Según lo trascendido ayer, las reservas del BCRA se valúan en más de 50.000 millones de dólares.
En el momento en que se creó por DNU el "Fondo del Bicentenario", que habilitaba al Tesoro a tomar prestadas reservas para pagar deuda, estaban en alrededor de 46.000 millones de dólares.
Digamos de paso que el decreto que creaba el Fobic no fue avalado por las Cámaras legislativas por tanto perdió vigencia, una vez que ya había sido derogado por otro decreto, en lo que es un hecho inédito en la historia de la humanidad, probablemente),
El argumento que intentaba instalar la idea de que el Ejecutivo estaba decidiendo arbitrariamente comerse un stock (las reservas del BCRA) por no querer moderar el crecimiento del gasto por un lado, y por querer seguir evitando, por otro, tomar decisiones que le permitieran tomar deuda en el mercado financiero, queda más nulo que el "Fobic".
Mientras tanto los decretos que autorizan la creación de sendas cuentas con reservas para pagar vencimientos de deuda durante 2010 esperan tratamiento en el Congreso. Se pone arduo el debate para quienes planeen voltearlos, teniendo en cuenta que no podrán alegar que por esta vía se autoriza que el BCRA se queda sin reservas.
Por ahí sale el rechazo una vez que estén autorizados todos los pagos, e incluso canceladas las Letras del Tesoro.
En 2009, Argentina decidió constituir un Congreso testimonial. No está tan mal el experimento, a juzgar por los resultados.
viernes, 16 de julio de 2010
martes, 13 de julio de 2010
Facultades delegadas II
Decíamos que las facultades delegadas que vencen este año (que vuelven a vencer) son de una cantidad indescifrable a simple examen.
Nos estamos refiriendo a delegaciones que específicamente el órgano legislador incluyó en el articulado de distintas leyes desde 1853 hasta 1994. Esas delegaciones de facultades que el poder legislativo fue haciendo en favor del ejecutivo, con fines prácticos, se supone que comprenden cerca de 1900 leyes (muchísimas de las cuales, tal vez, ya no están vigentes). Con la reforma de la Constitución del 94 se extendió un plazo de 5 años (hasta 1999) para que el poder legislativo formara una comisión que se encargar de revisar esa legislación para definir qué hacer en cada caso.
Por supuesto, la faraónica faena nunca fue realizada (digamos que hubo otras prioridades de qué ocuparse), y la delegación de facultades se fue prolongando periódicamente hasta llegar a la actualidad. El año pasado se prorrogó la delegación, solamente por un año.
No accedí a noticias que indiquen que se haya estado trabajando en la dilucidación del alcance de las facultades (y por ley transitiva en el significado y consecuencias de rescindir la delegación). Por lo cual, hacerlo “en seco” sería cuanto menos irresponsable.
La otra posibilidad sería que se excluyera del paquete la delegación de fijar las alícuotas de impuestos aduaneros, que es la más conflictiva políticamente en la coyuntura actual. Esta sola decisión exigiría un trámite sumarísimo en el Congreso para fijar nuevas alícuotas, tanto para la exportación de todos los productos, como para la importación (lo cual exigiría una revisión acorde al Nomenclador común del Mercosur).
Suponemos también que nadie estará demasiado interesado en tal titánica tarea, siendo que el casi único punto de conflicto (por ahora) son las retenciones a la soja, el trigo, el maíz y el girasol (aunque digamos que cualquier cambio que se quisiera disponer a futuro, debería pasar por el Congreso -ambas cámaras-, con lo anti expeditivo que ello resultaría, y con lo sensible a las demoras que es la eficiencia en estos casos).
Ya hablamos muchas veces de la inverosímil idea de que paguen 0. En términos aduaneros, el 0 no existe.
Pero el punto principal está dado en el efecto que tendría la eliminación o baja abrupta de retenciones a la exportación de estos productos en términos “reales”.
Siempre sostuvimos desde acá que, más allá de la infinidad de volteretas verbales que se le dio al tema, las retenciones son un gravamen que pesa sobre toda la cadena, que incluye producción y comercialización del sector primario (y algunas manufacturas de procesamiento mínimo).
Lo paga el exportador. Y se lo traslada, como es de suponer, al eslabón inmediatamente más débil de la cadena, el productor, que recibe un precio bastante más bajo al precio que cobra el exportador.
