martes, 31 de diciembre de 2013

Radares (II) - Secretario Intocable


Del contexto planteado en la entrada anterior nos quedaremos con una premisa central: la oposición “dura” (según la acepción anterior) creé haber detectado nuevas vulnerabilidades y ha decidido ingresar en una etapa superior (más radicalizada y virulenta) de ataque al gobierno.

Más que analizar los pormenores de la oposición dura tratando de arrear y disciplinar a la oposición blanda (que se parece demasiado a un viaje de egresados), trataremos de analizar las alternativas que se le presentan al oficialismo.

En una inteligente lectura de cambio de pantalla, CFK impulsó una serie de cambios en su gabinete: subrayables la asunción de Capitanich en el comando y Kicillof unificando diagnóstico y decisión en el área económica. En nuestra opinión, que puntualmente se manifestó acá, se quedó corta Cristina en esta movida renovadora. Más razones se expondrán a continuación.

Los frentes críticos inmediatos del bienio que está iniciándose, en términos del consenso popular para la continuidad del proyecto, son de orden económico y se centran medularmente en:

• El control de la inflación

• El debilitado frente externo

El control de la inflación
El nombramiento de Augusto Costa reemplazando la ya desgastada gestión e imagen de Guillermo Moreno se hace sobre la base de sus laureles académicos personales y con los avales de su jefe, Axel Kicillof.

Todo parece indicar que hemos cambiado motosierra por escalpelo. Es posible. Nosotros preferimos pensar que hemos cambiado una forma de negociación laxa por una más exigente. Estamos diciendo que Moreno era el lado romo de la navaja? En los hechos sí: durante su gestión se resignó la inspección detallada y rigurosa de la estructura de costos de los grandes formadores de precios de nuestra economía por acuerdos de precios generalizados, pero reconocibles por su pobre contenido federal, por la cantidad de perforaciones que sufrían con el paso del tiempo y por la baja supervisión y disciplinamiento con el que fueron monitoreados, pecheras más, pecheras menos. Nuestras críticas a la gestión del super-secretario no se basaban en su desapego a las formas (si es que eso realmente existió, nosotros no lo percibimos en ninguno de los videos que la oposición clarinetista presentó encender la mecha de la indignación de la clase media urbana) sino, al contrario, por el contenido.

Imaginamos que en esta instancia la Secretaría de Comercio va a dar ese imprescindible salto de calidad en el conocimiento que debería tener cualquier, como ocurre en esos países serios que nuestros economistas zombies no mencionan, sobre cómo se forman los precios de los productos de consumo masivo para la población. Un salto al que nuestros empresarios han sido tan reticentes (por motivos que no conocemos pero sospechamos) y al mismo tiempo tan exitosos.

Como sea, desde este blog queremos ser claros en nuestra opinión: la inauguración de la gestión Costa no empieza con el pie derecho. Reconocemos apoyar a Tigani en su debate con el panel de 6-7-8 hace algunos días. Y con mayor razón si fue desde la Secretaría que se develaron e hicieron públicas las maniobras de grandes marcas de alimentos frente al último acuerdo de precios con Moreno, induciendo al consumidor a engaño y confusión por medio de creación de marcas y variantes espureas, etc.

Han pasado varios días desde que esta maniobra, que sin romper ninguna barrera legal claramente se erige como una estafa de orden moral a la población, se hizo conocida. Y quizás estamos mal informados pero no es de nuestro conocimiento que la cosa haya ido más allá de su mediatización. Y esa falta de rigor en la penalización de las estrategias espurias de algunos empresarios, digámoslo ahora, asusta.

Si hubo una ventana de oportunidad política y simbólica crucial para el funcionario recién nombrado, cuya misión es convertirse en domador exitoso y aplaudido de una jaula llena de leones viejos y mañosos, era justo esa de los trucos empresarios. Los leones le habían dejado la pelota picando sola frente al arco.

En viaje a Roma nuestro Dalton gritón y pendenciero: creo que no nos equivocamos si nos erigimos por un minuto en intérpretes del sentir popular y decimos claramente que la maniobra de las dobles marcas merece la respuesta de un Robespierre frío, lejano e inflexible, que sinceramente nos hubiera gustado ver al frente de una enorme comitiva acompañada por las cámaras de tv, funcionarios de rango y apoyo político sindical, instalando la simbólica guillotina en la puerta de entrada de una cualquiera de estas empresas inescrupulosas.

Repetimos que está claro que la confusión que instalaron con sus marcas difusas y el vaciamiento de los productos de precios acordados no es ilegal. Lo cierto es que tampoco hubiese sido ilegal una inspección integral sorpresiva, mediática y bien manijeada sobre alguna de esas empresas, compuesta por técnicos de la AFIP, de la Aduana, del ministerio de trabajo, del ministerio de salud, del Senasa y de cuanta entidad pública nacional tenga jurisdicción y poder de policía sobre la producción de alimentos envasados con destino el mercado interno.

Más importante que los resultados que pudieran obtenerse en términos de conocimiento específico de una cadena de valor, el efecto simbólico disciplinador inducido al colectivo de empresarios del sector y el aplauso silencioso de la población a ingreso fijo,  hubiese brindado a la nueva gestión un hándicap valiosísimo que, por el momento, han decidido dejar de lado.

Sin ánimo de ponernos demasiado cinematográficos, lo que queremos al frente de la Secretaría de Comercio es a Elliot Ness y sus Intocables, y no podemos dejar de recordar el diálogo que el personaje encarnado por Kevin Costner mantiene con Jim Malone, el veterano sargento de mil batallas magistralmente interpretado por Sean Connery:

- Dijiste que querías atrapar a Capone. Realmente querés atraparlo? Fijate que lo que estoy diciendo es, qué estás dispuesto a hacer para lograrlo?
- Cualquier cosa dentro de la ley
- Y, "entonces", qué estás dispuesto a hacer? Porque si abrís esta lata de gusanos tenés que estar dispuesto a ir hasta el final. Porque estos tipos no van a abandonar el campo de batalla hasta que uno caiga muerto.
- Quiero atrapar a Capone! Lo que no sé es cómo hacerlo...
- Querés saber cómo hacerlo? Ellos sacan un cuchillo, vos sacás un revolver, ellos mandan uno de los tuyos al hospital, vos mandás uno de ellos a la morgue. Ese es el estilo Chicago y es la única forma en que atrapás a Capone. Ahora, querés hacerlo? Estás listo para eso? Te estoy ofreciendo un pacto. Querés este pacto?
- He jurado atrapar a ese hombre con todos los medios legales a mi alcance y lo haré.
- Bueno, Dios odia a los cobardes. Ahora, Elliot, sabés lo que es un pacto de sangre?
- Si
- Excelente, porque acabas de hacer uno.

