viernes, 12 de febrero de 2010

Forma y fondo

"Lo que se perdió Cousteau... ocho documentales hacía"
El profesor a Toto Paniagua


Va a sonar raro, pero hay que decirlo.

Lo mejor. Lo más importante. Lo esencial que dejan estos años de kirchnerismo... es la CRISPACIÓN.

Chau picho. Ya lo dije. Podría cerrar el post acá.

Pero ya llegan los curiosos y te preguntan qué quisiste decir. Si usté ya entendió, no siga. Vaya a otro blog. Hay algunos fenómenos.

Se queda? Venga, mire.

Hay las formas y hay el fondo.

Pero entre ambos no son independientes. Suele ocurrir que las primeras reflejan, dan cuerpo al segundo. Las formas ponen en evidencia, sutilmente, lo que pasa en el fondo. Porque es claro que en el fondo ocurren cosas. Más o menos lentamente. Más o menos deseablemente. Pero tan irreversibles como la deriva continental.

Eso sí. El fondo no puede asirse de la manija y remontarse a la superficie para mostrar toda su podredumbre, todo su óxido vetusto, todo su poder contaminante.

Eso tendría efectos muy perjudiciales sobre la población: náuseas, ahogo, asfixia, alergias.

El fondo tiene que permanecer en el fondo. Las clases medias bienpensantes cooptadas por el minucioso pero irreductible trabajo del poder mediático no bancarían su revelación y exposición atmosférica. Como esos videos de matanzas masivas de tiernas focas antárticas que usa Greenpeace para ampliar su base de ingresos.

Y como del fondo no se puede hablar, se habla de las formas. Algunas mentes alambicadas se especializan en eso. Como esos docentes que trabajan en colegios religiosos y un día se descuelgan con una clase de educación sexual. En menos de una semana los convoca un directivo para recordarle un salpicado de antiguos tropiezos menores ya olvidados: las veces que llegó tarde, la vez que besó a su mujer ardorosamente en la puerta de la escuela, la vez que el primogénito del más caracterizado aportante a la cooperadora se quejó de la nota de una evaluación. Mediante las formas se sugiere el fondo.

En la escena nacional también hay ejemplos. Ahora más que nunca: el establishment quiere volver a poner el sentido de la distribución de excedentes patas para arriba. Como supo estar durante muchos años. Pero esto es el fondo, y del fondo no se habla.

La forma de reencauzar los recursos hacia arriba es por medio del ajuste. La oposición se encamina hacia un ajuste pero, motivos sobran, no quiere hacerse cargo del costo político. Y le quiere mandar la factura anticipada al oficialismo: asfixiar el Fondo del Bicentenario es eso.

Observe que ha existido una sola alternativa opositora más o menos seria a la opción de pago con reservas. Mariano ya se ha encargado de demostrar su falta de sustento. Todas las críticas al FdB han sido por el lado de lo formal. Cleto, piel de cordero, quiere que se haga por ley, que el gobierno entre en la boca del lobo. Los amparos en la justicia se ciernen a las formas. Pero el fondo permanece ahí, inamovible: no quieren permitir capacidad de gestión. Y creen que con número en el Congreso tienen poder de veto.

La corrupción también. Es un sustrato sensacional para agitar formas y dejar el fondo inmaculado. No hay gobierno en el mundo que esté exento de ella. Emite un mensaje desalentador que empieza por erosionar sobre las clases medias bienpensantes y riega hacia abajo. Por ejemplo es difícil pensar un gobierno más corrupto que el de la segunda década infame bajo el gobierno de La Rata. Y sin embargo, la suma de recursos que puede haberse llevado la corrupción, difícilmente fuera el motivo de su caída en desgracia. Sin embargo, si usté pregunta entre los pocos think tanks neoliberales todavía existentes, siempre le ofrecen dos o tres motivos para explicar el abrupto final que tuvo la cajita de conversión: uno de ellos es la corrupción (los otros? “faltó profundizar en las reformas” y “se disparó el gasto”, este último te lo asocian con la corrupción). Y la verdad es que el amperímetro del modelo convertible ni mosqueaba por los niveles de corrupción, ni los del 93 ni los del 98.

Pero volvamos a la crispación. Es uno de los calificativos preferidos por la superestructura para rotular el temple de una gestión.

Se opera sobre el imaginario colectivo creando una sensación real de un gobierno irritable, nervioso, impredecible y, en consecuencia volátil.

La crispación son las formas.

Pero la verdadera crispación no emerge del talante de un presidente, ni del tono de voz de un subsecretario ni de las leyendas que se tejen alrededor de un Secretario de Comercio.

La crispación real emerge de la puja efectiva que ocurre al interior de la sociedad. Moyano está por anunciar el porcentaje pretenso de aumento para su gremio y aparece al tope de la agenda mediática el ítem inflación. Opa!

Allí reside la verdadera crispación. No tiene origen en la Administración sino en la incertidumbre y la tirria que provocó el timonazo del 2003 (y la posterior porfía en mantener el nuevo rumbo durante 7 años).

Crispación es la palabra que ha seleccionado el establishment y que ha hecho pública a través de los medios de comunicación que están bajo su paraguas. Crispación es la forma.

Para nosotros, de este lado, se traduce como “puja distributiva”. Puja distributiva es el fondo.

Y cierro el lazo: lo mejor que nos deja el kirchnerismo (independientemente de cuál sea su fecha de defunción) es la crispación.

La crispación que va a generar que un próximo gobierno de signo antitético al actual le vaya a decir a pibes que se incorporaron al mercado de trabajo formal desde 2003, a quienes pudieron cruzar el umbral desde la informalidad a trabajo en blanco, a quienes regresaron a los sindicatos que habían abandonado en los 90 para encolumnarse en el ejército de la desocupación, a todos esos que las paritarias están suspendidas. Que no prevén aumentos (como le está diciendo ahora Macri a los docentes de la Ciudad de Buenos Aires, casualmente). Eso es lo mejor que hizo este gobierno.

Esa crispación es lo mejor que nos dejan los Kirchner.

La crispación.

No es poco.



Pero, la verdad, tampoco es mucho.




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