sábado, 16 de enero de 2016

FDR, ese viejo lobo peronista



Podría el primer populista norteamericano hablarle al peronismo del 2016?

Sinn dudas podría, con las debidas reservas.

En marzo de 1941 Franklin D. Roosevelt dirigió unas palabras a su país en las que explicó el ingreso de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Nuestra derrota electoral del pasado noviembre, sumada a los medios y fines desplegados por el neoliberalismo macrista en el gobierno en estos primeros 30 días configuran un escenario que, con múltiples grises, ponen al peronismo en una situación análoga.

Enfrente una fuerza que asume consensos y derechos que no poseé. De este lado la posibilidad de una diáspora y una balcanización alimentadas por el propio adversario. La que sigue es una adaptación libre y arbitraria de aquel discurso, esta vez a los peronistas.

Recuerdo hace muchos años cuando recibíamos duras críticas de nuestros adversarios, diciendo que éramos desunidos; que nos interesaba más la tranquilidad y el status quo que la preservación de nuestra soberanía y nuestra equidad.
Antes de que este gobierno asumiera, estaba más preocupado por el futuro que la mayoría de la gente. No obstante los registros me demuestras que no estaba lo suficientemente preocupado.  
Sin embargo eso es agua sobre la represa. No demoremos mucho revisando el pasado, reparándolo o persiguiendo a los responsables. Nuestra historia no cambiará en base a voluntarismos. Nosotros, los peronistas, volveremos a escribir la historia a partir de hoy.
Y la novedad es que le estamos diciendo a nuestro Pueblo que nuestro movimiento, testigo de las amenazas y peligros a los que es expuesto por la oligarquía, ha decidido entrar en acción. 
Sabíamos que la inoperancia y la tibieza aliancista era pésima. Pero este neoliberalismo macrista es mucho peor.
El PRO no pretende modificaciones y mejoras que nos acerquen al desarrollo. Buscan abiertamente la destrucción de nuestra estructura productiva industrial en todo el país, buscan la sumisión de los trabajadores a un régimen en el que el ser humano, dominado por una élite aristocrática, es tratado como un engranaje más en su sistema de explotación.
Ellos y sus seguidores fanatizados pueden llamar a esto el Cambio. Pero no es Cambio. Porque el cambio supondría sentar las bases de un sistema en el cual los seres humanos deseen vivir por el resto de sus vidas. Nuestro pueblo nunca aceptará de manera permanente un sistema basado en el engaño y cuyo fin inconfesable es un nuevo tipo de esclavitud, en la que los nuevos grilletes son los medios de comunicación.
Esta tiranía moderna necesita eliminar cualquier vestigio de soberanía  y autoestima popular. No hemos sabido identificar a tiempo este propósito. Ahora sí. El proceso de eliminación y bastardización de los logros de 12 años debe y va a ser detenido por nuestra sociedad.
Los enemigos del peronismo erraron el cálculo. Se equivocaron por una simple razón: pensaban que el peronismo no iba a ajustarse a una realidad de confrontación abierta como la que nos proponen.
Creían que el peronismo, por su profundo respeto por los valores democráticos, nunca osaría enfrentarlos.
Que la democracia, en pos de mantener la paz, no se movilizaría en defensa propia.
Pronto tendrán claro que el peronismo seguirá siendo peronismo y la democracia seguirá siendo democracia, y sin embargo pondrá a quienes pretenden subyugarla en su lugar.
Algunos círculos de afiebrados del PRO instalaron la voluntariosa profecía de que la conquista de nuestro partido era un trabajo interno, no por destrucción electoral sino por confusión, desunión, desintegración moral y finalmente cooptación pasiva.
Los que lo creyeron nunca nos entendieron. El peronismo no es un movimiento que pueda ser confundido por los derrotistas, los amenazadores y los fabricantes ocultos del pánico. Es un partido en el que los problemas se hablan abiertamente, y cualquiera puede oírnos.
Nos hemos dedicado a un gran debate que no se limita a las unidades básicas. Ese debate está en diarios, en medios y en cada rincón del país. Es nuestro pueblo el que nos dio mandato.
Podemos haber tardado, pero una vez que la voz de nuestro pueblo se ha proclamado, estamos todos unidos en su defensa. Y el país que nos mira no tiene por qué dudar.
Nuestra decision es el fin del sometimiento de nuestro país. No negociaremos con estas élites. No habrá compromiso con quienes vinieron a llevarse puesto lo que tanto nos costó.
La urgencia es ahora.

Podemos hacerlo con rapidez y eficacia si nos mantenemos unidos. No tenemos ni tendremos la falsa unidad de los que son sometidos a amenazas o intencionalmente engañados por la propaganda. La nuestra es una unidad sólo posible entre hombres y mujeres libres y soberanos que reconocemos la realidad con inteligencia y coraje.
Nuestro esfuerzo, finalmente, no es parcial. Es un esfuerzo conjunto que nos garantizará bienestar general.

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