lunes, 28 de diciembre de 2015

Ser felices



Había una vez en Buenos Aires, en el viaducto que cruza Av. Córdoba con Av. Juan B Justo y las vías del ferrocarril, una pintada furtiva. Sagazmente, decía: “Querés ser feliz… o querés tener razón?”

Se termina 2015, el año del cisne negro. En el país donde nació el populismo transformador, un gobierno peronista le entregó el poder a la aristocracia ganadera. Macri convertido en el dios de Rivadavia, de Mitre, de Roca, de Aramburu, de Rojas.

Ya tenemos razón.

Y la tendremos cada vez en los próximos dos años.

Porque ninguna de las medidas genuinamente macristas, las que escribe el puño de los sectores que representa, lograrían el consenso de dos cámaras legislativas con conformaciones tan adversamente opositoras como las actuales y, aún más significativo, atravesarían sin novedad el escrutinio de vastos sectores de una sociedad altamente politizada como la que deja el kirchnerismo.

De manera que no sería raro que los adalides de la institucionalidad busquen guardar a Republiquita en un cajón por los próximos años y se apoyen en los instrumentos constitucionales del DNU para desplegar su agenda.

Es decir, tendremos razón sistemática y reiterativamente por los próximos dos años.

Podremos juntar una lista de acciones filo-autocráticas a ser ejecutadas con la inescrupulosidad típica de nuestra derecha. Y transformarlas en los ítems de una larga y tediosa factura que le presentaremos a la sociedad en nuestro pedido de aval para debilitar al actual gobierno en una futura elección. Ojalá 2017.

Y tendremos razón. Pero no nos servirá absolutamente de nada.

Lamentamos desengañarlos: ningún gobierno en nuestras pampas se desmorona por su apego a la institucionalidad y las formas. Si la economía se demostrara palpablemente próspera para vastos sectores sociales, Macri (o cualquiera) podría coronarse emperador. Billetera mata Constitución.

Queremos decir: no dejemos de llenar las plazas y los estadios que quieran para escuchar a sus viejos líderes, no abandonen la liturgia de la reunión, el choripán, el debate y los buenos recuerdos, no se priven de conseguir la selfie con algún capitoste de La Cámpora o con Guillermo Moreno (ahora que anda suelto). Sólo demostrarán que tienen razón.

Y, la verdad, en este blog no nos interesa tener razón.
Sólo queremos ser felices.

Ustedes saben de sobra a qué nos referimos. Los peronistas somos felices cuando los trabajadores y los humildes son felices. Y eso sólo ocurre cuando los trabajadores y los humildes cumplen sus módicos sueños de chalecito propio y verano en Las Toninas.

Y somos felices cuando ese orgasmo permanente del asado dominguero y los pibes en la escuela no dura doce años, dura docemil.

Pero esa Patria de la Felicidad no es el sueño lisérgico de cuatro comisarios políticos unidos y organizados… para enmudecer el debate.

Es tan real, sonoro y desbordado como esas murgas que pronto llenarán  nuestras calles.

Preguntándonos en cada esquina qué dirección conviene tomar. Con sello propio, pero abierto y hambrientos del disfraz y las fantasías fuera de programa. Bailando lo conocido, pero listos para adoptar y adaptarse a lo que improvise la banda.

En este punto, como en los chistes cordobeses, venimos con dos noticias: una buena y una mala.

La buena. 
El neoliberalismo macrista no puede cumplir la Revolución de la Alegría que prometió. No es una conjetura. Es un hecho. En los primeros quince días de gobierno Macri y quienes manejan sus hilos han desplegado las líneas centrales de la matriz de acumulación económica que venían a forzar. Pueden faltar algunos detalles. Todos significativamente menores frente a lo central: volvió el esquema de valorización financiera que nos gobernó con mayor o menor preponderancia entre 1976 y 2001. No hay forma de que el pueblo trabajador encuentre su lebensraum, su espacio vital, en ese esquema. Somos la variable de ajuste.

Entre esos detalles a definir puede estar el nivel de virulencia con que se trate al salario y los ingresos. Si extrapoláramos estos quince días a un plazo más largo, la caldera explota pronto. Si las palomas lograran imponer un credo de subsistencia, el trabajador aguantaría sin romper todo un poco más.

Nuestra hipótesis, viniendo de dónde venimos y haciendo nuestra mejor estimación, es que podríamos tener el octubre más caliente de nuestra historia.

Ahora la mala. 
A la fecha, acá y ahora, en el FPV no tenemos un menú alternativo para ofrecer. Punto.

Pocos, casi nadie, tienen un diagnóstico certero de qué hacer y cómo evitar caer por enésima vez en la trampa de divisas en la que caímos previamente. Kicillof puede llenar los parques que quiera para hablar pestes sobre las medidas económicas que tomó y toma el actual gobierno. Probablemente estaríamos de acuerdo en un 99% (la economía de nuestra derecha cromagnon es más fácil que la tabla del 2). Pero estamos seguros de que Kicillof y la mayoría de los referentes económicos del gobierno, no tienen la más nublada idea de cómo ofrecernos un futuro económicamente mejor (mejor que el que nos preparaban, no que este que empieza a campear, es necesaria esta aclaración?)

Así que el debate de los próximos meses debe ser profundo, sustancial y efectivo, porque la decepción y la desazón con el Tilingo están ahí, la vuelta del otoño. 

Y cuando eso ocurra debemos ofrecer un faro y un puerto seguro al que el pueblo trabajador pueda acudir tranquilo para resguardarse.

En el medio estarán los vendedores de feria con sus soluciones trotskistas, neo-desarrollistas o radicalizadas. Es clave en la subsistencia del FPV ofrecer garantía de responsabilidad y gobernabilidad (que durante todo 2015 estuvimos –estamos- muy lejos de representar).

La clave? Si somos católicos, la clave la puso Francisco: hagan lío. Y si no, Billy Bond y la pesada del rockandroll: ROMPAN TODO.

Llenar las discusiones de contenido. Llenar el aire de política. Nada de tribuna aplaudidora en 678. Participar activamente, afiliarse, generar un movimiento sísmico al interior de los partidos nacionales y populares, poner a los dirigentes a trabajar, desafiarlos: si no sirven, tienen que irse. 

Lo mismo que en en cualquier aprendizaje: escuchar más de los que se dice, leer, instruirse, rechazar el discurso autoindulgente, analizar y sintetizar.


En este final de 2015, cuando las malas noticias parecen llover como agua de mayo, desde este humilde blog levantamos la copa y con tranquilidad y suficiencia decimos, el futuro es nuestro.
Vamos a ser felices.


jueves, 24 de diciembre de 2015

Abramos las ventanas




Cuántos muertos dejó Fidel Castro?

Cuántos muertos dejó la gripe aviar?

Cuántos la vaca loca?

Cuántos muertos dejó el Y2K?

Cuántos muertos el agujero de ozono?

Y cuántos cayeron por las armas de Saddam?

Cuántos muertos nos dejará ISIS? Y cuántos muertos nos dejará la respuesta a ISIS?

Cuántos muertos nos dejan el exceso de peso y el exceso de sal y el exceso de alcohol y el exceso de tabaco?

Cuántos muertos dejan el churrasco y la exposición al sol?

Cuántos muertos dejó el Hombre de la Bolsa?

Se pasan la vida metiéndonos el miedo en el cuerpo

Asustándonos con cosas que no existen o que, si existen, apenas matan.

Pero ellos se pasan la vida asustándonos con el déficit fiscal y la inflación.

O con el Cuco, como si fuésemos niños.

Con todos sus Cucos.

Porque saben, hace 5 mil años, que nada es más fácil que dominar una sociedad asustada.

El miedo nuestro es el control de ellos.

Nuestro miedo pide policías, tanques, carros hidrantes, balas de goma, puertas blindadas y cámaras.

Vendidos por ellos para defendernos de los males que nos vendieron antes.

El miedo justifica la mano dura.

El miedo justifica los vidrios polarizados y los autos blindados.

El miedo justifica quedarse en casa y no salir.

El miedo justifica  todo eso.

Pero tengo una mala noticia.

Muchos desconectamos el aire, ese que usamos por miedo a enfermarnos.

Y cuando el motor se detuvo, entró por la ventana el viento de otra verdad.

Las cortinas volaron y quedó claro que lo que de verdad mata es la desigualdad, la pobreza, la injusticia. Y que nadie muere de miedo.

Que los males están ahí afuera. Y empiezan a terminarse cuando nos juntamos. Cuando nos reunimos. Cuando nos miramos a los ojos.

Corre el viento. Aireamos el miedo.

Es largo el camino.

Corre otra verdad.


Y en eso estamos.


lunes, 21 de diciembre de 2015

Calma, serenidad y pases cortos



Desde hace algunas semanas en tuiter y en este blog venimos hablando de autocrítica.

Apenas esa palabrita, o conceptos afines tales como “asunción de responsabilidades”, emerge, el campo al interior del FPV rápidamente se divide. Entre quienes aplauden. Y quienes entran en zozobra.

Notablemente, la via de salida a esa zozobra momentánea ante este intrascendente bloguero que les reclama reflexión, replica la secuencia de respuestas que kirchnerismo siguió frente a cada dilema político del último lustro: (1) indignación seisieteochista, (2) negación esférica, (3) acusación sobre el mensajero, anclada en cargos de candidez, ignorancia o, en último grado, traición, (4) desestimación automática del reclamo basada en su génesis (cándida, ignorante o traidora), (5) continuidad de la celebración épica, ahora reducida en número por la partida de los cándidos, ignorantes o traidores que participaban instantes antes.

