Hace pocos días los trabajadores y asalariados del mundo, el
músculo que no se detiene, pero tampoco se violenta, tuvimos nueva confirmación de lo que
piensan las élites sobre la realidad.
La Academia Sueca otorgó el Nobel a tres economistas cuyos “descubrimientos” indican que los precios de las cosas (ellos
dicen “activos financieros divisibles”), en el largo plazo, están determinados
siempre que existan preferencias de los agentes (entre otros, nosotros), la
tecnología y la dotación de factores.
Vamos a tratar de evitar los eufemismos y hablar con
llaneza.
La Real Academia de Ciencias Sueca, la que premia a la víctima
Neruda en el 71 y al victimario Kissinger en el 73 con igual displicencia, nos
dice que creé que las burbujas financieras, por ejemplo las 52 que el FMI
detectó entre 1952 y 2003 en el planeta de las economías de mercado, las que
dejan millones de personas sin casa y sin trabajo, las que descubren que
banqueros del primer mundo le venden consciente y deliberadamente activos
putrefactos a sus propios clientes jubilados, las que desatan fenómenos de
xenofobia y racismo abierto en países que no hace más de un siglo lloraban
sobre cenizas de hornos crematorios, las que fuerzan a decenas de miles de
jóvenes desconsolados a escapar por la tangente de sus propias existencias
hacia horizontes desconocidos, las que provocan revoluciones fratricidas y sangrientas
en países en que los muertos parecen víctimas de la explosión en el precio del
arroz o los porotos, las burbujas financieras, decíamos, no son otra cosa que
pequeñas discontinuidades dentro de la robusta estructura de arbitrajes y
búsqueda legítima de la renta y que no hay de qué preocuparse, en el largo plazo
que Keynes aborrecía, para nuestra tranquilidad todo tenderá a normalizarse.
Nos repite, por medio de sus premiados, que aún después del
Tequila, de la crisis rusa, de los Tigres Asiáticos, de Argentina y en última instancia
del mismísimo Estados Unidos, después de esa hilación de debacles casi sin
pausa, finalmente triunfarán las expectativas racionales.
Lars Peter Hansen, uno de los tres galardonados, es fundador
y primer director del Instituto Milton Friedman. Huelgan las palabras.
El premio de la Academia es otro aval, disfrazado de
científico y riguroso, a mayor y más profundo ajuste: si los mercados fueran
racionales y las crisis fuera “pelusas” del modelito que deben ser purgadas,
cómo se justificaría la paradoja del Tea Party norteamericano de llevar a su
economía a punto de congelamiento detrás de un supuesto equilibrio
presupuestario que debería alcanzarse después de emitir deuda por 18.6 millones
de millones de dólares para salvar al mercado “racional” que dicen defender?
Cómo decir que las burbujas especulativas de los últimos 10
años son aberraciones exógenas a las finanzas internacionales?
Qué se necesita para escuchar algún académico decir lo que
ya es obvio: que las crisis económicas y financieras del sistema capitalista no
son imperfecciones sino un mecanismo inherente e inevitable a través del cual el
1% ordena y categoriza el acceso del resto de los mortales a los recursos, una
higienización darwiniana que sólo puede ser moderada por gobiernos dóciles que
aceptan someter a sus compatriotas a los planes de ajuste permanentes que
receta Wall Street, sin garantías.
Imaginemos entonces quién escribió el libreto de los
poderosos locales y sus mediadores, que nos vienen a decir que después de nuestra
fiesta, populista y procaz, la única reparación posible es el ajuste y
sus consecuencias inevitables: el desempleo y la reducción de derechos
sociales.
Atención. El lobo, con piel cordero, está aprendiendo a balar.
3 comentarios:
Kissinger ganó el Premio Nobel de la Paz que es entregado por el Parlamento Noruego. NO TIENE ninguna relación con la Real Academia de Ciencias Sueca ni con la Fundación Nobel.
??
El premio Nobel de la Paz NO TIENE ninguna vinculación con la Academia Sueca?
Y cómo es que la Fundación Nobel no los denuncia por uso de marca?
O por meterle mano todos los años a 10 millones de coronas en su cuentita bancaria?
Anónimo, gracias por la aclaración que, además de errónea, viene a aclarar el núcleo de la cuestión.
Impecable, cartonero. La aclaración de anónimo aclara hasta lo que no quiere aclarar.... Cartoneamos en el mismo barrio, como podemos establecer contacto?
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