miércoles, 18 de febrero de 2015

Poniendo el moño



A más de 6 años de gatillada una de las crisis financieras más profundas del capitalismo moderno, sólo comparable con la Gran Depresión, hija del viernes negro de octubre de 1929, empieza a cerrarse el círculo material que define inequívocamente ganadores y perdedores.

Hemos reiterado varias veces en este blog, incluso hemos ironizado frente a la naiveté de ciertos sectores de izquierda dura que en 2008 anunciaban “la crisis final del capitalismo”: no sólo no es una “crisis del capitalismo” en el sentido de que este exponga alguna vulnerabilidad, sino que es una estrategia deliberada del poder financiero más robusto para ejercer la transferencia de renta ascendente más grande jamás vista.

El capitalismo financiero ha descubierto la fórmula a través de la cual diseña e implementa sus propias burbujas para luego, impunemente, acercarse a su propio ingenio con una aguja en la mano y hacerlo volar por el aire, no sin antes tener aceitados los mecanismos de captura de beneficios, en tanto el 99% restante tratará de salir del estado de shock y correr en estampida a buscar un improbable refugio.

Recapitulemos: la crisis financiera en la que estamos inmersos estalló en Wall Street en el año 2008 como producto de la implosión de una burbuja hipotecaria, hija de la liquidez deliberadamente provocada para contrarrestar en congelamiento económico norteamericano posterior a la caída de las Torres Gemelas.

A continuación, durante los siguientes dos años, siguió un fenomenal proceso de transferencia regresiva de ingresos al interior de Estados Unidos, cuya principal evidencia fue un keynesianismo que hubiera hecho retorcer en su tumba a John Maynard, puesto que contrariamente a su propuesta de movilizar a los agentes económicos por vía de forzarlos a capturar recursos distribuidos desde el Estado en los estratos inferiores de la sociedad, el neo-keynesianismo de la FED consistió en usar al Estado para salvar a los bancos y entidades financieras más grandes del sistema, amparados por la excusa “too big to fail” (demasiado grande para caer). Mediante un sistema de bailouts los peces gordos encontraron un resguardo contra el tsunami inminente y los pobres norteamericanos perdieron casa, trabajo y esperanzas en cuestión de meses.

Cuando no hubo más crema para desnatar de la sociedad norteamericana se inició un proceso de exportación de la crisis a economías más débiles, en particular algunas europeas. No cualesquiera, por supuesto, sino aquellas cuyos Estados de Bienestar empezaban a tener un costo que perdía su justificación geopolítica después de la caída del Muro de Berlin en 1989. Qué sentido tiene, alguien podría murmurar en Wall Street, mantener una jubilación tan jugosa en manos de un viejo español, o uno griego?

El mecanismo de exportación de crisis elegido fue la devaluación del dólar, activada en tandas de emisión billonarias. Esto hizo todavía menos competitivas a las economías periféricas de la zona Euro y el resultado es que Estados Unidos, con la sola excepción de un índice de desocupación anormalmente alto, en la actualidad tiene todos sus parámetros macroeconómicos en sus promedios históricos más una novedad adicional: autosuficiencia energética que le permite operar con autonomía sobre el precio internacional del petróleo y usarlo como control de estabilidad política de gobiernos que en su jerga son “regímenes indeseables”.

Digámoslo nuevamente por enésima vez: el capitalismo neoliberal, entendido como modo de transferencia y apropiación de renta, atraviesa su mejor momento. Diagnósitco que se ve robustecido cuando se observa la fenomenalmente regresiva transferencia de ingreso que expone el amigo Piketty.

Pero el  objetivo de esta nota no se limita a esta descripción resumida. Un periodista llamado Juan González escribió una interesante nota en el periódico New York Daily News en el cual pone en evidencia la última movida de los dueños de la sartén y del mango. La traducción de titulo y bajada, para tener una idea del contenido dicen:

Las principales empresas de Estados Unidos como Blackstone Group, Goldman Sachs, Apollo Management y Cerberus han estado comprando en silencio decenas de miles de propiedades residenciales en Madrid y Barcelona a precios bajos. En Nueva York, los defensores de los inquilinos en España planean protestar en la sede de Blackstone Group “

La nota menciona en su recorrido datos interesantes; muchos, asociados al paro o a la pobreza, los conocemos y nos llegan de manera frecuente. 

Otros resultan novedosos. Vemos: los precios del mercado inmobiliario en España se estiman en el orden del 40% inferiores a los de 2007. Unos 700 mil españoles han abandonado el país desde 2008 y en el mismo lapso unas 327 mil personas han sido víctimas de deshaucio (echados de la vivienda que habitaban). Actualmente se calcula en 3 millones la cantidad de unidades habitacionales desocupadas, la mayoría en manos de la banca privada española.  

En ese mercado híperdeprimido se detectó, en los últimos meses, que 42 viviendas sólo en Barcelona fueron adquiridas en forma masiva por Blackstone y que Goldman Sachs ha comprado 3900 hogares a precio de remate en Madrid.


Hay varias formas de leer esta realidad. 

A quienes escribimos este blog nos parece que la compra a precio vil por parte de entidades financieras y bancarias neoyorquinas de propiedades que han debido ser abandonadas por los pobres españoles después de casi 6 años es la metáfora más perfecta de cómo se termina de envolver y se le pone moño al regalo que nos hicieron los chicos de Wall Street hace 6 años, que va de suyo intentó venderse como otra nueva crisis sin salida y sin responsables, pero no ha sido más que el cumplimiento de objetivos claros dentro de un proceso inteligente, silencioso e inescrupuloso por parte de los ganadores de siempre.



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