lunes, 8 de diciembre de 2014

Fugadores Compulsivos



Los acontecimientos relacionados con la filtración de una lista de 4040 clientes argentinos de la sucursal ginebrina del banco inglés HSBC adquieren, en el contexto de la historia económica de nuestro país, una relevancia inusitada.

En primer lugar por su carácter inédito: es la primera vez que esto ocurre de una manera ostensible; en segundo lugar por su oportunidad: durante una administración de gobierno que es considerada enemiga de los intereses de estos “ahorristas”.

Este dinero no declarado encontrado en Suiza no es una travesura de 4000 piolas, más bien es la punta del iceberg de un proceso robusto y estable que se inició con la aparición de la valorización financiera en 1976, tuvo coto en 2002 y ha reaparecido de otra forma desde 2006. 

Vale hacer un poco de historia.

Hasta el Rodrigazo (1975) los flujos crecientes de endeudamiento encontraban  correlato con la incipiente industrialización liviana primero e intermedia después, que había vitaminizado el peronismo.

Pero desde el golpe del 76 los tradicionales factores de poder económico y fuerte injerencia política modificaron radicalmente su patrón de acumulación local, el cual quedó entonces estructurado por una sustancial brecha entre las tasas de interés internacionales y nuevas tasas de referencia en el mercado local.

En esta nueva ingeniería, que no era otra que un test pionero de lo que luego se atestiguaría a nivel mundial, la deuda externa y en particular la deuda externa privada desempeñó un rol decisivo porque el protagonista del nuevo patrón fue el capital oligopólico local (no sólo empresas locales sino también intereses extranjeros radicados en el país), que tomó deuda del exterior a tasas de interés internacionales para luego colocarla en el mercado local en forma de títulos, bonos y depósitos que se valorizaron con inauditas tasas de interés local.

El paso siguiente de este ajedrez fue dolarizar esas ganancias y fugarlas al exterior.

Este proceso no hubiese sido posible sin la complicidad o al menos la pasividad del Estado, el cual funcionó cooptado por dichos intereses en ese interregno. Alcance con identificar los antecedentes y el desempeño de los sucesivos ocupantes del sillón de ministro de economía desde 1976, con la única excepción del primer cuatrienio alfonsinista.

La complicidad imprescindible del Estado se reflejó por un lado en su endeudamiento sistemático con el mercado financiero local avalando las tasas de interés extraordinarias, y por otro el endeudamiento sistemático con el mercado externo, proveyendo el flujo incesante de dólares necesarios para realizar la conversión y fuga en moneda dura.

El tercer y definitivo golpe lo dio el superhéroe representante de esos sectores, Domingo Cavallo, al estatizar la deuda privada en 1982 y durante su último reinado en el gobierno de la Alianza, al ordenar y sistematizar la extraordinaria fuga durante todo el año 2001.

Puede decirse entonces que la virtual parálisis de la economía real en Argentina en el período 1976-2001 se debió a que un Estado cooptado y anestesiado estaba siendo desangrado por dos vías: el pago de intereses de una deuda externa que desafiaba la ley de gravedad (honrar el compromiso con los cómplices extranjeros dotaba de sustentabilidad al modelo) y la realización de activos en la forma de fuga de capitales.

Para ponerle datos duros a este proceso, en el mismo período (76-2001) en el que el PBI de la Argentina creció algo más del 40%,

- El pago de intereses de deuda creció desde 2 mil hasta 117 mil millones de dólares,
- La fuga de capitales creció desde 5 mil hasta 138 mil millones de dólares 
- Y la deuda propiamente dicha creció desde casi 8 mil hasta 140 mil millones de dólares

Como la mera expresión de porcentajes linda con el ridículo (1700%, 2100%), sirva ilustrar el afano diciendo que la suma de intereses más fuga en 1975 rondaba el 5% de nuestra economía y que sobre el final de la convertibilidad mas que duplicaba el producto de nuestra economía.

