(...) Así, después de 10 largos años de asedio infructuoso, y siendo que la confianza de los Pocos empezaba a flaquear, el rey Duhaldus recibió de su diosa insigne, Chichenia, la inspiración de una estratagema para ingresar guerreros armados dentro de la hasta ahora inexpugnable Troya. Duhaldus eligió al mejor carpintero del campamento, Juanjus Alvarópulos, que en poco tiempo construyó la última esperanza de victoria para La Nación de los Poderes Fácticos (conocidos como los Pocos): un enorme caballo hueco, hecho con tablones de madera de sauce que crecían en el Delta del Tigris. Juanjus construyó una escotilla oculta en su flanco derecho y sobre el lado izquierdo una frase en letras grabadas con fuego: “Con la esperanza y la paz de no confrontar, como nos pide la gente, los Pocos nos retiramos a casa y dedicamos esta ofrenda a Malena”. Lo llamaron El Caballo de Tigre.
Duhaldus entraría primero en el caballo mediante una escalera
de cuerda, seguido por Neomacrix, Barrionuevux, esposo de la vestal Graciela, Momis
Venegus, Albertiae Fernándix y dieciocho voluntarios más, todos ellos veteranos y experimentados mercenarios que no mostraban ningún escrúpulo en llevar adelante rápidamente su
misión y exterminar a las principales espadas troyanas.
Duhaldus se sentó al lado de la escotilla, cuyo mecanismo
sólo él conocía y podía abrir silenciosa y rápidamente. Una vez preparado el astuto
ingenio, el resto de los Pocos esparció fuego sobre las tiendas del campamento, las banderas,
los titulares de los diarios y los spots de campaña y retornaron sus barcas al
mar, remando hacia la isla de Puntix del Estius, lejos de la vista de los
troyanos.
Sólo quedó un hombre en el campamento, el sagaz Omix, a la
espera de los troyanos. Cuando estos divisaron los restos en brasas del campamento Poco, ahora desierto, se acercaron rápidamente y no pudieron más que
sorprenderse ante el gigantesco caballo de madera, inmóvil en el medio de la playa.
Omix brindó su testimonio: “mis hermanos se ha ido, pero han dejado esta ofrenda
a nuestra diosa Malena.”
Una discusión se inició entre los troyanos; algunos decían que
el Caballo era inofensivo y podía ser tomado como propio. Otros, más
desconfiados tras 10 años de artimañas y operetas Pocas, preferían dejar al Caballo olvidado en la playa.
“Este caballo era uno de los nuestros” dijo el troyano Haníbal
triunfalmente, “los designios nos son favorables. Ingresémoslo en la ciudad.”
Kunkelis prefirió no escuchar las protestas, pero fue
llamado aparte por el oráculo de Verbistkus, que le dictó su profecía: “Ese caballo
está lleno de sanguinarios mercenarios Pocos, que no ahorrarán sangre de troyanos mientras estos duermen por la noche”.
Al llegar al atrio de la ciudad y antes de que empezaran las
maniobras para cruzar el pórtico, el agudo troyano Morenópulos, alertado por
Kunkelis, pidió la palabra y habló a sus compañeros. Explicó que la tradición
patriarcal peronística exigía, antes de tomar una ofrenda de enemigos como
propia, que la misma fuera rigurosamente inundada por cortinas de humo inciensario de las Palmeras Tigrenses.
Así, astutamente, organizó la quema de enormes cantidades de hojas verdes de
palma que, expuestas al fuego, despedían un humo denso e irrespirable. Dilató
la ceremonia desplegando algunas tradiciones clásicas como cantar la Marcha y ell
Himno varias veces. Luego recordó al Néstor Dictatorial y un sinfín de liturgias peronísticas troyanas. Mientras tanto, el humo iba cubriendo la totalidad del caballo y penetrando sigilosamente por entre las junturas
de las tablas que le daban forma.
Al tiempo que Morenópulos hablaba a las multitudes y estiraba
sus frases, Kunkelis venteaba el denso humo hacia el caballo y rogaba a la diosa Evita que algo ocurriera.
Al cabo de interminables minutos, finalmente, la escotilla
del Caballo de Tigre se abrió. Y de su interior emergieron
desesperados, con ojos inflamados en sangre, entre toses y gritos desgarradores,
patéticos mercenarios armados hasta los dientes que caían desde las entrañas del
Caballo al piso, olvidando para siempre el sueño de destruir el detestado modelo peronístico troyano.
Los que sobrevivieron rápidamente fueron apresados y
expuestos al escarnio público en la Ciudadela, en tanto que el Caballo de Tigre,
ese engendro esperanzado de los Pocos, fue desarmado y olvidado para siempre en
aquella playa (...)
...
Fragmentos de La Odisea K, encontrados en las ruinas de La Matanza (circa 2013).
2 comentarios:
Ja ja ...
Hablando de odiseas y escaramuzas, cercano a la "Ciudadela"
El yerno deseado en excursión y el descargo por supuesto
Mis pagos son territorio hostil
Saludos
Anónimo dijo...
Berni minuto 6:35
"Yo no tengo ningún interés en tapar nada. A mí no me interesa que la sociedad sepa que TENEMOS DENTRO DE NUESTRAS FILAS UN PREFECTO CORRUPTO."
Berni dixit
A ver, esto es oro puro, Berni es un desastre, si no entiendo mal es afirmando que el prefecto pertence a sus filas. Gerardo subiste oro.
Berni se pisa solo.
Por favor escuchen el audio.
Berni pisando el palito audio rial pagina
http://tirandoalmedio.blogspot.com.ar/
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