martes, 1 de diciembre de 2015

Viejas palabras de hoy


(corre 1810)

La instalación del gobierno provisorio de Buenos Aires ha producido tan feliz revolución en las ideas, que agitados los ánimos, aspiran a una constitución duradera que restituya al pueblo sus derechos, poniéndolos al abrigo de nuevas usurpaciones. Pero sus efectos serían muy pasajeros si los principios del derecho público continuasen misteriosamente reservados a diez o doce literatos

Los deseos más fervorosos se desvanecen si una mano maestra no va progresivamente encadenando los sucesos y promoviendo la consolidación de un bien general que haga palpables a cada ciudadano las ventajas de la constitución y lo interese en su defensa. 

Esta obra es absolutamente imposible en pueblos que han nacido en la esclavitud, mientras no se les saque de la ignorancia de sus propios derechos. El peso de las cadenas extingue hasta el deseo de sacudirlas; y el fin de las revoluciones entre hombres sin ilustración suele ser que, cansados de desgracias, horrores y desórdenes, se acomodan por fin a un estado tan malo o peor que el primero a cambio de que los dejen tranquilos y sosegados.

Tan reciente desengaño debe llenar de terror a los que promuevan la gran causa de estas provincias. En vano sus intenciones serán rectas, en vano harán grandes esfuerzos por el bien público, en vano provocarán congresos, promoverán arreglos y atacarán el despotismo; si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía

En tan críticas circunstancias todo ciudadano está obligado a comunicar sus luces y sus conocimientos; el fruto de mis tareas es muy pequeño y siendo mis conocimientos inferiores a mi celo, no he encontrado otro medio de satisfacer éste, que reimprimir aquellos libros de política que se han mirado siempre como el catecismo de los pueblos libres, que por su rareza en estos países son acreedores a igual consideración que los pensamientos nuevos y originales. 

Entre varias obras que deben formar este precioso presente, que ofrezco a mis conciudadanos, he dado el primer lugar al Contrato Social, escrito por el ciudadano de Ginebra, Juan Jacobo Rousseau. Este hombre fue el primero que puso en clara luz los derechos de los pueblos y enseñándoles el verdadero origen de sus obligaciones, demostró las que correlativamente contraían los depositarios del gobierno

(...)

Como el autor tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas, suprimo el capítulo y principales pasajes donde ha tratado de ellas. He anticipado la publicación de la mitad del libro, porque precisando la escasez de la imprenta a una lentitud irremediable, podrá instruirse el pueblo en los preceptos de la parte publicada, entre tanto que se trabaja la impresión de lo que resta. ¡Feliz la patria si sus hijos saben aprovecharse de tan importantes lecciones!

Adaptación del texto escrito por 
Mariano Moreno en 1810
como Prologo a su traducción del libro 
El Contrato Social, de JJ Rousseau

1 comentario:

Andrés dijo...

Qué clarividencia la de Don Mariano!
Gracias por compartirlo.
Saludos,

Andrés