Te dicen que medís. Que medís bien. Que “la gente” te
percibe diferente. Quizás te presenten alguna encuesta en la que hayan
subrayado algún valor que vos creés ausente en el panorama político actual. Entonces
te dirán que la gente dice que sos mesurado. Que das imagen de temple e
institucionalidad.
Vos no tenés muchas ganas de creer. Pero esto no es una
cuestión de ganas. Esto nace del meso-encéfalo donde 2+2 no son necesariamente
cuatro. Es más. La mayor parte de las veces 2+2 son 3. O son 5. Ahí anida el
ego. Ese que crece sin hidratos de carbono ni fotosíntesis. Ese que crece
cuando le excitan el orgullo hasta convertirlo en jactancia.
Por supuesto que son maestros en el arte de sensar y medir,
evaluar y comparar. Y tienen muy claro cuando arremeter, percibir cuando las
condiciones están dadas. Cuando nuestro sujeto baja la guardia, deja la
arrogancia expuesta a la estocada de la oferta y la ilusión.
Saben lo que hacen. Son maestros del arte.
El diablo, Lucifer, nuestro amigo, no lo haría mejor.
El mismo fue su víctima.
Luego viene el esfuerzo. La dedicación. El foco. El camino
tendido, el incremento exponencial de luces y lentes, los desconocidos que te
tratan como amigos de toda la vida, la tensión, el coaching, las ideas fuerza y
las palmadas en el hombro.
Finalmente llega ella. Y pone las cosas en claro, blanco sobre
negro, puntos sobre las íes y a otra cosa mariposa.
Se termina la fiesta. Se apagan las luces. Cumpliste el
propósito de otros. Resolviste una
profilaxis. Y volvés al lugar donde estabas, pero ya nada volverá a ser
lo que fue.
Vanidad, Ricardo, vanidad.
Ese vicio maestro de vicios.
2 comentarios:
¿Conocés la historia de Sáenz Peña? Bueno, resulta que el tipo (Roque) tenía chances de ganar en el 92, porque el gobierno había quedado muy golpeado por la crisis del 90 y la revolución del Parque. Roca se la veía venir, y entonces se le ocurrió una digna del "zorro" que era: propuso como candidato a un juez. Don Luis era un tipo respetado, mesurado; medio pavote, sí, pero nadie lo iba a putear demasiado. Lo convencieron de que era el candidato ideal a la presidencia, que el país esperaba alguien con su perfil. Y el tipo aceptó.
Claro, el detalle era que don Luis era el padre de Roque. El hijo no quiso competir contra su papá y levantó su candidatura. Y Luis Sáenz Peña fue presidente.
Linda presidencia: al país le iba bárbaro, crecía como nunca, pero había revoluciones en casi todas las provincias, la UCR se mandó una en el 93 y casi lo voltearon, cambiaba de ministros cada quince días... Un día se hartó y renunció. Nadie lo lloró, Roca no lo fue a saludar. Lo había usado como a un forro y después ni siquiera se tomó el trabajo de tirarlo al tacho.
Lo reemplazó Uriburu, el bueno. Y en el 98 adivinen quién fue el presidente. Sí, Roca.
No hay ninguna razón para no pensar que a éste no le va a pasar lo mismo.
Marcelo, el gaucho
Ojala que se quede en el molde. En la corte lo reemplazarian por un monigote estilo Conti.
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