miércoles, 30 de abril de 2014

Amanece en la Ruta - Doble Agenda


La primera pregunta quedó dibujada acá. La segunda que vale la pena hacerse en estos tiempos consiste en desentramar e inspeccionar con mayor profundidad la existencia de una doble agenda en el corazón del poder.

Doble agenda que, como la contabilidad de los pecadores, tiene una versión “en blanco”, pública, abierta y pregonada con toda la potencia que su dispositivo amplificador logra. Y otra, silenciada y oculta bajo siete llaves de los ojos del soberano, pero agazapada y lista a desplegar sus “virtudes” cuando las condiciones políticas lo habilitan.

No es novedoso. Desde sus tradicionales usinas mediáticas, el establishment busca seducirnos con una metódica, prolija y rigurosa propuesta, pletórica de un sentido común que invita a la razón y el análisis crítico a tomarse vacaciones. En ella entran usualmente definiciones que, por gastadas o recurrentes, no dejan de ser efectivas armas de desactivación de la conciencia y la razón de nuestra sociedad, acostumbrada a mantener la guardia alta. Valga mencionar algunas, que por su sencillez y capacidad de incisión, son verdaderos haikus verbales: las que resuman perversión, escondida detrás de “la inflación es el impuesto a los pobres” o aquellas edulcoradas metáforas en las que el Estado es tratado como una familia, “no se puede gastar más de lo que se gana”.

Detrás de ellas vienen las habituales, sempiternas, recetas de ajuste, recorte del gasto, el “ordenamiento de las cuentas fiscales”, sazonado con un toque de “previsibilidad para los inversores”, todo en sabrosa salsa de “seguridad jurídica”. En fin: el “emprolijamiento de este desorden populista”, ejecutado, como dijimos, por los tecnócratas que luego, cuando todo implote, no tendrán ni un argumento justificativo verosímil.

La agenda en blanco es, como dijimos, la misma que escuchamos hace décadas; la que hubiéramos debido aplicar en 2004 con “el rebote del gato muerto”, o en 2006 con el final del “veranito”, o en 2008 cuando se acababa “el viento de cola”, y desde 2010 con cada nuevo "fin de ciclo".

El presente nos bendice: verificar los efectos colaterales de la terapia propuesta, sin necesidad de hacernos cargo del tratamiento. Y todo a un guglazo de distancia. Por ejemplo, Grecia.

Sexto año de recesión, un PBI 24% inferior al que tenían cuando se inició la crisis financiera, desempleo rampante en el 27%, el 82% de los hogares griegos mantienen deudas que sus actuales ingresos no pagarían nunca, ni en 100 años, deuda externa en el 180% del PBI, y la inversión cayendo en picada a los niveles de Gabón. Eso sí, no seamos injustos, este año lograron un superávit fiscal del 1.2% del PBI, que será una enorme señal para la inversión de los financistas internacionales, esos que tratan con ahínco de que el paciente no se les vaya, para poder seguir recuperando toda la que le prestaron.

Un factor curiosamente recursivo dentro de esta agenda, en mano de los tecnócratas de siempre, es el hecho de que el debilitamiento, el empobrecimiento y la eventual destrucción de la clase media de un país son vistos sólo como efectos secundarios, y que cuando se hace imposible seguir ocultándolos, se fungen inesperados, inestimados.

Ese empobrecimiento ocurre sobre hombres y mujeres que, teniendo condiciones de vida medianamente aceptables, se verán forzados a incorporarse al colectivo de aquellos que no saben con certeza si mañana conquistarán el almuerzo.

Desde este humilde blog, desde este humilde post, desde este párrafo al que usted ha llegado con tanto esfuerzo, lo invitamos, no sin moderada prudencia, a tomarse unos segundo para dar vuelta la ecuación. Los siguientes puntos suspensivos están pensados para que tome aire, antes de lo que viene

...

Sólo como un ejercicio mental, asumamos por un lapso que ralear y debilitar a la clase media, hasta hacerla virtualmente desaparecer es objetivo primario, central e irrenunciable desde la médula del poder. Es decir, juguemos a que en la carta de objetivos del TEG del bando dominante está inscripto "destruir las clases medias".

Un objetivo diferenciado de "aumentar nuestra rentabilidad" o de un improbable y perverso "generar pobres".