Hablemos del frente externo en la próxima entrega.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Radares (I)


En un exceso de simplificación que ameritaría un aplazo en cualquier examen en la carrera de Ciencias Políticas, se puede esquematizar un modelo estilizado de la oposición vernácula como si estuviera articulada en dos grandes esferas, la de orden político y la de orden fáctico. En cualquier caso la totalidad del espectro enfrenta algunos problemas:

-por un lado la oposición de orden político, compuesta por sus renombrados líderes, sus partidos tradicionales y una gama de cuasi-partidos que se han ido generando (o incluso desprendiéndose de la misma oposición, pero también del oficialismo), sufre el síndrome de no poder presentar en sociedad un proyecto de país que tenga características que lo hagan aceptable y viable a las necesidades de las mayorías.

Podríamos dedicarle un largo párrafo a los motivos de la ausencia sorda de una articulación programática que despierte alguna pasión en los espíritus populares, pero el esfuerzo puede no valer la pena; usemos el reduccionismo y la simplificación barata para decir que las banderas más deseables de una línea de gobierno no sólo han sido audazmente tomadas por el oficialismo sino que, a lo largo de estos años y contra todas las apuestas, también ha mostrado coaraje para clavar sus picas en Flandes de manera más o menos desprolija, más o menos oportuna. Por el lapso de este raudo análisis, bauticemos a esta oposición política como “blanda”.

-por otro lado el orden fáctico, anónimo de representantes (lo que se inscribe en la tradición histórica y mundial) pero mucho más articulado y eficaz en sus intereses y demandas, como así también en la forma de exponerlos a la luz pública, lo que constituye una sustancial diferencia con el conjunto anterior, tiene absolutamente claro cuál es el proyecto de país que pretende instalar y cristalizar al tiempo que padece el insufrible problema de que su proyecto es demasiado similar (el mismo, dicen los que saben) a uno que ya gobernó al país durante 25 años con consecuencias todavía presentes en las retinas de sus supuestos beneficiarios y que, como un zombie, no puede ser expuesto a escrutinio público sin correr riesgo de que la luz del sol termine de convertirlo en un muerto definitivo. En contraste (no sólo semántico) llamemos a esta la oposición “dura”.

La problemática opositora descripta, de una oposición política blanda sin programa y unan oposición fáctica dura con un zombie en el placard, resuelve esta dicotomía de una manera obvia por lo poco original: la oposición blanda adquiere el programa articulador que le es provisto pr la línea dura, y en compensación por esta provisión, como cualquier Fausto que se precie, se disciplina a los intereses y demandas de aquella, que la dota de andamiaje argumental, recur$o$ y usinas mediáticas, y le exigirá a cambio su cumplimiento, monitoreado mediante evaluaciones mensuales en los estudios de TN y llano de condiciones y de cualquier vuelo creativo (con la excepción de la tenaz Lilita Carrió, una herbívora indomable).

Se agrega un comentario: por un lado es una verdad de Perogrullo que en las últimas semanas, independientemente de temperaturas, índices inflacionarios, cortes de energía, reservas en el BCRA, robos confundidos con saqueos, valor del dólar oficial y del ilegal, y cuanto resorte de indignación simbólica se enumere, ha recrudecido de manera exponencial la intensidad del fuego mediático opositor, notablemente en línea con el inicio del último bienio presidencial de un proyecto kirchnerista “puro” y con el proceso de desinversión efectiva del grupo mediático Clarín.

Nada lleva a pensar a quien escribe estas líneas que este fuego continuo y persistente vaya a aplacarse en los próximos meses. No hay motivos. El golpismo blanco vive estas horas como los aprontes de una fiesta que lleva una década de demora.

No es un detalle a soslayar inocentemente y ameritará futuras entradas en este blog para analizar la reacción oficialista ante este cielo iluminado de fuego peligroso y persistente.

Mantener radares encendidos.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Crisantemo

Paulista, nacido en la favela Jardim Fontalis hace 26 años, conoció la magia de la música acompañando a su madre a las fervorosas misas de las iglesias evangélicas y las sesiones secretas de candomblé; pronto percibió que rimar era fácil y en poco tiempo, surfeando la ola del hegemónico rap americano, se dio cuenta que pisaba adversarios y arrasaba desafiantes en los duelos de improvisación en el centro de la ciudad. Internet encendió la mecha urgente de la fama para sus batallas poéticas y Leandro de Oliveira se ganó, en buena ley, el apodo de Emicida, o exterminador de MC's*. Hoy Emicida tiene productora propia, tiene una hija y con su rap filoso y directo trabaja para sacar chicos del crac y meterlos en la música.

Aquí, su arte:


El tomó, tomó
tipo ganador 
y después rió, rió
como Bira do Jo
Felicitó 
Todo el mundo ahí es concejal
Y subió el morro estilo auto

El nos dio
toda la fe de un pastor
después desapareció
dejando sólo el dolor
ignoró el aviso
despacio con la litera
y cortejó, por sobre la vida dura

Traficó aéreo, bailó en serio, pala
serpiente rastrera, credo, pobre maestro en el aula
cigarro en el bolsillo, barro, "Para Elisa" embala
no solo donde impera, cualquier bondi es fosa
tomá otro trago, si es lo que te resta
tomá otro trago, la vida es una fiesta
viajá Amyr Klink, hacé eterna tu siesta
no dio tiempo ni a decir bye bye

La vida es sólo un detalle (4x)
Es todo es nada es un juego que mata
Es una celada
La vida es sólo detalle (2x)

Padeció, descendió
como en otoño flor
y nos siguió
juntando lo que quedó
unos retratos, discos
a vivir de prestado
bien cuando vi que el mundo
es sin calma

