viernes, 5 de agosto de 2011

Una anti-balsa de piedra



Dedicado a don José Saramago,
quien me devolvió la capacidad de asombro

La fisura en el puente giratorio de Avenida Belgrano causó sorpresa. En un principio, las autoridades de Prefectura trataron de no levantar el avispero. Todos sabemos lo molestos que pueden llegar a ser los periodistas, las mil preguntas, las investigaciones en curso, las manos del juez.

Pero esa ilusión duró poco. La rajadura era grande, cruzaba toda la calle. La detectó por primera vez un vecino del barrio. Salió muy temprano a la mañana con su perro, un hermoso lebrel con ojos tristes y enorme curiosidad, que según el dueño había estado ladrando toda la mañana. Hacían siempre el mismo recorrido. El médico le había recomendado hacía unos meses salir a caminar. Ejercicio dinámico, dice que le dijo. Pero esa mañana, apenas el perro tuvo acceso a la vereda, salió disparado como una flecha hacia esa cicatriz en la calle. El vecino iba atrás, molesto sin saber por qué. Si por no poder controlar a su mascota o porque esta lo hubiera despertado a las cinco.

Pero apenas vio a su perro olisquear sobre algo tan extraño, tan anormal, se olvidó de su mal humor. Lo primero que pensó fue que algún camionero inescrupuloso, de esos que a todas horas transitan sobre Huergo, había errado el camino, se había metido en Puerto Madero y el puente no había soportado el peso del camión. Pero en la calle no había nadie, estaba desierto. Unos muchachones, a lo lejos, movían bolsas de consorcio llenas de basura de la puerta de servicio de un restaurant. Se preocupó. Silbó a su perro y apuntó hacia la oficina de Prefectura. Pensó que allí ya sabrían todo y quizás alguien lograba explicar algo.

En el camino encontró a un agente, uno morocho que hacía imaginaria en esa esquina. En pocas palabras le contó lo que había visto y esperó una palabra de tranquilidad, de sosiego. Pero nada. El agente lo miraba perplejo. O quizás molesto porque le habían interrumpido el jueguito en el celular. Cuando el vecino vio que no reaccionaba, que no tomaba ninguna decisión, actuó. Como actuaba en su trabajo cuando había que poner orden y calmar a la gente: le dijo que se fuera hasta el lugar y que evitara el tráfico en esa calle. Que él iba a ir hasta la oficina de prefectura a contarles el incidente.-Me piden que no me mueva de acá, le dijo el agente. -Vaya, hombre, vaya, esa grieta es peligrosa y podría causar un accidente, trató de convencerlo el vecino.

Sin esperar a su reacción, siguió con el ritmo activo de caminata que le había pedido el médico. Cuando llegó, un oficial con pinta de mayor edad, y con pinta de ser un estar un poco más despierto, lo atajó en la entrada: Ustéd es el que vio la grieta? Nos acaba de avisar Gutiérrez. – Si, fui yo dijo, mientras veía que detrás del agente empezaba un movimiento de agentes bastante inusual. Y cómo es? le preguntó. Grande. Enorme. Cruza toda la calle. En realidad la vio mi perro. Ya mandé un cuatri para allá con dos agentes. Van a cortar la calle. Despreocúpese. Ya nos hacemos cargo. Vaya tranquilo. Seguro que cedió el pavimento por viejo. El vecino siguió su camino. No sin antes silbarle al perro, que se había entretenido empezando un pozo en uno de los árboles cercanos.

Retener al periodismo fue imposible. A las 10 de la mañana ya eran varias las camionetas blancas estacionadas en las cercanías. Con las puertas laterales abiertas de par en par y cantidades de tripas de colores emergiéndoles de las entrañas y llegando hasta las cámaras. Y esos platos que llevan en el techo, apuntando al cielo. Cámaras, algunos periodistas, muchachones con camperas de canales de televisión y muchos, muchos curiosos. Una gordita simpática, haciendo su agosto con la venta de café, el carrito lleno de termos viejos y la charla divertida con los muchachos de los móviles, que la miraban, se miraban entre ellos y se guiñaban un ojo.

Y así, la cosa siguió. Sin pasar de una enorme fisura que durante toda esa jornada se mantuvo ahí, igual que como había amanecido. Y el vecino del perro, en su living, siguiendo todo por C5N, que era el que más tiempo le dedicaba. En un momento pudo ver al agente que lo había recibido en la oficina, aquel morocho con cara de zorro viejo. Le estaban haciendo un reportaje. Subió el volumen para escuchar con claridad y se sintió raro cuando el agente, con una cierta sonrisa en el rostro, dijo que el primero que les avisó fue un hombre que sale todos los días a caminar con su perro. El vecino lo escuchó y sonrió. Sabía que, en esa instancia, los periodistas hubieran vendido a la madre por una nota con él. Pero lo suyo era el bajo perfil. Y supo que debería extremar el bajo perfil por un par de días.



(Esta historia puede continuar).

2 comentarios:

guilleO dijo...

Hacía rato que no leía nada de Ud.; a propósito de la posibilidad de que este relato continúe le pregunto: qué fue de aquel superheroe en ciernes?
Lo sigo, un abrazo

Contradicto de San Telmo dijo...

Al Capitán Choripán se lo comió el personaje.

Pero puede volver en cualquier momento.

Gracias por acordarte.