El pasado 11 de mayo la periodista española Ana Pastor le
hacía un reportaje en vivo al patriarca del establishment político español,
Felipe González.
En el contexto de vísperas de elecciones al Congreso Europeo
(con fecha dos semanas más tarde), que no tienen efecto administrativo nominal pero
que funcionan como una muestra insoslayable del humor social en los países
miembro del Mercado Común, las perspectivas para los dos partidos históricamente
mayoritarios de España, el de derecha Partido Popular (PP) y el de izquierda Socialista
Obrero (PSOE) eran realmente lúgubres.
Y la pregunta no hacía más que confirmar un rumor que gana
fuerza en los corrillos políticos peninsulares desde fines de 2013 y fue
finalmente publicado en letras de molde por el diario online InfoLibre: los sectores
económicos y financieros más concentrados de España, representados en el índice
bursátil IBEX35 y los mediáticos más poderosos (desde el filo-PSOE Grupo Prisa
hasta el ultraderechista COPE) así como representantes de ambos partidos, del
gobierno y de la Casa Real, se estaría pensando en una gran operación política
que de lugar a una coalición bipartidista que frene el fenomenal drenaje de
votos que efectivamente han escurrido hacia otras representaciones, de ellas el
más beneficiado el innovador frente de indignados, denominado Podemos, con un interesante
y jugoso tercer puesto el 25 de mayo.
La respuesta de Felipe González, 14 años al frente del
ejecutivo español, 23 años secretario general de su partido, miembro del
directorio y lobista de una vieja conocida en nuestro país, Gas Natural, donde
gana unos 160 mil dólares por año, fue: “si el país lo necesita, lo deben hacer”
De esta manera empieza a sellarse con sangre del
establishment peninsular un pacto que hasta el momento sólo quedaba a la vista
en la similitud de políticas que aplicaban ambas administraciones sucediéndose,
encarnación de la hegemonía neoliberal que cubre Europa.
Para rematar la pared que ofrecía Felipe González, una de
las figuras en ascenso más vertiginoso (hasta unas desgraciadas declaraciones
machistas que pusieron en alerta a todo el progresismo europeo), Miguel Arias
Cañete la mandó a la red un par de semanas más tarde: “yo no lo descarto si el
interés general lo exige en un futuro”.
Esta versión española del Pacto de Olivos emerge como el instrumento
más contundente que los factores de poder españoles tienen pensado desplegar
para seguir aplicando sus recetas de ajuste interminable, recesión sistemática
y destrucción de empleo.
Esas son las habas que se cuecen en la cocina del poder
cuando la sociedad empieza a darse cuenta que a pesar del cambio de
intérpretes, el guión sigue siendo escrito en la bóveda de un banco. La
pregunta de siempre es cuánta sangre más está dispuesta a entregar la sociedad
española en estas circunstancias y cuánto más empujará los límites el 1%, tan
acostumbrado a no tener nunca un no por respuesta.
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