Tómese cualquier tema políticamente sensible de la batalla comunicacional de los últimos años: “inflación? Pero qué decís? Cuál inflación? Te referís al deslizamiento de precios? No sabés de lo que hablás! Seguro que sos un topo de Urtubey! O de Magnetto! Para qué vamos a actualizar el piso de ganancias, si no hay inflación? Rajá, salame! Cristina acá tenés los pibes para la revolución, menos el salame que recién habló de inflación!”

Repítase este procedimiento por N críticas, en M ámbitos geográficos, frente a L tópicos, y el resultado te pasa por encima como una locomotora: rodás desde el 54 al 37% en la preferencia electoral y, peor, perdés las elecciones frente a un Tilingo cuyo mayor activo político es un color.

Y una vez que la derrota electoral te pasa por encima como un inesperado tsunami veraniego, dejándonos desnudos, ridículos, parece que ahora la autocrítica no es oportuna, porque exhibe un flanco de debilidad frente a esta derecha adrenalínica. Un nuevo argumento para negarnos la reflexión, como sistemáticamente los últimos 7 años.

Y así vamos, derecho a convertirnos en una minoría intensa, movilizada, acrítica, que sólo suma voluntades gracias a la acción residual de una derecha cuyo única posición en el termostato dice “salvaje”.

Desde estas líneas no se propone la autocrítica, la resposabilización analítica de errores como un simple ejercicio masoquista y perverso, enfocado en golpearnos la autoestima. Sinceramente nos interesa poco y nada saber cuánto sangramos.

Por el contrario, estamos convencidos de que en el actual escenario la autocrítica es el camino más rápido y más directo a la reconstrucción robusta de autoridad política. Persistir en el reclamo vociferado, en la movilización indignada por las formas macristas, es continuar la trayectoria precedente: sus resultados están a la vista.

En términos urbanos, el kirchnerismo es esa administración de consorcio a la que la asamblea de propietarios acaba de pegarle una patada en el culo por ineficaz. Íntimamente sabemos que la nueva administración compite en calidad delincuencial con la Banda del Gordo Valor. Pero pararnos en la vereda del edificio como adolescentes despechados a criticar al Gordo y a los “pelotudos” que lo votaron, es el camino más largo e improbable a un retorno, basado en los errores del contrario, que vendrán como después del verano viene el otoño. 

Si ese es el camino elegido, será un robustecimiento sin autoridad. Y no hay garantías de que ese retorno sea neto y completo al FPV: el camino de vuelta estará a partir de ahora modulado por el canto de las sirenas Urtubeyistas, DeLaSotistas, Massistas, que se autodenominarán la “tercera vía”, superadora del salvajismo agropecuario y de la soberbia kirchnerista. Sus tamices ideológicos capturarán al desengañado votante macrista por el tamaño de su idiotez política.

Cuando el argumento de la pertinencia de la autocrítica es finalmente aceptado, hace su aparición una segunda FALACIA: la autocrítica debe ser interna y consumarse entre cuatro paredes.
   
Nos repetimos por enésima vez, aburriéndonos de nosotros mismos: el 34.12% que votó a Macri en Elecciones Generales podría ser asumido como votos propios macristas. El excedente de 17.3% que completa el 51.4% amarillo del ballotage son votos PRESTADOS.

Análogamente, el 11.5% que va desde 37.1% de Generales a 48.6% de Ballotage de Scioli también son PRESTADOS.

La suma de votos prestados es de casi 29% del padrón. Ese y no otro es el verdadero campo de batalla. Ellos son quienes están esperando un volantazo kirchnerista en la lectura e interpretación de la realidad, en su aceptación.

Los 100mil movilizados del 9 de diciembre en Plaza de Mayo, los 30mil por la Ley de Comunicación Audiovisual en Plaza de los Dos Congresos o los 10mil de ayer en Parque Centenario son, aunque algunos se emocionen, un dato anecdótico. Una referencia secundaria que los poderes fácticos hoy, en un bloqueo informativo que es y será cada vez menos plural, simplemente soslayan (no alcanza con revisar la agenda informativa de los medios bajo control de Cristóbal López?).

Por el contrario la proyección pública y masiva de Cristina Fernández de Kirchner, cargada de reflexión solitaria, genuina, profunda, recorriendo los hitos negativos que llevaron al triste desenlace del 10 de diciembre tiene mayor poder simbólico que todos los millones de movilizados que el kirchnerismo logre en los próximos meses.

Y como nos gusta jugar, ahora jugamos a imaginarnos un reportaje televisivo, por un periodista prestigioso y experimentado en el arte de la entrevista (nos gustan el Gato Sylvestre o Marcelo Zlotogwiazda, ponele) en un ambiente bucólico, calmo, reconcentrado, apto para la repregunta no guionada, para la charla franca, yendo ambos al hueso de cada cuestión.

Y no dudamos en garantizarlo: un escenario de este tipo en este contexto es una patada directa a los testículos de Magnetto. Porque humaniza a la conductora, porque la saca de la inercia equivocada previa y porque reubica la centralidad de su figura. Como beneficio colateral desintegra descalificaciones usuales de soberbia, autoritaria o hermética, y juega en el terreno de lo que el kirchnerismo mejor hace: la sorpresa, el cambio de ritmo, la dinámica de lo inesperado.

Y porque se convierte en el punto focal a partir del cual se invierte el circulo vicioso de la derrota para convertirlo en el punto de apalancamiento de la reconstrucción del movimiento nacional y popular.

Termina con eso? Para nada.

Pero allí empieza. Los pasos siguientes son sensibles e igualmente críticos: nos gustan pequeños actos en todos y cada uno de los pequeños pueblos a los que la década ganada les cambió la historia.

Eso sí: sólo puede convencer el convencido: el telespectador, el oyente ha aprendido a leer a la ex presidente y la posibilidad de un mensaje difuso, o peor, capcioso, sería contraindicado.

Buscar con fruición, diseccionar e identificar las causas de la derrota es un trabajo conjunto que CFK debería llevar adelante con su equipo. Enormes dosis de honestidad intelectual son imprescindibles. Un mensaje genuino de autocrítica sólo puede darse si ha madurado adecuadamente en la mente y el corazón del emisor.

El baño de humildad solicitado en mayo a la dirigencia del FPV es, hoy, la tarea de una dirigente inteligente e interesada en el destino de su pueblo.

Nota aparte, en estos días, detrás de estas inquietudes, he sido descalificado por el kirchnerismo emocional, sensibilizado por la derrota y al borde del knock out. Soy kirchnerista desde el 14 de mayo de 2003 a las 11 de la mañana. No necesito ni una selfie con Máximo, ni una remera con al cara de Néstor ni un tuitero pelotudo que ponga en tela de juicio mi pertenencia.
Soy un abuelo sabio y comprensivo de muchos de los que entraron al kirchnerismo por la infinita fila de acceso a la ceremonia fúnebre improvisada en Casa Rosada la fatídica semana del 27 de octubre de 2010, 7 años después que yo.

Pueden seguir negando la autocritica y las responsabilidades todo lo que quieran. Vuestra negación sólo opera en contra de centenares de miles de argentinos que mañana se levantarán, como cada día a las 5 de la matina y sólo volverán de sus dos o tres laburos cuando los pibes ya están durmiendo. 

Son a quienes, después de haber llevado al fifty fifty a patadas en el ojete, hemos decidido soltar en las fauces de una derecha que acumula 12 años de venganza.

La suerte del kirchnerismo me interesa menos que la suerte de mis compatriotas. Que son los únicos a los que les debemos explicaciones. Explicaciones que no han llegado.

Calma, serenidad y pases cortos me pidió el compañero Baleno.


En estos párrafos describí al Barcelona.



viernes, 18 de diciembre de 2015

Monasterios (III)



Para ilustrar con ejemplos lo que decíamos acá y acá, y sólo por una arbitrariedad de los dueños de este blog, vamos a recurrir a la cadena de valor del litio.

Una introducción lo más sucinta posible, porque es mucho más lo que se habla en varios foros sobre litio que lo que se hace. El litio es hoy elemento químico imprescindible para pilas y baterías de toda la industria electrónica y se espera también lo sea para la industria automovilística eléctrica, que comenzó hace algunos años y viene creciendo.

Argentina tiene en el NOA varios salares con alta presencia de litio, que se extrae de una manera bastante económica. La fotografía actual es que esa salmuera con litio que se extrae de dos o tres salares (número que está creciendo) se convierte en boca de mina a un compuesto de fácil transporte denominado carbonato de litio y así, muy primario, es exportado a los pocos países que hoy están produciendo baterías en grandes volúmenes.

La producción local de baterías en Argentina es nula y la de otros bienes que requieran litio es marginal (grasa de litio para usos mecánicos). Cualquier pequeña demanda actualmente se atiende con importaciones spot, lo que nos permitiría decir que la cadena de valor del litio está, pero quebrada. No hay agregado de valor sustancioso.