Pasó, tejió
Como Dios dibujó
en lo que surtió, surgió
un pecho sufrido
era rata, bicho, moho, hedor
pero saudade, o sea
sentir hambre con el alma

en la cena migajas, en el juicio cuervos
no jure, quien jura miente, para siempre, la fe falla
vida muerte número de negrito
acá cada uno su corona de espinas
cuál es tu droga? tv? hierba?
cuál es tu droga? soledad? cierva?
donde te escondes? donde te elevas, eh?
qué es lo tuyo en la tierra de nadie?
---
Era el día de Cosme
madrugada
llovía afuera
de repente alguien llama
Jacira, soy yo, Luis
presentí
Miguel murió
qué más podía ser?
además mi corazón ya estaba apretado
previendo la desgracia
en la fiesta del parque a cierta hora
Ere subió
y quien descendió fue el sultán de la Mata
me llamó y me dijo
agarrá a los chicos 
y andá para casa
dijo "prepará el corazón, se fuerte, andá"
levanté, abrí la puerta y la desgracia se confirmó
una pelea o una caída
Don José de Dulce lo socorrió
Don José es la representación del Estado en Jardin Fontalis
Tal vez hasta hoy
Noticia para dar, vaquita para enterrar
Domingo
Justo yo que me crié sin padre
Perder el padre ya es una tragedia
Perderlo en la infancia es sentir saudade
No de lo que vivió sino de los podría haber vivido
El entierro, la vuelta
El mirar del nene cubierto de lágrimas pensando lejos
sin entender
mi corazón apretado sin lograr explicar
el tiempo fue encajando todo
las pertenencias de él siempre en el mismo lugar
las viejas chinelas abandonadas responden
que no va a retornar
los días son oscuros hasta con el sol más caliente
el silencio de Miguelito cala
cada vez más profundo en nuestros pechos
cuando un padre muere también se pierde a la madre
yo sabía qué era eso
como alguien puede morir el mismo día que nació.

*MC`s, maestros de ceremonias, grandes referentes del hip hop y el rap.


martes, 24 de diciembre de 2013

La Navidad y los saqueos


Te conté la del Gordo Luis cuando hizo de Papá Noel? Es mundial la del Gordo Luis cuando hizo de Papá Noel. Casi se convierte en otra víctima del imperialismo salvaje el pobre Gordo. Del colonialismo, por decirlo de otra manera. Porque, decime vos, qué carajo tiene que ver con nosotros y con nuestras costumbres el Papá Noel. ¿Quién le dio chapa al Papá Noel? Un tipo vestido para la nieve, abrigado como para ir a la Antártida, en un trineo tirado por renos. ¡Renos, mi querido! ¿Cuándo mierda hemos visto un reno nosotros? ¿Alguna vez te fuiste a Buenos Aires en auto y viste al costado del camino un reno morfando pasto debajo de un árbol?

Pero el pobre Gordo casi la palma con esa historia... ¿No te conté la del Gordo Luis? Porque se la cuento a todos. Fue hace como quince años. El Gordo estaba en la lona total. Pero en la lona lona, no tenía un mango partido por la mitad, lo habían despedido de la proveeduría donde laburaba y lo ponías cabeza abajo y no le caía una moneda. Para colmo, se venían las fiestas y algo había que comprar para poner arriba de la mesa el 24 a la noche.

El Gordo tiene dos pibes que eran muy chiquitos en ese entonces y a esa edad a los pendejos no les vas a andar explicando el fato del FMI, la tecnología que reemplaza a los trabajadores y todas esas pelotudeces.

La cuestión es que empezó a buscar laburo, alguna changa, cualquier cosa, trabajar de lo que fuera. Primero empezó por su barrio, con los amigos y conocidos, ahí por Mendoza al fondo. Ya después entró a andar por cualquier lado para conseguir algo. Y resulta que en el barrio Echesortu, una vieja que tenía una casa bastante grande de electrodomésticos le ofrece disfrazarse de Papá Noel y repartir caramelos a los chicos en la puerta para promocionar su negocio. Lo de siempre. Le tiraba unos mangos, por supuesto, que al Gordo le venían bastante bien. Y ahí fue el Luis, che.

Ahora, imaginate la escena, porque estamos hablando de Rosario, Capital de los Cereales, ubicada a orillas del anchuroso río Paraná.

El Gordo Luis, tenés que pensar en un tipo arriba de los cien kilos, fácil fácil debe andar por los 120, porque es alto, grandote, Luis.

Y te digo que resultaba perfecto para Papá Noel porque el Luis es más bueno que Lassie, nunca lo he visto enojado al Gordo, es un pan de Dios.

Pero tenés que tener en cuenta una cosa ineludible. Rosario... pleno verano... mediodía, un sol de la puta madre que lo reparió, algo así como 83 grados a la sombra, y ese gordo metido adentro de un traje de Papá Noel con una tela tipo felpa así de gruesa, así de gruesa no te miento, gorro, barba de algodón, bigotes, botas y guantes.

¡Guantes! Porque la vieja era una vieja hinchapelotas, conservadora, que quería que el Gordo se pareciera exactamente a Papá Noel y que se vistiera todo como correspondía, el pobre Gordo.

¿Viste que hay veces en que tipos hacen de Papá Noel pero sin guantes y hasta a veces sin barba, o pendejas jovencitas vestidas de colorado pero con polleritas cortonas, tipo minifaldas, y las gambas al aire así están más frescas?

Pero claro, el Gordo Luis era perfecto para hacer de Papá Noel y por eso se le ocurrió eso a esa vieja hija de puta. Porque lo vio al Gordo gordo y con esos cachetitos medio coloradones que tiene el tipo, el personaje, Santa Claus.

Hasta la voz media ronca tiene Luis... ¿viste que Papá Noel se ríe siempre con esa risa ronca? Jo, jo. Hasta eso tiene Luis, la voz ronca.

Jo, jo, jo... Pero vuelvo al tema. Doce del mediodía, pleno diciembre, un sol que rajaba la tierra, un calor infernal, los pajaritos que se caían muertos al piso por la canícula, se venían en baranda y se desnucaban contra la vereda... y el Gordo ahí, che, con el traje de lana gruesa, barba y bigote, sacudiendo una campana de papel maché o algo así y dándoles caramelos a los chicos que se juntaban para verlo.

A los quince minutos, a los quince minutos te juro, el traje del Gordo ya no era colorado... ¿viste que esos trajes son colorado medio clarito? Bueno, era violeta, violeta era, por la transpiración a chorros que largaba el Gordo. Pero no un pedazo, alguna zona del traje, no. Ni tampoco era solamente debajo de los brazos o arriba de la zapán que es donde uno transpira más, no. Era todo, completo, íntegro. Al Gordo le corrían ríos de sudor sobre la piel, ríos, torrentes que le empapaban acá, acá, acá, las ingles, las pelotas, las pantorrillas, ríos que le inundaban las botas, por ejemplo. Me contaba después –porque todo esto me lo contó él mismo- que sentía las botas llenas de agua, como si las hubiera metido en un balde de agua caliente, le chapoteaban. Todo alrededor, no te miento, todo alrededor, en el piso, en un diámetro de ocho metros más o menos en torno al Gordo, parecía que habían baldeado. Toda la vereda mojada, de lo que chivaba el Gordo, se le saltaban los goterones de la cabeza, parecía las Aguas Danzantes el Gordo, imaginate.

