dirección conviene tomar. Con sello propio, pero abierto y hambrientos del disfraz y las fantasías fuera de programa. Bailando lo conocido, pero listos para adoptar y adaptarse a lo que improvise la banda.

En este punto, como en los chistes cordobeses, venimos con dos noticias: una buena y una mala.

La buena. 
El neoliberalismo macrista no puede cumplir la Revolución de la Alegría que prometió. No es una conjetura. Es un hecho. En los primeros quince días de gobierno Macri y quienes manejan sus hilos han desplegado las líneas centrales de la matriz de acumulación económica que venían a forzar. Pueden faltar algunos detalles. Todos significativamente menores frente a lo central: volvió el esquema de valorización financiera que nos gobernó con mayor o menor preponderancia entre 1976 y 2001. No hay forma de que el pueblo trabajador encuentre su lebensraum, su espacio vital, en ese esquema. Somos la variable de ajuste.

Entre esos detalles a definir puede estar el nivel de virulencia con que se trate al salario y los ingresos. Si extrapoláramos estos quince días a un plazo más largo, la caldera explota pronto. Si las palomas lograran imponer un credo de subsistencia, el trabajador aguantaría sin romper todo un poco más.

Nuestra hipótesis, viniendo de dónde venimos y haciendo nuestra mejor estimación, es que podríamos tener el octubre más caliente de nuestra historia.

Ahora la mala. 
A la fecha, acá y ahora, en el FPV no tenemos un menú alternativo para ofrecer. Punto.

Pocos, casi nadie, tienen un diagnóstico certero de qué hacer y cómo evitar caer por enésima vez en la trampa de divisas en la que caímos previamente. Kicillof puede llenar los parques que quiera para hablar pestes sobre las medidas económicas que tomó y toma el actual gobierno. Probablemente estaríamos de acuerdo en un 99% (la economía de nuestra derecha cromagnon es más fácil que la tabla del 2). Pero estamos seguros de que Kicillof y la mayoría de los referentes económicos del gobierno, no tienen la más nublada idea de cómo ofrecernos un futuro económicamente mejor (mejor que el que nos preparaban, no que este que empieza a campear, es necesaria esta aclaración?)

Así que el debate de los próximos meses debe ser profundo, sustancial y efectivo, porque la decepción y la desazón con el Tilingo están ahí, la vuelta del otoño. 

Y cuando eso ocurra debemos ofrecer un faro y un puerto seguro al que el pueblo trabajador pueda acudir tranquilo para resguardarse.

En el medio estarán los vendedores de feria con sus soluciones trotskistas, neo-desarrollistas o radicalizadas. Es clave en la subsistencia del FPV ofrecer garantía de responsabilidad y gobernabilidad (que durante todo 2015 estuvimos –estamos- muy lejos de representar).

La clave? Si somos católicos, la clave la puso Francisco: hagan lío. Y si no, Billy Bond y la pesada del rockandroll: ROMPAN TODO.

Llenar las discusiones de contenido. Llenar el aire de política. Nada de tribuna aplaudidora en 678. Participar activamente, afiliarse, generar un movimiento sísmico al interior de los partidos nacionales y populares, poner a los dirigentes a trabajar, desafiarlos: si no sirven, tienen que irse. 

Lo mismo que en en cualquier aprendizaje: escuchar más de los que se dice, leer, instruirse, rechazar el discurso autoindulgente, analizar y sintetizar.


En este final de 2015, cuando las malas noticias parecen llover como agua de mayo, desde este humilde blog levantamos la copa y con tranquilidad y suficiencia decimos, el futuro es nuestro.
Vamos a ser felices.


jueves, 24 de diciembre de 2015

Abramos las ventanas




Cuántos muertos dejó Fidel Castro?

Cuántos muertos dejó la gripe aviar?

Cuántos la vaca loca?

Cuántos muertos dejó el Y2K?

Cuántos muertos el agujero de ozono?

Y cuántos cayeron por las armas de Saddam?

Cuántos muertos nos dejará ISIS? Y cuántos muertos nos dejará la respuesta a ISIS?

Cuántos muertos nos dejan el exceso de peso y el exceso de sal y el exceso de alcohol y el exceso de tabaco?

Cuántos muertos dejan el churrasco y la exposición al sol?

Cuántos muertos dejó el Hombre de la Bolsa?

Se pasan la vida metiéndonos el miedo en el cuerpo

Asustándonos con cosas que no existen o que, si existen, apenas matan.

Pero ellos se pasan la vida asustándonos con el déficit fiscal y la inflación.

O con el Cuco, como si fuésemos niños.

Con todos sus Cucos.

Porque saben, hace 5 mil años, que nada es más fácil que dominar una sociedad asustada.

El miedo nuestro es el control de ellos.

Nuestro miedo pide policías, tanques, carros hidrantes, balas de goma, puertas blindadas y cámaras.

