domingo, 24 de enero de 2010

Reservas excedentes y política económica

Esta es la nota publicada en I-Eco por Ismael Bermúdez. El fin de la misma es discutir lo que ya había sido discutido por Cachanovsky el año pasado acerca de la relación entre los activos y los pasivos no monetarios del BCRA.
Sin embargo, lateralmente se alude a un argumento bastante repetido en distintos ámbitos, al calor de las discusiones sobre el Fondo del Bicentenario. El argumento indica que con el criterio de “reservas de libre disponibilidad” al gobierno le alcanza con tomar la decisión de devaluar para aumentar las reservas en dicho concepto.

Me parece que la sentencia es falsa, o al menos, simplifica demasiado. Si no me falla la intuición, la devaluación implicaría en el corto plazo una tendencia a la generación de pasivos monetarios para el banco central. Se aceleran los precios al tiempo que se genera una tendencia expansiva de la base monetaria, que sólo se puede revertir con un ajuste monetario fenomenal que podría traer como consecuencia una absorción de liquidez altamente recesiva.
Este esquema, que complementaría la decisión cambiaria de devaluar con la decisión monetaria de restringir la emisión de pasivos monetarios del banco central, es bastante parecido a lo que proponía la UIA a principios de 2009, con objetivos bastante distintos a la “obtención” de mayor cantidad de reservas de libre disponibilidad.
La relación entre los pasivos monetarios del banco central y sus activos no se modifica con tanta facilidad, al menos si no hay una decisión de política monetaria que complemente la decisión cambiaria.
Y esto conlleva que un proceso como el descripto, puede desarrollarse independientemente de la utilización o no del concepto “reservas de libre disponibilidad”.

De alguna manera, es imposible sostener que el fuerte crecimiento de las reservas del BCRA en estos años no estuviera directamente relacionado con la decisión cambiaria de mantener un tipo de cambio elevado, que complementada con decisiones de política comercial definieron el objetivo de mantener un amplio superávit de cuenta corriente. Modificar este proceso, dándole un sesgo inverso o corrigiendo los objetivos, es de alguna forma disponer de las reservas del banco central, ya sea para atender la demanda de un público incentivado a la compra de divisas baratas o bienes importados baratos (que se compran con divisas), o cerrando el margen para la compra de reservas en el futuro próximo.

Las “reservas de libre disponibilidad”, y la “codicia” del Gobierno (éste u otros) por hacerse de ellas, no tienen la influencia que se sugiere al enunciar el argumento.
El concepto “reservas de libre disponibilidad” es una herencia del esquema de tipo de cambio fijo de la convertibilidad, pero la influencia que tiene en el esquema actual es limitadísima, casi nula, al punto que corregirlo o erradicarlo es prácticamente irrelevante.
Porque, en definitiva, cuando se define los lineamientos de un esquema económico integral, siempre se toma la decisión, explícita o implícita, de definir un nivel óptimo de reservas. Y por acción u omisión, siempre las decisiones que se toman, influyen en que se disponga de las reservas excedentes, sea cual fuere la definición de las mismas. En torno a esa definición se discute en la nota de Ismael Bermúdez, entre posiciones más laxas (entre las que se cuenta la política monetaria del actual gobierno) y posiciones más conservadoras, como las que levanta la nota de Castillo Carrillo o Raúl Cuello (que son inseparables de la decisión de mantener a raya la expansión de la demanda agregada).

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