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Edelmiro Correa Falcón calculaba que allí hubo aproximadamente 120
fusilamientos. El comisario Isidro Guadarrama nos dice que en total habrán sido
entre 140 y 150, pero toma la cifra de Correa Falcón como muy seria. Este
último nos manifestó que fue el capitán Campos quien con su sangre fría logró
que a ningún soldado se le aflojaran las piernas y el comisario Guadarrama tuvo
palabras de sincera objetividad al recordar cómo el subteniente Frugoni Miranda
demostró su presencia de ánimo manejando el revólver para despachar chilenos. “Les daba en la cabeza —nos dice— con una tranquilidad realmente
pasmosa”.
Vayamos a las declaraciones del soldado de caballería Octavio Ramón
Vallejos, del escuadrón de Viñas Ibarra, tomadas por el Centro Permanente de Historia
de González Chávez, con respecto a la noche del 7 de diciembre de 1921, en la
estancia “La Anita” de los Menéndez Behety:
“Esa noche se fusilaron
varios de los obreros calificados de dirigentes. A mí me tocó tirar en éste y
otros pelotones de fusilamiento. Por lo general a los obreros los poníamos en
fila codo a codo frente a una zanja, algunos caían dentro, otros quedaban
arriba en el borde o colgando mitad dentro y mitad fuera. Nunca los
enterrábamos.”
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Si los huelguistas se permitían ser valientes no menos valentía iban
a demostrar los de uniforme. No era aquí cuestión de aflojar. La muerte de
Pablo Schulz y del alemán Otto son una demostración de cómo el ser humano puede
enfrentar el destino con serenidad y estoicismo. Nos relató Walter Knoll que en
el momento en que se lo llevaban Otto le gritó con un dejo de nostalgia: “Grüsse an die alte Heimat!” (“recuerdos para la vieja Patria”),
como quien se da cuenta de que ya no podrá volver a ver su paisaje, el paisaje
que lo vio niño. Contamos también con el relato del propio soldado asistente
del capitán Viñas Ibarra, cuya declaración fue tomada por el Centro Permanente
de Historia de González Chávez: se trata de don Juan Faure (L.E. 1.325.301),
uno de los afiliados más antiguos del Sindicato de Trabajadores Rurales y
Estibadores de Adolfo González Chávez, que hizo el servicio militar en el 10 de
Caballería. Dice así:
“Estuve en el encuentro de
la estancia “La Anita” donde realicé el primer fusilamiento de dirigentes que
tuve que efectuar con otros cinco soldados. Los detenidos, que estaban
concentrados después de la rendición, sentados en el suelo eran clasificados
por los estancieros de la zona, permitiéndoseles retirarse en libertad a los
que éstos reconocían como peones de buena conducta de sus establecimientos y
fusilándose a los que poseían antecedentes o eran inculpados de cabecillas o de
hechos delictivos. El fusilamiento que me tocó efectuar se ejecutó en “La
Anita” en un grupo de siete prisioneros. Dos de ellos de origen alemán, pidieron
permiso al subteniente para abrazarse antes de morir pues dijeron ser viejos
compañeros de aventuras y que con la muerte no pagarían todo lo que habían
hecho juntos. El disparo que le efectué a este alemán lo hirió en el costado
del pecho, por lo que abriéndose la camisa y señalándose el corazón dijo:
“pegúeme otro tiro pronto así me matan enseguida”. Pero el subteniente —Frugoni Miranda: Faure lo
menciona en otro aspecto de su declaración— le dijo: “hacelo sufrir
un rato para que pague lo que hizo”. Al dispararle por segunda vez, cayó
muerto. Detrás de la fila de los soldados que efectuaron la ejecución había
otros apuntándolos con carabinas con orden de hacer fuego sobre el que se
negara a tirar sobre los condenados. Los cadáveres se les dio órdenes de
sepultarlos en una fosa pero por no cavarla los soldados desobedecieron la
orden y los quemaron empapándolos con querosene, motivo por el cual fueron
arrestados por sus superiores. Con respecto a los cadáveres de los fusilados,
los soldados antes de quemarlos o enterrarlos, les registraban los bolsillos
apropiándose así de cierta cantidad de dinero en moneda chilena.”