Desde una perspectiva sistémica, mirando el todo, es mucho lo que se puede hacer para “crear” esa cadena. Son esfuerzos que involucrarían de manera activa tanto al núcleo científico, como a tecnólogos y un tejido industrial incipiente que se convierta en demanda neta de ese esfuerzo.
Utilizando el encadenamiento clásico (y totalmente obsoleto, pero cómodo para transmitir estas ideas), podríamos decir:

  • la ciencia básica debería estar trabajando en investigación y desarrollo de una electroquímica del litio que nos abra la puerta a una batería apta, factible y económicamente aceptable para vehículos. Si no hay cadena de valor que la alinee, esos núcleos de investigación (que existen y son de primera línea) encuentran su lugar de confort como subsidiarios (asociados en la mejor instancia) de laboratorios en el primer mundo. Este sería el enfoque ortodoxo: cuando el descubrimiento, la invención tiene lugar, el apéndice argentino no es propietario de los derechos intelectuales o industriales.
  • la ciencia aplicada, además de esperar el derrame de los avances de conocimiento en ciencia básica, tiene decenas de tópicos de mayor o menor criticidad para atacar en el despliegue de esta cadena de valor. Pero su razón de ser es una demanda que la “disciplina”, que le dice qué y cómo lo necesita. Hacer retro-ingeniería al estilo japonés de los 50 o coreano de los 70 para ponerse en carrera en la tecnología de baterías existentes, y luego trabajar en mejoras
  • la tecnología tiene, en este abordaje, innumerables desafíos: cada instancia de la cadena de valor contiene problemáticas que requieren de la tecnología para solucionar y optimizar: desde tecnologías aguas arriba para un mejor uso de los recursos y la energía en la extracción de salmuera hasta tecnologías aguas abajo que permitan ir previendo la red eléctrica de recarga de nuestros futuros vehículos eléctricos (o pensamos recargarlos a todos con una zapatilla de ferretería), desde tecnologías duras asociadas a la electroquímica óptima de los compuestos de batería hasta tecnologías blandas como las ciencias sociales que se requieren para que la industria extractiva del litio no choque con las comunidades milenarias que viven en la región sino que se ambas se complementen adecuadamente (o no vamos a poner un secundario técnico en Susques para que los chicos salgan con un título que les permita no sólo trabajar en el sector sino además entender cabalmente qué están haciendo).
  • la industria requiere un plan articulador de esfuerzos en esta cadena (esto extrapolable al resto). Extendiendo los modelos provistos por la ciencia aplicada y la tecnología a producciones piloto, la industria debe evaluar factibilidad económica, mercado, costos, optimizaciones de métodos y recursos, etc. Inicialmente en la forma de consorcios público-privados, en los que prime el equilibrio entre la demanda de lucro y la paciencia para completar de manera completa y robusta la trayectoria deseada, con fuerte asistencia y participación del Estado, no estamos hablando de una Utopía.


O sí, y aunque cueste creerlo, eso depende del abordaje ideológico de los protagonistas. Un Estado neoliberal como el que está configurando el macrismo ve a la tecnología como un bien de mercado: estos bienes como todos los de la economía, tienen un precio, disponibilidad y plazos. Por eso el Estado neoliberal compra radares, compra satélites, compra redes 4G, comprará vehículos eléctricos.
Y nuestro abordaje, el del Estado populista, no ve a la tecnología como un bien, sino como un camino. Una trayectoria llena de errores, de demoras, de caminos inciertos, de giros en U. Pero el único sustentable cuando lo que se busca es un desarrollo sostenido.

Esta serie de notas fue gatillada como análisis de la decisión de Lino Barañao de permanecer en el cargo de Ministro de CyT en una gestión cuyo sesgo neoliberal ya era indisimulable antes del 10 de diciembre. El motivo de esa decisión es que Lino Barañao nunca entendió la gestión de su cartera con esta integralidad: es un cardenal del Monasterio de la ciencia básica y su gestión fue entendida desde allí.

La gestión real, neta, libre de fotos, discursos y medallas, del MinCyT kirchnerista en la cadena de valor del litio fue repatriar una doctora argentina radicada en Europa e instalarla en lo que se denominó el Instituto del Litio, bajo el paraguas de la Universidad Nacional de Jujuy, ubicado en Palpalá, en los antiguos edificios administrativos de la empresa estatal Altos Hornos Zapla.

Los hechos se encuadran perfectamente con las visiones y ahí, en la investigación básica que pueda lograrse desde ese Instituto, ahí finaliza la asunción de responsabilidades de Lino Barañao. Desde este blog creemos que es módica y bastante pusilánime. La gestión Barañao paga la primera cuota y queda debiendo dos. O incluso tres.


En una línea de continuidad, ese beneplácito, ese subyacente orgullo de la ex presidente respecto de ese nombramiento, de esa continuidad, también habla mucho de la visión ideológica que tuvo el kirchnerismo respecto del tema. Cristina canchereó lo que fue una inteligente jugada de un Macri que, por supuesto, no tiene la menor idea del tema: alcanzó con comprar por poca plata un jarrón decorativo que parece (pero no es) de alguna ignota y ancestral dinastía china. 

Por eso insistimos en que, cuando la mayoría nombra a Amilcar Herrera, a Varsavsky y a Sábato, pocos son los que realmente los leyeron. En ellos, en su pensamiento, en sus libros, radica el secreto de nustro paso arduo y desértico, pero el único seguro, al verdadero desarrollo.

Nuestros jóvenes con espíritu de dirigentes tienen 4 años para entender que no todo es garra y corazón, que hay que patear 200 tiros libres por entrenamiento.
Y nuestra dirigencia 4 años para poner las barbas en remojo.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Requiem



Dignas charlas sobre libertad,

visitas echas con la imaginación, al lado salvaje de un país inconsciente,

leyendas contadas de generación en generación, padres a hijos, sobre un paraíso de asado al parquet y trabajo digno, llamado peronismo,

transmisión oral entre esclavos que soñaban con la equidad, la siambretta y el futuro justo

sueños que terminaban invariablemente en el extremo del pie, adonde se amarraba un grillete enorme, ineludible, llamado deuda externa.

todos nuestros sueños esclavos terminaban como un golpe, un viandazo frío e intempestivo, cuando un viejo ya derrotado nos azuzaba “todo muy lindo, pero primero solucioná la deuda externa”.

era tan abrumador el grillete que incluso para nuestra izquierda antediluviana era el monotemático señuelo de captura de militantes; repetían como un mantra “no al pago de la deuda externa”. Los parroquianos de la política los miraban con incredulidad. La derecha gozaba con el tamaño de la insensatez.

inversamente al hemisferio norte, nuestros cuentos infantiles tenían un solo final: “no pudieron pagar la deuda y fueron infelices para siempre”

en 2003, como un hachazo, llegó el kirchnerismo; y rompió en miles de pedazos esa bola negra de hierro atada a nuestros tobillos

y nos susurró al oído en el silencio de nuestras barracas: “corran, ahora son libres”

pero no sabíamos adonde ir,

no sabíamos qué hacer con nuestra libertad,

nos regalaban una fortuna inmensurable y no sabíamos dónde gastar la primera moneda

saltamos el alambrado y en la selva, corriendo, aprendimos

nos reconocimos, supimos quiénes éramos,

hicimos pactos con nuestras miradas, para volver a encontrarnos en esa plaza de las madres, nuestro claro en la selva, cuando la libertad peligraba

el hombre que blandió la maza liberadora una tristísima mañana nos dejó una mañana, mientras nos contábamos

nuestra liturgia se mantuvo durante 12 años felices,

nuestro sueño parece encaminarse a un final

pero su definición está en nuestras manos

y no depende de una mujer, ni de sacerdotes tribales

contarle a nuestros hijos la leyenda de nuestros años felices, mientras lagrimeamos encadenados alrededor de un fogón

depende solamente de nosotros

pocos pueblos tienen esta oportunidad




en un enorme desafío
a ver qué aprendimos en estos años



martes, 8 de diciembre de 2015

Monasterios (II)




La discriminación entre ciencia, tecnología e innovación productiva es síntoma de una taxonomía anclada en la segunda mitad del siglo pasado, en la que la ciencia, la tecnología y la innovación son tres estamentos diferenciables, ligados entre sí por algún tipo de asociación libre, basada en causas y efectos. Esta nomenclatura no es exclusiva de nuestro país: con mayores o menores diferencias es utilizada en la mayoría de los países latinoamericanos.

Es curioso que cuando uno averigua cómo se denominan las carteras ministeriales similares en países altamente industrializados el resultado es, curiosamente, muy distinto; la regla general es unir la disciplina científica con la industrial. Se habla mayoritariamente de Ministerios de Ciencia e Industria.

Eso llama la atención a quienes estamos moldeados al uso latinoamericano pero a poco de pensarlo, su naturalidad emerge como luz: la tecnología es un producto de actividad científica y es razonable que no requiera monitoreo de grado ministerial. Si hay búsqueda de avance industrial, de prácticas más eficientes, de aumento de productividad, la tecnología es el camino.

Ni hablar de la “innovación productiva”, un significante vacío que los burócratas llenan a piacere. La innovación es una actividad meramente productiva y si hay un lugar natural para ella está en nuestro Ministerio de Industria. Desde allí debería surgir un set de políticas promocionales, destinadas a que las industrias repiensen, rediseñen y recreén los productos y servicios con los que garantizan su sustentabilidad.

