lunes, 31 de diciembre de 2012

Supermercado o restaurante?



En este post hablaremos de política científica y tecnológica. Sabemos que muchos de nuestros estimados lectores no quieren saber nada con activadores enzimáticos, nanopartículas cerámicas o haces de neutrones lentos y que más bien preferirían una de tiros o, mejor, una de tetas. Lo sentimos mucho.

Cerca de cumplirse 10 años del punto de inflexión de un (en apariencia) invencible y abrumador proceso de primarización y empobrecimiento de las capacidades científico –tecnológicas argentinas, que tuvo una segunda Noche de los Bastones Largos en aquel triste imperativo de Cavallo a los científicos del Conicet a reunirse con los platos sucios, dichos imprescindibles protagonistas en la recreación y sostenimiento de una senda de desarrollo nacional virtuoso y soberano aún no pueden salir de la sorpresa y la euforia.

10 años después, decíamos, es raro como el actinio encontrar protagonistas, sean apellidos de renombre o el último de los becarios, hablando en contra, total o parcialmente, de la reversión iniciada durante la administración de Néstor Kirchner y profundizada luego por Cristina Fernández (cristalizada en la creación de un ministerio ad-hoc). No obstante, es propicio hacer esfuerzos para evaluar el camino recorrido, los proyectos en desarrollo y las potencialidades todavía no aprovechadas.

Resulta de Perogrullo decir en este punto que el desarrollo industrial de una nación como la nuestra tiene en la pata científico-técnica un eje fundamental. Lo que no es trivial es preguntarse cuál es la política tecnológica que complemente de la mejor manera el actual proceso de re-industrialización, acompañando las líneas directrices del “modelo”, búsqueda del pleno empleo, inclusión e igualdad de oportunidades y justicia social.

La biblioteca académica actual presenta dos menúes posibles para abordar el tema. Una de ellas suele denominarse la estrategia de la oferta científico-técnica. En ella las universidades y los grandes centros de investigación, en resumen los “productores de conocimiento” son el motor central de este desarrollo, y el énfasis está puesto en la generación de conocimiento, sin control estricto del cauce y de las áreas disciplinarias en las que esta ocurre. El resto de los participantes del denominado Triángulo de Sábato, industria y gobierno, se suponen traccionados por los primeros. El ejemplo de uso para ilustrar esta estrategia es el de Estados Unidos.

La otra mitad de la biblioteca es antagónica a la anterior: pone el centro de gravedad del esquema en las necesidades y requerimientos de los potenciales beneficiarios de la producción de conocimiento. Así, los actores fundamentales son industria y gobierno, que incentivan al sistema de ciencia y tecnología para que sirva adecuadamente a sus necesidades. La “familia” científico tecnológica se avoca a resolver la problemática que emerge de los cuellos de botella y restricciones productivas que surgen en la industria o en la inversión gubernamental. De una manera estilizada, Corea del Sur es el ejemplo de uso para representar esta estrategia.

Antes de cualquier dictamen apresurado, veamos por un minuto las ventajas y adversidades que cada modelo contiene, especialmente en consideración de nuestro actual contexto como país, no sin antes un par de digresiones.

Lo primero a dejar en claro es que aún después de 10 años de inversión robusta y continuada en el sector, la situación científico – técnica en Argentina es apenas incipiente. Habiendo cosechado logros significativos que pueden enumerarse en cantidad de científicos repatriados o en millones de pesos dedicados al financiamiento de programas específicos, no podemos perder de vista que, en la mayoría de los campos del conocimiento, estamos lejos de la frontera.

Lo segundo es mencionar que la formas de producción de conocimiento han variado de manera ostensible en las últimas décadas: de arcaicos paradigmas basados en el modelo del científico autónomo e independiente encerrado en su laboratorio generando innovaciones únicas y sorprendentes (el modelo Alva Edison, por ponerle un apellido), hemos pasado a esquemas más complejos, en los que grandes equipos científicos, organizados por disciplinas, internacionalizados y multitareas, con varios protagonistas avanzando en los múltiples frentes que una problemática impone, con logros más programables y predecibles que nunca antes.

