viernes, 30 de octubre de 2009

Es el turno de la renta financiera, ¿cuál será el próximo verso?

Como es difícil a la oposición oponerse de plano al programa de asignaciones para los chicos, máxime después de haber criticado al Gobierno una y mil veces por no hacerlo; como la discusión sobre algunos detalles de implementación tiene patas más bien cortas; como no encuentran fácilmente algo para denunciar, hay una dispersión de críticas.

Cada uno por su lado, que el clientelismo, que la plata de los jubilados, que la mar en coche.

Sobre clientelismo, ya sobra toda discusión. No vale la pena perder el tiempo. Sobre la plata de los jubilados, el cartonero Mariano ha examinado el problema con su seriedad habitual. Sus conclusiones pueden ser un poco alarmistas, pero eso no está del todo mal, puesto que de todas maneras es imperativo que el nuevo gasto encuentre formas de financiación que no dependan de los ingresos actuales de la ANSES. Digo actuales, porque los ingresos que puedan surgir de otras fuentes también serán ingresos de la ANSES. Contra la idiotez que en estos días invade los medios, la ANSES no solamente percibe aportes jubilatorios.


En el batifondo oposicionista, el progresismo debe tener su propia melodía. Está bien que se confunda con la derecha en la medida indispensable para pegarle al Gobierno. Pero tiene que hacerlo con argumentos de tono rosa viejo, como para que su clientela no perciba que la llevan detrás de la reacción.




Ahí, a la mano, está la renta financiera. ¿Cómo no se pone un impuesto a la renta financiera para pagar la asignación de los pibes? ¿Qué alma progresista no vibra con la idea de sacarle a los financistas para alimentar a los niños?

El ministro Boudou ha calculado que el famoso impuesto sobre la renta financiera rendiría unos 491 millones por año. Es decir, el 4,91% de lo necesario para pagar las asignaciones. No alcanza, ni siquiera llega cerca.

Lo interesante es que quienes afirman que se debería financiar mediante el impuesto a la renta financiera se abstienen de dar cifras. Supongamos que Boudou miente o que se equivoca. ¿Por qué nadie, entre los más entusiastas, le corrige esos números?


Respuesta de este humilde aficionado: no los corrigen porque no pueden. Porque, efectivamente, la imposición sobre la renta financiera no alcanza para cubrir ni una pequeña parte del gasto adicional. Porque, con o sin impuesto a la renta financiera, hay que encontrar la fuente de financiación para casi todo el gasto.

Aclaremos un punto. Yo, Andrés el Viejo, siento simpatía cero por la especulación financiera en todas sus formas. Me parece bien meterle impuestos y hasta medidas considerablemente más duras. No estoy hablando de eso, sino de números. El que diga que hay que gravar a la especulación financiera, tiene razón. El que diga que con eso va a financiar el más modesto de los planes sociales es un chanta y un mentiroso.

¿Y por qué el impuesto a la renta financiera daría resultados tan modestos?

A mi parecer, hay dos motivos. Uno se remonta al pasado reciente. El otro, se vincula con el futuro.

En 2001-2002, como se recordará, la economía argentina colapsó. Y, en ese colapso, se hundió la infernal maquinaria de especulación financiera montada en los 90. En parte por la ayuda del Estado y en parte por el fuerte crecimiento de la economía, los bancos salieron del pozo. Pero la vitalidad de la especulación financiera anterior a 2001 no se recuperó. Las finanzas crecieron al ritmo de la economía en general, pero no lograron levantar vuelo. La estatización de las AFJPs, hace un año, fue otro golpe. Eran en gran medida las administradoras las que mantenían el movimiento en los mercados de bonos y de acciones. Su salida del juego convirtió las grandes partidas de poker en modestas tenidas caseras de lotería de cartones. La base imponible ya no es lo que era. Los que sueñan con un rendidor impuesto a la renta financiera atrasan diez años.

Pero, además, la especulación financiera es muy volátil. Ahí no hay stocks de gran volumen y peso. Todo lo que hay son papeles y a menudo ni siquiera papeles: bites que circulan cabalgando sobre ondas. Es muy fácil mudarse. Si en Buenos Aires me cobran un impuesto, ¿qué me cuesta trasladar la platita a Montevideo? Y se dice Montevideo porque queda cerca, pero hay muchas plazas financieras en el mundo donde se hacen pocas preguntas. Lo que significa que basta poner el impuesto para que la base imponible se achique.

Un impuesto a la renta financiera podría ser muy útil, es verdad. Pero no para recaudar mucho, sino sobre todo para restringir el campo a la especulación y sus efectos destructivos.

4 comentarios:

Nando Bonatto dijo...

la renta financiera no porque es enemiga de los "capitales extranjeros"
la renta kilombera puede ser

Javier dijo...

Tal cual , que hay que gravar la renta financiera es por un tema de justicia distributiva no porque con el monto se pagan todas las deudas sociales , todos sabemos que la bolsa porteña es apenas un bolichito , yo creo que debe gravarse la compraventa de acciones como algo justo igual que como los jueces deberían pagar ganancias como hacemos el resto de los mortales

El Grito Primal dijo...

Andrés: concuerdo con lo que has escrito. Hay una razón de peso a tener en cuenta sobre el tema de la renta financiera y es que el Estado Nacional, al hacerse cargo de la administración de los fondos de pensión, éstos tenían una alta proporción en acciones y bonos cotizables en "la bolsa" porteña.

En números: de los $94.442.628.956 (al 30/sep/2008), un 10.89% estaba en acciones de sociedades anónimas, y el 99% en "inversiones", lo que haría que una fuga deprima el valor de los títulos que administra la Anses.

www.infobae.com/download/39/0233989.xls


saludos.

Anónimo dijo...

La imposición a la renta financiera es tan verso como el pago de ganancias del sector agropecuario... Te dibujan los balances, y sonaste. En el sector agropecuario estan manejando el 40% de las ventas de granos y carnes en negro inclusive la exportan en negro con pago en depósitos en paraísos fiscales. De ahi la "lucha" de la Mesa de Enlace contra la ONCCA yla AFIP, y la batalla contra las cartas de porte.
Antonio