viernes, 5 de julio de 2013

Indecisos


A principios del 2006 el Consejo de Europa emitió un informe en el que acusó a una docena de sus países miembro de complicidad en causas que afectaban derechos humanos.

En junio de ese año, como consecuencia de ese demoledor informe en el que España era uno de los países involucrados, la vicepresidenta de la administración Zapatero, Teresa Fernández de la Vega, convocó al embajador de Estados Unidos, Eduardo Aguirre. A través de Wikileaks, tiempo más tarde, se expuso a la luz el cable que el embajador norteamericano envió a su jefes en Washington: “nos dice De La Vega que España no tiene reparos a nuestros vuelos de inteligencia a través de su territorio, pero quieren ser informados para evitar ser pillados desprevenidos”.

También hubo conversaciones entre Aguirre y el entonces Canciller español, Moratinos, que nuevamente quedaron al descubierto después de Wikileaks: el Poder Ejecutivo quería “dar a este asunto el perfil más bajo posible”. Y antes de responder al pedido de un juez español para desclasificar documentos sobre el tema, un fiscal español se aseguró con la Embajada de que "Estos informes no contienen ningún elemento incriminatorio ni ninguna información sensible".

En 2009 un informe independiente solicitado por la Eurocámara constató el uso irregular del espacio aéreo y criticó la opacidad de los países miembro en brindar información. Como consecuencia de ese informe, Amnistía Internacional publicó en noviembre de 2010 un informe en el que denunciaba la connivencia entre ambos países, España y Estados Unidos en lo referente a los vuelos de la CIA. En él acusaba que “España permitió durante más de cuatro años -desde enero de 2002 hasta septiembre de 2007- que la CIA utilizara aeropuertos y el espacio aéreo español para sus operaciones" En ese documento la ONG además agregaba que "se han documentado hasta 68 escalas de aviones" y que "agentes de policía españoles interrogaran a ciudadanos de distintas nacionalidades y obtuvieran información, aprovechándose del limbo extralegal y las condiciones coercitivas de Guantánamo".

En la última trapisonda perpetrada por la diplomacia española, Alberto Carnero, el embajador de España en Austria y ex jefe de gabinete del actual Canciller Margallo, se hizo presente en el sector VIP del aeropuerto de Viena, donde el presidente Evo Morales pasaba una amarga noche. La charla entre ambos no fue muy larga, pero la versión posterior de Evo fue elocuente: “me causó sorpresa que me pidiera tomar el café dentro del avión, me dijo que quería conocerlo. Me dí cuenta rápidamente que quería controlarlo y chequear la presencia de Snowden en el mismo. Le dije que, por normas internacionales, no podía”.

La diplomacia española colabora en la cacería de Edward Snowden, un ex técnico de la CIA que rompiendo algunas reglas menores e internas de su antiguo empleador, ha puesto en evidencia la insólita y descomunal ruptura de reglas globales en la que ha incurrido el gobierno norteamericano al espiar, entre otros, al gobierno de… España.

Esto abona la tesis central de este blog: el problema del mundo es el de una incorrecta distribución.

Enormes cantidades de dignidad, entereza y ética en gobiernos populares latinoamericanos. Total ausencia de ellas en las tecnocracias europeas.

Le regalamos dos adjetivos para calificar el incidente: patético
O miserable.
Nosotros todavía no nos pudimos decidir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entre nosotros muchos creen tener el mejor peronómetro, ellos creen tener el mejor sentidocomunómetro, como bien ezplica el pulpo verde, el peor indicador de certeza, el "sentido común" europeo y usense, es miserable y patético, pero sigue haciendo grandes daños en el resto del mundo.

Udi dijo...

Entre nos, que los gallegos, tanos y portugas lo hagan - arrodillarse y abrir la boca, digo - hace rato que no le extraña a nadie...pero los franchutes...con tantos aires de independencia que tienen. Creo que hasta Giscard D'Estaing, a fuer de gaullista, habría tenido más dignidad.
Salute, Contradicto.