Hechas estas aclaraciones de orden casi toponímico, es momento de opinar cómo fue la gestión Barañao durante estos años. El ministro llega a esa posición apalancado por dos activos: una prestigiosa y aquilatada carrera científica en nuestra catedral científica, el CONICET , con base en uno de sus institutos, el IBYME (Instituto de Biología y Medicina Experimental): su principal logro allí la dirección del equipo que realizó la clonación de vacunos alterados genéticamente para dispensar lácteos con contenido activo. Por el lado político su actividad militante en los años más difíciles durante la ola neoliberal, años de fuerte fuga de cerebros, de reducción de presupuestos a niveles irrisorios: con este background es elegido primero como director de la Agencia, el brazo económico-financiero del sistema y luego primer Ministro de Ciencia y Tecnología de nuestra historia. 

Pero no debemos perder de vista: Barañao entra en nuestra caracterización de la entrada anterior como alto cardenal del nuestro corpus científico. Para el hombre de a pie, alejado de estos temas, su gestión varía entre transparente y positiva. Para quienes estamos mirando todo el tiempo estos temas, tratando de reconocer cómo se caracteriza una gestión científico-productiva adecuadamente ensamblada, su gestión fue muy pobre.

Barañao no tuvo el coraje de romper su propio paradigma, no ahorró esfuerzos en promover y alimentar lo que se conoce como “ciencia primaria” (ciencia básica o aplicada sin derrame en actividades productivas). El presupuesto para crear y mejorar los institutos de ciencia dependientes de CONICET creció exponencialmente. Los intercambios internacionales, la creación de nuevos institutos, el programa de retorno de científicos y una larga lista de elogiables acciones tuvieron lugar, pero a todas las unía un factor común: se restringían a ciencia primaria.

Demandas de grupos con poder de fuego y articulación política que lo desafiaron, como los becarios, los investigadores de ciencias sociales y humanas, etc., lograron beneficios largamente esperados. Fueron producto de la inteligencia política de los demandantes.

Barañao, en esencia, no tuvo el coraje de abrir las puertas del laboratorio y salir al terreno, al complejo y trabajoso barro de la intervención, que finalmente define la razón de ser de la investigación científica.

La Política vernácula, nuestros dirigentes y sus asesores, están lejos de estas temáticas. Ninguno, se incluye a cuadros del campo N&P como CFK, tienen claro qué esperar de una política de CyT adecuada. La Ciencia es tan inalcanzable que la intervención política local sobre la misma se restringe a un papel pasivo, casi turístico: equivocarse lo menos posible, no quedar en offside, sentarse pasivamente a esperar frutos políticamente redituables para mostrar a sus legitimadores, los votantes.

Ni hablar del abordaje neoliberal que nos espera en los próximos años con el gobierno macrista: la ciencia primaria “no se toca”; valen exactamente los mismos motivos. Respecto de la tecnología o el “derrame” a la actividad productiva, la visión neoliberal, si no fuera vergonzosa, sería lamentable. La tecnología es un bien que se transa en un mercado (lo que no difiere sustancialmente de su enfoque con el trabajo, con la educación, con la seguridad, etc) y como tal se adquiere a quien lo tenga perfeccionado, cotizado y listo para despacho, en lo posible “llave en mano”. Necesitamos un satélite? Se define en una planilla excel que conviene: comprar uno norteamericano, uno europeo o uno coreano, alquilarlo, leasing, etc. Esperar 6 años a que alguna empresa nacional lo desarrolle desde cero? Hasta la vista, baby!


Esto explica, de manera estilizada, que la transición de Barañao entre administraciones se haya dado con mucho menos ruido que la transferencia del bastón. Barañao garantiza eficacia en el área con menor ruido político (ciencia) y la misma bajísima intervención que lo caracterizó, en el área en la que las políticas macristas tendrán resultados inversos y catastróficos respecto del kirchnerismo: las de derrame de la ciencia y la tecnología a la actividad productiva real.

En alguna futura entrega ilustraremos estos juicios.


lunes, 7 de diciembre de 2015

Monasterios (I)

Diálogos en varias esferas y por distintos medios desde que se supo la continuidad de Lino Barañao al frente de la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (CTI) del gobierno macrista, comentarios recibidos, valoraciones positivas recibidas y esta interesante nota en el Suplemento Cash de Página12 nos impulsaron a aprovechar el confort de nuestro blog para esta(s) entrada(s).

No es posible ir al meollo del asunto (esto es, si creemos que la actitud de Barañao es o no impropia, independientemente del aval expresado desde la Presidente) sin antes expresar claramente lo que entendemos por Política y Gestión CTI.

Sabiendo de antemano que nos metemos en un terreno delicadísimo: la hegemonía que por casi 1500 años desplegó en occidente la fe católica, tanto que cualquier crítica o acusación en sus momentos de máximo esplendor hubiera significado una suerte de suicidio en vida, amenizado por acusaciones de herejía y oportunidad de redención mediante tortura, esa hegemonía, decíamos, hoy es detentada por lo que llamamos Ciencia.

Allí donde un obispo delimitó plenipotenciariamente el comienzo del bien y el final del mal, hoy un doctor delimita la verdad de la falsedad.

Si este comentario le resulta impasable, se debe a la definición misma de hegemonía. Es muy difícil pensar y pensarse fuera de ella. Pero, lamentamos decirlo, los sacerdotes shamanes de nuestro tiempo son nuestros PhD. Los que militan las ciencias “duras” lo son por definición. Los que tienen la suerte (o desgracia) de operar en las “blandas” (sociales o humanas) buscan serlo por aproximación.

En ciertas circunstancias este intento de “endurecer” a la ciencia tiene resultados patéticos: es el caso de los economistas ortodoxos empecinados en demostrar que la economía se monta en una axiomática exacta, por ejemplo la ley de oferta y demanda, que sin ir más lejor que el caso del dólar en Argentina, donde su demanda crece con el aumento de su precio. Plop.

Y como prevemos los dedos objetores con el argumento de que su médico, un miembro de la sagrada secta de los Científicos, aplicó el implacable proceso de hipótesis-tesis-demostración para solucionarles exitosamente sus problemas de hongos en las patas, mal aliento o cáncer.

La clave del entuerto reside en confundir en este debate los productos y procesos científicos con ese paraguas protector, ese paragolpes denominado Política Científica. No discutimos los mecanismos para llegar a la Verdad de la misma manera que no dudamos de que masturbarnos nos llevará al Infierno.

No están en discusión las eficacias y eficiencias de la Ciencia, sino cómo esta ha sido utilizada exitosamente para convertirse en instrumento de control social.

Nada conspirativo: la Ciencia que nos es hoy un vasto y complejo campo de operaciones desde donde se despliega una agenda política deliberada, con ganadores y perdedores.

Puede hacer muy muy visible en sectores como el de la industria farmacéutica, en el que grandes laboratorios transnacionales con centros de investigación, desarrollo y diseño ubicados en países centrales aprovechan la brecha de conocimiento para ejercer políticas comerciales globales con las que buscan cristalizar la relación asimétrica con países periféricos, a veces con poder de fuego para imponer exitosamente su propia agenda a quienes dictan las políticas nacionales.

Hace ya muchas décadas la Ciencia dejó de ser lo que hacían individuos aislados en laboratorios personales y únicos siguiendo una receta intransferible. Recorriendo los laboratorios científicos actuales se identifica rápidamente que la frontera de conocimiento no es empujada por personas sino por grandes equipos multidisciplinarios, profusamente interconectados, con amplios recursos en horas, infraestructura y equipos, coordinados y planeados por esa persona cuyo apellido será, finalmente, el que suba al estrado a recibir su Premio Nobel.

En este escenario, en el que intervienen de manera insoslayable los productos de las recientes revoluciones tecnológicas en TIC (telecomunicacionoes e informática), los colectivos de investigadores que forman el corpus científico de un país en desarrollo como el nuestro no pueden ser tomados como jugadores autónomos e independientes, “dueños” de su propia línea de investigación: por regla general son apéndices más o menos irreemplazables de un equipo de investigación cuyo diseño y planificación ocurren en laboratorios en países centrales, los que a su vez están cada vez más controlados por fondos y agenda privada que pública, aún cuando el laboratorio se encuadre en una disposición universitaria o estatal.

Esto no disminuye en un ápice el valor y la reverencia que les debemos por ser engranajes irreemplazables en el motor del avance humano. Ahora bien, mezclar ese además con un cheque al patriotismo es una típica confusión producto de la hegemonía cultural de la Ciencia, que nos viene haciendo creer que los científicos argentinos, trabajando en Argentina, tomando mate y comiendo asado, hacen Ciencia argentina. Y por lo tanto Ciencia útil para los argentinos.

Los intereses nacionales en esa agenda de avance científico no están garantizados detrás de la mera existencia de científicos localizados. Llevando las cosas al extremo como nos gusta en este blog, podría ocurrir que alguno de los más de mil científicos argentinos repatriados en los últimos años a nuestro costo, continuaran trabajando (ahora a distancia) sobre las mismas líneas investigativas que transitaban antes de venir, detrás de una vacuna, un medicamento o un alimento que curara una enfermedad, que sus esfuerzos y los de sus directores llegaran a buen puerto con un compuesto, que el mismo fuese exitosamente comercializado en el mundo e incluso que el laboratorio propietario de la patente entrara en colisión con nuestras autoridades sanitarias por los motivos que fueran: podríamos con tranquilidad enfrentar la paradoja de haber colaborado en el descubrimiento y desarrollo de un producto del que luego tenemos derecho a beneficiarnos.

