viernes, 2 de octubre de 2009

Curupaytí


Las fuerzas aliadas venían de una costosa victoria en la batalla de Curuzú, en la que el inteligente y audaz despliegue enemigo demostraba que no iban a ser un hueso fácil. Curuzú le dio la pauta a las fuerzas guaraníes de que la embestida principal de las fuerzas imperiales (ese era el nombre de la Triple Alianza, toda vez que Brasil era un imperio y Argentina se comportaba como tal) debía esperarse desde el sur. Y pusieron manos a la obra para reforzar las fortificaciones y pasos críticos en el control del acceso fluvial al centro del país y a la capital, Asunción.

El Fuerte de Curupaytí era uno de dichos lugares, en un agudo recodo del río Paraguay a pocos kilómetros de su desembocadura sobre el Paraná, que obligaba a las naves invasoras a disminuir su velocidad y así quedar demasiado expuestas.

La estrategia aliada fue sencilla, casi infantil, basada en la confianza que otorga una superioridad numérica de 4 a 1: las fuerzas navales lideradas por el vicealmirante brasileño Joaquim Marques Lisboa iban a iniciar el ataque con fuego de 101 piezas de artillería desde el río, fuego que según Lisboa, conocido como el almirante Tamandaré “en dos horas descangallaría” las trincheras paraguayas construidas bajo la lluvia.

Mitre, a cargo de las fuerzas terrestres, no hizo otra cosa que esperar esas dos horas y asumir la finalización del “trabajo” por parte de la escuadra naval para luego dar la voz de marcha a los 9 mil argentinos, 5 mil uruguayos y 10 mil brasileños que componían su ejército. Previendo encontrar un terreno abonado para una segura victoria, le pareció natural ver que los 5 mil paraguayos al mando del General José Eduvigis Díaz estuvieran replegándose y consideró esa acción como fruto de la cobardía y como la víspera del fracaso guaraní.

No era eso. Era una invitación a ingresar en un barroso terreno de trincheras que había estado expuesto a cuatro días de intensas lluvias. El fundador de la Tribuna de Doctrina, el primer presidente del país que conocemos hoy, el escriba de esa historia grandilocuente y amañada que nuestras maestras le cuentan a nuestros pibes, mordió el anzuelo.

El resultado fue un desastre con características de masacre. Empezaba en el primer llano sobre el que caía el fuego de los cañones paraguayos, intactos de la balacera brasileña; quienes tenían la fortuna de atravesar con vida ese fangal de fuego y muerte caían en las “bocas de lobo”, las zanjas que recién habían terminado de cavar y rellenar de estacas y espinos los hombres de Díaz; y si podían superar ese obstáculo quedaban al pie del parapeto que delimitaba el fuerte: desde allí la única preocupación de los fusileros paraguayos era afinar la puntería.

Para las 4 de la tarde, cuando Mitre tocaba a retirada, las fuerzas aliadas sumaban unas 9 mil bajas, entre las que se encontraba la de Dominguín, el hijo de Sarmiento. Por su parte, los guaraníes contaban 25 muertos y 70 heridos.

Esta derrota de la Triple Alianza detuvo durante varios meses el accionar aliado, terminó de hundir en el fondo de la ineptitud militar a Mitre y desató en nuestro país voces de repudio a una guerra injusta, ajena y desigual, que encontró en Felipe Varela a su principal detractor:

¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla.

¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo de contener!¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental! Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.


Este humilde escriba cree que algunas victorias son en realidad derrotas. Y que algunas caídas, con paciencia y esfuerzo, pueden convertirse en triunfo. Algunos que no reparaban en esto el año pasado, deben estar pensando lo mismo.




La foto que enmarca este post muestra la actualidad de las trincheras de Curupaytí, cicatrices de nuestra deshonra.

9 comentarios:

Andrés el Viejo dijo...

El único mérito militar de Mitre era el coraje, que lo habilitaba para ser un buen soldado raso, pero como táctico o estratega era una calamidad.
Nunca ganó una batalla (lo de Pavón no se cuenta, por supuesto), aunque tuviera superioridad numérica o de armamentos.
Saludos

Verboamérica dijo...

Excelente post...

Hay un episodio de Mitre, ya veterano del Paraguay y con varias cucardas en el pecho, se suma a la revuelta de Temperley, pero no llega a esa localidad porque teme que los mismos radicales lo embosquen en la actual plaza de Lomas de Zamora...

Sirinivasa dijo...

Muy linda recordación Compagni.

Y tiene que ver mucho con las politicas que faltaron a lo largo de este proceso, o que no fueron suficientes para construir esas trincheras que se preservaran del bombardeo agro-corporativo-mediático.

Ricardo dijo...

Hablando del tema, en poco tiempo sale un libro con la historia de las cautivas de Corrientes.
Solano Lopez después de tomar Corrientes a traición y al tener que retirarse se lleva unas cautivas, que después de las viscistudes de la guerra creo que los aliados recuperan la mitad.
Con respecto a la guerra, y con independencia de la posición de Mitre o de Brasil, el solo hecho de que los paraguas hayan tomado Corrientes a traición mereció la guerra, que debería haber terminado con la entrega de Solano Lopez para ser ahorcado en Buenos Aires.