Sin embargo, al actuar el gravamen como un desincentivo a la producción (porque los precios de venta son más bajos) los exportadores obtienen menos producto para comercializar, lo cual hace que merme su fuente de plusvalía (es posible que cuenten con la posibilidad de ampliar sus márgenes en detrimento del productor, pero con límites y no sin riesgo de profundizar la situación en contra de sus propios intereses).
Los productores, si bien se ven perjudicados porque el gravamen pesa sobre ellos, ya que obtienen menor precio por el producto que venden, se ven resarcidos en parte por un menor valor en la renta de la tierra.
Por ello, es que son, casi en su totalidad, los propietarios de tierras los que realmente absorben el gravamen conocido como retenciones.
Si este razonamiento no falla, la conclusión sería evidente: la eliminación de las retenciones se trasladaría casi totalmente al precio del arrendamiento.
Por lo cual, los márgenes de los productores no verían mejoras sustanciales (salvo aquellos que siendo productores son también propietarios).
Y quedarían un par de cosas por ver. Como se sabe, los productos primarios son insumos de los cuales se obtiene manufacturas. La suba de su precio en el mercado interno, derivaría instantáneamente en la modificación de la estructura de costos de esas industrias que hoy trabajan con diferencial de retención. Traducción: incentivo para la exportación de la materia prima sin procesar (y para importar el producto manufacturado que se consuma en el mercado interno).
Por otro lado, si el objetivo de mejorar el margen al productor se lograra, probablemente se profundizaría la de por sí fuerte tendencia a la concentración de la producción. Los pooles de siembra estarían, como siempre, en condiciones de pagar más quintales por hectárea de arrendamiento que los que pagan los productores más chicos. A mayor margen (si lo hubiera) menos posibilidades de supervivencia para el menos eficiente.
Todo esto sin contar las incapacidades (tal vez congénitas) de alcanzar acuerdos amplios en términos positivos (para rechazar “lo que está mal”, es mucho más fácil ponerse de acuerdo).
Así que ya lo dijo el pulpo Paul: “las facultades delegadas en general quedan como están; y las retenciones de los cuatro productos, muy probablemente también”.
Nos estamos refiriendo a delegaciones que específicamente el órgano legislador incluyó en el articulado de distintas leyes desde 1853 hasta 1994. Esas delegaciones de facultades que el poder legislativo fue haciendo en favor del ejecutivo, con fines prácticos, se supone que comprenden cerca de 1900 leyes (muchísimas de las cuales, tal vez, ya no están vigentes). Con la reforma de la Constitución del 94 se extendió un plazo de 5 años (hasta 1999) para que el poder legislativo formara una comisión que se encargar de revisar esa legislación para definir qué hacer en cada caso.
Por supuesto, la faraónica faena nunca fue realizada (digamos que hubo otras prioridades de qué ocuparse), y la delegación de facultades se fue prolongando periódicamente hasta llegar a la actualidad. El año pasado se prorrogó la delegación, solamente por un año.
No accedí a noticias que indiquen que se haya estado trabajando en la dilucidación del alcance de las facultades (y por ley transitiva en el significado y consecuencias de rescindir la delegación). Por lo cual, hacerlo “en seco” sería cuanto menos irresponsable.
La otra posibilidad sería que se excluyera del paquete la delegación de fijar las alícuotas de impuestos aduaneros, que es la más conflictiva políticamente en la coyuntura actual. Esta sola decisión exigiría un trámite sumarísimo en el Congreso para fijar nuevas alícuotas, tanto para la exportación de todos los productos, como para la importación (lo cual exigiría una revisión acorde al Nomenclador común del Mercosur).
Suponemos también que nadie estará demasiado interesado en tal titánica tarea, siendo que el casi único punto de conflicto (por ahora) son las retenciones a la soja, el trigo, el maíz y el girasol (aunque digamos que cualquier cambio que se quisiera disponer a futuro, debería pasar por el Congreso -ambas cámaras-, con lo anti expeditivo que ello resultaría, y con lo sensible a las demoras que es la eficiencia en estos casos).
Ya hablamos muchas veces de la inverosímil idea de que paguen 0. En términos aduaneros, el 0 no existe.
