sábado, 26 de marzo de 2011

Teens


Tres pibas, ninguna todavía cumplió los 15. Una es hija del Cartonero que suscribe. Las llevo en mi carro cartonero a un cumple nocturno, que es lejos. Voy en silencio, tratando de que mis palabras no interrumpan la conversación ni generen timidez. Que se confíen y hablen. Las tres están empezando segundo año en un colegio universitario, de esos que dos por tres son noticia por una toma, una sentada o un quilombo entre el centro de estudiantes y el rector. Un colegio como a mí me gusta.
La charla pasa por varios tópicos, sueltos, inconexos, volátiles. Ropa. Moda. Profesoras mal cogidas. Compañeritas que tuvieron problemas. De chicos no se habla, está papá en el auto.

No sé ni cuándo ni de qué manera, la charla cae en la política. Una de ellas dice que no es kirchnerista, pero que “los apoya”. Otra dice que lo que la tiene cansada son los del peó. “Qué es el peó?” pregunta la tercera, algo más caída del catre. “Los trotskistas, el partido obrero, el XXX (acá la sigla de una organización estudiantil que no recuerdo).” “Ah, sí, son unos pesados. Re-prepotentes. Hablan ellos y no dejan hablar a nadie” “Sí, se creen que siempre tienen razón y después de hablar un rato se están peleando por lo que dijeron hace 5 minutos”. “Insoportables” agrega la segunda.

Pongo las balizas porque justo llegamos. “Es acá, chicas” “Buenísimo, me das plata, pa?” “Uy, ahí viene Vicky, mirá los zapatos que se puso” “Sí, nosotras estamos re-crotas, boluda!”.

Pongo primera y huyo horrorizado de semejante nivel conciencia política.

35 años.

Gracias Madres. Gracias Abuelas. Gracias Néstor. Gracias Raúl Ricardo. Gracias Chacho. Gracias Lanata el Anterior. Gracias Todos.

Gracias país.



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viernes, 25 de marzo de 2011

Factores de Poder II


Si pudiéramos imaginar una matriz de dos filas por dos columnas, en la que las filas discriminan empresas de capitales nacionales y empresas de capital extranjero (muchas de ellas transnacionales), y las columnas a su vez discriminan a qué mercado atienden con preferencia, mercado doméstico o exportaciones, estaríamos ante un buen comienzo para clasificar como se articulan los factores de poder de un país o región.

Quizás esa matriz no esté completa, quizás deberíamos ingresar otras discriminaciones; por ejemplo cómo ejercen la valorización de su actividad: si son empresas que obtienen su renta por vía financiera o por vía real, que a su vez podría dividirse en prestación de servicios o producción de bienes, etcétera. Otras veces una discriminación también nace de un factor diferencial como puede ser la tributacion. Claramente las retenciones a la exportación podrían convertirse en el caso argentino en divisorias de aguas.

En fin, podemos ponernos a ajustar y refinar el cuadro tanto como queramos, pero también es cierto que en la articulación de intereses estos mismos límites muchas veces están difusos o varían en el tiempo.

Tomemos algún ejemplo del pasado. Vencidos los últimos referentes de un incipiente regionalismo industrialista con la batalla de Pavón y durante lo que se conocería como proceso de organización nacional (cuánta similitud con el cínico nombre con que los milicos bautizaron a la dictadura 76-83!) en la segunda mitad del siglo XIX, el factor de poder primordial y central de la hora era sin duda la oligarquía vacuna.

Así, Argentina se convierte en un ejemplo casi único en el mundo de nación que se organiza alrededor del Estado. Este hecho tiene origen en el fuerte solapamiento entre estado argentino y oligarquía vacuna que es motivado por la enorme capacidad hegemónica de este último factor de poder que, sin rivalidades significativas, se adueña del Estado. La campaña al desierto de Roca en 1880 es un botón de muestra de esta articulación.

Encuadrada en nuestro sencillo cuadro sinóptico, la oligarquía vacuna está representada por terratenientes locales (a pesar de que llevan la vaca atada y pasan largas temporadas en Europa tirando manteca al techo, son capitales de origen nacional) y su principal actividad es la exportación.

Siguiendo el razonamiento, el segundo factor de poder que se robustece por aquellos años son los traders de bienes que se afincan en la ciudad puerto para ejercer comercio. Hablamos en general de empresas de capital extranjero (mayoritariamente ingleses) que atienden principalmente el mercado nacional por vía de importar bienes manufacturados para consumo local.

