miércoles, 11 de agosto de 2010
El clásico sudamericano
Elemaco, en economista serial crónico, viene publicando una serie de posts en los que busca demostrar que el “modelo kirchnerista” es insustentable.
En el último, basa su razonamiento en que la inflación alta genera pobreza, y que si esto no estalló todavía en una crisis y los indicadores sociales se mantienen estables desde 2006, se debe a la utilización de “balas de plata” (AUH, jubilaciones) que sólo fue posible disparar merced a la existencia de un contexto cercano al óptimo (términos de intercambio favorables) y “últimos recursos” que tienden a agotar stocks que ya no podrán utilizarse en el futuro (ANSeS, arcas fiscales con ingresos extraordinarios).
Cada vez que se menciona la idea de que la inflación en Argentina sea una consecuencia no deseada de un proceso que combina crecimiento de la economía, términos de intercambio favorables (precios relativos altos para los alimentos a nivel mundial) y puja distributiva, se pone el contraejemplo de Brasil. Este post de Elemaco, de hace un mes, es un caso.
Es cierto, los progresos en Brasil de los indicadores sociales y la distribución del ingreso son notables, y Lula tiene muy merecida la alta estima. Pero… también hay que hacer algunas salvedades, para ver completo el panorama.
Primero, los indicadores sociales de Brasil, tan mejorados por este proceso inédito en cuanto a redistribución del ingreso, no son mejores que los de países atormentados por la máquina de generar pobres que es la inflación alta, por ejemplo Argentina.
Para no abundar demasiado, el Índice de desarrollo humano de la ONU sigue dándole mejor al “fabricante de pobres” que al “progresista mais grande du mundo”.
La mayor valuación de la moneda brasilera puede tener algún efecto sobre la medición de pobreza e indigencia, ya que tiende a sobreestimar el poder de compra de los ingresos, también. Pero más allá de eso, es correcto afirmar que los mayores avances en cuanto a disminución de la pobreza, Brasil los ha dado de la mano de subsidios directos (“Hambre cero”, “Bolsa de comida”). Entonces, no es justo señalar como salvedad que Argentina se valió de recursos fiscales extraordinarios para llevar a cabo políticas de amortiguación de los efectos de la inflación, ya que también los ingresos fiscales brasileros, utilizados para estos planes, provienen como efecto de un ciclo ascendente, de crecimiento de la economía.
En cuanto al orden macro, y el equilibrio externo, si los favorables términos del intercambio (o sea, que estén relativamente altos los precios de lo que exportamos) son el sostén que nos salva de la restricción externa que nos haría entrar en una espiral de devaluación-inflación, al tiempo que son el viento de cola que nos hace crecer ¿qué decir de la avalancha de dólares que recibe Brasil por su cuenta financiera, lo que le mantiene en orden la balanza de pagos y le permite al banco central seguir aumentando sus reservas a pesar de tener una cuenta corriente deficitaria? ¿No son las bajas tasas de interés en dólares una suerte de “viento de cola” para la economía brasilera, que le sostiene el orden de la macro? ¿No tendría que devaluar Brasil si el flujo se le cortara?
¿Y cuáles serían los efectos “sociales” de tal situación? Porque (la verdad) a los pobres las tasas reales positivas y el “investment grade” les importan tres carajos.
Es llamativo realmente que, cuando se compara a Brasil con Argentina a nadie se le ocurra pensar en que la diferencia fundamental es el grado de diversificación productiva.
Brasil no tiene un “campo”, un “cobre”, del cuál dependa con tanta fuerza el ingreso de divisas. El aparato productivo brasilero está diversificado, y sobre la base de la tenencia de instrumentos creados a los fines de fortalecer tal status, tiene en funcionamiento una compleja maquinaria de apoyo a sus actividades productivas diversas. Repito: diversas.
Entonces, y apoyándonos en esta diferencia de base, sin la puesta en marcha de políticas que sostuvieran artificialmente un tipo de cambio real alto tal vez tendríamos una inflación “brasilera”, pero ¿sería de 8% el desempleo en Argentina, o mayor? ¿Cuánto mayor?
La macro argentina habría que compararla con la brasilera de hace 30 años, para tener un panorama más completo.
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10 comentarios:
Buen Post
¿No tendría que devaluar Brasil si el flujo se le cortara?