Esta paradoja está lejos del improbable. La clave es que, por encima de científicos repatriados, de avances locales en tal o cual disciplina, de la inauguración de nuevos laboratorios, de convenios con prestigiosos institutos internacionales, de la puesta en marcha de tal o cual superequipo o de cualquier otro esfuerzo particular que, por encima y en control de todo debe existir una agenda de política científica nacional, armónica, alineada y funcional a la agenda política vigente, mejor aún si esa etá engarzada con el crecimiento y el desarrollo inclusivo e instrumentada con herramientas de promoción de un avance científico-tecnológico absolutamente alineado a nuestros intereses.

Demasiada perorata hasta acá. En próxima entrega daremos nuestra opinión sobre cómo debería estar configurado un Ministerio de Ciencia, sobre la gestión Barañao al frente del actual MinCyT y quizás podamos poner algún ejemplo que ilustre esta opinión.


martes, 1 de diciembre de 2015

Viejas palabras de hoy


(corre 1810)

La instalación del gobierno provisorio de Buenos Aires ha producido tan feliz revolución en las ideas, que agitados los ánimos, aspiran a una constitución duradera que restituya al pueblo sus derechos, poniéndolos al abrigo de nuevas usurpaciones. Pero sus efectos serían muy pasajeros si los principios del derecho público continuasen misteriosamente reservados a diez o doce literatos

Los deseos más fervorosos se desvanecen si una mano maestra no va progresivamente encadenando los sucesos y promoviendo la consolidación de un bien general que haga palpables a cada ciudadano las ventajas de la constitución y lo interese en su defensa. 

Esta obra es absolutamente imposible en pueblos que han nacido en la esclavitud, mientras no se les saque de la ignorancia de sus propios derechos. El peso de las cadenas extingue hasta el deseo de sacudirlas; y el fin de las revoluciones entre hombres sin ilustración suele ser que, cansados de desgracias, horrores y desórdenes, se acomodan por fin a un estado tan malo o peor que el primero a cambio de que los dejen tranquilos y sosegados.

Tan reciente desengaño debe llenar de terror a los que promuevan la gran causa de estas provincias. En vano sus intenciones serán rectas, en vano harán grandes esfuerzos por el bien público, en vano provocarán congresos, promoverán arreglos y atacarán el despotismo; si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía

En tan críticas circunstancias todo ciudadano está obligado a comunicar sus luces y sus conocimientos; el fruto de mis tareas es muy pequeño y siendo mis conocimientos inferiores a mi celo, no he encontrado otro medio de satisfacer éste, que reimprimir aquellos libros de política que se han mirado siempre como el catecismo de los pueblos libres, que por su rareza en estos países son acreedores a igual consideración que los pensamientos nuevos y originales. 

Entre varias obras que deben formar este precioso presente, que ofrezco a mis conciudadanos, he dado el primer lugar al Contrato Social, escrito por el ciudadano de Ginebra, Juan Jacobo Rousseau. Este hombre fue el primero que puso en clara luz los derechos de los pueblos y enseñándoles el verdadero origen de sus obligaciones, demostró las que correlativamente contraían los depositarios del gobierno

(...)

Como el autor tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas, suprimo el capítulo y principales pasajes donde ha tratado de ellas. He anticipado la publicación de la mitad del libro, porque precisando la escasez de la imprenta a una lentitud irremediable, podrá instruirse el pueblo en los preceptos de la parte publicada, entre tanto que se trabaja la impresión de lo que resta. ¡Feliz la patria si sus hijos saben aprovecharse de tan importantes lecciones!

Adaptación del texto escrito por 
Mariano Moreno en 1810
como Prologo a su traducción del libro 
El Contrato Social, de JJ Rousseau

domingo, 29 de noviembre de 2015

Palitos Chinos



En pocos días asistiremos a un hecho histórico, inflexivo para nuestra historia política. El 10 de diciembre asumirá el gobierno, avalado por un 51.4% de los votantes en las urnas de un ballotage, el primer partido de derecha, democrático, políticamente independiente y autónomo de nuestros partidos tradicionales, un hecho sin registros en 170 años de historia (más o menos) democrática.

Es la primera vez que votamos un gobierno de derecha en elecciones libres sin proscripción? No. Naturalmente pondremos la elección de Menem en 1989 bajo un paraguas de minidebate, pero la agenda desplegada por el menemismo entre el 89 y el 95, esa metamorfosis alimentada a pizza y champagne, convierte inequívocamente a las  elecciones del 95 en un triunfo democrático de la derecha.

La novedad es que ahora, por primera vez, la derecha llega por derecho propio, sin deudas ni tributos pendientes a la política tradicional. Veremos en acción a la tecnocracia vernácula, tomando medidas sin tener que pedirle permiso a ningún “líder popular”. Siendo una pésima noticia para la mayoría de nuestro pueblo, los trabajadores y las clases populares, es una excelente noticia para nuestra democracia.

En síntesis, estaremos entregando bienestar, trabajo, futuro e igualdad de oportunidades, a cambio de una pax política inédita. En nuestra historia política, desde la sanción de la ley de sufragio universal en 1916 y hasta 1983, cada vez que el poder económico concentrado quiso recuperar el poder lo hizo de manera violenta, a fuerza de proscripciones, bombardeos aéreos, fusiles y desaparecidos. Desde 1983 hasta 2015, inhibida la vía militar, los grupos concentrados impusieron condiciones apelando a la violencia económica: gatillando hiperinflaciones, corridas bancarias y desabastecimientos.

La experiencia del macrismo podría conducirlos a una nueva lógica: armar un partido político, dotarlo de herramientas efectivas de marketing y un liderazgo carismático y competir en igualdad de oportunidades con los partidos de cuño popular. La derrota electoral reciente no nos deja valorar en toda su dimensión este nuevo escenario político. Aún cuando se perfila de manera casi inobjetable su costo: se reescribe en este preciso momento en las góndolas de los supermercados.

Un estrecho desfiladero

Este modo de acceso al poder, novedoso y pacífico, debería simultáneamente generar varianzas sobre su despliegue en la arena política a partir del 10 de diciembre.

Cada vez que el poder concentrado tradicional, nuestra derecha vernácula decíamos, recapturó el control del gobierno, sus métodos e instrumentaciones fueron invariablemente salvajes, violentos, inescrupulosos. Quizás atendiendo a la herencia histórica de un pasado de sojuzgamiento de las clases populares (Informe Bialet Masse, década infame, fusilamientos de JL Suárez, desaparecidos) con la democracia moderna nuestra derecha no podía desprenderse de otras formas de retorno que no fueran las de revancha despechada y virulenta: saqueos y represión en el 89, piquetes, vuelta a los saqueos y la represión salvaje en el 2001.

Puede teorizarse frondosamente sobre los motivos de esta violencia, sobrevolando todo el tiempo esa discusión lo escrito por Naomi Klein en “La doctrina del shock”. Pero no puede soslayarse un dato de la realidad. Faltan 11 días para la entrega del mando y el único dato duro de “anormalidad” de las últimas horas han sido las remarcaciones de precios en despensas y supermercados. Nada hace prever que una explosión pudiese ocurrir en las próximas horas por la que el futuro régimen pudiese responsabilizar al kirchnerismo.

De allí en adelante las responsabilidades de conducción le caben al macrismo y si bien están funcionando a todo motor los medios concentrados en la instalación del escenario de “pesada herencia recibida”, lo cierto es que el riesgo de hacer explotar la granada en la propia trinchera presenta riesgos insalvables.

“El fantasma del 48.6” velará silencioso los primeros meses del gobierno PRO. Su presencia, aunque  de una manera indisimulable. Y si bien ese obstáculo no será un seguro todo riesgo para las clases populares, claramente condicionará fuertemente su accionar.

De manera que vemos como mucho más probable un inicio de gobierno “moderado”, digamos institucionalista, con una apertura fuertemente “dialoguista”, construyendo su legitimidad con ladrillos que vienen de la deconstrucción de los símbolos negativos del pasado kirchnerista, antes que sobre un “arrasamos y damos vuelta todo en 6 meses”; lo que, dados los resultados electorales, la composición del Congreso y el clima de expectación reinante, suena inviable.

No estamos diciendo que todo va a seguir igual: claramente el nuevo gobierno es antitético tanto en medios como en fines. Pero tiene una oportunidad de abandonar la virulencia operativa que caracterizó a nuestra derecha. Lo que nos permite instalar un cuestionamiento que no estamos seguros de contestar con suficiencia? El PRO es réplica rigurosa de nuestra derecha tradicional, con médula en la oligarquía diversificada? Veamos: sin duda un actor central dentro de la articulación PRO es la Sociedad Rural, lo que llevan a responder afirmativamente esa pregunta. Pero, al contrario, otro actor central son multinacionales extranjeras representadas por Chevrolet y Shell, y esto es una respuesta negativa a esa misma pregunta.

La primera metáfora es que la Sociedad Rural no tiene ningún escrúpulo en esclavizarte en un container mientras se levanta la cosecha, una forma pre capitalista, mientras que la forma de sumisión del sujeto en un esquema Chevrolet, Shell, Citibank, McDonalds, CocaCola es la del consumo, un mínimo engranaje tercermundista, acrítico e inconsciente del mecanismo en el que opera y al que le compra sus necesidades básicas. Ambas visiones, regresivas para nuestro pueblo, son a su vez competitivas en los oídos de nuestro nuevo Príncipe gangoso.

La segunda metáfora es que antes que Kill Bill, veremos un delicado y sutil juego de Palitos Chinos, jugado por Macri.

