sábado, 8 de febrero de 2014

Tiburones



Apelando al ejercicio de la memoria que nos demanda ElBosnio en este post, recuerdo que todos los procesos de corte nacional y popular que se vivieron en nuestra historia tuvieron un final decididamente triste y amargo.

Otra alusión más, sólo en referencia al siglo XX: la virulencia y el salvajismo con que los poderes fácticos le respondieron al avance efectivo de gobiernos populares fue in crescendo, no sólo medido en cantidad y violencia de muertos, también en las ambiciones destructivas. 

Sirva la siguiente escala:
  • la autodenominada Revolución Libertadora de 1955 vino a por la persona, el Coronel Perón, y la convirtió en el foco de su embestida; cualquier mención de su nombre o el de Evita, sus imágenes, la icónica peronista quedó prohibida;
  • la siguiente, la Revolución Argentina, que se llevó puesto a Illia en 1966 vino a por el Gobierno y tuvo eficacia en llevárselo puesto y
  • el posterior inmediato, autodenominado Proceso de Re-Organización Nacional, amplió el rango y vino a destruir el Estado (el lector inquieto puede averiguar en qué Organización Nacional se referencia un grupo de criminales que se bautiza a sí mismo “Re-Organización”)

La violencia antedicha como instrumento de disciplinamiento social ejerce, como si se tratara de un infausto terremoto, ejerce réplicas que, alejadas de las botas y los tanques habituales hasta 1983, tienen gravosas consecuencias para los sectores más pobres de nuestra población.

Ahora, en forma de hiperinflación (89), caos social y saqueos (los más o menos organizados del 2001) el poder ha encontrado que el látigo que mejor ordena y somete los deseos populares de protagonizar un proceso de desarrollo inclusivo es el económico.

Los poderes fácticos tradicionales argentinos, conscientes de que perdieron control definitivo del joystick político-económico el 28 de noviembre de 2005, glorioso día en que Néstor Kirchner echó del gobierno al Pálido Lavagna, buscan con fruición desde entonces la fisura, el poro o la grieta que les permita filtrarse para detener el proceso vigente y clavar una estaca que habilite hacerlo estallar por los aires.

Lo hacen aún a pesar de las enormes desconfianzas que despierta en la población la recursiva y monótona receta que proponen: afortunadamente no se requiere de quienes dubitativamente los escuchan más que el esfuerzo de averiguar qué está pasando en Grecia o España o, si se le niega el acceso a información extranjera, recordar nuestro nefasto 2001. Sus oportunidades de quiebre han sido muchas más en cantidad y calidad como efecto de las enormes falibilidades y la fragilidad estructural que ofrece el Kirchnerismo.

Avisamos que no son gente con muchos escrúpulos. Fusilaron. Torturaron. Se cargaron 30 mil desaparecidos. No se les estrujó el alma con la Barbarita tucumana televisada que lloraba de hambre. Ni mucho menos con el chino saqueado en un super de Ciudadela. La lista sigue.

Toda esta larga y pesada introducción para decir algo que Gerardo Fernández insinúa en este post: desde el punto de vista político a nuestro país se le abren dos escenarios potenciales de resolución de la actual coyuntura con características antagónicas y enormemente significativas:
  • Una cosa es un 10 de diciembre de 2015 caluroso y excitante en el que, tras “sencilla pero emotiva ceremonia” Cristina Fernández le entrega bastón y banda a un sucesor institucional, sin importar si este es propio, cercano, lejano o adversario;
  • Otra bien distinta es el caos institucional y la sucesión anticipada


El primer escenario es el sello lacrado que valida y fragua como cemento los derechos recuperados y los creados. 

Los poderes fácticos van por el último. Creen que los habilita a declarar esta década un fracaso tout court, deconstruir selectivamente cada uno de los derechos en los que se ha avanzado, pero fundamentalmente volver a imponer disciplina social y ajuste mediante su regresivo plan económico

Los tiburones están excitados. Creén haber olfateado sangre. Se los nota inflamados, enardecidos. Desde las opiniones desatadas del presidente de la Sociedad Rural hasta en detalles como el tenor de comentarios intempestivos en foros de lectores y opinadores. Podrían tener una mala noticia.  

Es lo que se juega en estas horas. 