Si son exitosos en ese mandato, a lo que asistiremos es a un genocidio social. En el que algunos, una minoría afortunada, quedará agarrada de débiles y terminales hilos que le ofrezca la clase alta. Digamos el profesor de clases de golf del CEO de la multinacional quedará en el mínimo estrato superior.

Naturalmente si su partida es exitosa, la gran mayoría irá a reunirse con los pobres, aumentar desmesuradamente ese colectivo y competir por las migajas.

Esta sociedad “quebrada” en su centro le ofrece enormes ventajas de orden práctico al sector dominante.

Por un lado desde el punto de vista estructural: los antiguos romanos ya validaron que el "divide et impera” es una estrategia eficaz y su producto son sociedades más controlables.

Por el otro emerge la hegemonía de la disciplina, que como una espada, tiene filo de ambos lados. No sólo se disciplina a los ahora enormes estratos inferiores, a través de la temida desocupación, la pobreza, la invisibilidad.

La disciplina también rige en los estratos superiores: cualquier almita que haya tenido la suerte de colgarse del vértice superior del comando y por humanismo o moral atina a desobedecer las inquebrantables consignas del amo, podrá ser expuesto al gigantesco precipicio que lo separa con sus congéneres allá abajo. El vértigo de la escena tiene una eficacia única.

Ahora bien, si nuestra tesis es pertinente y ese es el objetivo central, las recetas tecnocráticas no son otra cosa que las herramientas de aplicación.

Muchos pequeños datos de la realidad empiezan a tener otro, mejor y mayor, sentido.

A poco de pensarlo los datos de la realidad nos dejan sin palabras: el factor común del subdesarrollo, desde Africa, pasando por América Latina pero también el Medio Oriente asimétrico de emires con fortunas incalculables viviendo entre desclasados es la inexistencia virtual de clase media, medida en cualquiera de sus unidades econométricas, Gini, Palma, Piketty o el que prefieran.

Lo que está pasando en la Europa periférica es, en esencia, lo mismo. En un juego de suma cero, el poder decidió que los recursos para sitiar y acosar al todavía enemigo ruso con proto-estados neoliberales, empezando por Ucrania, los va a cosechar de la destrucción de clase media que está gestionando en España, Portugal, Italia o Grecia

Por ejemplo que cuando sociedades determinadas emprenden un camino de reversion de esa trayectoria y los ganadores de siempre del TEG reculan, cimbra y cruje toda la estructura social, política y económica de un país y, a través de los medios que son propiedad del vértice superior, emergen ladridos destemplados. Por supuesto lineales o exponenciales. La gritería en el Chile gobernado por la Concertación no alcanzó a décimas porcentuales de lo que vemos todos los días en Venezuela.

Proporcional, diríamos, es la aritmética de la inclusión. El modelo chavista, gusten o no sus formas institucionales, es el que más y mejor trabajo hizo por la inclusión y la redistribución progresiva en la última dignísima década latinoamericana.

Realizado este ejercicio, también nuestra historia reciente adquiere una lógica imperturbable.

Ciertamente, el plan económico puesto en marcha por Martínez de Hoz durante la dictadura y propagandizado como el final de un Estado inútil, en rigor buscó dejar a la intemperie a decenas de miles de pequeños y medianos empresarios que conformaban los nodos principales del tejido productivo y social nacional. Ellos, sus empleados, sus proveedores de servicios, los maestros de sus hijos, sus profesionales, en fin, formaban esa clase media que fue nuestro orgullo en Latinoamérica. Esa tarea, travestida 6 años más tarde de "modernización del Estado" fue continuada por el menemismo.

Ya hemos dado vuelta la media.
Ahora podemos ver la agenda genuina del poder, su contabilidad en negro, como su objetivo primario y las recetas de sus tecnócratas para llevarlo a cabo.

Ahora se entiende la crispación irreductible en la Venezuela chavista, en el Ecuador de Correa, en la Bolivia de Evo, en el Brasil petista, o en nuestro país: no es otra cosa que la sinrazón de los poderosos cuando ven que sus planes de países quebrados al medio se reemplazan por la construcción de ciudadanos con derechos, entre los cuales figura el de ser clase media.

Y también se explica porqué la calma chicha campea en otros países hermanos: aún cuando haya aumentado consistentemente el tamaño de la torta, no han ocurrido cambios al interior de su estructura social histórica. Así, se nos presentan Chile y Perú como modelos de éxito, pero los estudiantes trasandinos saben lo que es vivir en una sociedad de castas cuasi-congeladas. Y de los peruanos tendremos que escuchar más noticias, pero hoteles cinco estrellas en barrios ricos y autopistas por encima de "asentamientos humanos".