Vendidos por ellos para defendernos de los males que nos vendieron antes.

El miedo justifica la mano dura.

El miedo justifica los vidrios polarizados y los autos blindados.

El miedo justifica quedarse en casa y no salir.

El miedo justifica  todo eso.

Pero tengo una mala noticia.

Muchos desconectamos el aire, ese que usamos por miedo a enfermarnos.

Y cuando el motor se detuvo, entró por la ventana el viento de otra verdad.

Las cortinas volaron y quedó claro que lo que de verdad mata es la desigualdad, la pobreza, la injusticia. Y que nadie muere de miedo.

Que los males están ahí afuera. Y empiezan a terminarse cuando nos juntamos. Cuando nos reunimos. Cuando nos miramos a los ojos.

Corre el viento. Aireamos el miedo.

Es largo el camino.

Corre otra verdad.


Y en eso estamos.


lunes, 21 de diciembre de 2015

Calma, serenidad y pases cortos



Desde hace algunas semanas en tuiter y en este blog venimos hablando de autocrítica.

Apenas esa palabrita, o conceptos afines tales como “asunción de responsabilidades”, emerge, el campo al interior del FPV rápidamente se divide. Entre quienes aplauden. Y quienes entran en zozobra.

Notablemente, la via de salida a esa zozobra momentánea ante este intrascendente bloguero que les reclama reflexión, replica la secuencia de respuestas que kirchnerismo siguió frente a cada dilema político del último lustro: (1) indignación seisieteochista, (2) negación esférica, (3) acusación sobre el mensajero, anclada en cargos de candidez, ignorancia o, en último grado, traición, (4) desestimación automática del reclamo basada en su génesis (cándida, ignorante o traidora), (5) continuidad de la celebración épica, ahora reducida en número por la partida de los cándidos, ignorantes o traidores que participaban instantes antes.

Tómese cualquier tema políticamente sensible de la batalla comunicacional de los últimos años: “inflación? Pero qué decís? Cuál inflación? Te referís al deslizamiento de precios? No sabés de lo que hablás! Seguro que sos un topo de Urtubey! O de Magnetto! Para qué vamos a actualizar el piso de ganancias, si no hay inflación? Rajá, salame! Cristina acá tenés los pibes para la revolución, menos el salame que recién habló de inflación!”

Repítase este procedimiento por N críticas, en M ámbitos geográficos, frente a L tópicos, y el resultado te pasa por encima como una locomotora: rodás desde el 54 al 37% en la preferencia electoral y, peor, perdés las elecciones frente a un Tilingo cuyo mayor activo político es un color.

Y una vez que la derrota electoral te pasa por encima como un inesperado tsunami veraniego, dejándonos desnudos, ridículos, parece que ahora la autocrítica no es oportuna, porque exhibe un flanco de debilidad frente a esta derecha adrenalínica. Un nuevo argumento para negarnos la reflexión, como sistemáticamente los últimos 7 años.

Y así vamos, derecho a convertirnos en una minoría intensa, movilizada, acrítica, que sólo suma voluntades gracias a la acción residual de una derecha cuyo única posición en el termostato dice “salvaje”.

Desde estas líneas no se propone la autocrítica, la resposabilización analítica de errores como un simple ejercicio masoquista y perverso, enfocado en golpearnos la autoestima. Sinceramente nos interesa poco y nada saber cuánto sangramos.

Por el contrario, estamos convencidos de que en el actual escenario la autocrítica es el camino más rápido y más directo a la reconstrucción robusta de autoridad política. Persistir en el reclamo vociferado, en la movilización indignada por las formas macristas, es continuar la trayectoria precedente: sus resultados están a la vista.

En términos urbanos, el kirchnerismo es esa administración de consorcio a la que la asamblea de propietarios acaba de pegarle una patada en el culo por ineficaz. Íntimamente sabemos que la nueva administración compite en calidad delincuencial con la Banda del Gordo Valor. Pero pararnos en la vereda del edificio como adolescentes despechados a criticar al Gordo y a los “pelotudos” que lo votaron, es el camino más largo e improbable a un retorno, basado en los errores del contrario, que vendrán como después del verano viene el otoño. 

Si ese es el camino elegido, será un robustecimiento sin autoridad. Y no hay garantías de que ese retorno sea neto y completo al FPV: el camino de vuelta estará a partir de ahora modulado por el canto de las sirenas Urtubeyistas, DeLaSotistas, Massistas, que se autodenominarán la “tercera vía”, superadora del salvajismo agropecuario y de la soberbia kirchnerista. Sus tamices ideológicos capturarán al desengañado votante macrista por el tamaño de su idiotez política.

Cuando el argumento de la pertinencia de la autocrítica es finalmente aceptado, hace su aparición una segunda FALACIA: la autocrítica debe ser interna y consumarse entre cuatro paredes.
   
