A riesgo de asimilarnos a Chauncey Gardiner, el inefable “jardinero” de
la novela de Jerzy Kosinski, es pertinente elegir la metáfora botánica. Lo
hemos hecho antes, pero según Mirtha el público se renueva.
Crear condiciones de desarrollo aceptables y sustentables para un país
semi-industrializado como el nuestro es una tarea muy parecida a la de un buen
jardinero.
Nuestra producción, nuestras especies, son inicialmente brotes vulnerables
e indefensos. Necesitamos defenderlos y esta es una tarea activa, deliberada y
en lo posible, planificada. Aquí aparecen las primeras disidencias con las
teorías ortodoxas, que desde otras geografías y otras historias omiten toda
dependencia de su presente con su pasado y nos proponen como solución mágica
que hagamos lo mismo que ellos hacen ahora, soslayando (inocentemente?) lo que
ellos hicieron antes. Ilógico.
Nuestros brotes, nuestros primeros y frágiles plantines requieren algunas
condiciones que nadie discutiría en un vivero: por ejemplo disminuir la
agresividad exógena que representan las inclemencias meteorológicas; pero
también minimizar la agresividad endógena que representan especies existentes
en el entorno, ya desarrolladas, que compiten por los mismos recursos que
nuestras especies objetivo: es improbable que una especie incipiente subsista
si tiene, desde su partida, que competir con arbustos y malezas expertos en
obtener recursos.
Así, podría decirse que la creación de un invernadero, un vivero
cubierto, que permita la entrada de grandes dosis de luz pero no el sol directo
que podría quemar plantines jóvenes, que sea una barrera resistente a los
eventuales vientos y tormentas que podrían ocurrir al exterior de sus membranas,
que genere condiciones de ventilación, humedad y temperatura óptimas para el círculo
virtuoso de la fotosíntesis.
Este invernadero es, en nuestra sencilla metáfora, la infraestructura
provista por las reglas y políticas MACROeconómicas del modelo. El trabajo del
Ministro de Economía, que en rigor podría denominarse Ministro de Políticas
Macroeconómicas, es atender y promover condiciones para que ese microclima que
se creó al interior del vivero, se sostenga en el tiempo. Y, no menor, ir
leyendo los sucesos en el exterior para actuar preventivamente (correctivamente
si la lectura no fue acertada, o si el fenómeno tiene la urgencia de la catástrofe) en el
interior: si la lluvia y la humedad en el exterior se prolongan
inesperadamente, convendrá airear, “secar” el interior durante ese lapso. O al
revés.
Kicillof y su equipo, por personalizarlo, serán encargado del
mantenimiento de ese vivero. Diseñar el sistema de riego, la ventilación, la
estructura portante, las características de la membrana protectiva, etcétera.
Si se presta atención, no hemos hablado sobre tareas específicas sobre los
productos (plantas, plantines, germinaciones) de nuestro vivero. Si sólo atendiéramos
a la creación y construcción del invernadero propiamente dicho, dejando que en
su interior la producción ocurriera de manera autónoma y descontrolada, lo más
probable es que nuestra sorpresa y decepción fuera instantánea en cualquier
visita posterior: especies inútiles y probablemente viciadas, dueñas de las
mejores áreas y recursos, ausencia de especies nuevas que no pudieron
subsistir, yuyos, maleza improductiva y un largo etcétera. Lo sabemos: también es
posible crear un terreno baldío al interior de un avanzado y desarrollado
invernadero. Será porque no nos hemos preocupado por las tareas productivas
que, siendo “menores”, son esenciales y específicas.
Los jardineros y botanistas recorriendo el interior del vivero son tan (o
más) importantes que el encargado de mantenimiento de la infraestructura.
Elegir las especies sobre las que se brindarán los máximos cuidados y se
convertirán en las protagonistas de nuestra producción futura (nuestras “orquídeas”),
darles espacio y condiciones mínimas a las que surgen naturalmente y se venden
con facilidad (nuestras “vacas lecheras”), dedicarles tiempo y pensamiento a las
que no sabemos cómo se comportarán (nuestras “incógnitas”) y actuar
decididamente eliminando especies amenazantes que generen competencia ociosa
por recursos.
En la entrada anterior lo anticipábamos: no hemos emprendido después de
12 años esta tarea medular con dedicación y ahínco. Se llama MICROeconomía. Otros
le dicen política industrial (horizontal o vertical, no es momento de
rigurosidades). Debería ser llevada adelante de manera coordinada, pero con
mascarón de proa en el Ministerio de Industria.
Es imprescindible empezar esta tarea cuanto antes: nuestro pasado
alcohólico no nos permitiría pasar por una nueva frustración. Los enormes
esfuerzos que la sociedad en su conjunto ha realizado para crear y sostener con
éxito el invernadero presente no nos habilitan a sentarnos a descansar. Lo más
importante está por venir. Y no estamos preparados para una futura decepción.
No le vamos a regalar ese escenario a los enemigos de siempre.
Vale subrayarlo: no es un trabajo neutral. Nada que atemorice al
kirchnerismo, que ya tiene el cuero duro y resistente de disciplinar a los que
hace décadas hacían lo que les venía en gana. Significará disciplinar actores
que hasta el momento no han sido interpelados. Es una cancha donde el
kirchnerismo se desenvuelve con presteza.
No es menor. Está en juego el país de nuestros hijos y nietos.
Es hora de arremangarse y llenarse las manos de tierra. Y es ahora.
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