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martes, 19 de enero de 2010

Vacuna



Michelle, la gran Michelle, saludó ayer al triunfador del ballotage presidencial ocurrido el domingo, el dueño de LAN, Sebastián Piñera en una puesta en escena cuidada y medida. Demasiado.

La presidente, dueña de la mitad izquierda del televisor, con un elegante teléfono blanco convenientemente lustrado para la ocasión y con escenografía en alguna coqueta oficina en La Moneda, leía disimuladamente una salutación fijada detrás de cámara, lo suficientemente formal y pacata (“fome”, diría un hermano trasandino) como para dormir al más excitado seguidor del empresario presidente que todavía estuviera revoleando su banderita partidaria en el bunker de Apoquindo.

Sobre la mitad derecha de la pantalla se observaba a este nuevo Berlusca sudamericano, rozagante por la victoria, tratando de exponer el rictus que mejor combinara su íntima alegría con el saludo de la jefa espiritual de los perdedores y la mirada fisgona de millones de chilenos testigos de un cambio que más temprano que tarde estaba por darse.

Michelle deja la presidencia de Chile con niveles muy altos de popularidad. Hace cinco años todo el mundo se preguntaba cómo iba a poder gobernar esta petisa carismática, a la sombra del estadista que también dejaba el gobierno perforando cualquier techo de popularidad imaginable, haciéndole “sumbudrule” al desgaste imaginable que deberían imponer cinco años de gestión, Ricardo Lagos.

Lo cierto es que 20 años de Concertación Democrática no lograron modificar en un ápice la desbalanceada estructura social chilena heredada del pinochetismo. No podría hacerlo. La izquierda chilena está vacunada contra la utopía, contra el cambio profundo, contra las “ideologías”.

Hay lugares del mundo en los que la geografía ha sido borrada. Entrás a cualquier shopping en Buenos Aires y si no conocieras las tiendas y las marcas expuestas, si no escucharas hablar a sus transeúntes, tardarías un buen rato en confirmar que no estás en Madrid, San Pablo o Roma. Pasa lo mismo con los aeropuertos. Y hasta con los barrios privados. La política chilena se va convirtiendo en eso. Es el prototipo de la política “shopping”. Un candidato estéticamente digno, con una familia apta para protagonizar una propaganda de jabón en polvo, simpatizantes (por favor destruya de inmediato la palabra militante) con banderitas encargadas a un mayorista chino por el jefe de marketing de la campaña, pines que cuatro muchachitas bonitas, vestidas con los colores de la bandera, les abrochan en la solapa a los que ingresan esperando juegos de luces, efectos especiales y, si hubo victoria, fuegos artificiales a toda orquesta.

El trabajo más fino que han hecho los factores de poder en Sudamérica inmediatamente a posteriori de la oscura década militarizada de los 70 (en Chile duró un poco bastante más que eso) fue el de inocular el virus del sosiego y la mansedumbre en todos los sectores sociales y políticos que pudiesen representar un mínimo de peligro para sus proyectos de países satélites, abocados a la producción de bienes primarios y con control pleno sobre todo el sistema institucional de parte de dichas aristocracias.

En nuestro país, durante el alfonsinismo y la primera parte del menemismo tuvo lugar ese proceso, y el pacto de Olivos resultó su expresión más evidente: bipartidismo y gatopardismo in secula seculorum. El origen de los todos los ministros de economía posteriores a Grispun el Rebelde lo pone en evidencia. La existencia de monjes negros de la política como Nosiglia, Barrionuevo o Manzano lo confirma.

En Chile sólo era necesario cooptar a la Concertación, refugio natural de las expresiones más rebeldes que pudieron atravesar el gobierno de Pinochet sin terminar sus días en alguna cárcel secreta en el Desierto de Antofagasta. Tan masiva fue la dosis de moderación que ayer pudimos valorarla en su justa medida: una presidente de la Concertación que le devolvía las riendas del poder político a los verdaderos dueños, pletórica ella de gozo y agradecimiento. Por eso la derecha argentina los envidia. Por eso se nos lo presenta como el modelo de virtudes cívicas latinoamericano, el del deseado "diálogo y consenso".

Nosotros, por suerte, lo tenemos a Kirchner.




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miércoles, 11 de noviembre de 2009

GoodFellas


Nos llega la declaración final de la 65 Asamblea de la SIP, emitida ayer en nuestra ciudad. En 12 párrafos, 50 líneas, 668 palabras, una defensa inmaculada contra las perversiones y vicios que los gobiernos americanos ejercen contra la prensa. El largo dedo de los defensores de la prensa se posa como cada año, acusador, sobre los más malos del barrio. Observemos.

A lo largo del texto las palabras Venezuela y Chávez aparecen, en suma, 5 veces. Por supuesto en todos los casos negativamente. Se los califica como los “exportadores de la ideología” que propiciaría la creación de la figura de “delitos mediáticos” en países bajo su influencia.

A Ecuador y a El Salvador le caben 3 menciones. Estos también son muy malos ya que sus asambleas nacionales están tratando proyectos de ley de comunicación.

Como Cuba los tiene repodridos desde hace casi 50 años, sólo le dedican dos menciones, pero dejan claro que son malísimos y además, muy porfiados. La misma cantidad de menciones para nuevos malos en ascenso: Argentina, Chile, Brasil, Bolivia y Guatemala. Mucho de lo que hacen es repudiable, tuto, malo, feo.

Pero no deja de sorprender el tratamiento que la SIP le brinda en su declaración a la porción de geografía más caliente del continente: hablamos de Honduras.

Ninguna mención sobre el cierre de dos medios opositores al gobierno golpista de Micheletti; ninguna mención al estado de sitio y la restricción de libertades que implica; ninguna mención al decomiso de equipos en Radio Globo; ninguna mención de los golpes a los enviados extranjeros Ronny Sánchez y Alberto Cardona; ninguna mención a la detención y expulsión de 11 periodistas venezolanos perfectamente acreditados; ninguna mención a las amenazas de muerte al director de Radio Progreso, el sacerdote Ismael Moreno o a las detenciones ilegales, al acoso a periodistas y programas; ninguna mención a la posibilidad de intervención y suspensión directa de sitios web que operan bajo el dominio ".hn", anunciada por los golpistas.

La única mención sobre el país centroamericano es, sobre una lista meramente enumerativa que incluye otros países, las tres muertes de periodistas en el último semestre en el país.

Como ve, si quiere enterarse de la realidad de la prensa hondureña, no le pregunte a la SIP. Los miembros hondureños de la Sociedad que deberían reportar las novedades, cuentan que la están pasando bárbaro, esperando que el Acuerdo de San José nunca se efectivice y que Zelaya se quede a vivir dentro de la Embajada de Brasil.

Estos humildes cartoneros le sugieren que, si desea enterarse de detalles de lo que pasa con la prensa en Honduras, vaya a este sitio, o a este. Si le pregunta a la SIP, le van a decir “Honduras? Honduras good fellas!”





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viernes, 11 de septiembre de 2009

Palabras en La Moneda



"...Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor..."


Salvador Allende
11-IX-73 9.08AM