La complementariedad de intereses y afinidad funcional entre ambos sectores da lugar a varias décadas consecutivas de paz social y un cierto grado de evolución económica que desemboca en la Argentina del primer centenario.

Siguiendo estos lineamientos puede caracterizarse cualquier sector de actividad que pueda o no erigirse como factor de poder. Tomemos por ejemplo una tríada: el grupo Techint (Siderca, Siderar, Techint construcciones, etc), el grupo Madanes (Aluar, Fate) y el grupo Acevedo (Acindar) durante la década del 90. Todos son grupos industriales nacionales (aunque Paolo Rocca tenga su corazoncito en Dálmine). Todos son monopólicos en el mercado doméstico. Y todos le ponen prioridad a la atención de mercados de exportación puesto que los volúmenes que producen superan con creces la demanda interna.

Otro ejemplo que puede valer la pena observar es el financiero: con la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz un grupo de bancos extranjeros robustece su actividad en el país. Son capitales extranjeros que atienden el mercado interno. Su comportamiento y sus intereses son independientes de los bancos nacionales (públicos o privados), aunque muchas veces coincidan.

Hasta aquí caracterizaciones. Veremos si con estos pocos porotos y un poco de imaginación nos da el cuero para caracterizar en algún próximo post los factores de poder que conviven en la Argentina del kirchnerismo. Puede ser interesante.




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jueves, 24 de marzo de 2011

Kirchner Fu



No desesperes, pequeño saltamontes, habrá un lugar para ti en la selva. Los maestros Nest-Chi y Crist-Lu han creado, a su tiempo, cinco estilos para poder aventurarse en ella.

Desde el helado peñón del glaciar Moreno y a lo largo de otoños en el templo Shaolín Olivos, tomando lo más agudo y certero de cada uno de los cinco grandes hermanos animales, nuestros maestros nos enseñaron los grandes principios del combate, que nos sirven para vivir en el amor y la felicidad.

Del tigre el maestro Nest-Chi nos enseñó a capturar su potencia, su velocidad y su mirada, que causa terror en los ojos sobre los que se posa.

Del dragón, el maestro nos enseño a imitar su magia, su fuerza y su capacidad para volatilizarse en el aire, dejando al enemigo atónito e impotente.

De la gran grulla blanca, la madre de las aves, adoptamos su equilibrio, su paciencia y su precisión para atacar de manera contundente e inesperada.

De la hermana mantis el maestro nos instruye a observar su tesón, su resorte y su capacidad de mimetismo, para confundirse con el entorno y saltar sobre su víctima en el momento apropiado.

Pero, sin dudas, el modelo que nos subyuga es el del hermano mono. Es el más inteligente de todos y, a la vez, el más sencillo.

El estilo del mono tiene una defensa magnífica que está considerada por muchos como la mejor pues, como sabemos, el hermano mono suele ser atacado mucho más de lo que agrede a sus hermanos.

A veces el mono usa movimientos que parecen confusos. Otras veces usa movimientos divertidos. Difíciles de aprender, sin duda son los más efectivos.

El maestro Nest-Chi enseñó desde el primer día que ingresó en el templo Shaolín Olivos que, como el mono, debemos aprovechar la potencia desmedida y plena de resentimiento con que ataca el adversario, para reducirla en un punto focal de su avance y luego devolverla con potencia y dirección a su emisor. He ahí la verdadera sabiduría en ejercer el arte por parte del alumno.

Muchas veces, la mejor táctica del mono consiste simplemente en sentarse en las altas ramas del hermano árbol, en tanto el enemigo lanza sus dardos envenenados. El maestro Nest-Chi nos demostró que el éxito llegará tarde o temprano, como una manzana podrida que cae sobre la cabeza del agresor.

Para confirmarlo, pequeño saltamontes, el maestro Nest-Chi hoy nos preguntaría dónde está la hiena Brinzoni. O dónde está el desenfadado rinoceronte perfumado Nazareno. Nos preguntaría qué es de la vida de la serpiente Pando, tan madre, tan argentina, tan cristiana, tan occidental y, finalmente, tan gesticuladora.

Piensa, pequeño saltamontes, si no sería mejor dejar que el buitre peruano haga su rencoroso ataque desde los altos atriles de la Feria del Libro, antes de desbarrancar en el risco definitivo de un olvido que ya empieza a cernirse sobre su cabeza.

Y finalmente piensa, pequeño saltamontes, si no será que cuando el resto de los animales se burlan del mono, no están poniendo en evidencia cuánto les falta para alcanzarlo.