Te digo que era ya un espectáculo grotesco, lamentable, pero Luis le seguía metiendo voluntad, le ponía ganas, caminaba de un lado al otro, se reía, llamaba a los chicos.

En eso, una vecina, una vieja de esas que nunca faltan, que están al reverendo pedo como bocina de avión, que vivía a unas dos puertas del negocio de electrodomésticos, sale a la puerta y lo ve al Gordo. O escuchó el griterío de los chicos y salió a ver que pasaba. Lo ve al Gordo y se apiada de él... ¿Viste? Esas viejas comedidas, bienintencionadas, chuecas, que caminan medio encorvadas, que les cuesta moverse pero que rompen las pelotas permanentemente, un cuete la vieja, una ladilla.

Se manda para adentro de nuevo la vieja, flaquita ¿viste? Bajita, canosa con un rodete y aparece al rato con una jarra así de grande, pero así de grande, con un líquido amarillento que parecía limonada, lleno de hielo. Transpiraba de fría la jarra. Y se la ofrece al Gordo, che.

El Gordo medio le dice que no, que no se hubiera molestado, que no puede desatender su trabajo pero, en definitiva, la acepta, lógicamente.

Además, los hijos de mil putas del negocio de electrodomésticos no le habían alcanzado ni un vaso de agua al Gordo. ¡Ni un vaso de agua siquiera! Después hablan de los norteamericanos. Nosotros somos tan hijos de puta como ellos para explotar a la gente. Lo que pasaba también es que a esa hora había quedado un solo encargado en el negocio. La vieja que contrató a Luis tenía como cinco negocios por otras partes de la ciudad y andaba de recorrida; y el otro empleado que laburaba ahí se había quedado en el fondo del local, rascándose las bolas debajo del único ventilador de techo que tenían esos miserables.

La cuestión es que la vecina saca un banquito chiquito a la calle, lo deja al lado de la puerta de su casa, medio sobre el umbral para que no le diera el sol directo, le dice a Luis “Aquí se lo dejo”, y ahí se lo deja.

Cuando el Gordo pudo zafar un poco del pendejerío, te imaginás que con ese calor llegó un momento en que había mucha menos gente en la calle, se prendió a la limonada y se bajó media jarra de un saque.

Pero resulta que no era limonada, boludo, no era limonada. Era vino blanco, vino blanco era.

La vieja le había zampado en la jarra un par de botellas de vino blanco, le había metido hielo a rolete y se lo había dejado ahí, con las mejores intenciones.

El Gordo, con la desesperación, con el calor que tenía en el cuerpo, recién se dio cuenta cuando ya se había mandado más de catorce litros sin respirar, de un saque. Y aparte, seamos sinceros, cuando ya se dio cuenta no pudo parar, no pudo parar. Te estoy hablando de un muchacho de 120 kilos después de estar moviéndose casi tres horas a pleno sol con 4000 grados de temperatura. No pudo parar. Se mandó todo el vino blanco. Fondo blanco.

Bueno, te imaginarás... te imaginarás el pedo tísico que se levantó ese muchacho. Una curda inmediata y espantosa, demencial. Una curda como para trescientas personas.

Casi no había desayunado, estaba sin almorzar, para colmo, el Gordo no era un tipo que tomara mucho alcohol, al menos que yo recuerde. Un poco de vino con la cena, nada más. Alguna copita de sidra. O a veces, en los bailes, alguno de esos tragos maricones como el gin tonic, pero con mucha más agua tónica que otra cosa.

¡El pedo que se agarró ese muchacho, Dios querido, el pedo que se agarró!

No te digo que empezó a cantar boludeces, ni a caminar torcido, ni a vomitar contra las paredes, ni nada de eso. Pero entró a regalar todo lo que tenía a su alcance, se le dio por la beneficencia, le dio un ataque de comunismo acelerado. Primero terminó en cinco minutos con la existencia de caramelos y chocolatines que eran para toda la tarde...

¡Y después empezó a regalar los electrodomésticos! Empezó regalándole una tostadora eléctrica a un pendejo. Después le regaló un ventilador a la madre de otro de los pibes, después siguió con multiprocesadoras, veladores, hornos a microondas, etcétera... Llamaba a la gente a los gritos, entraba al negocio y les daba algo, repartía, entregaba todo.

Y el empleado que se rascaba las bolas adentro del negocio ni se dio cuenta, debía estar en el fondo, en una oficinita que estaba detrás, arreglando papeles o apolillando una siesta mientras esperaba la hora en que el patrón llegaba.

Lo cierto es que, te imaginás, a los quince minutos en la puerta del negocio había un mundo de gente que venía de todas partes alertada por los otros que ya habían ligado algo de arribeño, por la mamúa del Gordo.

La gente pensaba que era una promoción del negocio o, en todo caso, se hacía la turra, cazaba los artefactos, se los llevaba y a otra cosa mariposa, si te he visto no me acuerdo, andá a cantarle a Gardel.

En eso aparece el dueño del boliche, un pelado con cara de amargo que llegó en su auto, un coche nuevo.

Y cuando el tipo se dio cuenta de lo que estaba pasando se puso loco, lógicamente se puso loco. Entró a gritar, a arrebatarles las cosas a la gente, a recuperar licuadoras, televisores portátiles, radios que la gente se llevaba.

Ante el despelote se despertó el empleado de adentro y salió cagando aceite a ayudarlo al pelado. Había tironeos, forcejeos, agarrones, hasta voló algún puñete. Y en eso llegó la cana, un patrullero que andaba de ronda.

En el despelote, cuando medio se enteró de cómo había venido la mano por lo que contaban los que se piraban con las licuadoras y todo eso, que gritaban que Papá Noel se las regalaba, el pelado les indicó a los policías que lo metieran en cana al Gordo, responsable de todo ese quilombo.

Y bien dice el Martín Fierro que no hay nada como el peligro para refrescar a un mamado. Ahí el Gordo se despejó, se dio cuenta, volvió a la realidad, se esclareció el Gordo.

Además, ya había vuelto a transpirar como un litro del vino blanco, me imagino, se había aliviado un poco de la tranca, y comprendió la cagada que se había mandado.

Pero te conté que es un tipo manso, un tipo tranquilo que no se iba a poner a resistirse o a echarle la culpa a nadie. Supo que tenía la culpa, y entonces, todavía medio tambaleante, bajó la sabiola, se fue para adentro del negocio para cambiarse la ropa en el baño y meterse, derechito viejo, solito, adentro del patrullero.

Afuera seguía el desbole entre el pelado, su empleado, la gente y los canas que ahora también se habían unido a la tarea de recuperar todo lo que había regalado el Gordo.