LO HIZO CUANDO HIZO FALTA. TE FUMASTE UNA DEVALUTA DEL 40 O MAS, EH?
Y la revaluacion, idem...
Fijate que te fallo un link al ESC
Ahí agregué el link, elgrancayman. Gracias.
El Real se devaluó un 40% y antes de que se dieran cuenta, ya se había revaluado de nuevo.
Esa volatilidad en el tipo de cambio, en Argentina no se soportaría.
Un abrazo.
No tengo muy claro cómo son los parámetros para afirmar el enorme salto numérico de pobres brasileños hacia la clase media. Todos los indicadores sociales y niveles de consumo que veo en Brasil son horribles.
Muy buen post, Mariano.
Siempre me desasno en economía acá.
Saludos.
Carlos telefónico: no tengas duda que una parte es simplemente, revaluación monetaria. Cotiza un poquito más el real en relación al dólar, y automáticamente millones de brasileros dejan la pobreza. Qué se le va´cer.
Un abrazo.
Lo mal que hacés, Ricardo ;-)
Muchas gracias.
Un abrazo.
Mi duda se refiere a que una clase media tiene ciertos comportamientos, a nivel consumo culturales y de los otros, dirigidos a marcar un estatus, que en Brasil no se verifican. Brasil tiene tasas de adopción tecnológica horribles por donde se mire: TV paga, telefonía móvil, cantidad de PC, televisores, etc. Es decir, puede ser que por cuestiones monetarias la capacidad adquisitiva de ciertos sectores haya mejorado pero no hay indicios de que hayan mejorado su capacidad de consumo. Podría alegarse que el supuesto cambio en la capacidad adquisitiva fue tan repentino que no se ve el impacto a nivel ciertos consumos culturales. Pero lo dudo.
No se ve que la infraestructura básica se haya extendido a niveles acordes al supuesto boom redistributivo. Sin ir más lejos, la extensión de la red eléctrica, agua potable, etc sigue inalterada. Ni hablar de los niveles de precio de los servicios públicos.
En fin, tengo mis dudas que la mentada redistribución en Brasil sea tal.
Carlos:
Justamente no medir esas cosas que vos señalás es uno de los límites que tiene la medición de pobreza según ingresos.
Pero, bueno, por el otro lado tampoco hay que negarle méritos a políticas que lograron que millones de personas accedan a su alimentación básica, cuando anteriormente no lo hacían.
Por supuesto para hacer un análisis más integral, es necesario tener en cuenta las cosas que vos señalás (sobre todo la infraestructura básica, creo yo).
Y por ahí, ese límite es lapidario con los enfoques que defienden lo que Elemaco nombra como distribución secundaria (los subsidios directos, como la AUH, o la bolsa de comida brasilera). En definitiva, son paliativos solamente, pero no resuleven problemas estructurales, al menos en un plazo entre corto y mediano.
Un abrazo.
Muyt interesante. El mito de la transformación de "pobres" en "clase media" es falso. Lo que ocurrió es que la clase D dejó de ser mayoritaria, para ser la C. Lo correcto sería decir que dejò de haber tanta miseria para transformarse en pobreza. Es que el impacto de R$90 en gente que vive en comunidades aisladas es enorme (lo vi en varios lugares), y eso impulsa una mejora en la vida, sin por eso dejar de ser pobres. Lo otro, que no se suele comentar, es que los impuestos que paga la clase media son altísimos, en comparación con la nuestra.
El tema es qeue stas comprando cosas estaticas..
Que Brasil sigue estando peor en IDH que Argentina todos lo saben..
Pero el tema es la evolución.
Y no vale tomar desde la recuperación de una Argentina hecha trizas...
Y, finalmente, yo no creo que la alta inflación en Argentina sea causa de una política monetaria expansiva. Ese es un error típico del monetarismo de quien todavía podemos disfrutar de sus fracasos.
Sí creo que la corrupción estructural es una causa de inflación y este gobierno la promueve. O sea, le cobra comisión a los pobres por los favores.
Lo han hecho todos los gobiernos antes de este, es cierto. La única excepción es Alfonsín, y solo el, porque su coordinadora saqueaba lo que por pudor él no hacía.
Pero tenemos el 2001 de por medio. Debiéramos dejar de convertir el gasto de inversión en gasto corriente, no?
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