Relax, have a cigar, make yourself at home.
Hell is full of high court judges, failed saints.
We've got cardinals, archbishops, barristers,
certified accountants, music critics, they're all here.
You're not alone, you're never alone.
Not here you're not.
Sting
Es una carrera alocada y salvaje hacia los portales de ingreso en territorio de salvación. Héctor el Empalador corre contra el reloj y nos parece que esta escena ya la hemos visto, de mil maneras diferentes.
Castiga a los corceles y atiza el látigo pidiéndoles lo que ya casi no pueden dar. A lo lejos se levanta, firme y contundente, el portal de un castillo salvador que no expone en su arco una geografía, un paraje, sino un tiempo, una fecha: 10 de diciembre de 2011. El reloj corre, mecánico, sin preocuparse por las fuerzas del destino ni las amenazas de los adversarios.
En su fuga hacia el futuro, el Maestro se pregunta si podrá evitar la llegada del amanecer, de esa luz solar tan temida. Sabe, y sabe que saben, que de no atravesar el portal en tiempo, el final será trágico e inevitable. Nada se podrá argumentar en las postrimerías.
Los fieles sirvientes abandonarán la mansión, buscando abrigo, una bahía alejada de las borrascas y los fríos vientos del invierno. Algunos, los notables, serán indagados en el camino. Como Simón Pedro, que negó a su líder antes de que cantara el gallo, dirán tres veces que cumplían órdenes. "Irrevocables", subrayarán dudosos, esperando el salvoconducto.
Pero el Maestro sabe que no tendrá esa suerte.
Por eso revuelve y agota todos los recursos, los pases mágicos aprendidos durante décadas. Articular alianzas. Calentar oídos. Sembrar dudas. Montar operaciones. Seducir bufones con hambre de gloria, describiéndoles futuros propicios que desaparecen con un chasquido en los dedos. Lo de siempre: mujeres hermosas, dinero y poder.
Y desgastar. Desgastar. Vaya si lo practica. Erosionar las energías del enemigo hasta llevarlo al límite de sus fuerzas, arrinconarlo y seguir provocándolo para que caiga extenuado.
Cierto es que esta vez, el Van Helsing de ocasión es un hueso duro de roer, una daga filosa. Posee lo que otros, antes, negaban: empuña su cruz y reza sus oraciones con fe verdadera. Y contra ese credo la batalla se hace ímproba y el objetivo, cruzar las puertas del nuevo período manteniendo la integridad, inalcanzable.
Reniega de sus aliados. Ninguno parece entender lo que está en juego. Actúan estúpidamente y desoyen sus advertencias. Pero ese enfado circunstancial no detiene por un segundo el momentum de sus operaciones. Maldice el día que susurró aquella palabra maldita: “Telecom”.
El Maestro sabe que nuestro Van Helsing sabe que él es el verdadero Empalador. Y los demás, demonios de pacotilla.
Mientras tanto, rebusca entre viejas carpetas y cartapacios la fórmula que lo haga llegar al 10 de diciembre de 2011 evitando la estaca pavorosa de la desinversión
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2 comentarios:
Clarísimo, muy bien escrito, forma y contenido juntos y contentos de la mano. Si me da permiso me lo llevo.
A desinvertir ,a desinvertir ,antes que sea tarde.
Saludos.
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