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Extraño. A todos aquellos argentinos acostumbrados a tener fe en sus
instituciones les debe costar creer que las tropas hayan cometido todo esto.
Robar a los cadáveres de obreros fusilados por huelguistas. Sacarle los pesitos
ganados arreando ovejas, todo el día montados a caballo con callos en el culo,
aguantándose el frío y la nieve, sin mujer, sin cariños, sin hijos, sin libros,
sin escuelas. Siempre con esa sonrisa sometida, torpe, huidiza, del peón
chileno. Gente de piel con el color de los que no se lavan nunca. Gente sin
nombre, de la mirada vidriosa, aguantadores, como si la carne de capón se les
hubiera reencarnado en esos rostros sin vida, en esos cuerpos sin belleza, en
esas ropas puestas solamente para tapar la vergüenza, pero no para defenderse
del frío. Chilenos. O ni siquiera eso. Chilotes, nada más que chilotes.
Y a ésos, en el momento en que estaban boqueando después del
fusilamiento, como cuzcos refregándose contra el suelo, ahí nomás les metían la
mano en el bolsillo. Un acto impúdico, obsceno.
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Pero volvamos a Jaramillo y a “Facón Grande”. Otro testimonio fundamental
que da por tierra con lo sostenido por Varela en su parte militar es el del
señor Pedro A. Cittanti, antiguo vecino de Puerto Deseado, que a la edad de 18
años le tocó ser testigo de todo lo desarrollado en Tehuelches, Jaramillo y
Deseado. Concurrimos a la casa del señor Cittanti en compañía del secretario de
Cultura de la Municipalidad de Puerto Deseado, señor Ricardo Roberts. Su
testimonio es el siguiente:
“En diciembre de 1921,
tenía yo 18 años y era empleado de la Sociedad Anónima Importadora y
Exportadora de la Patagonia, denominada “La Anónima”. Ellos eran agentes de la
Ford. Cuando llegó Varela con el 10 de Caballería se nos ordenó en la empresa
que preparáramos varios coches para cargarlos al ferrocarril. Estuvimos
trabajando en ello hasta medianoche. A la madrugada salimos con el tren rumbo a
Jaramillo llevando los coches y la tropa. En Jaramillo se mandaron los coches
abajo. Ahí Varela recibió todas las informaciones sobre los huelguistas de la señorita
Minucci —luego
señora de Gamarra— que se comportó como una verdadera heroína.
(…) Ya allí quedó todo tranquilo porque después se hizo el arreglo entre Varela
y “Facón Grande” en el que tuvo participación Mesa, gerente de “La Anónima” en
Pico Truncado, que salió como especie de garantía del convenio. Prácticamente
Mesa fue quien influyó para que Font y su gente se entregaran. Font llegó a Jaramillo
y no lo fusilaron de inmediato. Estuvo allí moviéndose en la estación, hay
fotografías de él en esos momentos en que se ven las casas de Jaramillo tal
cual están ahora. Allí lo dejaron, en la estación. Hasta que se dijo: “¡Vamos!
¡Vamos!”. Nosotros nos pusimos en marcha y vimos cómo subieron a 18 huelguistas
que los llevaban en vehículos detrás de nosotros. Salimos de Jaramillo y en
determinado momento, después de algunos minutos, ellos se desviaron. Nosotros
paramos y al rato sentimos descargas de fusilería. Allí estaba “Facón Grande” y
ese muchacho Romero cuyo padre era peluquero en Deseado. Después de la descarga
vimos a dos correr subiendo la lomada, pero a los metros les hicieron una
segunda descarga y quedaron allí. El entierro de esa gente no se hizo, quedaron
allí, en el campo de Cimadevilla. A unos tres kilómetros de la estación de
Jaramillo. Ahora hay alambrados pero antes no los había. Yo confirmé el lugar
un año después cuando fui a visitar a Turcato en su estancia con mi padre y un hermano
mío. Nos quedamos a almorzar en el hotel de Jaramillo y un mozo del mismo nos
indicó perfectamente el lugar. Nos llegamos hasta allí y encontramos la marca
de un pozo donde habían sido enterrados, ya tapados. Era una fosa bien amplia
de unos diez metros de diámetro. Eso fue un año después, en el verano. En esa
fosa hay 18 caídos. Fue muy desagradable para nosotros, desde el momento en que
oímos las descargas y vimos correr a esos dos y luego caer; tratamos de
separarnos y no hablar y cuando llegamos a Deseado nos abrimos de la tropa. Lo
que afirma el teniente coronel Varela en su parte de guerra que “Facón Grande”
fue muerto en el combate de Tehuelches es un disparate.”
