domingo, 26 de marzo de 2017

Pulseadas Verdaderas



A pesar de las manifestaciones, la reaparición de los trabajadores en la calle, las expresiones contra un Presidente en una terminal automotriz o contra un Gobierno en el recital del Indio, a pesar del ruido, para quienes vivimos en el microclima de la política hace muchos meses que el ágora argentina parece haber entrado en modo pausa, stand-by. Asimetría confusa entre demostración y negociación.

Porque una cosa es esa siempre festejada, saludable voluntad argenta de reclamar que nos devuelvan lo que alguna vez pudo haber sido nuestro y otra cosa es la política como red de negociaciones febriles, de visitas contingentes, de clanes expectantes y deseosos que surcan el aire hacia Puertas de Hierro reales o deseadas, buscando un interlocutor que les libere pista y luego, a cambio, les pida algo.

Estamos terminando el marzo de un año electoral (para nosotros los intensos el año termina en octubre) y las roscas parecen freezadas por el desencanto de un hada que nos dejó a todos durmientes y no tan bellos.

Algo similar a lo que nos pasaba de pibes, cuando jugábamos a la cinchada: elegíamos bandos y tras algunos reacomodamientos iniciales, llegaba el primer encontronazo, un ensayo de la primera tensión. Luego, alguien se sumaba, alguien pensaba una táctica, y ahí sí, la tensión aumentaba hasta un clímax en el que todo parecía detenerse y la moneda quedaba congelada en el aire: podrán triunfar unos, o los otros, o puede pasar que la soga se rompa dejando a todos, sin excepción, en el piso, magullados.

Ese "slow motion" está, pero en la superficie. Cuando uno se sumerge en las profundidades, donde moran los deseos, los odios y las voluntades tácitas de los actores, allí las cosas son siempre frías, oscuras, abrumadoras.

El punto cuspidal de la batalla más importante en el contexto político actual se está dando, sordamente, en este momento. Raramente en Argentina, esa batalla no tiene al Gobierno como protagonista. La alianza Cambiemos no ha sido invitada a participar para ninguno de ambos bandos, aunque creé que está jugando a la gran política apoyando a uno u otro. Alguien debería contarles que cuando la Gran Pulseada se resuelve, le toca el turno a ellos. La costumbre peronista de ir por los oportunistas.

Pero no dediquemos mucho más a Cambiemos: daños colaterales que debe asumir una sociedad cuando quiere ponerle fin a un régimen que la agotó. Lo que aquí se llama Macri en otras latitudes se llama Trump.
Volvamos. El choque que rige nuestros destinos viene ocurriendo en el mundo abisal, entre ese kirchnerismo acidificado que llamaremos cristinismo y eso otro que llamaremos peronismo. Alguien dijo, con poder de síntesis, K no P versus P no K.

Por un lado el cristinismo, que es votos sin estructura, y que ha decidido no hacerse cargo del pasado ni del presente: camino al futuro sólo profundizará encarnizadamente su táctica agonal, napoleónica, inopinable: los que no se sumen deberán suturarse el orto, es la consigna.

Por otro lado el peronismo silvestre, que es estructura sin votos, y que frente a la ruptura con las tradiciones peronistas que le planteó el cristinismo, ve complicarse su futuro, porque el peronismo se toma en serio eso de mantenerse en el poder, y es filoso e intuitivo a la hora de elegir quién lo llevará a la Rosada.

Desplegada (e irreversible) la ruptura cristinista, le queda a los territoriales, a los sindicalistas, a los movimientalistas la difícil tarea de reunificar. Porque conocen la verdad 21: sin el peronismo no se puede, con el peronismo no alcanza (y donde dice peronismo puede reemplazarlo por kirchnerismo).

Y si la reunificación no es persuasiva, entonces es disciplinaria. Deben identificar, seleccionar y aplicar instrumentos que sean funcionales y eficaces en la tarea de domar al cristinismo (ustedes pensaron que el 7 de marzo la CGT le mostraba músculo al gobierno? bueno, "las bases" también; pero lo que vimos fue una bestia torpe y fuera de timing pavoneándose frente a CFK).

La regla es: si CFK maximiza su carta troska (y Roberto Navarro como speaker la caricaturiza de manera impecable, gritándole al televidente filo K para que se levante, termine su vodka, tome la kalashnikov y salga a tomar el Palacio de Invierno) en ese escenario la dirigencia peronista debe elegir cómo responderle: gobernabilidad al macrismo fue la jugada anti-cris del 2016.

Como blindaje peronista actúa la inoperancia oficial: "hicimos lo que la sociedad indicó al darle la presidencia a Macri". Serán, finalmente, Mauricio y su banda quienes carguen con la responsabilidad de la agenda contra natura que promueven (y parece que hasta ver sangre no paran). Recordemos que desde el Palco de la Rosada en la Pascua del 87, Cafiero se fue a su casa. Alfonsín, sin embargo, corrió a encontrarse con doña Híper.

