El artista busca una chispa que genere el fuego que se necesita para que el arte surja, y debe estar listo para ser consumido por las llamas de su propia creación.
Auguste Rodin
Quizás se pueden enumerar variados motivos para justificar la boleta que hoy introducimos en un sobre. Seguramente habrá tantos, como votantes se presenten a hacer valer su derecho ciudadano. Algunos votarán al oficialismo y otros votarán a la oposición, en sus diversas manifestaciones. Estaremos ejerciendo un derecho que, a fuerza de perderlo reiteradamente a punta de bayonetas y desidia, los argentinos aprendimos a custodiar, cumpliendo una tácita promesa que le hicimos a 30.000 hermanos que hoy no están.
Habrá, entonces, motivos individuales y colectivos, motivos esperanzados y pesimistas, motivos generosos y otros egoístas, motivos positivos y “no positivos”.
Este humilde cartonero que escribe minucias en este blog pasó estos últimos días tratando de preguntarse, de indagar en lo profundo, las razones para romper el hastío de este domingo frío y gris y acercarse a la mesa en la que las autoridades no sabrán si darle la mano para no contagiarse una mala racha que lleva décadas, si aceptar las medialunas que les lleva, para cumplir su derecho cívico.
Y en esa búsqueda interior, despuntada en los frecuentes momentos de ocio que el cartonero va encontrando, fueron apareciendo algunas razones. Ninguna se presentaba, eso sí, muy digna de ser compartida. Pero ayer, en la esquina de Piedras y Moreno, una idea que empezó chiquita y pobre, comenzó a ganar cuerpo y crecer hasta hacerse tan firme, clara y evidente como quería.
He decidido votar a los hombres y mujeres que, con errores y falencias, con cuotas de omisión y no pocos desaciertos, tuvieron enorme valentía y capacidad para provocar un chispazo de futuro en la oscura noche de la política argentina de los últimos 30 años. Se trató del más irreverente, el más rebelde, pero al mismo tiempo el más esperanzador chispazo del que tengamos memoria. Y durante estos pocos años dio lugar a las débiles pero ciertas llamas con las que hoy nos iluminamos y nos calentamos.
Un fuego generoso y amplio cuya luz, cuyo calor, somos testigos, protege a hermanos nuestros que sólo vivieron frío y desamparo y que nunca imaginaron que podía ser diferente. Hermanos que sólo asistieron, como víctimas, al perverso y deliberado proceso de destrucción y vandalismo social, político y económico que tuvo lugar en nuestra tierra y que convirtió anteriores, enormes llamas y fuegos, en brasas que permanecieron escondidas secretamente en algunos corazones.
Nada hacía prever que aquel fuego de libertad, de soberanía y de solidaridad iba a volver a alzarse. Se encargaron de destruir nuestra esperanza y nuestra autoestima, de destruir nuestra potencia creadora y nuestro sentido de Nación con objetivos compartidos. Nuestros símbolos y hasta algunos de nuestros bebés se apropiaron. Y pensaron que el trabajo estaba terminado.
Sin embargo, milagrosamente, ese sentimiento de unión y de hermandad, que sólo surge cuando los corazones inflamados se unen, volvió a alzarse.
Ese fuego no está en un hombre ni en su esposa. Ni tampoco en su equipo. Ellos son gente común con responsabilidades excepcionales. Las que, tímidamente, les transferimos en 2005 y les confirmamos, confiados, en 2007.
De aquellos errores que dijimos, llegó 2008, y con él el fallido intento de restauración conservadora. Y como un fuego que se ve amenazado por el vendaval, debimos observarnos a nosotros mismos, debimos volver a aprender algunas lecciones y aprovechar ese soplo para terminar reconociendo, felices, que somos muchos los que ardemos y que estamos listos para aportar nuestro combustible a la causa de hermanos nuestros que todavía sufren.
Afuera, enfrente, todo es tormenta y aguacero. Nada de lo que hoy allí se exhibe vendrá genuinamente a favorecer nuestro lado de la ecuación: en algún caso se trata de oportunismo travestido de intacta pureza, en otro son lisa y llanamente la tempestad de chicos ricos que creen que esto es un juego y quieren llevarnos de vuelta a la noche amarga y fría en la que entregamos la voluntad.
A los impacientes, a los dudosos les decimos: la destrucción de la que venimos eran vasta, masiva. La reconstrucción requiere tiempo y paciencia. Pero fundamentalmente requiere política. Ese trayecto no puede ser recorrido a la zaga de puristas que no se embarran, que no se queman. Sólo nuestros niños pueden permitirse la infantil inocencia de ser guiados sin mancha a una nación con final feliz. Una mujer querida y recordada ya creó para ellos la Ciudad de los Niños.
La nuestra, la que el norte de nuestros sueños nos marca, es una nación en la que nuestras utopías tienen una mínima perspectiva de lograrse, pero solamente a través del trabajo y el sacrificio. En ella la política gobierna.
Que lo sepan los perdidos, los desorientados. Nosotros no estamos votando candidatos. Estamos votando por esos grupos de jóvenes hombres y mujeres, humildes y generosos, que asisten hoy en la Argentina a un espectáculo del que nunca creyeron ser protagonistas: se juntan, discuten, se organizan. En grupos grandes y pequeños. Por el pavimento barrial, por cloacas o por las grandes líneas directrices de gobierno. En una asamblea vecinal o en Internet. Están, a su manera, ensayando, ejercitando y recorriendo el camino, inédito para muchos, del proyecto común.
Supieron, supimos, percibir el filo de la cuchilla que nos amenazó el año pasado. Y están, estamos, tomando precauciones. Estamos haciendo política. Como chispas que emergen del fuego inicial buscando encender nuevos ámbitos y sumar nuevos espíritus, nuevas brasas. Alertando, debatiendo, despertando.
Votamos esa esperanza. Votamos ese fuego.
Y estamos orgullosos de ser parte.
2 comentarios:
Eh, pero como??
No funciona el delivery 0800-IGUALDAD SOCIAL?
Probaste por la pagina www.justicia-ya.com??
Perdon por los chistes en un escrito tan bueno, pero me sale lo sarcastico al ver a los puristas que no se embarran.
La gente que se cree que todo es cuestion de que nos pongamos todos de acuerdo y tiremos juntos para adelante. Como decia Mactas en el Gato y el Zorro.
Excelente, Contradicto. Queda feo que nos elogiemos entre nosotros, pero en esta ocasión, se justifica.
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