Pero el punto principal está dado en el efecto que tendría la eliminación o baja abrupta de retenciones a la exportación de estos productos en términos “reales”.
Siempre sostuvimos desde acá que, más allá de la infinidad de volteretas verbales que se le dio al tema, las retenciones son un gravamen que pesa sobre toda la cadena, que incluye producción y comercialización del sector primario (y algunas manufacturas de procesamiento mínimo).
Lo paga el exportador. Y se lo traslada, como es de suponer, al eslabón inmediatamente más débil de la cadena, el productor, que recibe un precio bastante más bajo al precio que cobra el exportador.
Sin embargo, al actuar el gravamen como un desincentivo a la producción (porque los precios de venta son más bajos) los exportadores obtienen menos producto para comercializar, lo cual hace que merme su fuente de plusvalía (es posible que cuenten con la posibilidad de ampliar sus márgenes en detrimento del productor, pero con límites y no sin riesgo de profundizar la situación en contra de sus propios intereses).
Los productores, si bien se ven perjudicados porque el gravamen pesa sobre ellos, ya que obtienen menor precio por el producto que venden, se ven resarcidos en parte por un menor valor en la renta de la tierra.
Por ello, es que son, casi en su totalidad, los propietarios de tierras los que realmente absorben el gravamen conocido como retenciones.
Si este razonamiento no falla, la conclusión sería evidente: la eliminación de las retenciones se trasladaría casi totalmente al precio del arrendamiento.
Por lo cual, los márgenes de los productores no verían mejoras sustanciales (salvo aquellos que siendo productores son también propietarios).
Y quedarían un par de cosas por ver. Como se sabe, los productos primarios son insumos de los cuales se obtiene manufacturas. La suba de su precio en el mercado interno, derivaría instantáneamente en la modificación de la estructura de costos de esas industrias que hoy trabajan con diferencial de retención. Traducción: incentivo para la exportación de la materia prima sin procesar (y para importar el producto manufacturado que se consuma en el mercado interno).
Por otro lado, si el objetivo de mejorar el margen al productor se lograra, probablemente se profundizaría la de por sí fuerte tendencia a la concentración de la producción. Los pooles de siembra estarían, como siempre, en condiciones de pagar más quintales por hectárea de arrendamiento que los que pagan los productores más chicos. A mayor margen (si lo hubiera) menos posibilidades de supervivencia para el menos eficiente.
Todo esto sin contar las incapacidades (tal vez congénitas) de alcanzar acuerdos amplios en términos positivos (para rechazar “lo que está mal”, es mucho más fácil ponerse de acuerdo).
Así que ya lo dijo el pulpo Paul: “las facultades delegadas en general quedan como están; y las retenciones de los cuatro productos, muy probablemente también”.
lunes, 12 de julio de 2010
Facultades delegadas I
La oposición legislativa (que en algún momento se autodenominó Grupo A y que consiguió proezas patrióticas tales como poner a Liliana Negre de Alonso como presidenta de la Comisión de Legislación General del Senado), continúa con un derrotero que a esta altura ya parece ser una estrategia.
Actúa en tándem con diarios como Clarín y La Nación. Estos medios instalan ante la opinión pública un tema, y los diputados y/o senadores opositores, automáticamente tratan de darle estatuto legislativo.
La cuestión que más llama la atención de este accionar totalmente legítimo hasta aquí, es que no se ha podido hasta ahora establecer un correlato entre lo que pasa en el Senado y lo que pasa en Diputados.
Así, ninguna de las extraordinarias leyes republicanas que iban a curar a la Argentina de los males que le propinó el abuso de populismo que el Gobierno había efectuado hasta aquí (con mayoría parlamentaria), consiguió superar el umbral de la media sanción.
La lista incluye: coparticipación del impuesto al cheque, modificaciones a la facultad del poder ejecutivo de vetar y sancionar DNUs, reforma del Consejo de la Magistratura, cambios en el régimen de ATN y de PAF. Se sumaría en calidad de “estrella” el mamarracho de haber “volteado” el DNU que conformaba el FOBIC, cuando éste ya estaba desautorizado por otros dos decretos que, aún vigentes, esperan que se los trate en el Congreso.
Probablemente corra la misma suerte el 82% móvil para jubilaciones.