El Gordo se fue al baño, se mojó la cara, cosa que terminó de despejarlo, se sacó esas pilchas de mierda de Papá Noel, se puso la ropa que había llevado en un bolsito y salió de nuevo a la calle.

Cuando salía para la calle –el negocio es bastante largo- lo ve venir al dueño con uno de los canas, desencajado el pelado, a las puteadas, buscándolo. Claro, lo ve al Gordo, sin el traje colorado, de camisita celeste y pantalones vaqueros, un bolso en la mano, el pelo negro achatado por el agua de la canilla, y no lo reconoce.

No lo reconoce porque tampoco era él quien lo había contratado sino la conchuda de su esposa. “¿Adónde está? ¿Adónde está?” me contaba el Gordo que preguntaba el pelado, que venía a los pedos con el policía. Y el Gordo pensó que se refería al traje de Papá Noel que se había sacado.

Yo no sé si el Gordo lo entendió así, seguía en curda o se hizo bien el boludo, la cosa es que señaló hacia el baño y el pelado y el policía se mandaron para allí. Cuando el Gordo salió a la calle todavía había un amontonamiento de gente y el otro empleado discutía con medio mundo reclamando facturas o recibos de compra.

Nadie lo reconoció entonces al Gordo, sin el disfraz. Incluso de última, el otro policía del patrullero que se había quedado afuera, lo encara al Gordo cuando el Gordo ya se piraba y el Gordo piensa: “Cagamos”.

Y el cana le pregunta “¿Ese bolso es suyo?”. El Gordo me contó que él le iba a decir la verdad, que sí, que era suyo. Pero tuvo miedo de que el cana le hiciera más preguntas, o que se lo hiciera abrir y le dijo: “No, lo vengo a devolver”. Y se lo entregó, un bolso de mierda que después de todo a él no le servía para un carajo.

El Gordo se piró haciéndose el pelotudo, temeroso todavía de que alguien lo reconociese y lo mandara en cana cuando ya estaba a una cuadra.

Casi termina preso, el Gordo, mirá vos. Zafó porque la vieja que lo contrató tampoco sabía ni cómo se llamaba ni adónde vivía. Era un contrato basura, pero realmente basura el del pobre Gordo. Pero casi termina engayolado. Por tener que disfrazarse de Papá Noel con esos vestidos de invierno, podés creer.

Que los argentinos nos tengamos que vestir con ropa de abrigo en pleno verano porque a los yankis se les ocurrió que Santa Claus vende más que el Niñito Dios.

Eso le decía yo al Gordo, después, en el club. “El año que viene ofrecete para algún pesebre, Gordo. Por lo menos de Niño Dios te ponen en bolas en una cunita y te cagás de risa porque estás fresco.” Eso le decía yo, para joderlo.

“De lo único que puedo hacer yo en un pesebre viviente es de vaca, Zurdo –me decía el Gordo- De vaca”.

Pero por lo menos es un animal conocido, ¿no es cierto? Un bicho familiar al paisaje, el rumiante emblemático de la pampa húmeda, base de la riqueza de nuestro país. Algo nuestro... ¡Qué me vienen con que a los chicos les gusta Papá Noel, el trineo y los alces esos! Si mis pibes me vienen a pedir un alce de ésos les pongo tal voleo en el orto que aterrizan más allá de la Circunvalación del voleo que les pego, tenelo por seguro.

Ya bastante que el otro día les compré un conejo, un conejo de verdad, que es terriblemente pelotudo y lo único que hace es comer lechuga y cagarnos todo el patio. Y si me insisten con esas pelotudeces inventadas por los yankis que se vayan a vivir a Cincinnati, pendejos colonizados de mierda. Que a mí no me dicen el Zurdo al pedo, me lo dicen por tener una formación doctrinaria...

¡Pobre Gordo! Estuvo a punto de convertirse en una nueva víctima del capitalismo salvaje.

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Te digo más, cuento de Roberto Fontanarrosa

lunes, 23 de diciembre de 2013

Puentes


Y es que el amor no obedece a nuestros deseos.

Su misterio es puro y absoluto.

Lo que tuvimos no podía continuar si seguíamos juntos.

Pero con qué ganas hubiera compartido lo mío contigo!

Y, al mismo tiempo, cómo hubiera cambiado mi vida, nuestras vidas, si lo hubiese hecho!

Alguien puede percibir la perversa y paradójica belleza de todo esto?  Si me alejase, mi cuerpo lo sentiría. Y moriría lentamente. Y en el mismo instante en que me quedara o te llevase, empezaría a ser otro, entonces tu, lentamente, morirías por mi presencia cada vez más ausente.

Siempre es así el amor? Siempre te hace actuar como un otro, distinto, distante, y al mismo tiempo logra que seas profundamente y definitivamente vos mismo?

Pues parece que sí. Que es la única verdad que la vida puede ofrecernos.
Y la única garantía. La del perpetuo y constante cambio.

Y en el amor está la vida. Entonces quienes puedan abrazarse a esa incertidumbre y bailar esa danza perpetua del cambio, podrán encontrar confianza y contención verdadera en el amor.

Sin importar cuán lejos o cerca estoy. Sin importar si todavía estaré mañana.

(en base al guión de "The Bridges of Madison County", R. Waller)

domingo, 22 de diciembre de 2013

Lineristas son todos



 Por suerte para la Argentina está el Peronismo.

Por suerte para el resto del (tercer) mundo está Álvaro García Linera.

Menos mal.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Misturas


Quien lo escucha escucha la voz de los "descalzos".
Quien lo escucha no puede evitar que entre el perfume de la tierra y la yerba.
Quien lo escucha escucha la selva vibrando,
y su gente, mágicamente, viviendo.

Su música es el Uruguay, bajando lento e impasible,
Su música es el río que canta.
Su música son gringos que se enamoran de chinas.
Su música son cosechas y destetes.
Su música es calor y tereré.
Su música es trabajo y fiesta, y trabajo.

Gracias rusitos,
gracias litoral,
gracias guaraníes,
gracias Chango.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Nuestra Virgencita



Creen que fue la llegada del nuevo cura la que marcó el cambio. Joven, amable, acostumbrado a las palabras simples y a no sugestionar a los pocos fieles que se arrimaban para la misa con infiernos inevitables y fuegos eternos.

Por el contrario, la timidez y el frío de los primeros sermones, con el paso de las semanas,  fue mutando hasta convertirse en un momento de contención y de paz para quienes la habían perdido hacía mucho tiempo. Y que sólo se acercaban a la Iglesia con el íntimo objetivo de cumplir los mínimos preceptos impuestos por su dios. Firmar todos lso trámites y volver tranquilos a casa, seguros de que no iba a ser por falta de hostias que les cerraran las puertas del Cielo.