Estos 15 meses de gobierno de Cambiemos, en los que la noticia buena fue mala (la economía) y la noticia mala fue buena (la política), no fueron (socialmente) "mansos" por la capacidad de tejer y rosquear del gobierno de los CEOs. Fue, la reacción peronista en espejo contra el cristinismo la que los puso al lado de la mesa de sanguchitos amarillos. "No es grave" razonan los viejos lobos del PJ. No lo es, coincido: soldado que huye sirve para mil batallas.

Esta pulseada cristinismo-peronismo, incluso con alianzas y rosquitas intermediarias, es profunda y todos somos sus súbditos. Juegan atados a una carga de dinamita con mecha encendida, gana quien la tenga más larga... la mecha.

Detallemos. Para el cristinismo, el avance de la chispa es proporcional a la erosión de estructuración política que instrumente su caudal electoral (que no se traducen necesariamente en pérdida de votos). No es lo mismo el kirchnerismo que llega al acto de despedida del 9 de diciembre 2015, dueño total de la calle, que la segunda semana de marzo de 2017, con tres actos masivos en 3 días consecutivos sin intervención kirchnerista. Su jugada de adolescente rebelde se tradujo en una centrífuga de estructuras.

Por suerte aparecieron las encuestas favorables a CFK en PBA camino a octubre, un bálsamo, un torniquete que le pone freno al desangramiento que fue el kirchnerismo de los últimos 15 meses. Emociona, activa y crea dudas entre compañeros que ya estaban cruzando el puente.

Para los silvestres la longitud de la mecha la define el malestar y la reactividad social provocados por la agenda ácida del gobierno, que ellos necesitan avalar odiosamente.

Hagamos como los economistas, ilustremos con condiciones pari passu (Griesa maldito) en los extremos: si la situación social estuviese contenida ad infinitum, el kirchnerismo del futuro implota en un ascensor; nadie banca la estrategia de liderazgo iluminado si no tenés poder para ofrecer. Si, por el contrario, la situación social hiciera volar la tapa de la olla por los aires, el peronismo silvestre va todo junto en un ascensor a rendirle honores a Cristina.

La realidad, como siempre, elude a los economistas y su pari passu y va buscando camino entre los grises. Pero los sucesos del acto de la CGT el pasado 7 de abril demuestran que el parámetro "situación social" se acerca y favorece a Cristina. Eso fue lo que vimos: dirigentes peronistas de larga trayectoria que llevaron la tensión a un extremo que el 2017 ya no se banca.

Y, para peor, al potenciómetro de la "situación social" lo maneja el gobierno, que juega al suicidio y no para de darle rosca y rosca salvajemente a la derecha: echan uno del Pami que creyó que no convenía seguir impactando jubilados, proponen sacarle la personería gremial a un sindicato docente y lanzan un globo de ensayo mediático de encarcelamiento de Cristina. "Gracias, muchachos, no ayuden más" piden los compañeros.

Comprendieron, después de DiagonalSur, que la estrategia (reactiva) que diseñaron para la Madre de Batallas, darle sustentabilidad a Macri, llegó a su fecha de vencimiento. Macri YA es "envase dañado". En este momento en la CGT y, por extensión, en el PJ han puesto un cartel enorme en la puerta: en él se lee "Recalculando".

Un detalle sensible agrava la capacidad de fuego de este peronismo agazapado. Una falla en su cadena cromosómica se hace evidente: en estos meses no ha germinado ningún liderazgo que permita avizorar las calles de acceso al poder. Creen confirmado que no es Cristina. Pero no tienen una alternativa. Un síndrome peligroso en el Partido del Orden.

Massa avizoró esta vía y la llamó Ancha Avenida, pero no supo transitarla, desde la curva de Davos pegó demasiadas veces contra el guarda raíl de la derecha. Interesante ver como Alberto Fernández y Felipe Solá le tiran del volante a la izquierda mientras él mira si le llega el whatsapp de Stolbizer. Caso cerrado.

Notablemente, nuestra sociedad sigue albergando esperanzas en la izquierda, sigue creyendo que los ricos deben pagar más impuestos que los pobres, que los delincuentes económicos son peores que los punguistas. Y de buena gana adoptaría una agenda que en lo social, en lo económico quedase al filo del kirchnerismo, si por favor le descuentan su negación y esa dosis de épica triunfalista que trata de avanzar pero queda anclada a Comodoro Py.


Hay un espacio político en busca de un líder. El que se le anime sufrirá fuego cruzado. Pero si no estás dispuesto a eso, en qué liderazgo estás pensando. Si banca la parada jugará un rol preponderante en la política de los años venideros.