domingo, 29 de septiembre de 2013

Californicate


Y un día nuestro héroe pudo, finalmente, conocer California.

Y, fiel a su clase argenta y tilinga, se propuso buscar la forma de sentirse menos. Y compartirlo.

Puso manos a la obra y, con dedicación y esmero, buscó similitudes esenciales entre la tierra del surf, de los descapotables y de Coconut Grove, y ese paisucho melanco, lejano y perdedor en el que desafortunadamente le tocó nacer.

Así encontró que ambos tenemos alrededor de 40 millones de habitantes y clima templado: con ese punto de apoyo y nada más, nuestro pequeño Arquímedes movió el mundo. Y entró en plan de comparaciones.

Pensador precoz, su visión del mundo nos llega antes del tercer párrafo. Nuestro héroe no se anda con incertezas y nos dice que si California se toma como unidad autónoma, tiene un producto bruto que está entre las primeras 10 naciones del planeta. Y, remata al arco: “como nosotros fuimos alguna vez”.

Ese “como nosotros fuimos alguna vez” es el huevo de la serpiente. La expresión cabal de su verdadero pensamiento y su definición del país ideal: uno cuyo PBI esté entre los más altos del mundo. Punto. No importa cómo se llega ni cómo se distribuye esa riqueza ni importan los efectos que el cumplimiento de esa premisa tenga sobre la población.

Para ciertos sectores con fuerte capacidad mediática parecería que los 110 años que transcurrieron desde el informe Bialet Masse pasaron absolutamente en vano. Que estos muchachos cancheros y desprejuiciados, que debieran tomarse el trabajo de renovar y refrescar de una vez la infraestructura ideológica del conservadorismo local, sigan añorando haber sido “granero del mundo” es sencillamente patético.

Imaginen un teutón con saudade del potencial militar que fue Alemania durante el Tercer Reich.
Imaginen un ruso con nostalgia de los tiempos en que la Unión Soviética era la segunda potencia mundial. Podría ser? Claro que podría ser: habríamos dado con el ruso más estúpido.
Y nadie le dijo a los centenares de miles de brasileños que salieron a la calle indignados hace un par de meses que son el quinto PBI de la economía mundial?

Los ejemplos son absolutamente pertinentes: demuestran que la médula del pensamiento conservador argentino quedó anclada en 1910. Y que el muerto llega a nosotros con dosis importantes de perfume y maquillaje que podrían engañar a quien lo quiera hacer bailar.

Maquillaje que ahora confunde y mezcla todo. Es lo mismo “el agro” que las manufacturas de origen agropecuario y nuestro héroe sugiere que tenemos que dejar de “castigar a las industrias que no sean la manufacturera”. Sería interesante saber cuál es el castigo que sufrió la conocida firma láctea que hace 10 días inauguró en Chivilcoy una planta de última tecnología de procesamiento para 300 mil litros de leche UAT. Sería interesante saber cuál es el castigo que recibe el sector industrial dedicado a la manufactura de productos agropecuarios.

Maquillaje que nos subestima: tenemos que hacer como California y producir vino, otarios. Quizás no sabe que Argentina duplicó sus exportaciones de vino desde 2003. Quizás no sabe que si de alguna manera, en alguna geografía el modelo vigente logró un impacto inédito, fue en las economías regionales donde, casualmente, la actividad gira fuertemente alrededor de la manufactura de productos agropecuarios. Claro, no lo vio porque estaba en California.

Perfume que nos quiere vender bajo el eufemismo “seamos una economía de servicios”. Sin decir que eso (un eslogan ideal como le gusta al neoliberalismo) no es producto de una elección deliberada sino una fase evolutiva avanzada dentro de un proceso de desarrollo. Uno no elige ser una economía de servicios.

Descripción que, por otra parte, está en abierta contradicción con la política económica norteamericana efectiva desde 2008 a la fecha, que ha insuflado en el planeta un total de 2.395.000 millones de dólares (no me equivoqué, dije más de dos millones de millones, eso sin mencionar los últimos “Operation Twists”). En cristiano, eso no tiene otro nombre que devaluación. Y devalúan porque tienen el objetivo de recuperar la industria manufacturera que le entregaron al lejano oriente en los años de su propio neoliberalismo profundo. Se dieron cuenta (igual que Brasil) que el verso de “economía de servicios” es justamente eso.

