martes, 3 de noviembre de 2009
Las Provincias Unidas
Una nación se erigió sobre la faz de la Tierra en julio de 1823. Los liberales que promovieron su gestación confiaban en algunas ideas básicas que estaban en boga en aquella época: un sistema democrático y republicano como marco político organizativo, la existencia de importantes recursos disponibles no sólo de las riquezas naturales de la región sino también debido al alto tráfico de mercaderías y negocios ya existente en esa época entre su litoral occidental, sobre el océano Pacífico, y el oriental sobre el océano Atlántico y un conjunto de características homogéneas en su población: una misma lengua, una misma religión, una historia común y una misma raza, producto de un mismo mestizaje entre aborígenes y conquistadores.
Quienes promovieron su gestación creían tener todo a favor, aunque omitían un pequeño detalle: pretendían que la eclosión buscada tuviera lugar muy cerca del lugar donde otras naciones, anteriores, más grandes y más poderosas, comenzaban a tomar las riendas de la situación regional.
Resistió 17 años, lo que no es poca cosa. Tuvo que enfrentar, en el frente interno, a las facciones conservadoras locales fuertemente articuladas con el clero y una oligarquía terrateniente con una enraizada tradición de esclavismo, expoliación y prebendas, que veía con muy malos ojos todo aquello de una república liberal y los ideales revolucionarios importados de París. Y en el frente externo se veía amenazada con fuerza por la estrategia expansionista de México.
Tuvo dos capitales: primero Guatemala y en la segunda parte de su breve pero agitada historia, San Salvador. Nos estamos refiriendo a una nación que comenzó su vida bajo el nombre de Provincias Unidas del Centro de América y luego pasó a llamarse República Federal de Centroamérica.
No hay una fecha cierta para su desintegración, que ocurrió por un desangramiento interno en el que cada Estado miembro fue proclamando sucesivamente su independencia para dar lugar al conglomerado de naciones que pueblan hoy el istmo mesoamericano, no más distintas entre sí que mis dos manos.
Su bandera, creada por Louis Aury, de quien alguna vez hablaremos en este blog, tenía tres bandas horizontales, las dos exteriores celestes y la central blanca. Un escudo en el centro contenía símbolos como un gorro frigio y cinco montañas en hilera, una por cada estado constitutivo: Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Honduras.
Esta última, que vive una intensa agitación política por estos días, es la que refleja, con las cinco estrellas de su bandera, de manera más elocuente ese deseo de que alguna vez todas vuelvan a ser lo que efectivamente son: una sola nación.
Los puntos de coincidencia que encuentre entre estas Provincias Unidas, sus símbolos y su lucha por la independencia y la Patria Grande y lo que le contaron sus maestras de primaria sobre su propia historia, probablemente sea sólo el producto de una febril imaginación.
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4 comentarios:
Buen recordatorio en estos días que Honduras está en una grave crisis provocada por el golpismo antidemocrático.
Se puede agregar que la bandera de tres franjas horizontales azul-blanca-azul tiene algo que ver con nosotros. A partir del 9 de julio de 1817, el marino Hipólito Bouchard (Buchardo) recorrío el Pacífico depredando los puertos y los barcos españoles, con una patente de corso expedida por el gobierno del Río de la Plata.
En consecuencia, enarbolaba la bandera argentina. Fue un viaje largo, de dos años, en el que llegó a las Filipinas y firmó en Hawaii un acuerdo por el que el rey Kamehameha I fue el primer jefe de Estado en el mundo que reconoció a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
En la vuelta, Bouchard recorrió las costas de California y Centroamérica llevando la bandera argentina. Cuando unos años más tarde, los centroamericanos se independizaron de España, su bandera se inspiró en aquella que habían visto flamear en los barcos que combatían a los españoles.
Saludos
Ah ! no era el Corsario Negro sino el albiceleste ! Si no recuerdo mal, la provincia de Chiapas decidió integrarse a Mexico por esos años.
Uno tiende a idealizar aquellos tiempos, lo que nos hace menospreciar el presente, pensarlo más vil y, por ello, justificar actitudes y posiciones más realistas y menos utópicas.
Espero que en cambio, la relectura de esa historia sirva de inspiración, para que no nos convenzan y nos convenzamos de que otro presente, y por ende, otro futuro, son posibles.
Un abrazo
Una historia colmada de traiciones y desencuentros, así como la nuestra de aquí, más al sur.
Y desde ya, el recuerdo de la Federación Centroamericana es inseparable del de su máximo prócer, Francisco Morazán.
Un abrazo.
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