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Los que preceden son extractos del libro de Osvaldo Bayer “LaPatagonia Rebelde”. Un libro meticuloso y profundo en el que su autor desgrana
el salvajismo y la violencia de la represión contra los huelguistas rurales
patagónicos. Los párrafos elegidos son trazos unidos por el factor común
Estancia La Anita.
Estancia La Anita. El punto cuspidal de esa violencia estatal son
los fusilamientos realizados en Estancia La Anita. Por dos razones: están entre
los primeros en orden cronológico y son los más numerosos. El motivo radicaba
en enviarle un mensaje a los huelguistas: que no esperaran misericordia. No
sólo era el mensaje de los milicos. En esencia era el mensaje de los Patrones.
Los Patrones. Estancia La Anita pertenecía a Menéndez Behety. En
rigor Braun Menéndez Behety, que habían establecido en Estancia La Anita la
capital de un imperio sin fronteras y sin ley, asentado a caballo de Chile y
Argentina, en el extremo sur de la Patagonia. La Patagonia de los Braun
Menéndez.
Allí la ley y las reglas eran las palabras de Mauricio Elías Braun Hamburger (el hombre que premiaba a los paisanos con una libra esterlina por cabeza de yamán o tehuelche que le trajeran a su estancia) y los estados argentino y chileno sólo hacía su
aparición cuando él los necesitaba, usualmente en forma de ejército o
gendarmería, para imponer su voluntad con las armas.
La herramienta operativa de este imperio era la Sociedad Anónima
Importadora y Exportadora de la Patagonia, que con semejante nombre pronto se
popularizó como la “Anónima”, nombre que llega hasta nuestros días edulcorados,
y blanqueado como Supermercados La Anónima. Quizás le suene.
Hay una línea genealógica directa entre Elías Braun, fundador del
imperio, Mauricio Braun Hamburger, protagonista de los sangrientos sucesos
patagónicos, Oscar Braun y Miguel Braun secretario de comercio del gobierno
macrista.
Hay una línea genealógica directa entre Elías Braun, fundador del
imperio, Mauricio Braun Hamburger, protagonista de los sangrientos sucesos
patagónicos, Clara Braun y Marcos Peña Braun, jefe de gabinete del gobierno
macrista.
Pero esencialmente hay una línea argumental directa e insoslayable
entre los sucesos de la Patagonia Trágica, la dictadura cívico-militar del 76
en la que otro Braun, Martín Braun Lasala ocupó una cartera como subsecretario
de precios y abastecimiento (zapatero a tus zapatos, pág 280 de "Cuentas Pendientes", el libro de Bohoslavsky y Verbitsky) y el gobierno macrista.
Es la línea del uso del Estado por parte de los verdaderos Poderosos tradicionales como herramienta de disciplinamiento social, de control
hegemónico y de beneficio económico excluyente a costa de la mayoría humilde y
trabajadora. O sea usté y yo.
5 comentarios:
por favor, que buen post, emocionante, y preocupante a la vez, quien quiera entender que entienda, los felicito y mucho mas....
Muy lógico que hablen de dejar atrás el pasado. Supermercados La Anonima: manchados de sangre.
Brillante rescate, amigo Contradicto.
Mauricio Braun Hamburger
¿Mauricio?
En lo personal, gracias desde el recuerdo de mi abuelo anarquista. Pero además el post es de primera. Gracias.
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