La estrategia, parece, consistiría en “hacer jueguito para la tribuna”: poder hacer grandes declamaciones acerca de derrotas terribles que se le inflingirían al oficialismo, sin poner en riesgo la gobernabilidad.
Un teorema de Baglini adaptado, para fuerzas que todavía no saben si no les va a tocar gobernar en un futuro cercano.
En este contexto, se presenta en el horizonte próximo la necesidad de que el Congreso ratifique la delegación de facultades que viene delegando en el Poder Ejecutivo desde 1995. Y como nudo del conflicto, principalmente, la facultad de fijar alícuotas de retenciones, que de no seguir delegándose en el Ejecutivo, reasumiría el Poder Legislativo.
Un tema para tratar, antes de creer en las declamaciones exageradas, es cuáles son estas facultades delegadas. Son muchísimas; sin embargo, el énfasis se pone exclusivamente en las alícuotas de retenciones a productos agrarios. Es difícil suponer, por otra parte, que el heterogeneo grupo de legisladores que se oponen a que el Ejecutivo siga usufructuando la delegación, pueda ponerse de acuerdo en cuestiones de carácter positivo (es decir, qué hacer con las facultades cuya delegación se le niega al Ejecutivo). El riesgo de parálisis, visto desde este ángulo, es altísimo.
(continuará…)
jueves, 8 de julio de 2010
Volvió a la droga

Hacía tiempo que no se lo veía así. Aquel triunfo frente a Alemania pareció ser el punto de inflexión. Supongo que porque era el último partido amistoso previo a ese circo moderno que desde hace años le da sentido a su vida.
Desde chiquito, en Fiorito, yo creo que Diego sabía que esas batallas coliseas entre eventuales germánicos de lenguas ininteligibles y africanos libertos, entre saetas de ojos rasgados y traicioneros guaraníes de contragolpe, eran el Parnaso sobre el que el reinaría 30 días cada 4 años. En el que cada uno de sus juicios, cada declaración suya en una conferencia de prensa, descendería como un rayo fatal sobre un titán malicioso o se convertiría en aliento sagrado para el volante honesto y trabajador.
Diego volvió a su droga. A la que mejor le hace. Como en una tragedia griega rió, habló, predicó, amenazó, jugueteó, sobró, dio cátedra, simplificó, avaló, discrepó, ofendió y subió al Olimpo del éxtasis con goles más delicados que la Venus de Milo para, finalmente, enterrarse en el peor infierno del llanto cuando un guerrero albiceleste olvidó la marca de un rival troyano, oportunista y taimado.
Si no fuésemos tan afortunados de ser testigos coexistenciales de Maradona, quizás nos conformaríamos con Aquiles. O con Zeus.
Si no lo tuviésemos a Víctor Hugo para contar sus hazañas, podríamos envidiar a los testigos de Homero.
La pelota deja de rodar este domingo y nos obliga a esperar otra olimpíada. La profundidad de nuestra tristeza se mide en la misma balanza en la que supimos engordar excitación y felicidad con cada ofrenda triunfal de nuestros 23 guerreros, hace tan sólo días.
Gracias, Diego. Gracias, muchachos.
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lunes, 5 de julio de 2010
Algunas consideraciones tácticas: apuntes de fútbol.
La selección argentina quedó afuera del Mundial, y ahora todos nos sentimos con derecho a criticar lo que se hizo y lo que no.
Me siento un poco incómodo formando parte de esa caterva de críticos (impiadosos algunos, oportunistas otros).
La principal verdad, la que se come a todas las demás, es que nos callamos antes. Y hablar después, con el resultado puesto nos facilita mucho las cosas.
Asumo lo que me corresponde por hacer uso de cierto facilismo.
Pero más allá de esa consideración ética, creo que la autocrítica se nutre de análisis ex-post. Si queda vedada cualquier consideración por no haberla hecho antes, entonces no podemos decir nada de lo que ya no haya sido dicho.
En medio de ese ámbito contradictorio, entonces, marcamos un par de puntos que nos interesan.
El problema de la idea futbolística de Maradona, a mi modo de ver, no estuvo ni en la debilidad defensiva ni en el sostenimiento de un esquema con muchos delanteros (3 más Di María), tal como quieren ver algunos.