Más cerca en el tiempo, da la sensación que 25 años de esta corrupción blanca se arraigó en el ADN de nuestro establishment y las poderosas señales que Néstor Kirchner como presidente les transmitió a partir de 2006 (bye bye, Lavagna, bye) fueron suficientes para reinstalar un nuevo proceso de fuga que los defendiera de este populismo insoportable. Eso sí, imposible desde el control absoluto del Estado, ahroa sobre la base de los espectaculares excedentes que sus firmas produjeron durante el brillante recupero de la economía real desde 2002.

Habiendo confirmado que se enfrentaban a un adversario agudo, las facciones de poder recibieron la mala noticia del denominado “cepo” cambiario y debieron recurrir a todo tipo de parches, entre ellos el CCL, o contado con liqui. Cuando decimos cepo ya sabemos quiénes son los que se sienten prisioneros.

El segundo efecto visible es la filtración de información de una parte condensada de fugadores seriales sobre operaciones llevadas a cabo entre 2006 y 2007 con una sucursal suiza del HSBC. No se trata de haber encontrado la punta de un pasivo e inofensivo ovillo, más bien podríamos decir que tenemos un puma agarrado de la cola. No sé si podemos estar contentos, pero es seguro que debemos estar alerta.

Se escucha por ahí: lo reprobable no es que hagan lo que quieran con su dinero, sino que evadan el pago de impuestos.
Judicialmente puede ser un razonamiento correcto.
Moralmente es deplorable.
Y esa catadura moral tiene por único juez a la opinión de la sociedad.
Es imperativo exponer a la luz pública actores, métodos y objetivos.

Y ahorrémonos la inocencia de pretender que va a ser nuestro Poder Judicial el garante de la disciplina. Están más preocupado por ordenar y garantizar su supervivencia frente a la transición política hacia el 2016. Debe ser un poder político de cuño popular el que empuñe el cuchillo.

Por eso es necesario que la Comisión Bicameral en proceso de formación tome cartas en el asunto y desnude de una vez la verdadera naturaleza pusilánime de esta plutocracia. Y que lo haga de una manera expeditiva, legítima y concreta, a la luz pública, mostrándole a la sociedad dónde quedaron los hospitales, caminos, escuelas y parques con los que algunos candidatos opositores diseñan espejitos de colores.

Es un deber no sólo judicial, sino ético y político ir hasta el hueso de esta realidad: ahí se esconden las verdaderas causas de un cuarto de siglo de decadencia nacional orquestada. 




4 comentarios:

Mariano T. dijo...

Si hay algo cobarde es el capital. Fijate que el kirchnerismo dice todo el tiempo que en ningún lugar se gana como acá, y sin embargo la plata se va a lugares donde pagan el 1% anual.
Yo me felicito de haber dejado de sembrar en 2011.

Contradicto de San Telmo dijo...

Me extraña que un tipo agudo como usté no pueda ver la diferencia entre una disyuntiva aritmética (tasa local vs tasa internacional) y una puja de poder.

Su comentario podría rebatir el post si habláramos de empresarios schumpeterianos, una inocencia que por esta vez le perdono.

No hablamos de empresarios, amigo chacarero, hablamos de los (ex?) dueños de la Argentina, que han fugado 370 mil millones. A esa gente no se la corre con spread en la tasa de interés. Esa gente no quiere otra cosa que el mango de la sartén.

Mariano T. dijo...

Qué disputa de poder? Es miedo.
No conozco a nadie que no tenga, o haya tenido, dólares en el colchón o en una caja de seguridad, o afuera. Y todo eso, aún los del colchón, esta contabilizado dentro de los 320.000 palos.

Contradicto de San Telmo dijo...

Miedo frente a la dictadura.
Miedo con Alfonsín.
Miedo con Menem.
Miedo con DeLaRua.
Miedo con Duhalde.
Miedo con K

Debe ser tremendo ser rico y pertenecer al establishment.

La guita que se gastará en psicoanálisis no quiero pensar: miedo, miedo y más miedo.

Yo no querría ser Fortabat sólo para no vivir con miedo.

Jiji

No te hagas el boludo, no estamos hablando de la viejita que guarda dólares en una latita del baño.