Pero las cosas no terminaron allí. El curita era inquieto y perseverante. Atendía los consejos de los más ancianos y los pedidos de los más jóvenes. “Sabe, Padre, hace muchos años se usaba que las madres de los alumnos de catequesis se organizaran para reunir fondos, ya fuera para alguna obrita de la capilla o para comprarle zapatillas a los chicos del hospital…” deslizaba una feligresa. “A ver, cuénteme” la acercaba el oído el cura y al rato ambos estaban planeando lugar y horario para esas reuniones.

Las novedades, los aires de cambio no tardaron en hacerse rumor en el pueblo. Comentarios entre los viejos que jugaban al monte en el bar de Antonio, indirectas entre las maestritas de la escuela normal, que se lamentaban que fuera casto y desafíos entre los empleados del correo: a que hace mucha polvareda, lo mandan a llamar del Obispado y chau pinela.
   
- Lo hai visto al curita nuevo? El Padre Carlos, se llama…
- No, no lo ví, por?
-Ah, un baaalazo el tipo. Si da gusto, mirá. Enseguida te recibe, te atiende. Nada que ver con los anteriores. Por empezar es joven. Pero es muuuy amable. Si le vas con problemas, trata de ayudar. Y si vas con soluciones, enseguida te pone a trabajar. Tiene a todos los fieles contentos y ocupados. Ahora está organizando una kermesse para fin de mes, para pagarle a los chicos el viaje de estudios.
- Padre Carlos se llama? Hace mucho que no me arrimo por la iglesia...

Asi, el curita fue ganando adeptos, muchos porque veían renacer una vieja fe perdida al testificar las crueldades de la vida, y otros, que difícilmente recuperarían nunca la creencia, empezaron a acercarse para pagar alguna deuda de la conciencia o silenciar algún pequeño demonio interior.

Había llegado al pueblo con un viento de desesperanzas e indiferencia, que se reflejaba en el estado de la parroquia, desvencijada, rancia y descolorida. Allá arriba, en el altar, como siempre desde que el más viejo de los vecinos tenía memoria, la virgencita, apagada, solitaria, casi ausente.

Con el paso de los meses todo cambió. Y los domingos al mediodía, incluso los del verano ardiente en los que las paredes de adobe y los techos de paja parecían fundirse, el pueblo con más y más ahínco se arrimaba a la misa del Padre Carlos, quizás a renovar su fe, quizás, con su presencia, a tributarle un sencillo homenaje al hombre que les renovaba las esperanzas.

Hasta Doña Pancha, antigua directora de la escuelita a la que precedía un sino de rigor y severidad con sus antiguos alumnos y el vago recuerdo de comentarios anti-religiosos, Doña Pancha, que hoy estaba postrada en una silla y recluída en su antigua casa, un día llegó a la misa del padrecito, acompañada por una sobrina fea y solterona, duro desafío para San Antonio, a ver de qué se trataba eso de lo que todo el pueblo hablaba. Y lo que nunca, escuchó la misa completa en tercera fila.

Los mayores escuchaban con atención y los chicos jugaban a la mancha entre las piernas de aquellos, hasta que la madre los agarraba de la oreja, les sacaba el polvo con un par de palmadas y un coscorrón si no se calmaban, porque era el momento de acercarse al altar a darle un beso al Padre Carlos. No era un desafío para esos chicos, ya que el Padre era el mismo que arbitraba los partidos de fútbol de cada sábado y servía las tazas de mate cocido. Que Dios también enseña lo que es justicia y distribución.

Quizás la fama del Padrecito y de lo activa que estaba su feligresía haya trascendido los límites del pueblo a causa de los comentarios de los viajantes de comercio. O quizás a raíz de los repetidos viajes del Inspector General de Escuelas, un chupacirios implacable que dedicaba el mismo tiempo a visitar iglesias que a verificar el estado de las escuelas bajo su dominio. 

Lo cierto es que el padrecito ya era famoso allende el pueblo para cuando Julita, la empleada de la farmacia, dijo que vio que la virgencita, allá arriba en el altar, lloraba lágrimas de sangre.

Algunos la tomaron por loca, o delirante, o suponían interpretar un íntimo deseo de Julita para que el Padre Carlos le dedicara más tiempo. Sus suspiros durante los sermones y la defensa que hacía de él en su ausencia eran la punta de ese ovillo sin tejer.

Pero, en defensa de Julita, al cabo de un par de días ya eran tres o cuatro los que, contradiciendo al decálogo de Abraham, besaban su dedo índice dos veces y perjuraban que habían visto a la virgen llorar lágrimas rojas.

La noticia corrió como reguero de pólvora y rápidamente la vida del tranquilo y apacible pueblito se vio alterada por los sucesos. Desconocidos y extranjeros llegaban al pueblo, comían sanguches de milanesa y pasaban horas arrodillados en los primeros bancos de algarrobo de la humilde iglesia, mirando a la virgen y pidiéndole a Dios ser testigos del portento.

Tal es el caso de Doña Segismunda, viuda de Don Jacinto y madre de Elvirita que se llegó hasta el pueblito y decidió no irse de allí hasta que la virgen le obsequiara una pizca de sollozo. Pero Elvirita, la niña, no estaba dispuesta a tanto, y luego de tenerle la vela a su madre un buen rato, encontró más interesante explorar el mundo afuera de las puertas, aprovechando la siesta para jugar en las hamacas y los toboganes de la plaza central. 

A cabo de un rato conoció a Horacio, un muchachito educado y amable que, a diferencia de los chicos de su edad, no encontraba dificultades en compartir monosílabos con una chica.

Los que todo lo escuchan, dicen que el diálogo fue algo así:

-Hola.
-Hola
-Cómo te llamás?
-Horacio
-Yo me llamo Elvira. Sabes jugar al subibaja?
-Si
-Querés jugar conmigo?
-No sé. Bueno
-Vos viniste en tren, como yo?
-Tren? No.
-Y entonces de dónde sos?
-De acá.
-Ah. Y conocés a la virgencita?
-Sí
-Y es verdad que llora sangre?
-Sí.
-En serio? No te creo.
-Sí, tonta, yo la ví. Estábamos con el Padre Carlos y la virgen lloró.
-Pero cómo va a llorar? Si una virgen no es denserio. Es como una muñeca.
-Ya sé. Pero hace muchos años, como 30, que estaba en el altar, quietita y no hacía nada. Pero ahora llora.
-Horacio, yo voy a muchos lados con mi mamá. Y conozco muchos pueblos. Y todos los pueblos tienen iglesia. Y todas las iglesias tienen virgencita. O un santo. Pero la única que llora es la de ustedes...
-No sé
-Y cómo se llama la virgen?
-Mmm, no me acuerdo bien. 
-No?
-Bueh, creo que se llama Democracia. Sí, así, Santa Democracia.