En cuanto a la defensa, ya habíamos señalado acá hace bastante, que no acordábamos mucho con la idea de jugar con cuatro centrales atrás, y que nos hubiera gustado ver marcadores de punta (sigo más adelante). Pero en lo que hace estrictamente a defender, salvo por algunos errores individuales, no hubo problemas en esa línea.
Por otro lado, la superpoblación de delanteros, o jugadores con características ofensivas, no siempre es motivo de descompensación defensiva. En este Mundial, casi todos juegan con 4 jugadores cuya tarea principal es atacar. Es la táctica “holandesa”: un enganche (o 9 retrasado, según las características del jugador que se elija para el puesto), dos wines (que también según las características de los jugadores, pueden jugar más abiertos y desbordando, o pueden hacer más diagonales, o arrancar desde un poco más atrás), y un 9 clásico.
En Holanda juegan Van Persie, Sneijder, Robben y Kuyt; en Alemania, Müller, Ozil, Podolsky y Klose.
En Argentina, los teníamos a Tevez, Messi, Di María e Higuaín.
La diferencia entre el esquema argentino y el de estas dos selecciones está un poquito más atrás. Holanda tiene a De Jong en la contención; Alemania a Khedira y Argentina a Mascherano. Pero en el caso de los equipos europeos, en las adyacencias de este 5 clásico, juega un volante con manejo de pelota de aceptable a bueno, que no se recuesta sobre ningún costado, sino que se mueve por todo el frente, que se hace dueño de la potestad de hacer la pausa, y de lateralizar, y elegir cuándo ser profundo, al tiempo que se convierte en el que primero interrumpe la generación de juego del rival, sobre todo en la salida rápida de contra. Es Schweinsteiger en Alemania y Van Bommel en Holanda (relativamente, porque la característica de enganche clásico de Sneijder hace que retroceda a jugar desde un poco más atrás, y Van Bommel se ve más liberado de ejecutar tareas de armador).
Esos 30 metros en las adyacencias de Mascherano no fueron ocupados naturalmente por nadie, ni para interrumpir el armado del contragolpe cuando se perdía la pelota en ataque, ni para tomar decisiones en el manejo de la pelota.
Una causa de esto, creo, se relaciona con la idea de Maradona de jugar sin laterales, con 4 centrales atrás. Veamos un poco: Alemania tiene a Lahm sobre la derecha, que es un lateral clásico, que pasa al ataque al vacío y por sorpresa, y que también sale a cortar juego más cerca de la línea de volantes cuando la pelota la tiene el rival y el volante por su lado no retrocede. Argentina no tuvo un jugador en ese lugar con esas caracterísicas en los últimos partidos (ni de la derecha, ni de la izquierda). Así, el volante que tenía que jugar en las adyacencias de Mascherano, se convirtió en un jugador de recorrido vertical y que jugó más abierto sobre el lateral: Maxi Rodríguez.
Pero aparte hay una causa remota en esta concepción: una idea que recorre los comentarios futbolísticos por distintas áreas. Maradona la tomó por momentos y por otros no, pero se abrazó a ella en los dos últimos partidos del Mundial. Es la idea que generó la sanción de que Riquelme es lento, frena el equipo, el tránsito en mitad de cancha tiene que ser más veloz, y por tanto ese tipo de jugadores no pueden jugar. También la sufrió Verón.
Esa idea, que desestima la pausa, que desprecia la lateralización, y que pide velocidad y profundidad continuamente es la que tiene que pagar los platos rotos de la derrota. Siga Maradona o no. Porque no hay fórmulas para ganar, y evidentemente los "lentos" no eran la causa (al menos la exclusiva) de nuestras derrotas.
Me siento un poco incómodo formando parte de esa caterva de críticos (impiadosos algunos, oportunistas otros).
La principal verdad, la que se come a todas las demás, es que nos callamos antes. Y hablar después, con el resultado puesto nos facilita mucho las cosas.
Asumo lo que me corresponde por hacer uso de cierto facilismo.
Pero más allá de esa consideración ética, creo que la autocrítica se nutre de análisis ex-post. Si queda vedada cualquier consideración por no haberla hecho antes, entonces no podemos decir nada de lo que ya no haya sido dicho.