Como sostenemos con nuestro amigo y compañero Arnaldo Bocco, estamos probablemente ante una nueva alianza de poder, en la que convergen facciones parciales de la taxonomía política tradicional, dando lugar a una reconfiguración política.  Creemos que sin abandonar su sesgo profundamente conservador y reaccionario, sus mecanismos de avance serán distintos, moderados respecto de los que se apuran a contarnos algunas alarmas kirchneristas.


La muñeca política de Macri y su círculo de poder serán centrales en la tarea de priorizar y ordenar la agenda de regresión popular que sin duda nos espera. Y serán artífices de su propia supervivencia en la dificilísma selva de la política argentina. Nuestra opinión, innecesaria, es pesimista en este sentido, y no porque el PRO no tenga experiencia de gestión y cuadros operativos. Es pesimista porque la urgencia e imperatividad de los intereses en pugna (y no necesariamente en pugna) no parece tener la paciencia requerida para jugar a los Palitos Chinos. 



viernes, 27 de noviembre de 2015

Matar a la madre - Derrota III



En las dos entradas previas hemos hecho referencia a algunas razones de la derrota del 22N. Caracterizadas como blandas o duras según su materialidad. Pero, para ser consistentes, una descripción así peca de insuficiente. Dejemos por un segundo ese cuerpo en apariencia conformado por lo duro y lo blando. Falta algo. Vayamos a…

El alma

Hay un intangible esencial que se plasma en una postulación electoral: por encima de las consignas, de las propuestas, del programa, de esa pieza arqueológica llamada plataforma electoral. Hablamos del convocante simbólico que se suele denominar liderazgo.

Sugerimos fuertemente nuestra perspectiva sobre el tema acá y acá.

Si en las dos entradas anteriores las responsabilidades le cupieron exclusivamente al kirchnerismo, en esta entrada no dudamos en apoyar el cúmulo de las responsabilidades en Daniel Scioli y equipo. Que, abierta la hendija de acceso al poder cronológicamente posicionable el día que CFK aceptó la propuesta sciolista de Zannini vice, no tuvo la audacia, el coraje de adueñarse salvajemente de esa oportunidad de una manera peronista: sacar el bastón de mando que todo peronista lleva en su mochila y salir de aquella reunión con esa actitud inequívoca e indisimulable: soy el nuevo líder.

Eso era lo que le pedíamos, esas eran nuestras oraciones. Pero nuestro avemaría no alcanzó.

Quienes lean esto pueden poner en duda la necesidad, la utilidad de esta “rebeldía” metamorfoseada en “autoridad”. Veamos.

Hay razones para que este texto entre tercero desde el 22 de noviembre.

Cuanto menos se acepten las razones esgrimidas en las dos entradas anteriores (y especialmente en la primera: caída de imagen del cristinismo), cuanto menos se duele el final de la supremacía cristinista, más difícil será entender por qué le pedíamos a Daniel Scioli una suerte de “violencia reordenadora y resignificante”.

No porque hayamos, súbitamente, dejado ser kirchneristas (y ya esperamos con los brazos el comentario que empieza con la palabra "traidor"; hay personas que nunca entienden nada). Estamos hablando de política. Sino porque una porción crítica y sensible de votos, que nos abandonaron por lo menos desde 2013, necesitaban una señal clara para volver. Y esa señal tenía que ser “somos distintos en la misma tribu”.

Ir en su búsqueda, en captura de su presa, significaba decirle a la sociedad que el FPV ofrecía una versión renovada respecto de los 12 años anteriores. Decirlo con voz clara, altisonante, casi atronadora. No alcanzaba con ofrecer los nombres de un potencial gabinete sin presencias de LaCámpora. Se necesitaba gritarlo. Patear escritorios. Romper todo.

Scioli nunca mostró ese temple porque nunca lo tuvo, dirán nuestros detractores. Respondemos que era el único temple posible, la condición necesaria (pero no suficiente, ay!) para volverlos al redil.

De una lectura fría, comparada, de resultados electorales en PASO, generales y segunda vuelta esta tesis adquiere un vigor inusitado. Pero no se hizo (remember Luder).

Nos faltó alma.


Lloremos juntos los resultados.


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Del serrucho al bisturí - Derrota II


La entrada anterior, dijimos, no engloba la suma de razones de la derrota. Usamos el término “blandas” para denotar las de carácter emocional, ligadas a las emociones. Entendemos, como claramente lo expone nuestro amigo Claudio Scaletta aquí, que la performance económica fue actriz protagónica en la novela de los últimos años hasta llegar al ballotage. Le toca el turno al bolsillo…

Lo duro

Desde hace casi 100 años, cuando inicia una incipiente industrialización, Argentina sufre una enfermedad crónica, casi endémica, propia de países con estructura productiva como la nuestra, altamente competitiva en la producción de ciertas materias primas y de baja productividad en la producción de manufacturas industriales.

Estas características fueron largamente estudiadas por académicos de la ciencia económica argentinos, sudamericanos e incluso europeos. La denominada “asimetría en los términos de intercambio comercial”, la brecha monótonamente creciente en la evolución de los precios de los productos que Argentina exporta versus los que importa nos condena a un fenómeno de ciclos repetitivos que se agudizaron en los años 50 y 60 del siglo pasado y se denominaron “stop&go”, avanzar y parar.

El fenómeno es vastamente estudiado por los alumnos de todas nuestras carreras de licenciatura en economía política. Queremos decir con esto que se trata de un tema persistente y ya desideologizado: le ocurrió a los oligarcas que comandaron de la década infame (1930), le ocurrió a Perón, le ocurrió a los golpistas del 55, a las democracias proscriptivas de los 60 (el onganiato) y le volvió a ocurrir a Perón, en realidad a su viuda, durante la gestión económica de Celestino Rodrigo.

Sistemáticamente (y sin solución efectiva a la vista) las reservas de divisa de nuestro banco central entran en un embudo que conduce al ahogamiento, efecto denominado Restricción Externa (RE). La única solución a mano ha sido, repetitivamente, la de una fuerte devaluación que, penalizando salarios y precios no transables (los que no admiten comercio exterior) de la economía modificara nominalmente la competitividad, mejorando las exportaciones y conteniendo las importaciones.

No obstante, esta solución era (es) sólo un placebo transitorio que se basa en la depresión artificial del factor trabajo nacional y que durará lo que esa depresión inducida permita: si la dinámica salarial interna es alta, ese lapso de alta competitividad artificial se diluye rápidamente con cada aumento salarial de los trabajadores (aquí una mínima digresión para desmentir el argumento cínico y flagrante de que el kirchnerismo devaluó 230% desde 2003, de 3 a 9,60 pesos: queda claro que las devaluaciones son las que se aplican instantáneamente y no la suma de pequeñas variaciones en largos períodos, que no generan mejora de los costos laborales sino, tradicionalmente, acompañan variaciones de otras variables macro).

Analizado a lo largo del tiempo, el stop&go dibuja en típico diagrama de dientes de serrucho que va repitiéndose en el tiempo: una rampa ascendiente de economía en crecimiento y valuación de la moneda hasta un punto máximo en el que se alcanza una RE insuperable, que se resuelve precipitando una devaluación y caída abrupta del valor de la moneda, dejando a las variables listas para volver a repetir el ciclo nuevamente.

Hemos dicho que ese evento es reiterativo y contradictorios como somos aquí nos rectificamos: en rigos el último evento bajo este patrón fue la explosiva devaluación de 1975 conocida como el rodrigazo. No volvió a ocurrir desde entonces, pero no porque nos hayamos “sanado milagrosamente” sino porque desde la dictadura del 76 este patrón inestable de crecimiento fue reemplazado por otro… peor: desindustrializarnos, sin más. La dictadura del 76 sembró las semillas todavía imperfectas de un neoliberalismo que empezó haciendo sus ensayos operativos en Chile y Argentina.

Con la destrucción de la industria local la RE pasó a ser un problema secundario frente a otro más grave: como sostiene el empleo y la inclusión social una economía sin industrias. La respuesta puede encontrarse el 19 de diciembre de 2001: a los piedrazos.

Pero abandonado el patrón neoliberal postconvertibilidad, no podemos dejar de notar que, en rigor, no ocurrió nada significativo en nuestra estructura económica que permitiera pensar y mucho menos garantizar que cualquier nueva industrialización por sustitución de importaciones quedara vacunada y libre de nuestra enfermedad crónica, la RE.

Un par de golpes de fortuna en lo económico marcaron el ingreso del kirchnerismo al gobierno:

  1. Para cuando Néstor llegó, el trabajo social y políticamente sucio de devaluar para salir de la convertibilidad ya había sido ejecutado por el primer equipo económico de Duhalde (RemesLenicov). Y de manera salvaje: nunca Argentina había vivido una devaluación de 300%.
  2. Un jugador inesperado en el escenario económico mundial, China, modificó los escenarios del siglo pasado. El Imperio Central necesitaba hierro, soja, cobre, aluminio, algodón, arroz y cuanta commodity flotara en el océano.
  3. Sumemos las bajísimas tasas de interés en el período 2001-2008 en los países centrales, que hicieron que los dólares inundaran los mercados, cuya consecuencia, junto con el punto anterior fue una burbuja gigante de precios, por un lado demanda real de la economía china y por otro demanda como producto de posicionarse financieramente en productos básicos y timbear en el mercado mundial.


