martes, 23 de febrero de 2010
Ceñida
Recuerdo que había dibujos infantiles que, de tanto repetirse, se iban convirtiendo en clásicos y que, año tras año, con la llegada de las fechas correspondientes, uno trataba de mejorar: el cabildo y la casita de Tucumán eran dos de ellos, pero a mí me gustaban las carabelas de Colón, allá por octubre.
Las mías eran imponentes y robustas, todo lo opuesto a la realidad que conocí años más tarde.
Y el detalle de rutina eran esas velas cuadradas, amplias, algo amarillentas, con una enorme cruz roja en el centro (después supe que era la cruz de los Templarios), que anticipaba al autor intelectual de la muerte de cuarenta millones de indios.
Habitualmente dibujaba dos o tres velas en cada palo, que colgaban de unos travesaños que supe, luego, eran las vergas. Y si bien era obvio que esas velas, cuadradas, estaban diseñadas para atrapar los vientos que venían desde la popa del barco, de niño nunca me pregunté como hacían esas cáscaras de nuez para navegar con vientos un poco menos favorables, más adversos.
Pero estaba claro que lo último que esos marineros podían hacer era quedarse a esperar a que un viento generoso volviera a aparecer desde la popa para, por ejemplo, evitar ser atrapados por los filibusteros.
La curiosidad y un amigo que algo conocía del tema me llevaron a aprender que existen unas velas que yo casi ignoraba, y que son las responsables del avance del barco cuando los vientos sacuden su energía desde los ángulos menos deseables: unas velas de formas más o menos triangulares que se montan en el frente del barco, atadas a ese elegante palo que emerge por la punta de la proa denominado bauprés, apenas encima del mascarón. También a los palos de mesana, los traseros, se les pueden adosar estas velas. Son las velas latinas y funcionan bajo principios absolutamente diferentes a las otras, las velas cuadradas cuya paradójica denominación es "redondas".
Las velas latinas cortarán el viento frontal con su paño, ofreciéndo un par de superficies que el aire deberá recorrer con dos velocidades diferentes. Esa diferencia de velocidades provocará a su vez una diferencia de presiones a un lado y al otro del paño, en favor del lado externo. Esa presión se traducirá a su vez en una fuerza que provocará sobre la estructura de la nave dos efectos, el de avance neto sobre la línea de navegacion y el de inclinación hacia el lateral de escape del viento, conocido como sotavento. Así, el velero avanzará, inclinado, "escorado", pero avanzará con un viento que bien puede posicionarse a 40 grados de la dirección de avance. No está mal.
Este ingenio permite, si uno se propone ir en el rumbo exactamente contrario al del viento, avanzar en el ángulo de ceñida (así se llama) que más se acerque al viento. Luego de un tramo virará para avanzar otro trecho en el ángulo simétrico y así, después de varias "ceñidas" a un lado y al otro, mantendrá un rumbo exactamente contra el viento.
De manera que sí, en efecto, se puede navegar contra el viento. Se trata de una navegación que no tiene nada que ver con la navegación con viento de popa, ya que los principios de funcionamiento y en consecuencia la maniobra y la dinámica dentro del barco son distintas.
La primera es calma, monótona, incluso aburrida. La navegación en ceñida es, digamos, más entretenida: la tripulación trabaja con mayor frecuencia, modificando la maniobra en cada virada, monitoreando siempre el empuje de velas como el foque, el petifoque, el contrafoque o la genoa, que requieren atención permanente para estar "trimadas" de manera que ese perfil similar al de un ala de avión que despliegan a lo largo de su superficie sea el óptimo para el ángulo de navegacion elegido(notable que estas velas que llegan a nosotros desde los fenicios y no hayan inspirado antes a algún geniecillo para diseñar alguna suerte de avión ancestral).
Sólo en ceñida se puede sentir verdaderamente la naegación, el viento pegando en la cara y las gotas de la espuma que emergen ante cada golpe del casco contra las olas. Todo funciona y hasta es placentero, siempre y cuando la tripulación se allane a convenciones mínimas: la voz de mando unívoca del capitán, una tripulación predispuesta y trabajadora, claridad en el rumbo y explícita definición de la táctica que se empleará para llegar a destino.
Después de mucho tiempo de navegar con vientos de popa, el gobierno se dispone a su primera ceñida. Todo cambia a partir de ahora. Estará preparado para mantener el rumbo?
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Etiquetas:
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Gobernabilidad,
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6 comentarios:
Tripulación entrenada para " cazar" y "filar" los cabos, confianza ciega en el timonel, genoas y trinquetes en buenas condiciones; también la trinquetilla y todos listos para soltar spinaker si los vientos lo justifican, luego de la virada. Todos saben que la trabuchada es peligrosa y puede haber hombre al agua.
El Contradicto que me gusta. Desparramando saberes, porque, como diría Pancho, todo tiene que ver con todo.
Hablando del tema, el Viernes zarpan de Mar del plata (y pasan debajo de mi ventana) 8 fragatas de 80-100 metros de eslora. Los buques escuela de 8 países. Un espectáculo que muy pocas veces se puede ver.
Incluso cuando las fragatas eran comunes, para juntar es número había que declararle la guerra a Inglaterra.
Todo muy bonito pero, ¿esperamos viento en contra para que se luzca el capitán o torpedos bajo la línea de flotación?
Usted habla de carabelas y capaz que la escena se parezca más al Bismarck, hablando de barquitos y capitanes.
Muy interesante su punto de vista y la analogía de la ceñida con la nueva composición parlamenteria y demás. Confío en Cristina y el gobierno para seguir adelante y mantener el rumbo.
Saludos.
cualquiera que se halla subido a una simple tabla de wind surf sabe que la velocidad es máxima con el viento de costado.
Y de última se puede "orzar" (ceñir) para como bien dice contradito ir contra el viento.
Mariano: ¿vió que la única fragata de 4 palos es la chilena?.
Pero la "Libertad" y la "Simón Bolívar" son las más lindas.
Ah! ponga un cartel en su ventana así sé para donde putear.(todo bien, de onda)
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