Nos repetimos por enésima vez, aburriéndonos de nosotros mismos: el 34.12% que votó a Macri en Elecciones Generales podría ser asumido como votos propios macristas. El excedente de 17.3% que completa el 51.4% amarillo del ballotage son votos PRESTADOS.

Análogamente, el 11.5% que va desde 37.1% de Generales a 48.6% de Ballotage de Scioli también son PRESTADOS.

La suma de votos prestados es de casi 29% del padrón. Ese y no otro es el verdadero campo de batalla. Ellos son quienes están esperando un volantazo kirchnerista en la lectura e interpretación de la realidad, en su aceptación.

Los 100mil movilizados del 9 de diciembre en Plaza de Mayo, los 30mil por la Ley de Comunicación Audiovisual en Plaza de los Dos Congresos o los 10mil de ayer en Parque Centenario son, aunque algunos se emocionen, un dato anecdótico. Una referencia secundaria que los poderes fácticos hoy, en un bloqueo informativo que es y será cada vez menos plural, simplemente soslayan (no alcanza con revisar la agenda informativa de los medios bajo control de Cristóbal López?).

Por el contrario la proyección pública y masiva de Cristina Fernández de Kirchner, cargada de reflexión solitaria, genuina, profunda, recorriendo los hitos negativos que llevaron al triste desenlace del 10 de diciembre tiene mayor poder simbólico que todos los millones de movilizados que el kirchnerismo logre en los próximos meses.

Y como nos gusta jugar, ahora jugamos a imaginarnos un reportaje televisivo, por un periodista prestigioso y experimentado en el arte de la entrevista (nos gustan el Gato Sylvestre o Marcelo Zlotogwiazda, ponele) en un ambiente bucólico, calmo, reconcentrado, apto para la repregunta no guionada, para la charla franca, yendo ambos al hueso de cada cuestión.

Y no dudamos en garantizarlo: un escenario de este tipo en este contexto es una patada directa a los testículos de Magnetto. Porque humaniza a la conductora, porque la saca de la inercia equivocada previa y porque reubica la centralidad de su figura. Como beneficio colateral desintegra descalificaciones usuales de soberbia, autoritaria o hermética, y juega en el terreno de lo que el kirchnerismo mejor hace: la sorpresa, el cambio de ritmo, la dinámica de lo inesperado.

Y porque se convierte en el punto focal a partir del cual se invierte el circulo vicioso de la derrota para convertirlo en el punto de apalancamiento de la reconstrucción del movimiento nacional y popular.

Termina con eso? Para nada.

Pero allí empieza. Los pasos siguientes son sensibles e igualmente críticos: nos gustan pequeños actos en todos y cada uno de los pequeños pueblos a los que la década ganada les cambió la historia.

Eso sí: sólo puede convencer el convencido: el telespectador, el oyente ha aprendido a leer a la ex presidente y la posibilidad de un mensaje difuso, o peor, capcioso, sería contraindicado.

Buscar con fruición, diseccionar e identificar las causas de la derrota es un trabajo conjunto que CFK debería llevar adelante con su equipo. Enormes dosis de honestidad intelectual son imprescindibles. Un mensaje genuino de autocrítica sólo puede darse si ha madurado adecuadamente en la mente y el corazón del emisor.

El baño de humildad solicitado en mayo a la dirigencia del FPV es, hoy, la tarea de una dirigente inteligente e interesada en el destino de su pueblo.

Nota aparte, en estos días, detrás de estas inquietudes, he sido descalificado por el kirchnerismo emocional, sensibilizado por la derrota y al borde del knock out. Soy kirchnerista desde el 14 de mayo de 2003 a las 11 de la mañana. No necesito ni una selfie con Máximo, ni una remera con al cara de Néstor ni un tuitero pelotudo que ponga en tela de juicio mi pertenencia.
Soy un abuelo sabio y comprensivo de muchos de los que entraron al kirchnerismo por la infinita fila de acceso a la ceremonia fúnebre improvisada en Casa Rosada la fatídica semana del 27 de octubre de 2010, 7 años después que yo.

Pueden seguir negando la autocritica y las responsabilidades todo lo que quieran. Vuestra negación sólo opera en contra de centenares de miles de argentinos que mañana se levantarán, como cada día a las 5 de la matina y sólo volverán de sus dos o tres laburos cuando los pibes ya están durmiendo. 

Son a quienes, después de haber llevado al fifty fifty a patadas en el ojete, hemos decidido soltar en las fauces de una derecha que acumula 12 años de venganza.

La suerte del kirchnerismo me interesa menos que la suerte de mis compatriotas. Que son los únicos a los que les debemos explicaciones. Explicaciones que no han llegado.

Calma, serenidad y pases cortos me pidió el compañero Baleno.


