jueves, 22 de octubre de 2009

Treinta y tres


Hace exactamente 156 años fallecía en Montevideo quien fuera jefe de los Treinta y Tres Orientales, el capitán Juan Antonio Lavalleja.

Lavalleja inició su carrera de fuego en la batalla de Piedras, en 1811, bajo el mando del gran Artigas, alentado por los ideales revolucionarios que hacían ebullición en varios puntos del continente. Épocas en las que la Banda Oriental y nuestro país todavía no sabían si el destino les tenía reservado un lugar juntos o separados.

Si alguna vez se preguntó por qué Uruguay no envió diputados al Congreso de Tucumán en 1816, no era porque nuestros hermanos orientales ya tuvieran claro su destino autónomo. Más bien era porque la Banda estaba sufriendo una invasión por parte del Reino Unido de Portugal y del Brasil que era apoyada por los opositores a Artigas (si sabremos por estos lados de lo internacionalistas que se vuelven los cipayos cuando de aplacar y contener movimientos
populares se trata).

Juan Antonio tuvo una vida como les gusta a los cartoneros: de esas en las que la pasión es el motor de las acciones. Defendió del invasor lusitano la zona de Minas, que conocía perfectamente porque era su tierra y sufrió cárcel y destierro. Pero también supo aplicar la estrategia política, haciendo amigos y aliados en Brasil en los que ayudó a sembrar la idea de independencia brasileña del Portugal, con el objetivo de rediscutir luego la situación uruguaya.

Pero no todo salió como se planeaba (vale la pena mencionar aquí la primera gran defección argentina, la rivadaviana, que nos empezó a convertir en dos países separados) y Juan Antonio fue eyectado a Buenos Aires desde donde, con apoyo de fuerzas locales y varios jefes con algún poder remanente en la Provincia Cisplatina, fue seleccionado por su valor y su audacia para comandar la reconquista.

Así, el 19 de abril de 1825 pisó tierra oriental en la Playa de la Agraciada y con pocas armas y un grupo indeterminado de compañeros que la historia y la tradición redondeó en treinta y tres, inició una ofensiva que fue lenta pero inexorablemente reponiendo el país en manos criollas. Finalmente, en agosto de ese año, en el pueblo de Florida se estableció un gobierno provisorio que decretó la libertad primero y la auto-anexión a las Provincias Unidas del Río de la Plata luego. La bandera que portaban indicaba "Libetad o Muerte".

La historia continuó. Intentar calificar la obra de un hombre de pasiones es siempre difícil, pero si su grandeza se mide por la de sus enemigos, su principal adversario era su propio jefe en el Ejército Republicano, el amañado niño bien Carlos de Alvear.

El pueblo uruguayo se encamina a elegir, este domingo, un nuevo Presidente. Un grupo de argentinos, independientemente de la justicia de su causa, no permitirán que votantes orientales que probablemente en su mayoría tributen a ideas de pluralidad, progresismo y latinoamericanismo (hecho que se profundiza en vergüenza cuando hace días sí dejaron cruzar compatriotas que viajaban empujados por una “gesta” deportiva) lleguen a esta nueva playa de la Agraciada.

A no dudarlo: los principales intereses en contra de la patria grande latinoamericana no fueron extranjeros. Estaban entre nosotros y representaban al poder económico, oligopólico y centralista.

Nada cambió.

Señores Asambleístas de Gualeguaychú: nada decimos sobre la justicia de vuestra causa. Nada decimos sobre la eficacia de los fundamentalismos.

Solo decimos que no es tiempo de naiveté. Que, este domingo, la historia los está mirando.

3 comentarios:

Rafa dijo...

Hermoso recuerdo, Contradicto. Podría agregar que la proclama de los 33 iba dirigida a "los Argentinos Orientales". Y como cantó Zitarrosa:

Vidalita acordate de José Artigas,
y endulzate la boca, cuando lo digas.
A la huella de un siglo que otros borraron,
mintiendo los martirios del traicionado.

A la huella vieja, vidalitay,
que te estoy buscando,
junto a Lavalleja, vidalitay,
yo quiero oírte andando.

Un abrazo.

El Canilla dijo...

Imponente como lo pusiste, Vo !

Verboamérica dijo...

Hay post suyos que son una larga jugada que termina pisándo la pelota en el último metro.