Contradicto de San Telmo dijo...

Disculpe, Ricardo, pero usté me obliga a salir a cortar esa pelota.

Primero: Buenos Aires le hubiera declarado la guerra a Solano López con la mínima excusa, bañarse en el río Paraguay sin permiso, por ejemplo.

Segundo: Paraguay le pide a la Confederación permiso DOS VECES (el que avisa no traiciona) para cruzar el territorio argentino, pacíficamente, pues su objetivo era interceptar a los imperialistas brasileños que habían ocupado Melo, en la República Oriental. Esto acudiendo en auxilio de las fuerzas del blanquismo uruguayo, que lo convocaban ante la avanzada brasileña (fogoneada por sus connacionales colorados, en guerra civil con los primeros y de fondo, por la embajada británica en Río de Janeiro, que todavía no era sede de los juegos olímpicos) como única esperanza genuinamente nacionalista y popular.

Es decir que, por defender a un sector hermano de un país hermano, vio cómo le declaraban la guerra subsecuentemenmte Brasil, Uruguay, el país que salió a defender y los curapí, que vendríamos a ser nosotros.

Usté me dirá "intervención en los asuntos internos de otro estado", a lo que yo le diré que no juzgue con vara actual los sucesos de hace 150 años y le recordaré que el sentimiento latinoamericanista para 1860 era mucho más fuerte que ahora, que los estados que usté hoy conoce todavía estaban en formación y que los movimientos populares de la época "abusaban" de esta fraternidad cruzada.

Simpáticas las historias de cautivas y de lo que tiran las yuntas de bueyes, pero son sólo eso, historias. Inventadas, coincidente y miserablemente, por el que ganó.

No le parece demasiada casualidad que el patrón descriptivo de los perdedores latinoamericanos del siglo XIX sea siempre el mismo? Dictadores salvajes que saboreaban el hígado de sus enemigos, secuestraban y violaban mujeres y desayunaban niños crudos (Rosas, Solano López, Facundo, sigue la lista...)

Adivine que va a decir la Restauración Conservadora si finalmente le toca escribir la historia de Néstor? Lo mismo. Y, para su información, la creación del mito ya empezó: corrupción, bipolaridad, crispación, totalitarismo light (dijo Sebrelli).

Y no le cuento de las cosas que nos enteraremos cuando este terrible régimen caiga.

Basta. Ya aburro.

Ricardo dijo...

Mire, la hermandad latinoamericana acaba cuando se toma en forma cruenta la capital de una provincia, sin previa declaración de guerra (que en esa época era más importante que ahora, un tema de honor).
La historia de las cautivas es cierta, tenían nombre y apellido, ya va a ver cuando salga el libro.
La toma de Corrientes es un hecho que no admite excusas. Un agravio que debía ser lavado con sangre.
Estoy en desacuerdo con un montón de cosas con Mitre, incluso estuvo poco claro antes de la guerra. Pero no había dos maneras de proceder después de lo de Corrientes.
Y Sarmiento estuvo hecho un boludo con lo de "la victoria no da derechos". Paraguay debió haber sido repartido.
Y lo digo como correntino.

Mariano T. dijo...

Vaya el homenaje al glorios Curupa, gran club que me supo tener en sus filas cinchando tras la ovalada.

Udi dijo...

Vaya un homenaje al glorioso ejército paraguayo que con bravura sin par defendió la causa americanista frente a los títeres de la embajada inglesa en Río.
Incluido el pavo real pagado de si mismo que asesinó a tanto argentino para asegurarle la renta al "oro inglés" y a los terratenientes "bosteros". Dicho esto último en el sentido lato del significante.
A ese ejército, al de Solano, por supuesto, no al de Stroessner.

Mariano T. dijo...

Sin tener la causa emocional correntina de ricardo, me parece que el tema paraguay es el más fantasioso y menos fundamentado e la mitología revisionista.
Solano Lopez era evientemente un megalómano, incluso la paranoia y las ejecuciones e parientes cercanos los últimos años marcan los síntomas de un desequilibrado.
La pretensión de pasar un ejército de tierra por un país soberano y medio neutral para permitirle invadir otro es de una soberbia inaudita. Como soberbia era su pretensión de influir en la política uruguaya, un asunto reservado desde siempre a argentinos y brasileros. Como sus planes uruguayos salieron mal, la pretensión nada menos de llegar con sus ejércitos hasta Uruguay pasando por territorio argentino, y anexándose el sur de Brasil de paso, no lo veo muy "americanista" sino "america para mi". Un loco de mierda, bah.
El revisionismo fue muy necesario para reivindicar la parte rescatable de los caudillos, para sav¡car del panteón a figuras "clásicas" cion miles de defectos y defecciones, pero acá mean fuera del tarro, y por metros.