No deliremos: no es posible esa pretensión de “economía de servicios” sin montarla sobre una “economía de bienes”. Qué idea, qué soft, que diseños podemos venderle al mundo si antes no le vendemos (y aún más importante, si antes no le CONDICIONAMOS) el hardware sobre el cual ejecutarlo? Vaya un ejemplo: la lógica de Microsoft de vendernos un nuevo Windows cada año (y detrás vendernos el nuevo Office y el nuevo Internet Explorer y el nuevo etcétera) sólo funciona porque está calzada al lanzamiento de nuevos procesadores, ya que los nuevos sistemas operativos no “caben” en los viejos procesadores. No hay estrategia blanda si no se controla lo duro.

De la misma manera que la genial idea de vivir del turismo a la que nos invita, que está calzada sobre la idea de tener suficiente capacidad hotelera, suficientes aviones, suficientes colectivos, suficientes cruceros, suficientes rutas, suficientes restaurantes, suficientes puertos, suficientes pulóveres con suficientes diseños de llamas, suficientes alfajores, suficientes chocolates y suficientes fábricas de cerámica artesanal con suficientes gerentes de producción collas mascando suficiente coca.

Ni hablar de la expansión de la industria cinematográfica que nos propone, cuando está claro que con sólo haber decuplicado las producciones fílmicas en la última década al amparo de INCAA se ha convertido en una de las criticas predilectas de sectores opositores por la supuesta dilapidación de dineros públicos que supone.

Por qué, en lugar de vendernos humo, nuestro héroe y la derecha conservadora a la que representa, no descorren la cortina de la ilusión para mostrarnos la realidad: la que dice que entre 1951 y 1965 el Estado de California recibió de manos de su Administración Federal contratos para la industria de defensa por valor de 67 mil millones de dólares (valores de la época, ni calculemos eso a valores de hoy) para revitalizar la actividad fabril, recuperar el material sacrificado en la guerra de Corea y preparar el terreno para la guerra de Vietnam? Qué servicios hay en eso?

Por qué no verifica que la diferencia esencial entre su sueño húmedo baywatch y los países latinoamericanos no es el tamaño del producto sino su patrón de distribución, y de paso, verifica que los procesos que más hicieron por californizar nuestro país son justo los que él más critica?


6 comentarios:

guido dijo...

Nostalgia de 1910, sueños de emirato triguero. Me pregunto si en algún otro lado se habrá desarrollado un liberalismo decadentista, orginalidad sorprendente.

Mariano T. dijo...

Los sueños de "emirato triguero" son de los que pensaban que con apropiarse de esa renta iban a poder desarrollar el país en base a subsidios.
Tentación en la que no cayeron los países que si se industrializaron.

alejandro dijo...

Es muy pertinente la idea de que esa "nostalgia de 1910" es el huevo de la serpiente. Por que en el fondo del genocidio que perpetraron nuestros muy católicos nazis vernáculos, estaba el deseo de volver a aquel paraíso aristocrático y agrario: sin industria, sin clase obrera y sin una clase media pensante que le disputase a las clases altas tradicionales su hegemonía polìtica e ideológica.Se está instalando un sentido común por el lado de la difusión entre las clases medias de las ideas del diario La Nación contra el que tal vez sea tarde para discutir (e incluso, tal vez peligroso, por que ya sabemos lo que pasa cuando estos muchachos se ponen nerviosos)

guido dijo...

Claro Mariano, y como pensaban eso no vieron en el parate de mediados de la década del 10 el aviso de lo que en los 30 habría de mostrarse como un límite irreversible. Y ahora quieren volver a vaya uno a saber donde...

Abel B. dijo...

Muy buen posteo. Tengo ganas de plagiarlo, especialmente las partes donde te referís a la industrialización del agro y demolés el mito de la "economía de servicios", separada del resto del proceso económico.

Pero quiero hacerte una observación: el error más grave de esto de Lucas Llach (que a veces escribe cosas inteligentes) no es la añoranza de una sociedad injusta. La gran mayoría lo eran, en ese tiempo.
Es que el debería saber que esa Argentina era una Arabia Saudita de la carne y el trigo. Su prosperidad y crecimiento - como la de la Cuba del azúcar, por ese tiempo - se basaban en una "economía de plantación", dependiente de un mercado que no controlaba.

Cuando cambian las circunstancias - y siempre cambian - esa prosperidad se desvanece. Es una lástima q nuestra clase alta tradicional quedó pegada a ese mito irrepetible. En Brasil no pasó eso con los barones del café.

Abrazo

Vincent Vega dijo...

Es una situación incomparable. California es lo que es por ser la Costa Oeste de EEUU, no por otra cosa