lunes, 8 de marzo de 2010
Luz, cámara, cultura
La película ganadora del Oscar se llama The Hurt Locker y su nombre ha sido, como siempre, torpemente traducido al español como Vivir al Límite.
Bajo alguna mirada con cierta cuota de inocencia podría interpretarse como una apología de la paz, como una nuevo testimonio artístico que describe la locura social en la que sumerge la guerra. Un escuadron militar con tipos que, en el escenario de la invasión norteamericana a Irak, tienen por tarea desactivar bombas que el terrorismo fundamentalista islámico va dejando sembradas aquí y allá con el único objetivo de mantener el estado de terror que provocan los atentados permanentes (cóomo será la verdad de esta historia?).
El protagonista principal es un tipo bastante enfermo que se ha hecho adicto a esa adrenalina dramática que supone dialogar cara a cara con la muerte en cada misión, cada día. La película abre con una declaración sentenciosa “la urgencia de la guerra es una adicción potente y a veces letal, pues la guerra es una droga”.
Muy lindo todo.
Este cartonero que conserva amigos de buenos viejos tiempos que lo dejan pasar a la sala una vez que la función empezó y le piden que se recluya en las ultimas filas para no molestar, tuvo la oportunidad de verla. Y se considera sin ninguna autoridad pero con todo el derecho a opinar.
Detrás de un prelavado a la lavandina, esa película es un refuerzo a la lógica norteamericana de la presencia en Irak. Hay que verla y no va a ser este el lugar en el que nuestros lectores se van a enterar que el asesino es el mayordomo. Pero estamos hablando de una cuidadosa y delicadamente pensada justificación de la acción belica en Irak. Que hace pie en la supuesta justificación de la presencia de pelotones de desactivación de bombas terroristas.
No me trago el cuentito de que busque censurar la locura bélica. No asi. Es otro producto de la industria cinematográfica norteamericana, esa aceitada maquinaria especializada en imponer sentido común global. La que nos habilita a conocer mejor la idiosincrasia y los valores de un habitante de Boston que de uno de Porto Alegre (dónde queda Porto Alegre?).
Este post podría empezar acá.
Existe un cierto discurso muy progre y muuuuuuy Palermo Rúcula que dice que Campanella y su cine son “industria” cinematográfica argentina. Una réplica pobre de la industria hollywoodense. Que responden a una cierta lógica asociada a la masividad y al exceso de sentido común (también suman a otros directores, laburantes, sencillos). Y postulan que deben ser ninguneados, cuando no defenestrados.
En general, quienes propalan este discurso portan unos lentes setentosos con gruesos marcos de carey oscuro, un libro de un ignoto escritor indio y esta mañana, como todas, se levantaron muy tarde.
Sin hacer mención a la más que obvia necesidad de una industria cinematográfica masiva para poder pagar los bizarros experimentos que hacen con el 35 milimetros algunos hijos de papas muy adinerados, desde aca nosotros disentimos con ese elitista punto de vista.
El cine es, también, una fenomenal máquina de creación de cultura popular y de mínimos factores comunes. Sirve, por ejemplo, para dar a conocer quienes son nuestros enemigos. Así, hemos aprendido quiénes son los enemigos del pueblo norteamericano: pieles rojas, sureños, algunos cowboys bigotudos de segura ascendencia mexicana, nazis, vietnamitas, sovieticos, narcos colombianos, fundamentalistas islámicos, etc.
Nuestros enemigos son los hijos de puta que chuparon gente y secuestraron bebés durante la dictadura (La Historia Oficial, 1986) y los tenebrosos cuadros de la Triple A (El Secreto de sus Ojos, 2010).
Aguante la industria del cine.
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Contradicto, usted ha escrito de excelente manera lo que yo pienso con respecto al cine. Muchísimas gracias.
Seguramente, los mercaderes de la verdad van a salir a decir que "El Secreto ..." ganó el OsKar.
Gustavo - V.Devoto
me gustó mucho
te dejo un link de una reseña kirchnerista que escribió mi ex novio, cuando salió la pelicula, contra todas las lecturas que la defenestraron
http://www.plantarevista.com.ar/spip.php?article77
Buen desarrollo y buen final.
Disiento compañero. No estoy de acuerdo con que el INCAA subsidie cualquier cosa, pero no puedo dejar de señalar que para una película algo más arriesgada y sin un productor como TELEFE, es más difícil completar la producción y llegar al estreno. Un Campanella necesita menos al INCAA que otros directores. Por otra parte, La hsitoria oficial me parece un caso de didáctica del alfonsinismo en tanto señala qué cosas se admitía discutir y cuales no. Su masividad hizo bastante para afirmar la teoría de los dos demonios. Y sobre la resolución de El secreto de sus ojos tengo mis reparos. Sí, los genocidas son el enemigo. Pero qué hacemos con ellos cuando la justicia no los alcanza? Aún no tengo muy claro si la película pone eso en debate o mas bien lo clausura avalando una acción individual que no guarda ninguna relación con la actitud que por años han tenido los familiares de desaparecidos. Cuando vi la película no podía dejar de pensar en cuál habría sido el voto de los espectadores que aplaudían a mi alrededor.
Antares: si me pregunta cuáles son los criterios de apoyo que sigue el INCAA para bajar recursos, me pone en un aprieto. No los conozco.
Pero nuestro país necesita ambas cosas: industria y alternativa. Y todos mamando de la teta del Instituto que debería ofrecer muchísimas restricciones en el aspecto económico (garantizar que la película se termina y la guita no se va al inodoro) y muy pocas en el aspecto artístico.
Eso de poner muy pocas barreras en el aspecto artístico da como resultado que los relatos cinematográficos no se ajusten siempre y exactamente a lo que usté y yo opinamos. Pero quién y con qué vara va a medir el apego de un guión a una verdad histórica? A cuál verdad histórica?
Para eso están los documentales. Y ahí está el relato alfonsinista de "La República Perdida".
Pero el cine es arte y usté sabe que, como tal, se permite algunas licencias: un tipo que hace justicia por mano propia. Puede gustarnos o puede no gustarnos. Es una expresión artística.
Por eso en el post no hay juicios de valor sobre la justicia de un argumento: ni sobre LHO ni sobre ESDSO. Son cuentos, historias, contadas masivamente por un altavoz muy potente como es el cine.
Publicar un comentario