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Esa es nuestra plegaria civil y atea.
Democracia tienen todos. La mayoría tiene Democracias inermes, muertas.
Nosotros queremos una que haga milagros.
Y que nos conmueva. 

Vamos en camino. 

Felices 30 años.


domingo, 8 de diciembre de 2013

El vivero



Existe un “modelo” kirchnerista. Por supuesto.

Y además existe la frase “el modelo K”. Esa que las usinas mediáticas conservadoras y los lobistas disfrazados de opinólogos, cierran al pronunciarla con una media sonrisa que busca la complicidad del operator de turno, sea en el piso de TN o en alguno de sus 200 y pico de medios. Por poner algún ejemplo los  brillantes Alfano, Ruiz Guiñazú y Caride (a dios gracias son así de brillantes).

Esconden aviesamente la existencia de otro proyecto, antagónico y hegemónico, de retornar a nuestro país en una economía extractiva exportadora, perfectamente adaptada al cumplimiento de su rol en el contexto internacional, dominado por ideas neoliberales aún 5 años después del infarto de miocardio en el corazón neoyorquino.

Pero volvamos al “modelo K” que es el que nos interesa abonar y defender.

En tren de metáfora podría concebirse como un invernadero que hemos construido para hacer florecer una producción de especies que le dé trabajo y sustento a nuestros habitantes y que, en su excedente, nos permita intercambiar con nuestros vecinos aquellos bienes que o todavía no estamos en condiciones de producir o, por una cuestión de escala o razonabilidad, no planeamos hacer. Las palabras “no podemos” quedan exceptuadas.

Como en cualquier otro, en nuestro invernadero debemos pensar y actuar en por lo menos dos planos: por un lado proveer condiciones básicas y generales en las que la vida del invernadero se produzca sin contratiempos y sin limitantes que la pongan en riesgo. Pensemos estas condiciones como las reglas de juego macroeconómicas que articulan la presencia de luz, de agua, de aire y un sustrato acondicionado, en las cantidades y calidades deseadas.

Es lo que se denomina política económica. Nos acompaña, con ligeras variaciones, desde 2003. No reside sólo en la elección de un terrenito favorable. También incluye protecciones contra las inclemencias meteorológicas, abonos y fertilizantes que garanticen sustentabilidad, como así también la correcta aireación y el confort de sus trabajadores. Y si bien el jardinero jefe falleció hace algunos años, sus sucesores continúan la labor adecuadamente.

Dadas las condiciones descriptas, es de prever que, de no mediar voluntad y acción, al principio tendrá lugar la irrupción de todo tipo de vegetación. Las condiciones están dadas para el florecimiento de la más delicada de las orquídeas, pero también para el más agreste de los neneos. Prima facie, todos tienen su chance en este vivero.

Ahora bien, es razonable que todos crezcan y se multipliquen irrestrictamente? Claramente la respuesta es no: la producción del vivero no sólo está hecha para darle trabajo a la mayor cantidad de jardineros posible; recordemos también que necesitaremos insumos, herramientas y especies que no producimos y que deberemos intercambiar con los viveros circundantes.

Conociendo la naturaleza de las especies, desde el punto de partida se establecerá una competencia por los recursos que, librada al simple azar y desidia, convertirá a nuestro vivero en poco más que un terrenito baldío categoría premium.

Si nos interesa un proyecto sustentable y de largo plazo, debe aparecer, en perfecta coordinación con las políticas macro explicitadas párrafos más arriba, un set de políticas micro que se articulan con las anteriores. Esta es la otra cara, fundamental e impostergable de la moneda del desarrollo en países como el nuestro.

Jardineros que se distribuyen a lo largo del vivero poniéndole un orden y un sentido al surgimiento y desarrollo de las especies preferidas y límites no siempre cancelativos a las especies con baja prioridad (no se trata de matar llanamente a los que no nos interesan, se trata de posicionarlos para que no compitan en recursos con los “champions”)

En tren de parangones, si al primer set de condiciones podemos asociarlo, en nuestro gran vivero nacional, al Ministerio de Economía, el segundo set queda íntimamente ligado al trabajo parcela a parcela, a lo que los economistas denominan “la micro” y que no tiene mejor representación que el Ministerio de Industria. Si el primero sabe qué hacer con el valor del dólar, el segundo debería conocer con rigor y robustez que pasa al interior de cualquier sector industrial, por ejemplo el relacionado con la producción de telas para neumáticos o el de cromado de piezas metálicas.

Se trata de trabajo arduo y silencioso, nada épico, pero medular en la sustentabilidad del vivero.

Y si al cabo de 10 años el modelo consigue mantener en pie trabajosamente las condiciones macro de agua, aire y luz y lo que tenemos adentro del vivero es una profusión desprolija y desarticulada de especies, escalas inadecuadas, ganadores inesperados, parcelas inexplicablemente aventajadas y prioridades inaplicables o nulas, lo que tenemos es el problema del que somos testigos hoy.

Digámoslo de una vez. Después de 10 años de acondicionar y sostener condiciones para un vivero fértil y prometedor, nos encontramos que el trabajo micro ha tenido un desarrollo pobre y lamentable. Y desde este blog apoyamos la tesis que indica que la solución a los problemas de nuestra coyuntura económica tienen dirección en Diagonal Sur y no en el Palacio de la calle Yrigoyen.

Pero cómo? Contradicto está diciendo que la industria no ha crecido?
Incorrecto.
Contradicto dice que la industria ha crecido como en ningún otro lugar de Sudamérica.
Pero también dice que ese crecimiento es esencialmente hijo de las condiciones macro (como Román, Contradicto a veces habla y escribe en tercera persona).

Pero no será que la erosión de las condiciones macro de los últimos años es causa y no consecuencia de esta indigencia de resultados en las políticas industriales? No ha lugar.
Por el contrario, se trata de un trabajo que debe realizarse de manera articulada y realimentada. Una adecuada aplicación de políticas micro, desde el comienzo, colabora en mejorar sistemáticamente las condiciones macro. Si alguien en el vivero se preocupa en producir altos volúmenes y buena calidad de orquídeas, eso colabora directamente en los términos de intercambio del vivero con sus vecinos: una buena orquídea vale varios azadones.

Lo que no es novedad es que el kirchnerismo ha sido absolutamente refractario a la aplicación efectiva de la tantas veces discurseada sintonía fina. Las pocas veces que ingresó en esa senda, lo hizo a regañadientes, duró un suspiro y abortó antes de siquiera ver los primeros resultados (qué porcentaje de propiedades en el corredor norte del AMBA están pagando tarifas sin subsidios en sus servicios?).