Esta combinación colocó cronológicamente al kirchnerismo en un momento único: al inicio de una ola (el diente del serrucho del stop&go) cuya duración en el tiempo era inusitadamente larga porque año tras año el precio de las oleaginosas, los cereales y nuestros vacunos sólo subía.

Esto demoró el angostamiento de brecha: pasaban los años y tardaba en ocurrir. Hasta que la crisis del 2008 explotó y, tras 6 años gratis, volvimos al ciclo habitual de angostamiento: para 2011 estábamos definitivamente en RE y lo consagramos con la imposición del Control de Cambios, lo que se conoció popularmente como “el cepo”.

Nada sustancial había ocurrido en nuestra estructura productiva para evitar el enésimo rebrote de nuestro mal.

Durante años los kirchneristas hicimos alarde de un dato casi anecdótico: allí donde los gobiernos previos instalaban sesudos gurúes de la economía cuya tradición era sentarse frente a la cámara una vez por año para contarle a la población qué formas tendría el desfalco, travestido de plan económico, NK subsumía a sus sucesivos ministros a un rol secundario y con un cuadernito Arte y una bic llevaba el control de las variables más importantes de nuestra macroeconomía.

No estaba mal como metáfora arrabalera de la verdadera significación de la ciencia económica: no se trata de diseñar e interpretar complejos gráficos econométricos; se trata de tener el coraje y la audacia de cortar la torta por el lugar más adecuado.

Pero, quizás encandilado por el rutilante (y en apariencia sostenido) éxito de este método, el kirchnerismo creyó que la conducir la economía de un país era eso: una libreta de almacenero y los números en orden.

Lamentamos desde estas notas aguar la fiesta: uses la libreta que uses, la restricción externa, implacable como la parca, está viniendo a buscarte.

Hay, eso sí, algunas formas de conjurar su llegada, de demorarla y, si los dioses te son finalmente favorables, inmunizarte. Son condiciones necesarias pero no suficientes: ponerlas en práctica no te garantizan que no vaya a ocurrir, pero en tu gobierno sos moralmente responsable de ponerlas en acción.

El kirchnerismo lo sugirió allá por el 2011 cuando la frase “sintonía fina” replicaba insistentemente, pero nunca puso manos a la obra. Y como consecuencia, hoy la RE campea dueña de la tierra. Postulamos todavía más: la RE es el único verdadero problema de nuestra economía y en la medida que no se resuelva, no volveremos a despegar.

La solución de los factores de poder concentrado es la tradicional, la fácil: devaluación, que paga el pueblo trabajador.

Si queremos superar ese patrón de cortar por lo más delgado, hay que entender el problema. 

Repetimos: los montos ingresados por las exportaciones (típicamente primarios) se ven alcanzados en el tiempo por los montos ingresados por las importaciones (típicamente industriales).

Se trata de que esto se demore en el tiempo o no llegue, con un proceso de cristalización y robustecimiento permanente del tejido industrial:
  • para exportar bienes cada vez más industriales, con mayor valor agregado, que impliquen más dólares por kilo exportado
  • para sustituir y dejar de importar cada vez más bienes industriales que pasamos a producir aquí.


Nuestro balanza comercial tiene hoy tres grandes deudas: energía, autopartes, insumos y equipos para la industria automotriz, insumos y equipos para la industria electrónica.

Tomemos un sector cualquiera a modo de ejemplo, el automotriz: las partes del león en el costo de los automóviles que fabricamos son motor y transmisión. Son partes caras y complejas. Cada auto que vendemos es un motor y/o caja que importamos. Si al vehículo lo exportamos, queda compensado. Si lo vendemos en el mercado doméstico (como los 600mil del año pasado) no hay reposición de los dólares usados para comprar motor y caja.

A este patrón productivo lo podrían modificar:
  • sus actores directos, las terminales. Pero son subsidiarias de multinacionales extranjeras que tienen planes geoestratégicos que indican que en Argentina y en el Mercosur se fabrican estos modelos y de esta forma. Ergo, forget it.
  • el de siempre, el Estado: entrando a negociar con su enorme poder de fuego e imponiendo reglas, que sólo son efectivas si impactan el bolsillo de la multinacional.

Un plan industrial consistente es eso, replicado en decenas, cientos de cadena de valor, sobre las que se trabaja coordinando e imponiendo líneas directrices serias a todos los actores basadas en (1) aumentar la exportaciones de productos con mayor valor agregado, usualmente asociado a mayor tecnología y/o mayor diseño; (2) sustituir importaciones de bienes cuya producción local sea económicamente viable y tecnológicamente alcanzable. Esta combinación es virtud de que demanda de la sociedad mayor cantidad de fuentes de trabajo y mano de obra cada vez más capacitada. Es una combinación adecuada de apoyo a las pymes proveedoras, de impulso tecnológico, de articulación para la innovación, de calificación del recurso humano, de vinculación comercial con países con potencialidad compradora. Es, en suma, mucho laburo, multidisciplinario, muy coordinado, muy poco “político”, poco mostrable. Pero es nuestro único camino a un desarrollo inclusivo, industrial, sustentable. Quien venda otra cosa, vende espejitos de colores.

El kirchnerismo basó su éxito económico en su gestión y ordenamiento de la MACRO, de manera tal que esta ofreciera condiciones para la inversión y el consumo. Y soslayó la política industrial.
Confió en el cuaderno de Néstor, y siendo imprescindible, no era suficiente.

El Ministerio de Industria fue el peor de todos, lo decimos sin tapujos. Una patética performance. El Plan Argentina Industrial fue una jodita de Tinelli. Si se requieren pruebas, lo invito. El siguiente link corresponde al discurso de la Presidente en la Cena Anual de la Industria, frente a su gabinete, a empresarios, directivos de cámaras sectoriales, funcionarios, etc. Fue el 2 de septiembre pasado en Tecnópolis. Cristina habló durante una hora y media y, rompiendo su estilo de retórica sin soporte, utilizó varias diapositivas.


En ellas se muestran muchos datos interesantes de la macroeconomía, laborales, educativos, de infraestructura, de ciencia y tecnología, de incentivación de la demanda y el consumo, de inversión, se ven comparaciones regionales e internacionales de diversos parámetros. También aparecen caripelas que causan escozor, como la deun fiscal de mesa del PRO de apellido Rattazzi (disculpen los lectores el mal trago). Se habla en ellas de la performance industrial macro, de la participación sostenida y creciente de las MOI (manufacturas de origen industrial) en las exportaciones, etc.

Todo muy lindo. Le pido al lector paciente y dedicado que identifique cuál de las muchísimas transparencias que van apareciendo en esos 90 minutos corresponde a una política de intervención industrial a nivel micro en alguna de las casi 40 cadenas de valor existente en el país. Y le anticipo... no va a encontrar. Sencillamente porque no hubo. 

Argentina tiene especialistas, académicos, técnicos con la visión heterodoxa e idónea para encarar esta enorme tarea. El kirchnerismo no los convocó. Ni siquiera los escuchó. Axel Kicillof conocía al dedillo estas debilidades: si la jefa no las tenía en su mapa, él no trabajó para transmitirlas. Solo hubo narcisismo por el modelo y poca voluntad de ampliar, profundizar, mejorar. Se acuerda el lector de la tríada expuesta en el post anterior: clausura, hermeticidad, refracción? Ups, reaparecen en escena.

Para quienes deseén buscar dónde seguir este tema, leyendo a alguien que sabe y no a advenedizos como estos servidores, un link de Héctor Valle altamente recomendable. No podemos dejar de destacar un punto: si usté leé en este texto un abordaje tecnocrático, formal, lejano del problema, lo invitamos a que lo relea. Las intervenciones en las cadenas de valor operando localmente, la mayoría de las cuales tienen jugadores concentrados y poderosos como dueño de estancia no es una de amiguismos y buen trato: requiere por los menos los mismos pijazos y patadas en los escritorios que habrá pegado Néstor en su gestión. Disciplinar a muchos de esos actores es romper muchos huevos para una gran tortilla nacional y popular. Lea a Valle, se lo sugerimos nuevamente.

Ahora volvamos. Esta es la realidad: estamos inmersos en una crisis. Debemos admitirlo como primer camino a su solución. 
  • Pero no es la crisis que diagnostica la ortodoxia, usina de los tradicionales factores de poder, que pide como un mantra permanente el ajuste y equilibrio de las cuentas fiscales. La RE no se soluciona modificando variables asociadas al tesoro y la integridad fiscal. Nada que ver.
  • Ni tampoco es esa versión filo-histérica de Kicillof: “el mundo que se nos cayó encima”.


Este "estancamiento" (no tan grave si este año creciésemos al 2.8%, pero es un ancla que nos tiene demorados y NOS HACE PERDER ELECCIONES) es producto de no haber encarado durante estos años una política industrial seria y enfocada, que sin garantizarnos el paraíso, al menos nos hubiera permitido jugar algunas fichas a chance.

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Una peor noticia para terminar de escupirle el asado: los equipos de economía e industrialización que fueron armándose alrededor de la candidatura de Scioli (y me evito hacer nombres) tenían este diagnóstico certero y robusto sobre esta realidad. Queremos decirle que el 22 de noviembre no sólo se perdió una elección. Se perdió una oportunidad inédita en nuestra historia económica reciente.


martes, 24 de noviembre de 2015

Cinta Transportadora - Derrota I



Ríos de tinta se estarán escribiendo en estos días para darle sentido a la derrota electoral del FPV, a un lado y otro de una “grieta” que irá, con los días, diluyéndose de la agenda mediática para dar lugar a algún otro concepto como el riesgo país o el índice merval.

