jueves, 8 de julio de 2010

Volvió a la droga


Hacía tiempo que no se lo veía así. Aquel triunfo frente a Alemania pareció ser el punto de inflexión. Supongo que porque era el último partido amistoso previo a ese circo moderno que desde hace años le da sentido a su vida.

Desde chiquito, en Fiorito, yo creo que Diego sabía que esas batallas coliseas entre eventuales germánicos de lenguas ininteligibles y africanos libertos, entre saetas de ojos rasgados y traicioneros guaraníes de contragolpe, eran el Parnaso sobre el que el reinaría 30 días cada 4 años. En el que cada uno de sus juicios, cada declaración suya en una conferencia de prensa, descendería como un rayo fatal sobre un titán malicioso o se convertiría en aliento sagrado para el volante honesto y trabajador.

Diego volvió a su droga. A la que mejor le hace. Como en una tragedia griega rió, habló, predicó, amenazó, jugueteó, sobró, dio cátedra, simplificó, avaló, discrepó, ofendió y subió al Olimpo del éxtasis con goles más delicados que la Venus de Milo para, finalmente, enterrarse en el peor infierno del llanto cuando un guerrero albiceleste olvidó la marca de un rival troyano, oportunista y taimado.

Si no fuésemos tan afortunados de ser testigos coexistenciales de Maradona, quizás nos conformaríamos con Aquiles. O con Zeus.

Si no lo tuviésemos a Víctor Hugo para contar sus hazañas, podríamos envidiar a los testigos de Homero.

La pelota deja de rodar este domingo y nos obliga a esperar otra olimpíada. La profundidad de nuestra tristeza se mide en la misma balanza en la que supimos engordar excitación y felicidad con cada ofrenda triunfal de nuestros 23 guerreros, hace tan sólo días.

Gracias, Diego. Gracias, muchachos.



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5 comentarios:

Pablo dijo...

Es-pec-ta-cu-lar

Marcelozonasur dijo...

Acá un Maradoniano agradecido por tan lindas palabras.

Eva Row dijo...

Contradicto,
qué bellísimo texto, qué placer, lo leí tres veces...

Alejandro dijo...

Gran texto!

jmm dijo...

Muy bueno!!!