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lunes, 21 de marzo de 2011

Petiso



Sí, ya sé. También podemos dar por válidas las sesudas razones del Puri para entender la invasión a Libia. Debe ser que Gabriel, gracias al uso de esos minúsculos lentes que le dan el aspecto de un tipo conocedor y estudiado, apelando a argumentos como Consejo de Seguridad, OTAN, razones estratégicas, pueda ponernos en ridículo.

Pero las verdaderas razones de la invasión a Libia, a nuestro entender, se pueden apreciar en la foto.

Es la mentada "envidia de los petisos".

Ya se prefiguraba con lo de Carla Bruni.

Se ratifica ahora.

En este caso en forma de envidia al premio Nobel que le dieron al de la izquierda.

Ma que gas ni petróleo. Hundir a Khaddafi es la excusa para dar un discurso en Estocolmo. Sólo eso.



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viernes, 11 de marzo de 2011

Factores de Poder I


Serenity, con total criterio, en este post me pregunta por factores de poder, una definición que considera ambigua.

Seguramente va a encontrar una buena definición en cualquier libro de ciencias políticas (esas que en lugar de tener “científicos” tienen “cientistas”, je)
Yo le puedo dar una aproximación. Propia y pobre. Es la que sigue.

En un determinado ámbito geográfico, cualquier aglomerado informal que desarrolle una o más actividades económicas durante plazos extendidos, manteniendo una mayoritaria coincidencia de intereses y renta, en una magnitud conjunta significativa frente al resto de los agentes económicos, puede (y debe) considerarse un factor de poder.

Paso a explicarme:
- Lo del continente geográfico es obvio pero necesario: no nos limitamos a una nación, lo expuesto también sirve para una provincia, un ciudad, un pueblo o el club Luna de Avellaneda.

- Se trata de aglomerados informales. Ninguna cámara, agremiación empresaria o conjunto de siglas reconocidas es en sí un factor de poder. Suele ocurrir que al interior de dichas instituciones formales no se cumplen muchas de las coincidencias de intereses necesarias. Son más bien hijas de una necesidad protocolar, usualmente forzada (en la Cámara de la Industria Azucarera, confluyen simultáneamente Ledesma y un productor de 10 hect.) Los verdaderos factores de poder no necesitan formalización institucional. Ni la quieren. Ni siquiera lugar donde reunirse. Con una agenda debidamente poblada por los celulares adecuados, el aglomerado encuentra representación y articulación efectiva.

- Un factor de poder, para madurar y ser políticamente potente, requiere de años de construcción. De manera que la afinidad de intereses debe sostenerse por un período extenso. Existen alianzas entre dos o más factores de poder, pero en dicho caso y aún cuando su maduración también requiera tiempo, están alianzas son coyunturales y perentorias.

- Es fundamental que, al interior de un factor de poder, haya una fuerte convergencia respecto de los factores comunes que garantizan su proceso de acumulación: por ejemplo si son de capital nacional o extrajero, si son mayoritariamente exportadores o si atienden principalmente el mercado interno, si son capital o mano de obra intensivas, si mantienen o no vínculos económicos con el Estado, etc. Los grupos económicos que componen los factores de poder presentan masivas similitudes en la mayoría de estas caracterizaciones.

- Finalmente, los factores de poder tienen que tener un importante “poder de fuego”. Significa que pueden tomar decisiones económicas que pueden tener consecuencias importantes sobre el contexto. Esta es una característica central, que marca una importante diferencia entre un Factor de Poder como puede ser una oligarquía agropecuaria que decide un cese de comercialización y corte de rutas, de un Factor de Opinión como puede ser el Episcopado Católico (que merece un post aparte), cuya herramienta política más importante es esencialmente discursiva.

En una próxima entrega, menos teoría y más realidad sobre la estructura y operaciones de los factores de poder en Argentina.


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martes, 8 de marzo de 2011

IPC no es Costo de Vida



Existen algunos mitos y concepciones, que en su masividad y permanencia a lo largo del tiempo, tienden a convertirse en verdades irrefutables. Muchos de esos argumentos permanecen porque son, generalmente, funcionales al orden establecido. Y si bien existen muchos, nos interesa en esta oportunidad mencionar una de esas verdades reveladas que, percutidas de manera sistemática por la prensa hegemónica, le hacen mucho daño a la comprensión pública de una problemática.