Afortunadamente esta década latinoamericana nos enseña que cuando manda la tecnocracia, la pobreza es efecto. Pero cuando la pobreza es objetivo, se conjura con la Política.

Vacúnese.

...

sábado, 26 de abril de 2014

Canción de Cuna



Y yo que me dormía en tus brazos
con la boca pegada a tu pecho.
El amor de un hombre nos había unido
antes de aquella mañana de invierno en que nací.
El recuerdo de aquel tiempo, el viento no lo arrastra:
cuando retaceabas tu pan para darme mantequilla.

Canción de cuna que entonces ya me hablaba
de mi abuelo que duerme en el fondo de un barranco,
de un camino polvoriento, de un blanco cementerio,
y de campos de uvas, de trigos y de olivos.
De una virgen en un promontorio, de caminos y atajos,
de todos tus hermanos que murieron en la guerra.

Eres hija del viento seco y de una tierra seca.
De una tierra que nunca has podido olvidar
a pesar del largo camino que te hicieron caminar
tus hermanos de sangre, tus hermanos de lengua,
y todavía quieres morir escuchando gorriones
cubierta por el polvo de aquella pobre tierra.

Canco de Bressol
Joan Manuel Serrat - 1967

Toda la familia de la madre de Joan Manuel fue aniquilada en Belchite, una de las últimas y más tristes batallas de la Guerra Civil. Al punto que el vencedor, Francisco Franco, decidió dejar en pie las ruinas de aquel pueblo, a modo de patético trofeo de su victoria. Nano y su madre tuvieron el coraje de volver años después, cuando él todavía era un niño. Una marca indeleble en su memoria y un faro para algunas de sus canciones.

martes, 22 de abril de 2014

Amanece en la Ruta


Nos agarraron en un momento de debilidad. Un momento de debilidad de nuestra sociedad que con fruición de caníbal habían creado. Necesitaban de nuestra sumisión y entrega incondicional. Desde hacía años sus títeres mediáticos más prestigiosos percutían nuestras conciencias con sus curaciones racionalísimas y sus econometrías de Chicago.

Llegaron con su receta, una “listita” infalible de metas y objetivos.

Y ganaron. Nos pudieron.

A partir de entonces, nos dedicamos con ahínco a cumplir todos y cada uno de los requerimientos de aquella lista que se llamaba “Consenso”. Extraño, porque nosotros no recordábamos haber consensuado nada. Más bien sí-señor-claro-señor-comonoseñor.

En poco tiempo, argentinos como somos, nos convertimos en el alumno ejemplar. Arrancábamos cada mañana, muy temprano, con la medicación y la terapia. Y como si fuéramos aprendices de un arte marcial infalible, cumplimos cada uno de los preceptos que la receta imponía.

Más de una vez, cuando creíamos haber satisfecho un logro, nos presentamos íntimamente orgullosos ante los Sensei. Recibíamos la respuesta del poder: nos miraban con desdén y nos pedían más. Si aquello hubiese sido religión, en poco tiempo nuestras almas se hubiesen elevado al paraíso como plumas.

Nos convertíamos en los mejores alumnos y a nuestro alrededor nos miraban entre perplejos y envidiosos. Nuestro chamán era convocado a conferencias magistrales, en las que le contaba al mundo libre sobre nuestras proezas. Invitado a lugares distantes que desconocíamos, Davos, Harvard o la Conferencia de Primavera del FMI, volvía orgulloso, con bríos renovados, y nos pedía lo que piden los conversos: “un poco más”.

Convertimos ese ruego en credo y concedimos lo que nadie imaginó, lo que ningún vecino tuvo el tino: entregamos a nuestra madre energía. YPF. Fue en 1998. Estábamos fanatizados.

3 veranos más tarde y sólo 3, nuestro pueblo, que había pagado con esfuerzo inmenso su boleto de “ingreso al Primer Mundo”, estaba jugando a la Edad de las Cavernas. En cada pueblo y en cada punto de reunión, pero especialmente en Plaza de Mayo, donde el juego dejó un saldo de 39 muertos, aún impune.