En vista de estas dos menciones, resulta casi obvio entender por qué una adscripción plena a la primera estrategia puede conducirnos a lograr éxito en algunas batallas puntuales, pero no nos garantiza ni de cerca la victoria en la guerra. Como dijimos, Argentina está muy lejos de la frontera en muchos aspectos. Y los países que primerean en el desarrollo científico no perciben el liderazgo científico como algo neutral, que les será arrebatado sin resistencia. Podremos tener logros significativos y hasta podremos sumar algún nuevo premio Nobel en ciencias duras, pero el verdadero liderazgo en el campo científico-tecnológico es una larga y encarnizada batalla en la que ningún jugador está dispuesto a resignar milímetros. Esta sola imposición de la realidad pone a la primera estrategia en tela de juicio: qué armas de seducción utilizaremos para retener a los productores de conocimiento. Qué poder de imposición de agenda tendremos para que nuestros líderes del conocimiento prefieran investigar en el terreno de las enfermedades de la pobreza como el Chagas o la Hidatidosis, en lugar de acoplarse a la agenda primermundista del HIV o los efectos de la sobrevida. Esto por mencionar uno y sólo uno de los riesgos del desarrollo motorizado por producción de conocimiento.

Analicemos la segunda estrategia: es por cierto menos costosa, los recursos no van a satisfacer demandas de grupos de investigación cuyos resultados no garantizan aplicación nacional inmediata, sino a cubrir demandas genuinas originadas localmente (nuestra industria o nuestro gobierno). Pero es insoslayable que la industria argentina mantiene un atraso relativo importante.  Y esto tiene efectos inevitables sobre el tipo y nivel de demandas que industria y gobierno pueden ejercer sobre la ciencia. Sin dejar de mencionar que la frontera tecnológica se mueve, y para colmo, en direcciones no siempre anticipables. Un sistema de ciencias enfocado exclusivamente en satisfacer las demandas industriales contiene el riesgo de aportar muchísimo recurso y energía en la consecución de tecnologías y capacidades que están a punto de convertirse en obsoletas. Así, en lugar de crear caminos y senderos novedosos, existe la posibilidad de que estemos pavimentando callejones sin salida.

Para países con un desarrollo industrial y científico-tecnológico MEDIO como el nuestro, quizás la respuesta inteligente a esta problemática central sea, justamente, una estrategia interMEDIA en la que sin dejar de atender las demandas de industria y gobierno de manera enfocada, existen al mismo tiempo incentivos para producir avances en campos de conocimiento con un nivel laxo de encauzamiento y monitoreo.

Dicho de manera estilizada e ilustrativa: si no queremos un “supermercado” de conocimientos en el que industria y gobierno llenan su carrito frente a una oferta múltiple, pero tampoco estamos en condiciones de ofrecer un “restaurante” temático en el que los menús de progreso científico-tecnológico están predeterminados, qué queremos?

Y finalmente, una “tercera vía”, una forma "peronista" de política científica, es realmente posible?



4 comentarios:

Alcides Acevedo dijo...

Patético... una versión aggiornada de Varsavsky... el "científico del tercer mundo".

Por lo menos tienen algo claro: industria y gobierno en Argentina no son funcionales a un sistema científico, del tipo que sea. Es un punto a favor de ustedes.

Por algún extraño motivo la "ciencia" es un fetiche (de clase media) que el gobierno trata sabiamente de explotar... pero de ahí a que la ciencia "resurja" en Argentina hay una gran distancia.

La ciencia cuesta MUCHO dinero ¿cómo justificar semejante gasto? el modelo productivo argentino tiene como objetivo de máxima la sustitución de importaciones de productos de tecnología madura y hasta obsoleta, después, por el lado del gobierno, temas como el Chagas y demás cuestiones asociadas a la pobreza están al tope de las demandas ¿ustedes creen que van a encontrar a muchos científicos entusiasmados por estudiar cosas que se resuelven con vivienda digna y agua potable?

Contradicto de San Telmo dijo...

Queda muy alto el listón a superar después de escuchar a Macri, Ricardo Alfonsin, Hermes Binner, Lilita Carrió y Alcides Acevedo hacer agudos comentarios sobre ciencia, tecnología, innovación e inserción social.

Se nota que están "en el ajo".

PoliticamenteIncorrecto dijo...

Estaba con algunas dudas hasta que leí el comentario de Alcides y ahí me quedó todo muy claro.
Muy Bueno

El Canilla dijo...

Contra, lo que usté propone es el modelo supermercado chino, oferta limitada con rotisería al fondo. Los precios son razonables pero lo central de la estrategia supermercadista china es que mantienen el estilo de oferta y de negocio sin importar que familia toma las riendas( vió que ellos rotan, no ?) Me parece que es el problema principal