En estos párrafos describí al Barcelona.



viernes, 18 de diciembre de 2015

Monasterios (III)



Para ilustrar con ejemplos lo que decíamos acá y acá, y sólo por una arbitrariedad de los dueños de este blog, vamos a recurrir a la cadena de valor del litio.

Una introducción lo más sucinta posible, porque es mucho más lo que se habla en varios foros sobre litio que lo que se hace. El litio es hoy elemento químico imprescindible para pilas y baterías de toda la industria electrónica y se espera también lo sea para la industria automovilística eléctrica, que comenzó hace algunos años y viene creciendo.

Argentina tiene en el NOA varios salares con alta presencia de litio, que se extrae de una manera bastante económica. La fotografía actual es que esa salmuera con litio que se extrae de dos o tres salares (número que está creciendo) se convierte en boca de mina a un compuesto de fácil transporte denominado carbonato de litio y así, muy primario, es exportado a los pocos países que hoy están produciendo baterías en grandes volúmenes.

La producción local de baterías en Argentina es nula y la de otros bienes que requieran litio es marginal (grasa de litio para usos mecánicos). Cualquier pequeña demanda actualmente se atiende con importaciones spot, lo que nos permitiría decir que la cadena de valor del litio está, pero quebrada. No hay agregado de valor sustancioso.

Desde una perspectiva sistémica, mirando el todo, es mucho lo que se puede hacer para “crear” esa cadena. Son esfuerzos que involucrarían de manera activa tanto al núcleo científico, como a tecnólogos y un tejido industrial incipiente que se convierta en demanda neta de ese esfuerzo.
Utilizando el encadenamiento clásico (y totalmente obsoleto, pero cómodo para transmitir estas ideas), podríamos decir:

  • la ciencia básica debería estar trabajando en investigación y desarrollo de una electroquímica del litio que nos abra la puerta a una batería apta, factible y económicamente aceptable para vehículos. Si no hay cadena de valor que la alinee, esos núcleos de investigación (que existen y son de primera línea) encuentran su lugar de confort como subsidiarios (asociados en la mejor instancia) de laboratorios en el primer mundo. Este sería el enfoque ortodoxo: cuando el descubrimiento, la invención tiene lugar, el apéndice argentino no es propietario de los derechos intelectuales o industriales.
  • la ciencia aplicada, además de esperar el derrame de los avances de conocimiento en ciencia básica, tiene decenas de tópicos de mayor o menor criticidad para atacar en el despliegue de esta cadena de valor. Pero su razón de ser es una demanda que la “disciplina”, que le dice qué y cómo lo necesita. Hacer retro-ingeniería al estilo japonés de los 50 o coreano de los 70 para ponerse en carrera en la tecnología de baterías existentes, y luego trabajar en mejoras
  • la tecnología tiene, en este abordaje, innumerables desafíos: cada instancia de la cadena de valor contiene problemáticas que requieren de la tecnología para solucionar y optimizar: desde tecnologías aguas arriba para un mejor uso de los recursos y la energía en la extracción de salmuera hasta tecnologías aguas abajo que permitan ir previendo la red eléctrica de recarga de nuestros futuros vehículos eléctricos (o pensamos recargarlos a todos con una zapatilla de ferretería), desde tecnologías duras asociadas a la electroquímica óptima de los compuestos de batería hasta tecnologías blandas como las ciencias sociales que se requieren para que la industria extractiva del litio no choque con las comunidades milenarias que viven en la región sino que se ambas se complementen adecuadamente (o no vamos a poner un secundario técnico en Susques para que los chicos salgan con un título que les permita no sólo trabajar en el sector sino además entender cabalmente qué están haciendo).
  • la industria requiere un plan articulador de esfuerzos en esta cadena (esto extrapolable al resto). Extendiendo los modelos provistos por la ciencia aplicada y la tecnología a producciones piloto, la industria debe evaluar factibilidad económica, mercado, costos, optimizaciones de métodos y recursos, etc. Inicialmente en la forma de consorcios público-privados, en los que prime el equilibrio entre la demanda de lucro y la paciencia para completar de manera completa y robusta la trayectoria deseada, con fuerte asistencia y participación del Estado, no estamos hablando de una Utopía.


O sí, y aunque cueste creerlo, eso depende del abordaje ideológico de los protagonistas. Un Estado neoliberal como el que está configurando el macrismo ve a la tecnología como un bien de mercado: estos bienes como todos los de la economía, tienen un precio, disponibilidad y plazos. Por eso el Estado neoliberal compra radares, compra satélites, compra redes 4G, comprará vehículos eléctricos.
Y nuestro abordaje, el del Estado populista, no ve a la tecnología como un bien, sino como un camino. Una trayectoria llena de errores, de demoras, de caminos inciertos, de giros en U. Pero el único sustentable cuando lo que se busca es un desarrollo sostenido.