Conjurada la corrida cambiaria contra el peso en los últimos días, la batalla por el control se traslada al frente precios: cada precio irrazonable, cada exceso, cada convalidación de la locura que se alienta desde los medios opositores nos pone más cerca de una escalada hiperinflacionaria.

Por estas horas los mejores soldados del kirchnerismo son esas señoras que, carrito en mano, le dicen “quedateló” al gallego que les ofrece el cuartirolo de siempre con 40% de aumento; los maestros de obra, los plomeros, los carpinteros que en lugar de comprarle sus insumos al repuestero habitual a precios marcianos, desensillan hasta que aclare, postergan decisiones de compra, esperan pacientemente a que las cosas se calmen, desinflan expectativas, compran lo imprescindible y transmiten esa actitud hacia arriba en la cadena de valor de sus proveedores.

Porque quizás es el momento de recordar que, pareciendo una entelequia, la mecha de un proceso hiperinflacionario que haga explotar nuestra economía es una reunión o telefonazos cruzados entre no más de 10, 15 personas. Alfonsín podría dar cuenta de ello. Esto dicho también debe aclararse que hablamos sólo de la mecha: una hiperinflación también necesita un consenso social de desconfianza y caída de la credibilidad en el timón político económico que estos personajes saben que no existe desde hace una década.


En este contexto ciertamente antes que una patética campaña oficialista de poster de jetones en la vía pública (más propia de Goebbels que de La Cámpora) preferiríamos un Secretario de Comercio que nos aburra por una presencia masiva y repetitiva en medios de comunicación, mientras su equipo de trabajo le va pasando información rigurosa y robusta que ponga en evidencia las innumerables jetoneadas que los señores del poster ponen en marcha en distintos puntos de la geografía nacional. 

Ya lo hemos dicho, si de algo adolescen los gobiernos de CFK, lamentablemente, es de táctica. 
Por suerte los tiburones no están a la altura. 



4 comentarios:

Anónimo dijo...

"... una patética campaña oficialista de poster de jetones en la vía pública (más propia de Goebbels que de La Cámpora)..." El Reichsminister für Volksaufklärung und Propaganda Paul Joseph Goebbels en su vida hizo pegar poster de jetones en la vía pública. No hay paralelismo posible de ningún gobierno argentino (aunque corresponde hablar de régimen político, en realidad) pasado, presente o futuro con el Nazismo, el Fascismo u otro ismo.

Rodrigo dijo...

Anónimo, me parece que la comparación de Contradicto está en función de decir algo bastante sencillo: lo que hicieron los de la Cámpora pegando afiches es muy pelotudo. No se está banalizando el nazismo ni el fascismo: para eso existe Carrió y Quintín.

santix dijo...

No puedo creer que aun no se entienda el problema.
A mi no me interesa si el gerente de Cencosud se llama Minguito Tinguitella.
Lo que si me interesa es la tasa de ganancia del que aumenta sus precios para mantener o elevar su margen con la excusa de los aumentos de salarios.
Como el ejemplo de Molinos en tu post "Olala Estado".

No sirve tener paritarias altas si los dejamos ir a precios.
Esa es la rueda donde perdemos todos.
Sobre todo los que tienen sindicatos debiles y los informales.
Las empresas tienen que reducir ganancias si no, nunca se recuperara el salario sin inflacion + perdida de competitividad + devaluacion en circulo vicioso.
Ese escrache hay que hacer. Ganan porcentajes soñados en cualquier lugar del mundo y no deben aumentar para seguir ganando suficientemente bien.

Tilo, 72 años dijo...

Estoy en un todo de acuerdo con Santix. Jamás los medios hegemónicos gritones de mentiras de la mañana a la noche han dicho una sola palabra con respecto a CUÁNTO PESA EN LA "INFLACIÓN GALOPANTE" las verdaderas ganancias de las cadenas de grandes supermercados ó las de los productores hiperconcentrados de productos de consumo masivo.
Resulta que para que una explotación sea "competitiva", lo primero que se coloca en la mira es el costo laboral. ¿Y el porcentaje transparentado de utilidades? Si se superan determinados márgenes de prudencia, ¿no generan INFLACIÓN?

Mentirosos, traicioneros, enemigos de la nación: Ésa es la facción que pide a gritos el fin de este gobierno.

Saludos