martes, 8 de junio de 2010

Singularidades


Una de las estrategias preferidas por las usinas de opinión y valoración de nuestra realidad consiste en dedicarle una muy significativa cuota de preponderancia a lo que voy a denominar “singularidad”. Con este término quiero significar el esfuerzo que hacen los voceros por dejar en quienes los escuchan, los leen, los miran, la sensación de que somos, de alguna perversa e inexplicable manera, únicos. Especiales. Distintos.

Aquí, en nuestro país, en nuestra ciudad, las cosas son distintas. Particulares respecto del resto del planeta donde las cosas son más o menos similares, homogéneas, hasta diría grises. Aquí no. Hay que estar preparado para vivir este país. Para bancarse esta ciudad.

Este discurso cala hondo en la sociedad. Se hace carne y se replica infinitamente hasta hacerse muletilla ideal para 4 pisos de ascensor:

-Viste que hubo paro del subte?
-Cuatro gatos locos y pararon la ciudad
-En este país nada más…


-Lo viste a Ricardo Fort? Qué personaje!
-En este país nada más…


Sólo a nosotros nos pasan las cosas que nos pasan. Somos distintos, únicos, especiales e irreverentes con el resto del género humano.

Esta percepción es sólo el comienzo. Pero es imprescindible para el siguiente gran paso: la devaluación, la reducción, el abaratamiento. Porque no podrías devaluar algo si antes no lo separás del resto. No podrías devaluar una moneda si antes no la hacés diferente del resto de las monedas, flexible, volátil.

La detección del síntoma de la singularización es una herramienta ideal para reconocer mentes pensadas y no pensantes. Para identificar discursos de alquiler, casetes en play, relatos comprados en 50 cuotas sin interés. Haga la prueba: suba al taxi que tiene la banderita argentina trémula en el marco de la ventanilla. Ese que todavía mantiene, gastado, el adhesivo en el vidrio trasero que dice “Yo escucho Radio 10”. Y el tachero está efectivamente escuchando Radio Diez. Doble contra sencillo que si hace hablar al tachero, dentro de sus primeras 10 sentencias aparece “Este país es de locos”. En cualquiera de sus varias versiones, ojo. “Acá nadie quiere laburar” también vale. En otros países la gente quiere laburar. Acá no. Acá la gente quiere rascarse all day long. Eso es distinción. Singularidad.

Esta estrategia admite, a su vez, innumerables tácticas. Observe, por ejemplo, en estos días. Los barrabravas en Sudáfrica. Somos únicos y ellos son nuestro gran oprobio. Somos el único país que permitió que sus “asesinos” (así los definía hoy Ernestopito TNmbaum en la radio, con fallos de la justicia que sin duda lo acreditan) se suban a un avión, crucen el charco y se pongan a limpiar parabrisas en los semáforos de Durban o de Pretoria. Somos la oveja negra.

No existen los hooligans ingleses (desaparecieron después de que Scotland Yard le pasó raid a las canchas inglesas). Ves? Los ingleses la hicieron bien.

No existen los ultras italianos que saludan a sus equipos con el brazo en alto igual que Micky Vainilla.

Nadie le da 30 fechas de pena a un club brasileño por sus desmanes.

No existen los hinchas turcos que te prenden fuego una tribuna por un penal mal cobrado.

España no tiene una Comisión Permanente Estatal contra la Violencia, la Xenofobia, el Racismo y la Intolerancia en el Deporte

En Africa el fútbol no es "la guerra por otros medios"

En Francia no existe el crecimiento de la violencia y las detenciones de hinchas

Con esto no vengo a indultar a los barrabravas argentinos. Son grupúsculos patéticos que usufructúan quicios de impunidad y poder para desplegar sus violencia, en general funcional a Dirigentes que usan a los clubes como trampolines para un proyecto político (Maurizio estás ahí???), a Comisarios que facturan millonarios Refuerzos en la Seguridad por un Cambaceres-Defensa y Justicia, a Transas que encuentran un sustrato fenomenal para que la merca baje y la guita suba, a Jugadores que se asustan y pagan pasajes, a Periodistas que se asustan un poco menos pero pagan un poco más.

Vengo a decir que si hay diez barrabravas argentinos envueltos en papel de regalo y a punto de subirse a un avión destino Ezeiza, es porque el gobierno argentino fue uno de los dos únicos que aportó nombres, santos y señas para que los sudafricanos tuvieran la fiesta en paz.

Y no.

Tenemos esperanza que el de al foto arriba sea "distinto", pero nosotros no. No somos distintos. Somos iguales.

No somos peores. Ni tampoco mejores. Somos iguales.

A ver si podemos convivir con eso.

Y a ver de qué carajo hablamos en el ascensor.





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1 comentario:

68 y contando (y van 75) dijo...

Si, bueno, pero eso de ortibar sus propios ciudadanos barrabravas a otro gobierno ¡Eso solo pasa en este país!