Esta serie de notas fue gatillada como análisis de la decisión de Lino Barañao de permanecer en el cargo de Ministro de CyT en una gestión cuyo sesgo neoliberal ya era indisimulable antes del 10 de diciembre. El motivo de esa decisión es que Lino Barañao nunca entendió la gestión de su cartera con esta integralidad: es un cardenal del Monasterio de la ciencia básica y su gestión fue entendida desde allí.

La gestión real, neta, libre de fotos, discursos y medallas, del MinCyT kirchnerista en la cadena de valor del litio fue repatriar una doctora argentina radicada en Europa e instalarla en lo que se denominó el Instituto del Litio, bajo el paraguas de la Universidad Nacional de Jujuy, ubicado en Palpalá, en los antiguos edificios administrativos de la empresa estatal Altos Hornos Zapla.

Los hechos se encuadran perfectamente con las visiones y ahí, en la investigación básica que pueda lograrse desde ese Instituto, ahí finaliza la asunción de responsabilidades de Lino Barañao. Desde este blog creemos que es módica y bastante pusilánime. La gestión Barañao paga la primera cuota y queda debiendo dos. O incluso tres.


En una línea de continuidad, ese beneplácito, ese subyacente orgullo de la ex presidente respecto de ese nombramiento, de esa continuidad, también habla mucho de la visión ideológica que tuvo el kirchnerismo respecto del tema. Cristina canchereó lo que fue una inteligente jugada de un Macri que, por supuesto, no tiene la menor idea del tema: alcanzó con comprar por poca plata un jarrón decorativo que parece (pero no es) de alguna ignota y ancestral dinastía china. 

Por eso insistimos en que, cuando la mayoría nombra a Amilcar Herrera, a Varsavsky y a Sábato, pocos son los que realmente los leyeron. En ellos, en su pensamiento, en sus libros, radica el secreto de nustro paso arduo y desértico, pero el único seguro, al verdadero desarrollo.

Nuestros jóvenes con espíritu de dirigentes tienen 4 años para entender que no todo es garra y corazón, que hay que patear 200 tiros libres por entrenamiento.
Y nuestra dirigencia 4 años para poner las barbas en remojo.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Requiem



Dignas charlas sobre libertad,

visitas echas con la imaginación, al lado salvaje de un país inconsciente,

leyendas contadas de generación en generación, padres a hijos, sobre un paraíso de asado al parquet y trabajo digno, llamado peronismo,

transmisión oral entre esclavos que soñaban con la equidad, la siambretta y el futuro justo

sueños que terminaban invariablemente en el extremo del pie, adonde se amarraba un grillete enorme, ineludible, llamado deuda externa.

todos nuestros sueños esclavos terminaban como un golpe, un viandazo frío e intempestivo, cuando un viejo ya derrotado nos azuzaba “todo muy lindo, pero primero solucioná la deuda externa”.

era tan abrumador el grillete que incluso para nuestra izquierda antediluviana era el monotemático señuelo de captura de militantes; repetían como un mantra “no al pago de la deuda externa”. Los parroquianos de la política los miraban con incredulidad. La derecha gozaba con el tamaño de la insensatez.

inversamente al hemisferio norte, nuestros cuentos infantiles tenían un solo final: “no pudieron pagar la deuda y fueron infelices para siempre”

en 2003, como un hachazo, llegó el kirchnerismo; y rompió en miles de pedazos esa bola negra de hierro atada a nuestros tobillos

y nos susurró al oído en el silencio de nuestras barracas: “corran, ahora son libres”

pero no sabíamos adonde ir,

no sabíamos qué hacer con nuestra libertad,

nos regalaban una fortuna inmensurable y no sabíamos dónde gastar la primera moneda

saltamos el alambrado y en la selva, corriendo, aprendimos

nos reconocimos, supimos quiénes éramos,

hicimos pactos con nuestras miradas, para volver a encontrarnos en esa plaza de las madres, nuestro claro en la selva, cuando la libertad peligraba

el hombre que blandió la maza liberadora una tristísima mañana nos dejó una mañana, mientras nos contábamos

nuestra liturgia se mantuvo durante 12 años felices,

nuestro sueño parece encaminarse a un final

pero su definición está en nuestras manos

y no depende de una mujer, ni de sacerdotes tribales

contarle a nuestros hijos la leyenda de nuestros años felices, mientras lagrimeamos encadenados alrededor de un fogón

depende solamente de nosotros

pocos pueblos tienen esta oportunidad




en un enorme desafío
a ver qué aprendimos en estos años



martes, 8 de diciembre de 2015

Monasterios (II)




La discriminación entre ciencia, tecnología e innovación productiva es síntoma de una taxonomía anclada en la segunda mitad del siglo pasado, en la que la ciencia, la tecnología y la innovación son tres estamentos diferenciables, ligados entre sí por algún tipo de asociación libre, basada en causas y efectos. Esta nomenclatura no es exclusiva de nuestro país: con mayores o menores diferencias es utilizada en la mayoría de los países latinoamericanos.

