El 30 de enero de 1948 moría asesinado en Nueva Dehli el mahatma
Gandhi. Dejaba varios legados y enormes pendencias a su pueblo, pero también le dejaba un desafío insoslayable y supremo al planeta: eliminar de la faz de la Tierra al
colonialismo.
Esa pendencia, sumada a los crujidos provocados por una
tensión superior que polarizaba y obligaba a los pueblos a decidirse entre un
estilo de vida pro-mercado o la colectivización soviética, iba a modificar el perfil del Tercer Mundo.
Y llegó a su clímax en 1960, cuando al amparo de
las principales potencias, incluso las coloniales, la Organización de Naciones
Unidas dio lugar a la creación del Comité de 24 (también conocido como Comité
de Descolonización), con el objeto de encontrar mecanismos pacíficos pero
expeditivos de resolución de la situación de sojuzgamiento de centenares de pueblos
en todo el mundo.
Si el lector se pregunta por qué tanta apertura y tanta
flexibilidad por parte de las potencias coloniales para permitir la
descolonización, la respuesta es sencilla: la pronta independencia nacional era una invitación a rechazar el modo de vida occidental y capitalista. Clásica disyuntiva entre ceder el mal menor en favor del mal mayor. No funcionó en todos los casos, pregunten en Angola, pero el status quo hubiese sido una invitación inobjetable a subsumir
la lucha revolucionaria con la independentista, garantizando una cupla robusta: libres y rojos.
Los lineamientos principales que plasmó aquel Comité, en su Resolución
1514, fueron diseñados pensando en desarmar un esquema de coloniaje clásico: (i)
una región geográfica delimitada, (ii) su población originaria ampliamente mayoritaria, (iii) una elite colonial imperial que impone su voluntad política a través de un régimen usualmente violento, (iv) condiciones económicas de exacción de las riquezas primarias del territorio
ocupado. Qué puerta de salida a la situación de coloniaje diseña el Comité? Sencilla: la
autodeterminación. Realizar un plebiscito generalizado en un territorio en el que se cumplían
las condiciones antedichas garantizaba la rápida independencia.
Entonces, aplicar el principio de autodeterminación en regiones
tan disímiles como Congo, Mozambique, Jamaica, Kuwait, Barbados o Maldivas, no sin muchos muertos y violencia de por medio, resultaba bastante aceptable.
Pero para 1965 la ONU descubre que su principio no es
universal. Que existen particularidades. Y, en efecto, se dan en 16 regiones
específicas, cuya situación es denunciada por sí o por terceros. Mencionemos
algunas, “como al pasar”: Guam, Anguila, Santa Helena, Gibraltar, Malvinas.
-Cómo? Malvinas?
-Sí.
-Por qué?
-Respondo con una pregunta: a qué población original se le debe
preguntar por la autodeterminación?
-A los kelpers?
-No. Porque la ONU, es decir la representación diplomática
de los pueblos del mundo, SABE SIN LUGAR A DUDAS que los kelpers NO SON POBLACIÓN ORIGINAL. Son población transplantada. Por eso, a los ojos del mundo, el
plebiscito realizado en Malvinas en semanas previas sólo tuvo validez para los
Kelpers, para Cameron y para el suplemento en español del Penguin News. Ni siquiera el cuerpo
diplomático norteamericano tuvo ganas de quedar pegado en una pantomima
tan grosera.
-Y en ese caso, cuando no hay población original, qué pasa?
-Es una situación especial. Y para 1965 la ONU ya había tomado la determinación de analizar
cada una de las 16 situaciones especiales, caso por caso. Para el caso
Malvinas dictó en ese año la Resolución 2065, que es la que encauza las vías de
solución entre las dos naciones que presentaron reclamo sobre el territorio en litigio: Argentina y Gran Bretaña, siéntense y resuelvan.
-Y…?
-Gran Bretaña, sabiendo íntimamente que avenirse a los
términos de la Resolución 2065 significa asumir la derrota, se ha negado
sistemáticamente a iniciar diálogo bilateral.
-Puede hacerlo?
-Sólo lo ampara su privilegio (arcaico y bélico, quiero
decir) del derecho de veto como miembro permanente del Consejo de Seguridad,
consecuencia de haber quedado del lado vencedor en la Segunda Guerra Mundial.
-Mientras tanto?
-Mientras tanto Gran Bretaña, La Nación y el suple en
español del Penguin News hacen todas las morisquetas posibles para convencer al
mundo de que los kelpers son población original y, por lo tanto, su derecho a
la autodeterminación es aceptable en los términos de la Resolución 1514. Desde
1965, pero con mucha más fuerza desde 1982, el Foreign Office disfraza a los
kelpers de pobladores nativos. Los kelpers, que son ingleses hasta los
tuétanos (y quizás el reciente plebiscito le sirve a Argentina para demostrarlo), siguen el guión dictado por Londres a pie juntillas: se dieron
gobierno, tienen elecciones, cantan el Himno de las Falklands, y hasta diseñaron
una bandera propia.
-Cómo?
-Eso. Se inventaron una bandera. Simpática, bonita, hasta tiene
una tierna y dulce ovejita. No pude descubrir si debajo de la piel de la
ovejita se esconde un lobo. Esa es la bandera que Argentina NO RECONOCE. Porque
no hay tal cosa como una Nación Falkland. Por lo tanto tampoco hay una bandera aceptable de tal nación.
-Y para qué la usan?
-Por ejemplo, los kelpers intentan
naturalizar su uso en sus propios barcos. Y uruguayos, brasileños, chilenos, peruanos, etcétera, rechazan barcos que lleguen a sus puertos con la bandera de la ovejita.
-Y esos países permiten el desembarco de naves inglesas?
-Los medios de comunicación intentan mezclar y confundir. Pero la respuesta a tu pregunta es sí. No hay problema ni motivos para negarse
a recibir y atender un barco inglés. Pero los países de la Unasur y decenas de otros
países en el mundo no reconocen una supuesta nación Falkland y su banderita de
la ovejita.
-Ahá. Y cómo sigue?
-Así, Argentina (except Cleirin and The Nation, of course), esclareciendo
a sus propios habitantes y al mundo que Malvinas no tiene población original y
por lo tanto el principio de autodeterminación no tiene ninguna posibilidad de
aplicación, salvo que voten los pingüinos. Y esperando que Gran Bretaña, sea
por presión internacional, sea por su propia política interna que la obligue a
analizar porqué 3 mil habitantes a 14 mil kilómetros tienen una renta per
capita 70% mayor que los habitantes del Reino Unido, sea por quita de apoyo de
sus aliados tradicionales, un día se avenga a discutir soberanía. Ese sencillo acto
durante ese ansiado día será el primero, y el irreversible, que empiece a poner
a las islas en las manos que siempre debió estar.
Sin balas. Sin sangre.
Como enseñó Gandhi.
Que seguro era peronista.
1 comentario:
Muy bueno Cartonero.
Saludos.
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