Hablamos de la recurrente tendencia de pseudo-periodistas monopólicos, devaluados gurúes del establishment, supuestos empresarios serios a, con total naturalidad, asignarle al dato mensual del IPC que publica el INDEC el valor de variación en el “Costo de Vida”. Aprovechando una sutil confusión, un solapamiento conceptual, los altavoces del poder mediático iteran y reiteran, presentándolo como una grave contradicción a través de la cual buscan descalificar la gestión económica del gobierno.

No sería grave si del otro lado del mostrador observáramos una réplica aclaratoria, sistemática y contundente a esta confusión, una especie de 678 que pusiera cada falsedad estadística en su justo lugar. Pero como el tema arrastra desde su origen estadístico matemático una dosis de complejidad, lo que se escucha de este lado es un silencio que por lo menos suena a consentimiento o, peor, aprobación.

Así que, compañeros, se trata de responder con claridades a esa deliberada confusión: el dato del IPC NO es Costo de Vida. Es Inflación. Son dos cosas distintas. Y vale tener en cuenta esa diferencia: el IPC es un ambicioso índice que busca medir TODOS los precios de los consumos de un hogar. TODOS.

COSTO DE VIDA, sin tener una definición exacta porque no es un índice sino un concepto, se reduce esencialmente a los precios de alimentos y bebidas. Es decir que la diferencia entre IPC y costo de vida es nada menos que la variación de precios de gasto en vivienda (pondera al , indumentaria y calzado, transporte y comunicaciones, gastos para la salud, esparcimiento, educación, equipamiento del hogar y otros.

De manera que cuando Moyano dice que va a utilizar el índice del supermercado para hacer su demanda de aumento salarial, no entra en contradicción. Porque lo que Moyano y sus compañeros compran en el súper son, esencialmente, alimentos y bebidas. Y por eso habla de un 25 a 30 por ciento de aumento: para cubrir a sus representados de lo que aumentarán las cosas en que los trabajadores gastan mayoritariamente su estipendio. Sin embargo este argumento es sistemáticamente presentado por periodistas in-the-pendientes como una flagrante contradicción con el dato de inflación que presenta el gobierno al que Moyano apoya.

Es nuestra responsabilidad, la de los que estamos de este lado y tenemos conciencia del asunto, militar esta aclaración. Sabiendo que nos exponemos a defender la indefendible, por desprolija, intervención del INDEC. Este post no se erige como una defensa irrestricta de la actual gestión del INDEC. Pero claramente no podemos conceder con silencio la payasada de que la inflación ronda el 30%.

Aclaremos entonces que el rubro “Alimentos y Bebidas” ponderan en el IPC por valor del 37.9%. Esto significa, por ejemplo, que si alimentos y bebidas aumentaran en un año el 30% y el resto de los precios de la economía se mantuviera fijo (sólo un ejemplo hipotético, claro), el IPC del período sería del 11.4%.

Y digámoslo claramente, el INDEC no es hoy santo de nuestra devoción, pero las respuestas presentadas por las consultoras supuestamente coaccionadas para abrir al público su metodología de cálculo hacen agua por los cuatro costados. En lugar de escudarse en el derecho a ejercer industria lícita, tienen una excelente oportunidad para mostrar que contratan X encuestadores, que relevan Y negocios y toman nota de Z precios de productos y que el algoritmo que utilizan está aprobado por la Asociación Internacional de Estadísticos Opositores, con sede en Ginebra; pero la verdad, hasta ahora sólo escuchamos zaraza.

El tema reviste una complejidad tal que, aún cuando tomáramos por cierto el dato de estos voceros de la embajadores de la zaraza y concediéramos que la inflación es el doble de lo que dice el gobierno y se ubica en un promedio del 2% mensual, nos preguntamos qué valor tiene acusar ese dato cuando voy un día a comprar acelga y está a 1,50 el kilo y voy al mes siguiente y el mismo verdulero me la quiere cobrar 7 con 40.

En los días venideros reflotaremos nuestra herrumbrada y polvorienta canasta digital cartonera para ponerle algunos números a esta cuestión.




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lunes, 7 de marzo de 2011

Realismo



Como nuestros lectores saben, este blog no se caracteriza por ofrecer líneas de pensamiento profundas y alambicadas. Usté sabe que, si busca eso, tiene que recurrir a blogs hechos por profesionales en la materia.

Este es un blog vago, tirando a holgazan, un alarde del copia y pega. Pero a veces, en nuestros habituales recorridos, levantamos cartones que se parecen y se parecen a sí mismos. Lo que la gente conoce como lugares comunes.