Es curioso que cuando uno averigua cómo se denominan las carteras ministeriales similares en países altamente industrializados el resultado es, curiosamente, muy distinto; la regla general es unir la disciplina científica con la industrial. Se habla mayoritariamente de Ministerios de Ciencia e Industria.

Eso llama la atención a quienes estamos moldeados al uso latinoamericano pero a poco de pensarlo, su naturalidad emerge como luz: la tecnología es un producto de actividad científica y es razonable que no requiera monitoreo de grado ministerial. Si hay búsqueda de avance industrial, de prácticas más eficientes, de aumento de productividad, la tecnología es el camino.

Ni hablar de la “innovación productiva”, un significante vacío que los burócratas llenan a piacere. La innovación es una actividad meramente productiva y si hay un lugar natural para ella está en nuestro Ministerio de Industria. Desde allí debería surgir un set de políticas promocionales, destinadas a que las industrias repiensen, rediseñen y recreén los productos y servicios con los que garantizan su sustentabilidad.

Hechas estas aclaraciones de orden casi toponímico, es momento de opinar cómo fue la gestión Barañao durante estos años. El ministro llega a esa posición apalancado por dos activos: una prestigiosa y aquilatada carrera científica en nuestra catedral científica, el CONICET , con base en uno de sus institutos, el IBYME (Instituto de Biología y Medicina Experimental): su principal logro allí la dirección del equipo que realizó la clonación de vacunos alterados genéticamente para dispensar lácteos con contenido activo. Por el lado político su actividad militante en los años más difíciles durante la ola neoliberal, años de fuerte fuga de cerebros, de reducción de presupuestos a niveles irrisorios: con este background es elegido primero como director de la Agencia, el brazo económico-financiero del sistema y luego primer Ministro de Ciencia y Tecnología de nuestra historia. 

Pero no debemos perder de vista: Barañao entra en nuestra caracterización de la entrada anterior como alto cardenal del nuestro corpus científico. Para el hombre de a pie, alejado de estos temas, su gestión varía entre transparente y positiva. Para quienes estamos mirando todo el tiempo estos temas, tratando de reconocer cómo se caracteriza una gestión científico-productiva adecuadamente ensamblada, su gestión fue muy pobre.

Barañao no tuvo el coraje de romper su propio paradigma, no ahorró esfuerzos en promover y alimentar lo que se conoce como “ciencia primaria” (ciencia básica o aplicada sin derrame en actividades productivas). El presupuesto para crear y mejorar los institutos de ciencia dependientes de CONICET creció exponencialmente. Los intercambios internacionales, la creación de nuevos institutos, el programa de retorno de científicos y una larga lista de elogiables acciones tuvieron lugar, pero a todas las unía un factor común: se restringían a ciencia primaria.

Demandas de grupos con poder de fuego y articulación política que lo desafiaron, como los becarios, los investigadores de ciencias sociales y humanas, etc., lograron beneficios largamente esperados. Fueron producto de la inteligencia política de los demandantes.

Barañao, en esencia, no tuvo el coraje de abrir las puertas del laboratorio y salir al terreno, al complejo y trabajoso barro de la intervención, que finalmente define la razón de ser de la investigación científica.

La Política vernácula, nuestros dirigentes y sus asesores, están lejos de estas temáticas. Ninguno, se incluye a cuadros del campo N&P como CFK, tienen claro qué esperar de una política de CyT adecuada. La Ciencia es tan inalcanzable que la intervención política local sobre la misma se restringe a un papel pasivo, casi turístico: equivocarse lo menos posible, no quedar en offside, sentarse pasivamente a esperar frutos políticamente redituables para mostrar a sus legitimadores, los votantes.

Ni hablar del abordaje neoliberal que nos espera en los próximos años con el gobierno macrista: la ciencia primaria “no se toca”; valen exactamente los mismos motivos. Respecto de la tecnología o el “derrame” a la actividad productiva, la visión neoliberal, si no fuera vergonzosa, sería lamentable. La tecnología es un bien que se transa en un mercado (lo que no difiere sustancialmente de su enfoque con el trabajo, con la educación, con la seguridad, etc) y como tal se adquiere a quien lo tenga perfeccionado, cotizado y listo para despacho, en lo posible “llave en mano”. Necesitamos un satélite? Se define en una planilla excel que conviene: comprar uno norteamericano, uno europeo o uno coreano, alquilarlo, leasing, etc. Esperar 6 años a que alguna empresa nacional lo desarrolle desde cero? Hasta la vista, baby!


Esto explica, de manera estilizada, que la transición de Barañao entre administraciones se haya dado con mucho menos ruido que la transferencia del bastón. Barañao garantiza eficacia en el área con menor ruido político (ciencia) y la misma bajísima intervención que lo caracterizó, en el área en la que las políticas macristas tendrán resultados inversos y catastróficos respecto del kirchnerismo: las de derrame de la ciencia y la tecnología a la actividad productiva real.

