jueves, 31 de enero de 2013

Magia Explicada



Se abre el telón.
Estamos en cualquier momento de la historia reciente del país, década del 70, del 80 ó del 90.

Por enésima vez y gatillado por el motivo que sea, el escenario económico y social argentino vuelve a descalabrarse y apunta a irse a la mismísima cadorna (si no es que se fue ya).

Entonces, un puñadito de los masters de la economía que mejor representan los intereses de los señores que tienen el mango de la sarten, ese viernes fijan un feriado bancario el lunes y se van a una paqueta casa quinta en la que se encierran durante las próximas 72 horas para pergeñar un Plan Económico.

Zaaráaaann!!

Lunes a la noche, la población con los nervios de punta y los ravioles del domingo todavía atravesados en la tráquea, sin saber si al otro día va a tener que pagar las cuentas en pesos, australes, dólares, patacones o quetzales moneda nacional.

Quien haya sido ungido como futuro Ministro de Economía, en cadena nacional, con la misma expresión de un mago que está serruchando a su hermosa partenaire, nos habla de la pesada herencia, de lo dramático de las cuentas del gobierno y de reconocer como tremendo, pero también como INEVITABLE, el sacrificio que está a punto de solicitarle a la población.

Swiiishhhhh!!

Habemus Plan Económico.  

Aplausos. Vuelve la tranquilidad.
El nuevo orden impera. Tibia felicidad.
Excepto para aquellos que ya se dieron cuenta que, aquel fin de semana, no estaban en los planes de los participantes del cónclave en la quinta.

El Plan se implementa. El nuevo modelo avanza. Y se re-encauzan las relaciones entre agentes económicos. Cada jugador vuelve a jugar el juego que optimiza su renta. Los ganadores palean. Los perdedores mascan venganza.

El tiempo, el implacable, (el que pasó…), transcurre.
La cosa empieza funcionando.
Uno. Dos. Cuatro años. Depende.
Pero pasa lo que tenía que pasar.
Y empieza a funcionar menos.
Hasta que, finalmente, funciona nada.
Como en el Juego de la Oca, volvemos al principio de este post.

Las consecuencias?
Además de la decepción social.
Además de eventuales cacerolas, saqueos o, peor, de un golpe de Estado y sangre de inocentes que casi inevitablemente va a correr.
Además de todo eso, la consecuencia inmutable, no importa quién y cuándo se hiciera cargo de la cadena nacional, siempre fue, siempre es
un aumento exponencial de la pobreza. 
Y de su hermanita salvaje, la indigencia.

Toda ella, materia prima provista por la cantera de lo que hemos dado en llamar “clase media”.

En todos los casos, sin excepciones, las consecuencias de los actos de magia a los que nos vinieron sometiendo hasta 2003 fueron sistemáticos aumentos en la desigualdad en la estructura social. Todos esos inefables Programas Económicos inevitablemente impactaron, desfavorablemente, en la equidad de distribución y la homogeneidad de nuestra sociedad.

Eso sí, los magos de ocasión tuvieron, en cada oportunidad, una larga lista de excusas para justificar su fracaso. Usualmente tirándole la papa caliente a la política (o la caída de la convertibilidad no se debió al aumento descontrolado del gasto público que Menem impulsó en el 98 sin consultar antes a los Artana, los Roque Fernández, los Solanet, los Cavallo?).

Vió que en televisión hay un aguafiestas, un tal “Criss Angel” que explica los trucos?
Hoy vamos a convertirnos en sus lamentables imitadores. Hoy seremos imitadores de un zanguango que explica trucos de magia por televisión. Qué bajo hemos caído!

Tenga a mano.

Para entender la clave detrás de todos y cada uno de los malogrados experimentos económicos que vivió nuestro país los 50 años precedentes al 2003, hay que dar vuelta el escenario. Y la secuencia.

