
Continuamente escucho, leo y participo de discusiones que remiten a un mismo tema: la inflación, qué hacer con ella, el ajuste y los pobres.
Hay quienes dicen (simultáneamente):
- que la inflación perjudica principalmente a los más pobres. Es muy cierto. Tan cierto que hasta podría decirse que es irrelevante por lo obvio. Del mismo modo, podríamos ampliar para atacar de una vez por todas el meollo del asunto: el modo de producción capitalista perjudica, principal y casi exclusivamente, a los más pobres. De hecho, la pobreza, tal como la conocemos, es una consecuencia de este modo de organización social de la producción.
- que el ajuste es inevitable, que si no se hace ahora habrá que hacerlo en algún momento (tal vez el del próximo gobierno). Leí la metáfora, en líneas del comentarista de AP Walter, en la que equipara a los que desprecian el “ajuste” con un afectado de gangrena que le pide al médico que no utilice los métodos ortodoxos de amputar el miembro. Y que la muerte por septicemia solo se evita amputando, de modo que los médicos no deberían tomar otra decisión que no fuera amputar.
Suponiendo que la inflación acelerada fuera comparable con la terminal de una gangrena en avance, quedaría por ver en qué consiste eso que comparamos con la amputación. Es decir, el ajuste.
Ya lo dijimos varias veces. Ajustar implica necesariamente que los pobres, los tan mencionados pobres, vean limitada la posibilidad de expandir su consumo. Que renuncien al derecho de que se mejoren las transferencias del Estado (servicios de salud o educación, o prestaciones como asignaciones, etc., o construcción de viviendas a través de cooperativas) que reciben, ya insuficientes sin ajuste. Que paguen mayores tarifas (los subsidios no son sólo para las clases medias, los pobres viajan en colectivo también). La “solución” de ese ajuste, desde el punto de vista de los pobres, no es equivalente a la amputación, sino a la muerte. Matemos al gangrenado, antes de que muera por septicemia.
Valdría la pena hacer un esfuerzo intelectual y dejar de lado la mención a los pobres, sobre todo cuando se hace con hipocresía (como cuando Cavallo habla del impuesto inflacionario, por ejemplo). ¿De qué trata la cuestión de enfrentar un mal que aqueja a los pobres, desplegando estrategias que afectan a los pobres al menos en igual proporción?
Vencer la inflación ajustando de esa forma tradicional, no es para evitar el efecto que la inflación causa en los bolsillos de los pobres, sino en los de los ricos. Esa es la función del ajuste tradicional: que el capitalismo haga su trabajo, sin interferencias incómodas, a las que también suele llamárseles “distorsiones” en la jerga.
Hay quienes dicen (simultáneamente):
- que la inflación perjudica principalmente a los más pobres. Es muy cierto. Tan cierto que hasta podría decirse que es irrelevante por lo obvio. Del mismo modo, podríamos ampliar para atacar de una vez por todas el meollo del asunto: el modo de producción capitalista perjudica, principal y casi exclusivamente, a los más pobres. De hecho, la pobreza, tal como la conocemos, es una consecuencia de este modo de organización social de la producción.
- que el ajuste es inevitable, que si no se hace ahora habrá que hacerlo en algún momento (tal vez el del próximo gobierno). Leí la metáfora, en líneas del comentarista de AP Walter, en la que equipara a los que desprecian el “ajuste” con un afectado de gangrena que le pide al médico que no utilice los métodos ortodoxos de amputar el miembro. Y que la muerte por septicemia solo se evita amputando, de modo que los médicos no deberían tomar otra decisión que no fuera amputar.
Suponiendo que la inflación acelerada fuera comparable con la terminal de una gangrena en avance, quedaría por ver en qué consiste eso que comparamos con la amputación. Es decir, el ajuste.
Ya lo dijimos varias veces. Ajustar implica necesariamente que los pobres, los tan mencionados pobres, vean limitada la posibilidad de expandir su consumo. Que renuncien al derecho de que se mejoren las transferencias del Estado (servicios de salud o educación, o prestaciones como asignaciones, etc., o construcción de viviendas a través de cooperativas) que reciben, ya insuficientes sin ajuste. Que paguen mayores tarifas (los subsidios no son sólo para las clases medias, los pobres viajan en colectivo también). La “solución” de ese ajuste, desde el punto de vista de los pobres, no es equivalente a la amputación, sino a la muerte. Matemos al gangrenado, antes de que muera por septicemia.
Valdría la pena hacer un esfuerzo intelectual y dejar de lado la mención a los pobres, sobre todo cuando se hace con hipocresía (como cuando Cavallo habla del impuesto inflacionario, por ejemplo). ¿De qué trata la cuestión de enfrentar un mal que aqueja a los pobres, desplegando estrategias que afectan a los pobres al menos en igual proporción?
Vencer la inflación ajustando de esa forma tradicional, no es para evitar el efecto que la inflación causa en los bolsillos de los pobres, sino en los de los ricos. Esa es la función del ajuste tradicional: que el capitalismo haga su trabajo, sin interferencias incómodas, a las que también suele llamárseles “distorsiones” en la jerga.