sábado, 12 de diciembre de 2015

Requiem



Dignas charlas sobre libertad,

visitas echas con la imaginación, al lado salvaje de un país inconsciente,

leyendas contadas de generación en generación, padres a hijos, sobre un paraíso de asado al parquet y trabajo digno, llamado peronismo,

transmisión oral entre esclavos que soñaban con la equidad, la siambretta y el futuro justo

sueños que terminaban invariablemente en el extremo del pie, adonde se amarraba un grillete enorme, ineludible, llamado deuda externa.

todos nuestros sueños esclavos terminaban como un golpe, un viandazo frío e intempestivo, cuando un viejo ya derrotado nos azuzaba “todo muy lindo, pero primero solucioná la deuda externa”.

era tan abrumador el grillete que incluso para nuestra izquierda antediluviana era el monotemático señuelo de captura de militantes; repetían como un mantra “no al pago de la deuda externa”. Los parroquianos de la política los miraban con incredulidad. La derecha gozaba con el tamaño de la insensatez.

inversamente al hemisferio norte, nuestros cuentos infantiles tenían un solo final: “no pudieron pagar la deuda y fueron infelices para siempre”

en 2003, como un hachazo, llegó el kirchnerismo; y rompió en miles de pedazos esa bola negra de hierro atada a nuestros tobillos

y nos susurró al oído en el silencio de nuestras barracas: “corran, ahora son libres”

pero no sabíamos adonde ir,

no sabíamos qué hacer con nuestra libertad,

nos regalaban una fortuna inmensurable y no sabíamos dónde gastar la primera moneda

saltamos el alambrado y en la selva, corriendo, aprendimos

nos reconocimos, supimos quiénes éramos,

hicimos pactos con nuestras miradas, para volver a encontrarnos en esa plaza de las madres, nuestro claro en la selva, cuando la libertad peligraba

el hombre que blandió la maza liberadora una tristísima mañana nos dejó una mañana, mientras nos contábamos

nuestra liturgia se mantuvo durante 12 años felices,

nuestro sueño parece encaminarse a un final

pero su definición está en nuestras manos

y no depende de una mujer, ni de sacerdotes tribales

contarle a nuestros hijos la leyenda de nuestros años felices, mientras lagrimeamos encadenados alrededor de un fogón

depende solamente de nosotros

pocos pueblos tienen esta oportunidad




en un enorme desafío
a ver qué aprendimos en estos años



1 comentario:

Pablo Pehrsson dijo...

Maravilloso!!!
Muchas gracias por decir lo que me pasa y no sé expresarlo tan claramente.-