Cuando los gases lacrimógenos de la Policía se disiparon y la sangre dejó de correr, desesperados, incrédulos, fuimos a preguntarles a los sumos sacerdotes (recordamos sus apellidos, aún fingen prestigio en algunos clubes) que nos habían iniciado en aquellos ritos cuál era el motivo de tan patético desenlace.

Las respuestas fueron cortantes y displicentes, y nos llegaron como un cachetazo. Pudimos percibir, entre líneas, la suficiencia del psicópata: “faltó profundidad en las reformas… se desmadró el gasto público… no hicimos todo el ajuste que necesitábamos… la política actuó con desprolijidad”.

Nuestros espíritus, que lloraban las mismas lágrimas de las Barbaritas hambrientas del prime time, no podían creer lo que oían: la receta nos había convertido en una bestia violenta y demencial y el motivo era la única mañana de una década en la que nos habíamos olvidado abdominales y sentadillas.

Hoy que el tiempo y la realidad sanaron aquellas úlceras, enfrentamos la tarea de entender por qué el diagnóstico que recibimos a la crisis económica, social e institucional más grave de nuestra historia fue una desordenada enumeración de tecnicismos berretas. Su cabal comprensión nos mantendrá inmunizados.

Desentendernos del asunto nos pondrá en rango de repetición.

La respuesta fue tecnocrática por que las recetas son el plan de acción de los tecnócratas. La receta que "desinteresadamente" nos vendieron ya tenía incorporado su diagnóstico, uno que no conocíamos, elaborado por una junta médica de la que nunca participamos. El Consenso era “de Washington”, lugar desde el que difícilmente se consiga una buena perspectiva de los problemas de Talampaya, Gobernador Gregores o Laguna Blanca. Ni siquiera un mapa.

Y lo más importante, nos negaron el debate para llegar al diagnóstico. Ninguneándolo, nos privaron de la política. Cancelando la discusión, nos negaron la democracia.

Ahora, que contamos con "el diario del lunes”, miramos lo que pasa alrededor y el deja vu es atronador. Y nosotros sus infelices debutantes: la tecnocracia le niega el debate a la Europa de la Austeridad. Izquierdas y derechas, socialistas y conservadores pelean por aplicar las mismas medidas. Sólo se discute el orden de prioridad o el largo del bisturí.

Por eso no es descabellado decir que el clivaje derecha - izquierda es obsoleto. Al menos para estos escenarios.

El poder ha cambiado su estrategia de ataque, y su desembarco en Normandía lo ejecuta un ejército de tecnócratas con recetas duras y excusas blandas.

Esos de un lado.

Y del otro?

viernes, 18 de abril de 2014

La paja y el trigo



Cuándo se sale del infierno?

Cuándo podremos decir que, con firmeza y seguridad, que el infierno ha quedado atrás.

Hemos escuchado a referentes oficialistas de cartel, usando la metáfora que inauguró Néstor Kirchner, alegar que el infierno ha quedado atrás y que ya transitamos un proceso de ordenamiento y mejora, algo que se parece al "desarrollo".

Podemos aceptar que es parte de una misión política contagiar a propios y extraños con optimismo jauretchiano por el proyecto y repartir estampitas con esa idea. Pero a quienes nos rascamos la oreja derecha con la mano izquierda, se nos hace difícil pensarlo así.

Por un segundo y aprovechando la oportunidad pascual, podemos pensar que salir del infierno es ingresar en el largo y difícil camino del purgatorio. Largo y difícil, pero transitable. En el infierno es muy difícil sostenerse y avanzar sin que las lágrimas y la culpa nos neutralicen.

A diferencia del infierno, que no ofrece esperanza, el purgatorio es un lugar en el que los pecados y las deudas deben pagarse, pero existe una vocación y un compromiso para enfrentarlos porque ese camino conduce a jugar, alguna vez, en primera división.

En el purgatorio nuestras heridas estarán abiertas, pero nos erguiremos firmes jugando las cartas que nos toquen, mientras soportamos con estoicismo lo que nos venga en suerte. Y hasta será posible tener alguna recaída, pero esta será lejos, muy lejos, de las llamas.

Este proceso político que vivimos, con su impronta popular, va camino de cumplir nada más, y nada menos, que 11 años. Puede parecer enorme frente al último proceso similar, el alborotado peronismo del 73-75, o comparable, frente al previo y que mayor eficacia mostró en la transformación económica pero también cultural de nuestra sociedad, el peronismo 45-55.

