sábado, 6 de junio de 2009

El Odio



Nos encantan los besos largos, apasionados que se dan el barbudo y la colorada en un colectivo lleno. Odiamos el malestar de los que no soportan tener tan cerca al amor.


Nos alegran los silbidos que bajan hasta esa morocha que pasa, la cintura a prueba de billeteras, piropos en guaraní que llueven desde ese andamio que no ve la hora de volver a Asunción, a pesar de la morocha, afundirse en un abrazo eterno con sus hembras pacientes y hermosas. Odiamos a los que, detrás de bromas inocentes y chiquitas, esconden prejuicios gigantes.


Respetamos a los que trabajan, los que se arremangan y transpiran en el más crudo invierno, los que se suben felices a la caja de la chata a las cinco en punto, cuando el gorra marca el final de la jornada. Odiamos a los que negrean, los que no pagan extras, los que niegan vacaciones, los que ven en cada laburante un espíritu a doblegar.


Nos inspiran los artistas, los músicos, los que eligieron el duro camino de decir con sus manos, con su voz, con su cuerpo, lo que sienten. Odiamos a los mercaderes que envilecen una melodía, un color o una rima por dos puntos de rating.


Nos inspiran las chicas del Rosedal y Constitución, a las que el único camino que les supimos permitir fue el de las lágrimas y la violencia. Odiamos a los pacatos que junto al calor del hogar y de los cuatro hijos de colegio católico, las señalan con el dedo. Y los jueves a media tarde acarician furtivamente el sexo de un macho joven, luego pagan y se van.


Nos emocionan los doctorcitos que gastan sus zapatillas baratas en los pasillos del Fiorito, y cargan la abrumadora tarea de decirle a Doña Elvira que “ya nada se puede hacer”. Odiamos a los que te preguntan por el carné de la obra social antes del qué te duele. Pero más odiamos a los siniestros ingenieros de ese engendro.


Amamos a los que, con uñas sucias y sonrisa limpia, con ojos negros y mocos colgando, corren una carrera hacia la camioneta con la que llegan la comida, los juguetes, los pulóveres y la profunda paz de saber que el bien y los buenos existen. Odiamos a los que los odian.


Reconozcámoslo.


Es el odio.


Lo que nos mueve es el odio.


El odio al odio... es amor?


Quizás no, pero es lo que nos permite seguir vivos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad, es un tema el odio. Yo pensaba seriamente si no estaremos enfrascados, enroscados en el mismo veneno que aquellos que nos odian.
Pero digo,algo nos aleja drásticamente: a nosostros no nos une el espanto.

Udi dijo...

De vierde man: son dos clases de amor, como dice Benedetti, ellos aman de una manera, nosotros de otra, y de objeto de amor, también ¡Por qué no!.
Contradicto: detrás de los fríos números de automotrices y armadurías hay un poeta.
¿Me permite recitarle su texto a una señora con música de Piazzola de fondo?
Le prometo que se lo dedico, vea.
Hermoso, y va a la raíz última de ls cosas, hacemos lo que hacemos, creemos en lo que creemos, y odiamos lo que odiamos porque nos mueve el amor.
Mire, mi estimado Contradicto, podemos discutir aquí y allá alguna minucia respecto a PBI, armadurías o integración nacional de algún producto. Son pavadas.
En esto estoy con Usted, y aquí sí: 100 x 100.
Me da un poquito de envidia, a decir verdad, pero, nobleza obliga: ¿Felicitaciones!

Tomás dijo...

Puf.

Para poner en un cuadrito.

Ana C. dijo...

Mire que el odio es un sentimiento muy estéril, Contradicto.

Pero el texto es muy lindo.

Mendieta dijo...

Gracias.