Seguimos con las “comisiones” en el comercio con Venezuela.
Tenemos un problema de base. El de ser herederos de la oposición al menemismo. Independientemente de dónde hayamos estado entonces. Digo, el kirchnerismo construyó sobre las ruinas que habían quedado después del “terremoto” 2001. Y lo hizo en contraposición al modelo 90. Así lo eligió.
Entonces, como herederos forzosos de aquello, nos cuesta mucho despegarnos de algún tic. Tenemos que volver a pensar aquellos años. Tenemos que hacer la (auto)crítica de lo que era ser “anti-menemista”, y del rol central, exclusivo diría, que se le asignó a la “corrupción menemista” en esa construcción.
Mantener esa tara, no poder despegarnos del turbio calificativo “la rata”, nos mete de cabeza en paradojas de las que se hace difícil escapar.
Porque aparece la denuncia por “coimas” en el comercio Argentina-Venezuela, y la reminiscencia del espejo se hace difícil de evadir. En ese momento, aunque nos duela, corremos serio riesgo de ser el otro, tan odiado.
Ahora, enfocándonos en el caso "coimas" se identifica dos planos distintos (digamos, la corrupción habría que probarla primero, pero aún así).
Por un lado están los negocios que un funcionario, o grupo de funcionarios de uno o los dos países hayan podido montar.
Y por otro carril (el central, el que vale más) está la política de acuerdos comerciales que fue muy beneficiosa para muchas empresas argentinas que no hubieran podido ni siquiera soñar con exportar las cantidades que le exportaron a Venezuela.
Una cosa es, en un nivel pre-político, discutir sobre ciertas maniobras. Incluso, si se confirmara judicialmente que esas maniobras fueron espurias les concedería hasta que les dieran de morfar a los leones de Temaikén con los funcionarios implicados. No me importa ese punto.
Pero en lo que no hago concesiones es en cierta intención que puede vislumbrarse en la forma en que Pagni, por ejemplo, presenta los hechos. Mezcla la especulación de un venezolano con los bonos de deuda argentinos, con las exportaciones de tractores, para armar un paquete.
Su intención casi seguramente sea cargar todo a la cuenta de una concepción intervencionista en materia de comercio internacional. Cuando sabemos (no hace falta ni decirlo) que la corrupción no es patrimonio de ningún esquema en particular.
Es bastante probable que Pagni, so pretexto de enfrentar la corrupción de Uberti, quiera voltearle los negocios a las cooperativas exportadoras de tractores, para que, de postre, se alcen con esos negocios las empresas del sur de Brasil. Porque preferiría una política más tendiente al libre comercio.
A mí Pagni no me va a colar el ALCA porque Uberti haya hecho cagadas. Las ideas de desarrollo de país no se negocian en combo con el prontuario de un funcionario.
Lo siento mucho por ellos si se sienten frustrados por no haber sabido defender con coraje el modelo que les gustaba y se les terminó cayendo.
Nosotros (y perdón que abuse de la palabra nosotros) deberíamos demostrarle que no somos la Alianza. Que, como se dijo, "no somos perros para que nos corran con el diario".
Nosotros (y perdón que abuse de la palabra nosotros) deberíamos demostrarle que no somos la Alianza. Que, como se dijo, "no somos perros para que nos corran con el diario".
Para ello es necesario convencernos de que somos capaces de pensar en modelos, trascendiendo nombres. Trascender la tiranía de los nombres propios es trascender la imposición de ciertos métodos de construir en política, vinculados con la “pantalla” y la fama.
Es volver a hablar de “proyectos” como algo más que una simple declamación.
Es volver a hablar de “proyectos” como algo más que una simple declamación.
Y volver a darles a los nombres propios un lugar secundario. Si un nombre propio es la única garantía de que un proyecto se sostenga, es que no estamos haciendo las cosas del todo bien.
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