Pero en cualquier caso podemos confirmar que el calor y las llamas del infierno todavía están presentes entre nosotros. Que todavía escuchamos las voces sensuales de hermosas meretrices que nos envía Lucifer, tratando de seducirnos, de sembrar la duda en nuestros pasos, de inducirnos al equívoco, de magnificar nuestros pequeños errores,  a veces con el objetivo de hacernos parecer la cornisa infranqueable.

Cuando todo eso ocurre, y nuestra democracia y nuestras todavía frágiles instituciones esto lo experimentan casi a diario, no podemos decir que hemos clausurado con éxito las puertas del Averno. 

En su prédica Cristina camina con frecuencia sobre este tópico: estar atentos y vigilantes para no volver a recaer en viejas y fallidas fórmulas del pasado.

Podemos hacer de cuenta, fungir para desalentar a nuestro adversario, que hemos superado el escollo. Pero sólo cuando amplias mayorías convencidas trabajen por un país que diariamente avanza en la disminución de brechas africanizadas en la distribución del ingreso, por la esperanza y la posibilidad realista de que el hijo del cartonero pueda convertirse en doctor, por el pasaje en el mismo barco para todos los deciles de la pirámide socioeconómica, en suma: por la cohesión social o, como dice don Aldo Ferrer, por la densidad nacional. Recién allí podremos decir que estamos en el purgatorio.

Esto, que configura nada más que esperanza y bendición para nuestros humildes (como dice Serrat, desde el fondo del pozo sólo cabe ir mejorando), se transforma en una disyuntiva soslayada por nuestro 1% más rico y poderoso, que prefiere dos y doscientos siglos más como cola del león en lugar de asumir su rol histórico, que reune favorables condiciones para convertirse en mascarón de proa de un país más parecido a lo que pregonan sus himnos, sus preámbulos y sus héroes.

Quizás sirva un robusto y firme proceso de decantación, liderado por un Estado fuerte y activo, que ponga a nuestra burguesía en autos del desafío de la hora: incluir, apoyar y monitorear a los granos que se anoten, y separarlos de la paja improductiva.

Hasta tanto, seguiremos sintiendo en nuestras espaldas el calor arrebatador y las llamas del Infierno.


martes, 15 de abril de 2014

Infierno y pensamiento


Los hombres temen al pensamiento más que a cualquier otra cosa en la tierra —más que a la ruina, incluso más que a la muerte—. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible; el pensamiento es despiadado con el privilegio, las instituciones establecidas y los hábitos confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad, despreocupado de la acreditada sabiduría de las edades. 

El pensamiento escudriña el abismo del infierno y no teme. Ve al hombre, esa débil partícula, rodeado por insondables profundidades de silencio; sin embargo procede arrogante, tan impertérrito como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, y veloz, y libre, la luz del mundo, y la principal gloria del hombre.

Pero para que el pensamiento llegue a ser posesión de muchos, no privilegio de unos pocos, debemos eliminar el temor. Es el temor lo que contiene a los hombres —el temor de que sus acendradas creencias resulten engañosas, el temor de que las instituciones por las que viven resulten dañinas, el temor de que ellos mismos resulten menos dignos de respeto de lo que habían supuesto que eran. 

"Debe el trabajador pensar libremente acerca de la propiedad? Entonces, qué nos ocurriría a nosotros, los ricos?
Deben los jóvenes, hombres y mujeres, pensar libremente acerca del sexo? Entonces, qué ocurrirá con la moralidad?
Deben los soldados pensar libremente acerca de la guerra? Entonces, qué ocurrirá con la disciplina militar?
Basta de pensamiento! Retornemos a las sombras del prejuicio, para que no corran peligro la propiedad, la moral y la guerra! 
Es mejor que los hombres sean estúpidos, lerdos y tiránicos, y no que su pensamiento sea libre. En efecto, si su pensamiento fuera libre, podrían no pensar como nosotros.
Y este desastre debe evitarse a toda costa.” 

Así argumentan los oponentes del pensamiento en las profundidades inconscientes de su alma. Y así actúan en sus iglesias, sus escuelas y sus universidades
Principios de Reconstrucción Social, Bertrand Russell


Foto: Las puertas del infierno, o El hombre pensando que abre las puertas del infierno, Auguste Rodin