De manera que, siendo lamentable, es razonable: la sintonía gruesa es al Ministerio de Economía (y funciona!) lo que la sintonía fina es al de Industria (y hace agua!).

Con los recientes cambios de gabinete económico reaparecen viejos debates sobre este tema. Sin ir más lejos hoy mismo, Raúl Dellatorre en Página12 reabre un gastado debate sobre precios y oligopolios industriales. Deja vù de lo que le ocurre al kirchnerismo con cada nuevo espuelazo inflacionario: reaparece el lloriqueo contra los sucios-malos-y-feos del acero, el aluminio y el cemento. La pregunta que nos hacemos reiteradamente en este blog es simple: CUÁL HA SIDO LA POLÍTICA INDUSTRIAL hacia esos sectores privilegiados y oligopólicos?

Y una peor: cuál podría ser esa política, cuando la cartera de industria está liderada por una lobbista de la cámara fabril más retrógrada e inoperante que un país con estas aspiraciones pueda darse?

Lo anticipamos: no tenemos muchas oportunidades.

Si al vivero no lo trabajamos de manera denodada, consciente y planificada, se lo terminará llevando puesto un yuyo, el de la soja.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Intersección



Llegó el fin de semana. No nos agarra solos.
Nos encontramos con Simone en la esquina de Av. Cursi y calle Bonito.
Menos mal.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El camino del puercoespín



Este blog no necesita despegarse del dirigente político cordobés que mejor imita a Piñón Fijo. Anticipamos que, después de los siguiente párrafos, no saldremos a defendernos de quienes levanten el dedito acusándonos de delasotistas o cordobesistas. Decíamos que no lo necesitamos y no lo haremos.

Ya que el punto a considerar no se restringe a los lamentables sucesos en su provincia. Aunque vienen a cuento. Porque funcionan como último botón de muestra de un accionar del gobierno nacional con contados éxitos e inobjetables contras.

Y si nuestros queridos amigos de la Mesa de Autoayuda K se ha asignado, bajo el amparo de su propio nombre, el simpático propósito de encontrar agudas justificaciones (que disfrutamos como el que más) a cada tiro en el pie K, desde este humilde lugar creemos, con el mismo respeto y amor por la camiseta, que nuestro rol es el del policía malo que, con mirada torva y ceño fruncido, reprueba y critica el accionar del gobierno frente a escenarios en los que, con cartas claramente ganadoras, bluffea y se va al mazo.

Es lo que hemos visto en los recientes sucesos de Córdoba. Y también es corolario de un largo espinel de situaciones similares en los últimos años (Macri y el subte, Peralta y Santa Cruz y un largo etcétera que hace eclosión en la Resolución 125 y las patronales agropecuarias). En las que desde el gobierno nacional prevalecen estrategias de confrontación pueriles y olvidables, soslayando las oportunidades de beneficio simbólico que le es puesto al alcance de la mano.

Es el cuadro desarrollado en la Córdoba de estos días. Pero ha ocurrido otras veces en el pasado.
Situaciones políticas en las que se plantea por un lado una incontrastable dicotomía amigo-enemigo y, simultáneamente, se hace visible de manera potente una ventana de oportunidad para reconstruir y recrear lazos rotos con sectores sociales que, por motivos que no vienen al caso, nos han soltado la mano.

Y cuando en un plato de la balanza se nos ofrece la posibilidad de poner de manifiesto la voluntad de reconstrucción de esos vínculos y de reforzar la empatía social, y en el plato contrario aparece la seductora y nítida posibilidad de poner fuera de juego a un rival político, de la magnitud que sea y por el tiempo que sea, el Kirchnerismo elige sistemática e invariablemente, como un adicto, esta segunda opción.

Sin estimar y mensurar los resultandos de un axioma político básico: el que hace, el que factura, el que ejecuta no sólo gana porque es en dicha praxis resolutiva donde reside la esencia de la política sino que además gana porque el resultado simbólico más importante de esas acciones se convierte en un enorme piano que, como un dibujito animado, cae de manera irremediable sobre la cabeza de su contendiente como en este caso Don Gato, cuyo único activo fueron 140 caracteres desde Bogotá, tan linda.

Hay en Casa Rosada y alrededores una propensión casi de orden patológico a la solución de los conflictos políticos utilizando la vía "halcón". Que se replica a sí misma con un curioso “pegar y replegar”, lo primero sobre el adversario, lo segundo sobre sí mismo. Una reiterativa “defensa puercoespín” que por repetitiva y monótona, erosiona y desgasta.

Alguien con mucho poder debe creer, en las cercanías de la presidente, que ser "paloma" es sinónimo de debilidad y duda. Alguien muy equivocado.

Aquello último, exento de metáfora: se erosiona y desgasta a una población que se sigue preguntando por qué, cuando hay familias destrozadas, heridos y un muerto, el gobierno nacional queda enredado en una discusión respecto del horario en que llegó un fax o si ese es el número de celular correcto del Coqui. Es evidente que llegar a este punto es perder dos veces: una por haber entrado a jugar en la cancha adversaria y otra porque estamos empatando con Don Gato, que es como empatar con Atlético Yupanqui.

Descuento los comentarios de los “burócratas” del momento, quienes Constitución Nacional en mano me certificarán olímpicamente que las fuerzas de seguridad nacionales no podían actuar. Gracias por la lección.

Pero en el campo de lo simbólico hay acciones que no requieren necesariamente concreción. Por ejemplo una secuencia de flashes urgentes en la Televisión Pública la tarde misma de los saqueos con un movilero dentro de una guarnición de Gendarmería confirmándole a la población que están listos para intervenir. O de las ene formas que los medios públicos saben preparar el terreno para el envío de un mensaje claro. Si no lo conocían, es el ABC de la política y se llama Maquiavelo.

“Van a mandar la Gendarmería a Córdoba?” vomitado en la cara de Capitanich en la conferencia de prensa la mañana siguiente a la noche de los saqueos se convirtió en una peligrosa daga cuando sólo debía ser un alfiler más. Sus evasivas y su expresión lo decían todo: “nuestros halcones quieren que Don Gato se cocine en su propio fuego”.

Hay nuevas oportunidades de romper la lógica del puercoespín. Cristina recibiendo en Casa Rosada a víctimas referenciales de los saqueos y ofreciéndoles un plan de créditos híper-blandos para que recuperen sus bienes, además de un puente con la angustiada población cordobesa, sería por añadidura un misil teledirigido a la patética gestión de Don Gato.