En medio de ese ámbito contradictorio, entonces, marcamos un par de puntos que nos interesan.
El problema de la idea futbolística de Maradona, a mi modo de ver, no estuvo ni en la debilidad defensiva ni en el sostenimiento de un esquema con muchos delanteros (3 más Di María), tal como quieren ver algunos.
En cuanto a la defensa, ya habíamos señalado acá hace bastante, que no acordábamos mucho con la idea de jugar con cuatro centrales atrás, y que nos hubiera gustado ver marcadores de punta (sigo más adelante). Pero en lo que hace estrictamente a defender, salvo por algunos errores individuales, no hubo problemas en esa línea.
Por otro lado, la superpoblación de delanteros, o jugadores con características ofensivas, no siempre es motivo de descompensación defensiva. En este Mundial, casi todos juegan con 4 jugadores cuya tarea principal es atacar. Es la táctica “holandesa”: un enganche (o 9 retrasado, según las características del jugador que se elija para el puesto), dos wines (que también según las características de los jugadores, pueden jugar más abiertos y desbordando, o pueden hacer más diagonales, o arrancar desde un poco más atrás), y un 9 clásico.
En Holanda juegan Van Persie, Sneijder, Robben y Kuyt; en Alemania, Müller, Ozil, Podolsky y Klose.
En Argentina, los teníamos a Tevez, Messi, Di María e Higuaín.
La diferencia entre el esquema argentino y el de estas dos selecciones está un poquito más atrás. Holanda tiene a De Jong en la contención; Alemania a Khedira y Argentina a Mascherano. Pero en el caso de los equipos europeos, en las adyacencias de este 5 clásico, juega un volante con manejo de pelota de aceptable a bueno, que no se recuesta sobre ningún costado, sino que se mueve por todo el frente, que se hace dueño de la potestad de hacer la pausa, y de lateralizar, y elegir cuándo ser profundo, al tiempo que se convierte en el que primero interrumpe la generación de juego del rival, sobre todo en la salida rápida de contra. Es Schweinsteiger en Alemania y Van Bommel en Holanda (relativamente, porque la característica de enganche clásico de Sneijder hace que retroceda a jugar desde un poco más atrás, y Van Bommel se ve más liberado de ejecutar tareas de armador).
Esos 30 metros en las adyacencias de Mascherano no fueron ocupados naturalmente por nadie, ni para interrumpir el armado del contragolpe cuando se perdía la pelota en ataque, ni para tomar decisiones en el manejo de la pelota.
Una causa de esto, creo, se relaciona con la idea de Maradona de jugar sin laterales, con 4 centrales atrás. Veamos un poco: Alemania tiene a Lahm sobre la derecha, que es un lateral clásico, que pasa al ataque al vacío y por sorpresa, y que también sale a cortar juego más cerca de la línea de volantes cuando la pelota la tiene el rival y el volante por su lado no retrocede. Argentina no tuvo un jugador en ese lugar con esas caracterísicas en los últimos partidos (ni de la derecha, ni de la izquierda). Así, el volante que tenía que jugar en las adyacencias de Mascherano, se convirtió en un jugador de recorrido vertical y que jugó más abierto sobre el lateral: Maxi Rodríguez.
Pero aparte hay una causa remota en esta concepción: una idea que recorre los comentarios futbolísticos por distintas áreas. Maradona la tomó por momentos y por otros no, pero se abrazó a ella en los dos últimos partidos del Mundial. Es la idea que generó la sanción de que Riquelme es lento, frena el equipo, el tránsito en mitad de cancha tiene que ser más veloz, y por tanto ese tipo de jugadores no pueden jugar. También la sufrió Verón.
Esa idea, que desestima la pausa, que desprecia la lateralización, y que pide velocidad y profundidad continuamente es la que tiene que pagar los platos rotos de la derrota. Siga Maradona o no. Porque no hay fórmulas para ganar, y evidentemente los "lentos" no eran la causa (al menos la exclusiva) de nuestras derrotas.
domingo, 4 de julio de 2010
El final
Perder en cuartos de final con Alemania después de haber ganado los primeros cuatro partidos indicaría, en una primera mirada, que se hizo una campaña aceptable. El 0-4 del último partido, sin embargo, ya cambia un poco la situación.
