domingo, 4 de mayo de 2014

No le eches más NAFTA, manito


Este año se cumplieron 20 años desde el lanzamiento del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés –dirían los compañeros de la MAK), un tratado trilateral que además de reportarle a los países miembro (Canadá, Estados Unidos y México) los beneficios propios de su mera existencia, en el clímax de la ola neoliberal que cubrió nuestro continente en la década del 90 se erigió como modelo (benchmark decían los chicos del CEMA) aspiracional de integración multilateral para un continente que marchaba hacia el fin de la historia cristalizado en la Globalización.

Afortunadamente nuestro país había firmado algunos años antes un tratado similar, pero distinto porque sus consorcistas eran países con los que existía mayor afinidad geoestratégica, política y económica. Hablamos del Mercosur, por supuesto, que nos permitió mantener a distancia los reiterados embates del Departamento de Estado norteamericano para consolidar NAFTA panamericano.

En particular el último y más consistente, denominado ALCA, que por suerte llegó demasiado tarde, cuando las evidencias de los efectos del neoliberalismo aplicado en América Latina eran desastrosas. Tres presidentes audaces se comprometieron a declinar la amable propuesta que se les hiciera en Mar del Plata, un memorable noviembre de 2005.

En esta oportunidad, considerando que ha transcurrido un tiempo prudencial en la vida del NAFTA, vale la pena realizar una evolución comparada de índices económicos y sociales de nuestro querido México, de los tres países el que cumple el rol más afín al que pretendía (pretenden) para nosotros y nuestros vecinos quienes proponían (proponen) con insistencia la implementación de un diseño tan estrambótico.

Tal comparación entre México y Argentina no es directa, puesto que en ese período nuestro país vivió dos historias bien diferentes. Nada grave: la inflexión económica, política y social ocurrida en el 2003 en Argentina se salva, estadísticamente hablando, aplicando una base de cálculo no usual.

Comercio Exterior
Empezamos por donde es más obvia la variación de performance. Lo primero que genera un TLC es un aumento de comercio exterior. Lo de México es fuerte: la suma de importaciones y exportaciones pasó de representar el 26% de su PBI en 1994 a casi el 64% en el 2012*. Para cualquier economía del mundo ese porcentaje es enorme.
Lo nuestro ha sido mucho más módico y contraintuitivo: pese al discurso dominante nuestra economía era bastante cerrada en los 90 y se abrió a los negocios en 2003, cuando nuestra industria encontró condiciones competitivas de exportación. En 2012 representaba el 31.5%.


Inversión Extranjera Directa - IED
Otra característica de los procesos globalizadores se ve en la IED que recibe cada país. Por supuesto que también aquí México nos supera sistemáticamente. Pero observemos qué indica CEPAL en los últimos años.


De la década del 90 vemos que sólo en 1999, año de la privatización de YPF, superamos a México en inversión extranjera directa (IED). Extraño porque nuestros gurúes nos contaban otra cosa, que eramos la panacea de la inversión. En el nuevo milenio nuestro esfuerzo por seducir inversores extranjeros no ha sido obvio y sin embargo paulatinamente vamos camino de superar a un México irregular.

Crecimiento del PBI
Ahora sí, vayamos a indicadores de efecto real sobre la economía. Empecemos por el más obvio: qué pasó con el Producto?


Aún considerando el comportamiento del PBI argentino en la década pasada bastante lamentable (ver cómo cae la línea azul hacia el 2002), la medición entre puntas para Argentina da 67 puntos. Para México da 45. El comportamiento de la economía argentina kirchnerista, tomando sólo la ventana 2003-2012 es aún más estruendoso: 70 a 25. Está claro que, como mecanismo para hacer crecer la torta, un TLC no da ninguna garantía.

PBI Per Capita
Puede ser que la perspectiva anterior sea pobre. Veamos por el lado de la potencialidad del PBI, que quizás ayuden al hermano del norte.

Valor Agregado Industria
Si un TLC se supone virtuoso, debería ser por el hecho de ampliar, mejorar y profundizar la producción industrial. Un parámetro disponible es el valor agregado industrial como porcentaje del PBI. 

Distribución del Ingreso - Indice Palma*
Si nada de lo anterior muestra ventajas para buscar un TLC, veamos qué pasa con la distribución del ingreso. Aquí los datos se calculan con mucha demora: último valor disponible de 2010. 
El índice de Palma muestra la proporción de ingresos entre el 10% más rico de la población y el 40% más pobre. Cuanto más bajo ese valor, mayor cohesión social.
México mejora, pero con mucha volatilidad. Argentina marca una fuerte tendencia a la homogenización social después de 2002. Lo de Brasil es excelente, sin palabras.


Quizás algún lector pueda inferir una mejora en algún parámetro. Aguardamos comentarios. 

Mientras tanto volvemos a apoyarnos en la recurrida sentencia: pobre México, tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos.


Todos los datos Base Banco Mundial excepto (*), origen CEPAL.

1 comentario:

Andrés dijo...

Buenas Contradicto,

Hya un artículo de Foreign Affairs de febrero pasado que escribió Jorge Castaneda, quien fue ministro de exteriores de Fox. O sea, ningún progre.

http://www.foreignaffairs.com/articles/140351/jorge-g-castaneda/naftas-mixed-record

Este tipo reconoce que México no creció al ritmo esperado bajo el NAFTA, y que la inversión externa esperada de 5% anual sólo fue 2.6%.

Este párrafo es contundente:

"Foreign investors have proved particularly unwilling to channel capital into export-industry supply chains. Because domestic investment, public and private, has moved remarkably little since 1994, neither has the overall level of capital formation, which has averaged about 20 percent of GDP since the mid-1990s. At that rate, Mexico can attain only the mediocre growth it has known for 20 years. In other words, despite impressive trade numbers, NAFTA has delivered on practically none of its economic promises."

Saludos,

Andrés