Desde sectores especializados se vuelve a alertar sobre la tirantez que se presenta en la cadena de valor de la carne vacuna. Se reduce la oferta de hacienda en pie, o se mantiene estancada, sube el peso promedio de faena, y la menor oferta hace que suban los precios. En la otra punta, con precios más altos en góndola, se contrae la demanda (hoy estimada en 57 kilos por habitante por año, contra los 70 de 2009). En algún lugar del medio, los frigoríficos ven achicarse su mercado potencial y sus márgenes.
Visto así, el consumidor argentino estaría pagando las consecuencias de malas políticas. ¿Es realmente así?
En realidad, las disputas sobre cómo organizar la cadena productiva de la carne vacuna están enmarcadas por la existencia de dos criterios originales.
El primero es el que las políticas del gobierno intentaron (con éxito dispar) durante 7 años: integrar una cadena para abastecimiento prioritario de un mercado interno sobre-exigente. Con precios demasiado bajos en relación a los internacionales, y con consumo interno extraordinario, la idea era que no faltara carne barata en la mesa de los argentinos. Después de 7 años en esta situación, a principios de este año se dieron los primeros ajustes que provocaron que la demanda interna convergiera a niveles más parecidos a los de otros países (por aumento de precios en góndola).
El otro criterio era el que promovía la integración de la cadena de valor a la demanda del mercado internacional. Para ello, los precios en el mercado interno hubiesen sido desde hace bastante tiempo más altos, la demanda interna hubiese estado durante varios años incluso más deprimida que en la actualidad, y toda la cadena de valor se hubiera organizado para abastecer la demanda de los sectores más ricos de la población mundial, que son los que están en condiciones de demandar un producto como la carne vacuna, cuyos costos de producción son elevados, cuyos costos de oportunidad son elevadísimos, y que deben reflejar en su precio final esas condiciones, lo cual los vuelve masivamente prohibitivos.
Entonces, podemos decir efectivamente que los resultados de las políticas oficiales después de 7 años parecen llegar a un inexorable momento de fracaso. Digamos, un momento de ajuste en el mercado y en la cadena, con desplazamiento de algunos jugadores (sin eufemismo: cierre de frigoríficos, problemas para establecimientos de engorde a corral por aumento de costos). Fin del "sobre-consumo" a precios "artificialmente" bajos.
Pero los condicionantes a los que se enfrenta en la actualidad la demanda interna no son demasiado distintos a los que se hubiera enfrentado si se implantaba el otro criterio en disputa. Digamos, organizar la cadena para abastecer la demanda externa exigía, hace 7 años, los mismos ajustes sobre la demanda interna que se dan hoy. Una oferta más robusta no hubiese redundado en mejores condiciones para el consumidor interno, en tanto la cadena se hubiera organizado en pos de la prioridad de satisfacer la demanda externa, convergiendo en precios prohibitivos para el consumidor local.
Una addenda final: el fantasma de la importación de carne me parece una exageración. La carne "importada" no llegaría a las góndolas a menor precio que la nacional, y en todo caso sólo podría darse este fenómeno a partir de que la industria local pudiera recomponer su relación con mercados internacionales, sin que la demanda interna de carne cayera paralelamente.
En definitiva, es necesario distinguir claramente entre los dos criterios, para no cargar en la misma cuenta los efectos sobre la demanda y los efectos sobre la oferta.
4 comentarios:
La tirantez se produce Mariano por que el asado es de tira. Chiste malo, pero suma.
si querian que no faltara carne a la mesa de los argentinos, fracasaron rotundamente. hoy la carne esta, pero a precios inclusive mas caros que en el exterior (uruguay, brasil) y por varios años. es como varios rubros en este gobierno, primero hace la fiesta y despues hay que pagarla
Difiero en esto: La mayor producción te da mecanismos para ir manejando la situación. Por ejemplo usar la rentabilidad de la exportación para subsidiar cortes baratos, ya sea en forma monetaria directa o forzando a los frigoríficos a subsidiar internamente cortes sobrantes.
O exportar los cortes caros sin retenciones, poniendo retenciones altas a los cortes de menor valor que atienden mercados menos valiosos como Rusia.(Lomo a 80$, asado a 12$, milanesas a 18$)
Ahora, ante la escasez, es imposible ejecutar política alguna, salvo desarrollo de sustitutos.
Lo peor es que esto se avisó, y los avisadores quedaron como agoreros.
Lo de la importación fue un fantasma con poco fundamento. El poder adquisitivo promedio no puede afrontar carne importada, salvo una escasa cantidad. El que podría pagar carne importada es el que no bajó el consumo de carne nacional, obligando al resto de los consumidores a afrontar el grueso de la baja de consumo. Ante la escasez, el mercado solo genera el racionamiento para acomodarse a la oferta. El mecanismo es el precio.
Difiero en esto: La mayor producción te da mecanismos para ir manejando la situación. Por ejemplo usar la rentabilidad de la exportación para subsidiar cortes baratos, ya sea en forma monetaria directa o forzando a los frigoríficos a subsidiar internamente cortes sobrantes.
O exportar los cortes caros sin retenciones, poniendo retenciones altas a los cortes de menor valor que atienden mercados menos valiosos como Rusia.(Lomo a 80$, asado a 12$, milanesas a 18$)
Ahora, ante la escasez, es imposible ejecutar política alguna, salvo desarrollo de sustitutos.
Lo peor es que esto se avisó, y los avisadores quedaron como agoreros.
Lo de la importación fue un fantasma con poco fundamento. El poder adquisitivo promedio no puede afrontar carne importada, salvo una escasa cantidad. El que podría pagar carne importada es el que no bajó el consumo de carne nacional, obligando al resto de los consumidores a afrontar el grueso de la baja de consumo. Ante la escasez, el mercado solo genera el racionamiento para acomodarse a la oferta. El mecanismo es el precio.
Publicar un comentario