No es que se crea que hay que conformarse con llegar a cuartos, pero nuestra historia reciente marca que es una instancia que se nos hace difícil superar, y que incluso algunas veces nuestra participación terminó antes que eso, aún cuando las expectativas eran las de siempre: ser campeones.
Pero el tema, insisto, es el resultado. Argentina se comió 4 goles por cuarta vez en su historia mundialista. Y salvo la final del Mundial del 30 (2-4), las otras fueron asumidas como tragedia por la prensa y el público.
Es, tal vez, polémico lo que voy a decir, pero creo que ésta no debería ser la excepción.
Maradona (aparte de contagiar "mística") formó parte del proyecto de incorporación de la "generación gloriosa" del 86 a las selecciones nacionales. Un reclamo que se hacía fuerte desde cierta camarilla y desde cierta prensa. Con él llegó Bilardo, y más tarde el Negro Enrique (le bajaron a Ruggeri, es cierto). En selecciones juveniles, antes, se había incorporado a Batista, Brown y Olarticoechea. Era la oportunidad de la generación de ex-jugadores que nos habían dado nuestro primer segundo título mundial.
La llegada del proyecto, vale recordar, no fue sin derramamiento de sangre. Se fueron Basile y antes Pekerman, con el estigma de fracaso de un estilo futbolístico en el que el mediocampo es la línea fundamental de un equipo, y la pausa en ese sector una marca distintiva. Era lento. Y se lo cambió por un estilo sin transición en el medio, más veloz: el "que usan los alemanes", casualmente.
No es cuestión de "matar" a nadie. Después de todo es fútbol, y a veces se gana y otras se pierde. Pero justamente cuando se trata de un juego, en el que se hace una apuesta, hay que aceptar las reglas del mismo. Pusiste las fichas a ganador. Todas. Perdiste. No se muere nadie, ojo. Pero perdiste. Las fichas, se las lleva la banca, y el apostador se vuelve a casa, mirando el suelo.
Este proyecto, el proyecto de la "Generación gloriosa" no tenía otro sustento ideológico que el exitismo. Su razón de ser era "recuperar la mística ganadora" que la selección había perdido, por culpa de entrenadores "desactualizados" que defendían un fútbol "lento y antiguo". No se logró.
Hay que aceptar las derrotas con dignidad, y velar por que se cumplan las reglas del juego.
Como diría una gran ídola popular "el que a hierro mata, a hierro tiene que morir".
viernes, 2 de julio de 2010
Salud y honestidad
Levanta Clarín declaraciones de Graciela Ocaña:
"El ex presidente Kirchner me convoca para solucionar los problemas del PAMI. Luego la Presidenta me convocó para hacer lo mismo en el sistema de salud”, explicó Ocaña.
Y sentenció que “cuando empiezo a tocar intereses de los socios políticos del Gobierno me convertí en una indeseable para el kirchnerismo. Yo no cambié, evidentemente".
-Entre enero y febrero del año 2009, mientras Ocaña era Ministra de Salud de la Nación, los infectados con dengue se multiplicaban en el norte del país. Datos periodísticos de todo el mundo hablaban de la peor epidemia de dengue de la historia argentina, con cifras que iban entre los 7.000 y los 30.000 infectados.
- Meses más tarde, Argentina sufría el embate de la Gripe A. La Ministra renunciaba sin dar señales de tener al menos una pálida idea de cómo se debía proceder.
Estos hechos, indudablemente, fueron el motivo principal de su salida del Gobierno. Que, encima, comparados con los resultados obtenidos por la gestión que reemplazó la suya, magnifican más todavía la ya extrema magnitud de su ineficacia como Ministra.
Hasta Rossetti le cobraría off-side a Ocaña y sus desafortunadas declaraciones. Nadie niega la honestidad de la cual la Ministra hace gala, y que justamente se le reconoce en cualquier ámbito, ni tampoco su buena labor al frente del PAMI, que más allá de los detalles (que se los dejamos a los expertos, ya que nos limitamos a evaluar solo resultados) funciona hoy mucho mejor que antes de su paso por allí.
Pero el tema es que la honestidad también se sostiene a la hora de hacer declaraciones, y honrando, como se debe, a la verdad. Verdad que Ocaña (por lo menos) disfraza.
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