Uno de esos es consiste en una línea de pensamiento muy habitual entre mucha gente, que invita a suponer que gobernar es el ejercicio de la jefatura de una estructura absolutamente piramidal, en la que cada componente de la sociedad rinde cuentas a un líder que a su vez rinde cuentas a un líder único y superior que en nuestro caso llamamos “la presidenta” (o “el gobierno”, dicen los que no quieren hacer nombres).

Es una visión que, a pesar de su simplicidad, o quizás gracias a ella, está instalada de manera muy firme en diversos sectores. La definición hecha arriba sobre estructura piramidal nos deja el campo libre para llamar a esta concepción como faraónica: todos somos súbditos del faraón, por vía directa o por vía indirecta al ser súbditos de burocracia de funcionarios de gobierno. El faraón es una suerte de gran hermano orwelliano que está al tanto de todos los detalles de su reino y conoce cada imperfección: cuando no se hace cargo de repararlas, es por desidia o incompentencia. La diferencia con el Imperio Egipcio radica en que podemos cambiar al faraón cada 4 años. De la esclavitud para construir pirámides no estoy tan seguro.

Así, para deslindar responsabilidades por las largas colas y la poca cantidad de cajeros que cubren sus puestos en horas de almuerzo en el banco, una vieja culpa al gobierno. Mientras tanto, un oficinista acepta mansamente que los aumentos de precios son culpa “del subsecretario de aumentismo”. Y un tachero nos explica que Boca perdió porque seguro que la bronca de Riquelme fue atizada por algún ministro.

Este, llamémoslo paradigma, ofrece una explicación perfecta para gentes de pensamiento corto. Porque tiene muchas líneas de contacto con lo que se conoce como sentido común.

La verdad, no sería grave (ni merecería un post) si no fuera que representa un frente que la verdadera política debe combatir. Puesto que las consecuencias de este facilismo benefician de manera directa el status quo. Colaborar en debilitar esa concepción es una militancia silenciosa por la que nadie nos va a dar una medalla, pero tiene un valor enorme.

De manera que, señora vieja en la cola del banco, señor oficinista, joven tachero, el poder NUNCA es una pirámide. Ni siquiera lo era para los faraones. Eso lo pudimos haber malaprendido con Walt Disney, pero, como siempre, la realidad es mucho más compleja que “y fueron felices para siempre”.

Ejercer el poder ejecutivo de un país presidencialista como el nuestro no equivale a encaramarse en la silla más alta de Luxor o Karnak. Sino sumergirse en el centro de un enorme sánguche y tomar decisiones teniendo siempre dos grandes limitantes:

- El pan de arriba son los factores de poder, en sus diversas formas y conjugaciones. Algún día hablaremos de esa expresión: "factores de poder".

- El pueblo, el que depende de su trabajo para subsistir, es el pan de abajo.

Los factores de poder no son permanentes en su configuración ni son homogéneos en su composición, pero SIEMPRE están allí para marcarle la cancha al gobierno. A veces pactando, a veces confrontando. El pueblo también, SIEMPRE está allí: más o menos dinámico, más o menos esclarecido.


Cuando un gobierno jamón se recuesta en su sistema de decisiones, con clara preferencia sobre uno de los panes, tarde o temprano el otro pan le hará saber su disgusto. Y viceversa.

Preguntémosle a todos los gobiernos que vieron licuar su poder por dicha persistencia. Por ejemplo sobre el pan del poder. Preguntémosle hoy al cuello de Luis XVI qué opina de la frase de su esposa frente a una multitud hambrienta e irascible: “si no tienen pan, pueden comer tortas”.

O, más cerca en nuestra geografía y nuestra historia, preguntémosle a De La Rúa si ya se enteró de quién es Teresa Rodríguez (no lo creo).

Es, naturalmente, deseable que un gobierno se recueste permanentemente sobre el pan del pueblo, el abajo. No sólo por una estricta cuestión de justicia (social). Mejor aún cuando detrás de tal decisión subyace un plan (no el de DeNarváez, ojo). Pero incluso esa decisión, camaradas trotskistas y ultraprogresistas, puede ser inviable.


Preguntémosle, por ejemplo, a Salvador Allende qué opina del lockout de transportistas en el Chile del 73.

Lo que podemos decir, con alegría, es que hasta acá, el actual gobierno ha sido un ejemplo de REALISMO político, tan necesario y tan poco frecuentado.



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