En alguna futura entrega ilustraremos estos juicios.


lunes, 7 de diciembre de 2015

Monasterios (I)

Diálogos en varias esferas y por distintos medios desde que se supo la continuidad de Lino Barañao al frente de la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (CTI) del gobierno macrista, comentarios recibidos, valoraciones positivas recibidas y esta interesante nota en el Suplemento Cash de Página12 nos impulsaron a aprovechar el confort de nuestro blog para esta(s) entrada(s).

No es posible ir al meollo del asunto (esto es, si creemos que la actitud de Barañao es o no impropia, independientemente del aval expresado desde la Presidente) sin antes expresar claramente lo que entendemos por Política y Gestión CTI.

Sabiendo de antemano que nos metemos en un terreno delicadísimo: la hegemonía que por casi 1500 años desplegó en occidente la fe católica, tanto que cualquier crítica o acusación en sus momentos de máximo esplendor hubiera significado una suerte de suicidio en vida, amenizado por acusaciones de herejía y oportunidad de redención mediante tortura, esa hegemonía, decíamos, hoy es detentada por lo que llamamos Ciencia.

Allí donde un obispo delimitó plenipotenciariamente el comienzo del bien y el final del mal, hoy un doctor delimita la verdad de la falsedad.

Si este comentario le resulta impasable, se debe a la definición misma de hegemonía. Es muy difícil pensar y pensarse fuera de ella. Pero, lamentamos decirlo, los sacerdotes shamanes de nuestro tiempo son nuestros PhD. Los que militan las ciencias “duras” lo son por definición. Los que tienen la suerte (o desgracia) de operar en las “blandas” (sociales o humanas) buscan serlo por aproximación.

En ciertas circunstancias este intento de “endurecer” a la ciencia tiene resultados patéticos: es el caso de los economistas ortodoxos empecinados en demostrar que la economía se monta en una axiomática exacta, por ejemplo la ley de oferta y demanda, que sin ir más lejor que el caso del dólar en Argentina, donde su demanda crece con el aumento de su precio. Plop.

Y como prevemos los dedos objetores con el argumento de que su médico, un miembro de la sagrada secta de los Científicos, aplicó el implacable proceso de hipótesis-tesis-demostración para solucionarles exitosamente sus problemas de hongos en las patas, mal aliento o cáncer.

La clave del entuerto reside en confundir en este debate los productos y procesos científicos con ese paraguas protector, ese paragolpes denominado Política Científica. No discutimos los mecanismos para llegar a la Verdad de la misma manera que no dudamos de que masturbarnos nos llevará al Infierno.

No están en discusión las eficacias y eficiencias de la Ciencia, sino cómo esta ha sido utilizada exitosamente para convertirse en instrumento de control social.

Nada conspirativo: la Ciencia que nos es hoy un vasto y complejo campo de operaciones desde donde se despliega una agenda política deliberada, con ganadores y perdedores.

Puede hacer muy muy visible en sectores como el de la industria farmacéutica, en el que grandes laboratorios transnacionales con centros de investigación, desarrollo y diseño ubicados en países centrales aprovechan la brecha de conocimiento para ejercer políticas comerciales globales con las que buscan cristalizar la relación asimétrica con países periféricos, a veces con poder de fuego para imponer exitosamente su propia agenda a quienes dictan las políticas nacionales.

Hace ya muchas décadas la Ciencia dejó de ser lo que hacían individuos aislados en laboratorios personales y únicos siguiendo una receta intransferible. Recorriendo los laboratorios científicos actuales se identifica rápidamente que la frontera de conocimiento no es empujada por personas sino por grandes equipos multidisciplinarios, profusamente interconectados, con amplios recursos en horas, infraestructura y equipos, coordinados y planeados por esa persona cuyo apellido será, finalmente, el que suba al estrado a recibir su Premio Nobel.

En este escenario, en el que intervienen de manera insoslayable los productos de las recientes revoluciones tecnológicas en TIC (telecomunicacionoes e informática), los colectivos de investigadores que forman el corpus científico de un país en desarrollo como el nuestro no pueden ser tomados como jugadores autónomos e independientes, “dueños” de su propia línea de investigación: por regla general son apéndices más o menos irreemplazables de un equipo de investigación cuyo diseño y planificación ocurren en laboratorios en países centrales, los que a su vez están cada vez más controlados por fondos y agenda privada que pública, aún cuando el laboratorio se encuadre en una disposición universitaria o estatal.