Observe con atención. En lugar de poner al aumento de la inequidad y la desigualdad en el lugar de CONSECUENCIA INEVITABLE que se le asigna en el RELATO (sí, ese también era flor de relato), vale la pena hacer un pequeño ejercicio de abstracción y tratar de pensar el golpe a la clase media, su debilitamiento, la caída de grandes sectores de su estructura en la pobreza, no como consecuencia sino como OBJETIVO FUNCIONAL.

Es decir, de la misma manera que Cristina se sube al atril y ratifica por enésima vez que el trabajo y la ocupación son ejes irrenunciables del “modelo”, de la misma manera, NADIE en el pasado se subió a ningún atril a decir la última y definitiva verdad: el OBJETIVO FUNCIONAL del relato neoliberal ERA, sin medias tintas, arrasar y destruir a la clase media. 

Claro, no es un objetivo para andar declamando en público ese de decirle a los súbditos: “y ahora queremos que ustedes sean Biafra”. No no. No paga.

Y las CONSECUENCIAS (no sus causas) de ese objetivo inconfesable, eran esos planes económicos herméticos, crípticos, mágicos. El sacerdote chamán predicando entre pedestres ignorantes, aterrorizados, en pleno shock.

Ilustremos el caso: derribar barreras arancelarias para recibir una inundación de mierda importada en el 76 fue consecuencia de una causa antecedente: destruir las pymes nacionales. Era al amparo de aquellas donde florecía, a borbotones, nuestra clase media.

Lograr una brecha saudita entre poquísimos sultanes que no pueden terminar de contar nunca su fortuna y mayorías embrutecidas, hambreadas y empobrecidas es FUNCIONAL a los factores de poder no democráticos ni republicanos que toman, solapadamente, decisiones que afectan la vida de todos.

Trtrtrtrtrtrtrtrtrrrrr (redoblante)…

Al primer corolario a estos razonamientos vale la pena recorrerlo.
Observe:

  • Cuando se razona y opera dentro del relato neoliberal, en el que la inequidad y la pobreza son consecuencias “no deseadas”, el diagnóstico que explica el “lamentable” (pero sistemático) error en los Programas Económicos adoptados es de orden TECNOCRÁTICO. Puede ser la tasa de interés, el precio de las commodities o el registro pluviométrico en la pampa húmeda, pero siempre la culpa reside en una razón técnica. Y se resuelve, como no puede ser de otra manera, por medios técnicos. En manos de los mismos (Cavallo 2001?) o nuevos (Sourrouille?) tecnócratas.
  • Por el contrario, cuando se iluminan las áreas ocultas del acto de magia neoliberal y queda a la vista que el verdadero objetivo siempre fue “africanizar” la estructura social del país, todos los argumentos de orden técnico automáticamente implotan, oprimidos por su propia hipocresía. Y el único diagnóstico posible es de orden POLÍTICO. Sí, político, esa palabra que odian los voceros de los partidos del status quo.


“Africanizar” es estructurar la sociedad para que la ejecución del “divide et impera” social sea viable (y sostenible).

Africanizando no sólo se disciplina a los viejos y nuevos pobres imponiéndoles limitaciones a su eventual rebeldía con el fantasma de la desocupación, la indigencia y la desprotección.

También se disciplina a quienes tuvieron la suerte de quedar del lado seguro del acantilado. Se los disciplina con sólo mostrarles cuáles serían las consecuencias de elegir y promover una opción alternativa, más o menos progre, una loca mañana. El precipicio es tan enorme que eriza, incluso, la piel de los dueños de autos alemanes. Que se asoman a esa ventana cada vez que un invisible, un desclasado, les pide una moneda después de pasarle una franelita a los focos del Mercedes.   

Vislumbra por qué hace 10 años no vemos un ministro de economía presentando un programa económico en cadena nacional?

Explicar magia.
Perdón.
Nunca volveremos a hacerlo.



1 comentario:

Jack Celliers dijo...

Ah, pero qué feo... ¿O sea que nos engañaban? ¿Cavallo no era que lloraba en serio?

El autor del post es una mala persona que le roba la ilusión a los que queríamos habitar el primer mundo.