Queremos aportar lo nuestro, desde tres o cuatro abordajes que finalizarán amalgamándose en un cuerpo único de explicaciones.

Empecemos por la percepción.

Lo blando

Los fenómenos políticos y sociales populares latinoamericanos de los años recientes bien pueden parangonarse con un proceso en el que, después de largos años de virulento neoliberalismo, los nuevos gobiernos populares se dedicaron a la tarea de identificar y rescatar camiones jaula llenos de pobres, de desocupados, de marginados, de olvidados, de invisibilizados, con el elogiable objetivo de liberarlos.

En una larga y trabajosa pero a la vez esperanzadora tarea los fueron subiendo a una cinta transportadora donde en primer lugar se los alimentó, se los vistió, se los sanó, se les aseguraron en el tiempo estos beneficios que pronto se llamaron derechos, se les pidió que mandaran a sus vástagos a la escuela, se recuperó a los que habían abandonado su educación, se les ofrecieron oportunidades laborales y se les permitió, a quienes no tenían esperanza, volver a pensar en un futuro que no fuera el mate cocido que fungía de cena esa noche y cada noche anterior.

Esa cinta transportadora fue el Estado y, por tradición histórica, fue en nuestro país donde tuvo un rol más protagónico. El peronismo desplegado por los Kirchner ya conocía la capacidad efectiva y la potencia simbólica del Estado como camino al desarrollo. Y análogamente a los Chavez, a los Lula, a los Evo, a los Correa, a los Mugica, lo pusieron en acción. En simultáneo. 

Eso sí, dentro de un marco capitalista, de manera tal que el final de esa cinta, que empezó recogiendo heridos, mutilados, invisibles, convirtiéndolos en beneficiarios, luego en ciudadanos con derechos y finalmente, sin más alternativas, los llevó a un último estadío: los bautizó como consumidores y los arrojó en ese espacio que conocemos como mercado. Casi displicentemente. Sin adoctrinamiento (afortunadamente), sin deudas morales ni materiales con el Estado, sin ataduras con el pasado y sin limitaciones. A rodar el consumo, mi amor.

A lo largo del proceso esos individuos fueron, naturalmente, modificando su perspectiva: primero fueron beneficiarios y luego se hicieron sujetos de derecho, resignificando su rol respecto del Estado y hasta agradeciendo esa metamorfosis con lo único que el mandatario les pedía: votos. Pero nunca dejaron de ser hombres y mujeres libres, con intereses, con objetivos y su individualidad. Por lo tanto su perspectiva y sus demandas fueron adaptándose a los sucesivos cambios y ganando en complejidad y hasta en sofisticación: estilizadamente, pasaron de demandar un mínimo y misericordioso plato de guiso a, en el tiempo, una señal telefónica 3G robusta; pasaron de buscar cualquier oportunidad de conchabo que apareciera, a que el medio público que los transportaba hasta un trabajo estable y formalizado tuviera aire acondicionado.

Barramos cualquier ápice de ironía con un ejemplo: en los barrios y asentamientos del segundo o tercer cordón del conurbano, la herramienta de trabajo de la chica que es empleada doméstica en un barrio de clase media es el teléfono celular; con él atenderá satisfactoriamente los requerimientos de su “patrona”. Como una ley gravitatoria para pobres, si no tenés señal, pronto no tendrás trabajo: y la burguesía, al respecto, es inclemente.

Sofisticación, decíamos: en ese camino ascendente ciertos valores del gobernante que antes eran inopinados, entran paulatinamente en una primera esfera de detección y luego en una esfera de significación. Cuanto más alto posiciono mis necesidades en la pirámide de Maslow, menos quiero ser parte de un colectivo que es “aleccionado” por una Presidente que da clases obligatorias por Cadena Nacional casi todos los días.

Las barracudas opositoras no diseñan ni construyen estos estratos, pero sagazmente detectan sus brechas simbólicas y operan para convertirlas en grietas del sentido que terminan en una implosión.

Miles de argentinos que en 2003 conocían a Tinelli pero no a Lanata, o bien no veían que su radio de influencia los afectara materialmente, lo ingresaron lenta pero firmemente en la dieta diaria. Y hubo gentes que hacía semanas había instalado su primer piso de baldosas, que se indignaba por la situación Qom.

CFK y sus resortes de poder no tomaron debida nota de este paulatino e irreversible cambio de época y mantuvieron una conducta que siendo premiada en las épocas del Club del Trueque, era castigada en las épocas del ProCreAuto.

No sólo eso, parecieron persistir en la brecha de una manera, hoy, inexplicable. 

Atención. Acaso estamos diciendo que esa salita de primeros auxilios aquí, el esperado puente sobre el río allá o la imponente central nuclear acullá fueron obras negativas, indeseadas, redundantes? Naturalmente que no. Estamos diciendo que en el terreno de lo “blando”, de la percepción, de la comunicación, de las formas y de los modos, mostró una tediosa homogeneidad que no respetaba, por el contrario empezaba a escorar frente a los cambios de pantalla.

Y un día aprendimos que la espada verbal que Capitanich o Aníbal Fernández le opusieron al infantil reclamo de conferencias de prensa por parte del complejo mediático opositor bastaba. Y neutralizamos ese “inocente” reclamo de nuestros periodistas de utilería: el patético “queremos preguntar”.

Y otro día aprendimos que, verbalizando algunas cuestiones, poniendo luces altas en algunas áreas neblinosas, Kicillof dejaba en ridículo la pretendida neutralidad y asepsia que suponíamos tenía el fallo de un tribunal norteamericano.

Probablemente haya sido demasiado tarde. O no. Ya no lo sabremos.

No importa, porque probablemente nunca hayamos entendido que un entretiempo publicitario de 15 minutos ultraoficialistas en Fútbol Para Todos nos hizo mucho más daño que 1 hora de corte de luz en Caballito. 

La fisura estaba abierta. La operación mediática fue convertirla en catastrófica a fuerza de palanqueta.

Y nosotros, cada vez más largo, cada vez más alto, le hablamos a los convencidos. Y ahuyentamos al ahora clase media futbolero que caminó refunfuñando a la cocina a cambiar la yerba del mate y calentar más agua, aburrido ya de ver por enésima vez la inauguración "histórica" de Atucha II.

Nos encerramos en nuestro discurso y sólo tuvimos oídos para detectar a quien tenía una posición intermedia, dudosa: a ese le descerrajamos casi sin piedad un interminable rosario de logros idílicos, mientras lanzábamos evasivas cuando nos retrucaban con líneas de pobreza, estadísticas de inflación y corrupción emblemática. Nos hablamos encima.

Molestó la clausura: si no entendías mis argumentos eras un buitre.

Molestó la hermeticidad: no te lo explico porque no lo entenderías.

Molestó la refracción: nada de lo que me puedas decir me resulta provechoso.

Así, en cuestión de tiempo, pasamos al peor estadío en el que puede caer un liderazgo: el vanguardismo iluminado.

Su punto cuspidal, los discursos a la militancia en el Patio de las Palmeras. 
Quizás cada uno de los puntos y comas allí expresados hayan sido razonables, poco importa. Porque no hablamos aquí de racionalidad sino de lo blando, de percepción. Y las señales que bajaban a la orbe desde esas sesiones eran señales onanistas, de desvinculación con la realidad.

Se ha dicho en este blog y aquí se repite: como premisa, no buscamos que nuestro líder sea ni el más inteligente (no DeLaRua no), ni el más bonito (no Menem no) ni el más audaz (no Alfonsín no). Buscamos de nuestro líder (primariamente, luego surgen otros valores) un apego total, irrestricto, incondicional a nuestra realidad (que es La Realidad). Podemos admitir que por momentos viva la realidad de otros, pero sólo por momentos, o a condición que esos otros sean mis pares.

Cualquier desapego de La Realidad (delirio del poder, diagnostican algunos) hace que nosotros entremos en zona de turbulencia y que todo nuestro sistema límbico se prepare para el caos.

Así, no es ocioso que una de las frases que perduran como más sintomática de la irrealidad menemista fue aquella, dicha en una escuelita llena de alumnitos coyas de la Puna, sobre los cohetes espaciales que nos iban a transportar a Corea en una hora y media. 

No es ocioso que otra frase trágica del poder (en este caso de CFK y luego Aníbal Fernández) haya sido la de que tenemos menos pobres que Alemania.

O aquella de Néstor, respecto de inaugurar un tren bala entre Buenos Aires y Rosario.
    
Incluso si fácticamente correctas, deseables o genuinas, la distancia simbólica entre su enunciación y la realidad circundante hace que crezca exponencialmente la duda popular sobre el arraigo a la realidad que mantiene el líder. La persistencia y continuidad del desarraigo conduce invariablemente a la caída en el favor público. Podemos verlo o no.

El Patio de las Palmeras. O, de otra manera, Cristina hablándole a la militancia, fue una representación cabal de este divorcio.

Estamos asegurando que en los párrafos precedentes se esconden las únicas razones de la derrota?

No, hemos dicho que en esta entrada hablábamos de los factores blandos de la derrota. A pesar de las limitaciones descriptivas de quienes suscribimos, tenemos la esperanza de que hayan quedado en evidencia. Se juntarán con factores duros y, como cuerpo y alma, darán humanidad a nuestro verdugo.