Esto no disminuye en un ápice el valor y la reverencia que les debemos por ser engranajes irreemplazables en el motor del avance humano. Ahora bien, mezclar ese además con un cheque al patriotismo es una típica confusión producto de la hegemonía cultural de la Ciencia, que nos viene haciendo creer que los científicos argentinos, trabajando en Argentina, tomando mate y comiendo asado, hacen Ciencia argentina. Y por lo tanto Ciencia útil para los argentinos.

Los intereses nacionales en esa agenda de avance científico no están garantizados detrás de la mera existencia de científicos localizados. Llevando las cosas al extremo como nos gusta en este blog, podría ocurrir que alguno de los más de mil científicos argentinos repatriados en los últimos años a nuestro costo, continuaran trabajando (ahora a distancia) sobre las mismas líneas investigativas que transitaban antes de venir, detrás de una vacuna, un medicamento o un alimento que curara una enfermedad, que sus esfuerzos y los de sus directores llegaran a buen puerto con un compuesto, que el mismo fuese exitosamente comercializado en el mundo e incluso que el laboratorio propietario de la patente entrara en colisión con nuestras autoridades sanitarias por los motivos que fueran: podríamos con tranquilidad enfrentar la paradoja de haber colaborado en el descubrimiento y desarrollo de un producto del que luego tenemos derecho a beneficiarnos.

Esta paradoja está lejos del improbable. La clave es que, por encima de científicos repatriados, de avances locales en tal o cual disciplina, de la inauguración de nuevos laboratorios, de convenios con prestigiosos institutos internacionales, de la puesta en marcha de tal o cual superequipo o de cualquier otro esfuerzo particular que, por encima y en control de todo debe existir una agenda de política científica nacional, armónica, alineada y funcional a la agenda política vigente, mejor aún si esa etá engarzada con el crecimiento y el desarrollo inclusivo e instrumentada con herramientas de promoción de un avance científico-tecnológico absolutamente alineado a nuestros intereses.

Demasiada perorata hasta acá. En próxima entrega daremos nuestra opinión sobre cómo debería estar configurado un Ministerio de Ciencia, sobre la gestión Barañao al frente del actual MinCyT y quizás podamos poner algún ejemplo que ilustre esta opinión.


martes, 1 de diciembre de 2015

Viejas palabras de hoy


(corre 1810)

La instalación del gobierno provisorio de Buenos Aires ha producido tan feliz revolución en las ideas, que agitados los ánimos, aspiran a una constitución duradera que restituya al pueblo sus derechos, poniéndolos al abrigo de nuevas usurpaciones. Pero sus efectos serían muy pasajeros si los principios del derecho público continuasen misteriosamente reservados a diez o doce literatos

Los deseos más fervorosos se desvanecen si una mano maestra no va progresivamente encadenando los sucesos y promoviendo la consolidación de un bien general que haga palpables a cada ciudadano las ventajas de la constitución y lo interese en su defensa. 

Esta obra es absolutamente imposible en pueblos que han nacido en la esclavitud, mientras no se les saque de la ignorancia de sus propios derechos. El peso de las cadenas extingue hasta el deseo de sacudirlas; y el fin de las revoluciones entre hombres sin ilustración suele ser que, cansados de desgracias, horrores y desórdenes, se acomodan por fin a un estado tan malo o peor que el primero a cambio de que los dejen tranquilos y sosegados.

Tan reciente desengaño debe llenar de terror a los que promuevan la gran causa de estas provincias. En vano sus intenciones serán rectas, en vano harán grandes esfuerzos por el bien público, en vano provocarán congresos, promoverán arreglos y atacarán el despotismo; si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía

En tan críticas circunstancias todo ciudadano está obligado a comunicar sus luces y sus conocimientos; el fruto de mis tareas es muy pequeño y siendo mis conocimientos inferiores a mi celo, no he encontrado otro medio de satisfacer éste, que reimprimir aquellos libros de política que se han mirado siempre como el catecismo de los pueblos libres, que por su rareza en estos países son acreedores a igual consideración que los pensamientos nuevos y originales. 

Entre varias obras que deben formar este precioso presente, que ofrezco a mis conciudadanos, he dado el primer lugar al Contrato Social, escrito por el ciudadano de Ginebra, Juan Jacobo Rousseau. Este hombre fue el primero que puso en clara luz los derechos de los pueblos y enseñándoles el verdadero origen de sus obligaciones, demostró las que correlativamente contraían los depositarios del gobierno

(...)

Como el autor tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas, suprimo el capítulo y principales pasajes donde ha tratado de ellas. He anticipado la publicación de la mitad del libro, porque precisando la escasez de la imprenta a una lentitud irremediable, podrá instruirse el pueblo en los preceptos de la parte publicada, entre tanto que se trabaja la impresión de lo que resta. ¡Feliz la patria si sus hijos saben aprovecharse de tan importantes lecciones!

Adaptación del texto escrito por 
Mariano Moreno en 1810
como Prologo a su traducción del libro 
El Contrato Social, de JJ Rousseau